José Adán Silva/IPS
Managua, Nicaragua. Éste es el país centroamericano con más fuentes de agua dulce de la región y donde el líquido es incluso parte de su nombre; sin embargo, sufre una de sus peores crisis del recurso en los últimos 50 años, por un problema alimentado por la variabilidad climática y agudizado por la deforestación y la degradación de los suelos.
María Esther González, habitante de la capital, sufre la escasez en su vida cotidiana. Ella vive en un barrio pobre del Distrito Uno de Managua, donde el servicio de agua potable llega menos de 2 horas al día.
Durante 4 años, el desvelo crónico ha sido parte de la rutina de esta jefa de hogar: todos los días entre las 11 de la noche y las 3 de la madrugada debe estar alerta por si el servicio de agua emana de los grifos.
En un lapso de 2 horas o menos debe llenar varios recipientes del líquido, lavar ropa y asear la pequeña vivienda, antes que el suministro se vuelva a cortar. “Desde hace 4 años debo estar vigilando [en] las madrugadas para lograr agarrar lo necesario para el día a día”, dice González a Inter Press Service.
En ocasiones el agua desaparece hasta 3 días seguidos y las autoridades estatales de la Empresa Nicaragüense Acueductos y Alcantarillados (Enacal) deben entonces paliar el problema con la distribución mediante camiones cisterna a muchos barrios de la capital.
Managua, donde el agua también está en su nombre, con una población de algo más de 1.6 millones de habitantes, es quizás donde más se percibe la falta de agua porque las protestas de barrios enteros en las calles saltan a menudo a los medios de comunicación.
Pero la ausencia del servicio se extiende por todo el país y amenaza el nivel de vida de sus 6.1 millones de habitantes, sobre todo los que habitan en zonas rurales.
Arístides Álvarez, miembro de la red no gubernamental Comités de Agua Potable y Saneamiento, explica a IPS que en las zonas rurales del centro y Occidente del país miles de familias sufren la escasez porque se abastecen de pozos y ríos que se han secado.
El activista comunitario señaló, por ejemplo, que en algunas comunidades del departamento de Chinandega, a 140 kilómetros al Noroeste de Managua, se secaron tres ríos que abastecían al menos a 1 mil 300 familias rurales, en la temporada seca, que abarca de noviembre a mayo.
“Ahora la gente tiene que caminar largas distancias para buscar agua y los que tienen recursos compran a finqueros privados que tienen pozos en sus propiedades. Lo malo aquí es que no todos pueden comprar agua y comida al mismo tiempo”, detalla.
Según Álvarez, las familias rurales esperan con desesperación que caigan las lluvias de la temporada húmeda de Nicaragua, que inicia en mayo y concluye a finales de octubre. Pero durante el pasado mes fueron pocas y esporádicas las precipitaciones.
Ruth Selma Herrera, expresidenta ejecutiva de Enacal, destaca a IPS otro problema que afecta el acceso de la población al agua: la baja inversión en el sector y la mala administración pública del recurso.
“Se necesitan al menos 150 millones de dólares para modernizar la red de distribución, porque las tuberías están obsoletas y las pérdidas por esa vía son altísimas”, dice a IPS.
Los vaticinios sobre la mejora en el futuro inmediato del problema de escasez no son alentadores.
Según las proyecciones de mediados de junio del Centro de Predicciones Climáticas –una agencia del Servicio Nacional de Meteorología de Estados Unidos–, la probabilidad de que el fenómeno El Niño/Oscilación del Sur (ENOS) afecte al país y la región centroamericana alcanza nada menos que 90 por ciento.
La alerta de una nueva sequía preocupó a la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social por la situación alimentaria y nutricional de la población del llamado Corredor Seco de Nicaragua, que cubre 33 de los 153 municipios del país y comprende los departamentos de León y Chinandega (Noroeste), Estelí, Madriz, Matagalpa y Nueva Segovia (Norte).
La preocupación de la organización privada fue compartida por la delegación local del Banco Mundial. Luis Constantino, representante de esa entidad financiera en Nicaragua, informó al diario La Prensa que, ante esa situación, actualmente discuten con el gobierno un plan estratégico de atención para la zona seca del país.
“Nos enfocamos en programas de manejo del agua. Estamos proponiendo una conferencia (con especialistas) para que se discutan las opciones del Corredor Seco, principalmente cómo asegurar que las alcaldías tengan agua suficiente para abastecer a la población, pero también se pueden aprovechar las oportunidades de riego para la agricultura y la ganadería”, dijo al diario local.
Jaime Incer Barquero, científico nicaragüense y asesor de la Presidencia de la República en temas ambientales, dice a IPS que el cambio climático en Nicaragua se expresa con las incidencias del fenómeno de El Niño y La Niña, asociados con sequías e inundaciones, respectivamente.
Este país cuenta con los dos mayores lagos de América Central, el Lago de Xolotlán, con 1 mil 52 kilómetros cuadrados, y el Lago de Cocibolca, con 8 mil 138 kilómetros cuadrados. Posee además 26 lagunas, más de 100 ríos, cuatro embalses y cinco de las 19 cuencas centroamericanas más grandes.
Sin embargo, diversas organizaciones especializadas señalan que la degradación de los suelos nicaragüenses alcanza un nivel 10 veces superior al máximo establecido técnicamente como permisible o tolerable para que mantengan su productividad, lo que ya afecta a las fuentes de agua y lo seguirá haciendo.
El Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) diagnosticó que Nicaragua degrada su tierra “a un ritmo irreversible”, al convertir suelos con potencial forestal a pastos para ganadería extensiva.
El nivel máximo de tolerancia de pérdida de suelo en el país es de 4 toneladas por hectárea por año (degradadas por malas prácticas agrícolas y ganaderas). Pero la pérdida es de 40 toneladas anuales, reveló el investigador del CIAT, Carlos Zelaya, durante unas jornadas ambientales en Managua en junio pasado.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por su sigla en inglés) confirmó la magnitud del problema.
“En Nicaragua la degradación de los suelos anda en 30 por ciento y en la zona de Occidente llega a 35 por ciento”, aseguró el facilitador de Seguridad Alimentaria de la FAO en Nicaragua, Luis Mejía.
El ambientalista Incer Barquero sentenció que si no se revierte esa práctica, “en menos de 50 años dejaremos de llamarnos Nicaragua y el agua será un recuerdo”.+
José Adán Silva/IPS
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