Damasco, Siria. La firma del acuerdo del llamado grupo 5+1 con Irán sobre el programa nuclear de la nación persa modifica al Oriente Medio y, por consiguiente, el orden mundial. Mientras los comentaristas internacionales se muestran extremadamente vacilantes sobre lo que vendrá después, yo sigo adelante con mi análisis basado en lo que ya publiqué anteriormente, cuando esas negociaciones estaban teniendo lugar.
Después de haber neutralizado la oposición de Cuba, la neutralización de la oposición de Irán constituye un golpe maestro de Barack Obama, ya que aísla a Rusia y a China. Porque se trata, en efecto, de una forma de neutralización: aunque Irán no abandona completamente el ideal antiimperialista de Alí Shariatí y del imán Ruhollah Jomeini, el hecho es que la República Islámica ha renunciado a entrar en conflicto con Estados Unidos y, por consiguiente, a exportar esa revolución.
Aunque no se conocen los diferentes anexos bilaterales entre Washington y Teherán, ya se ve –en menos de 1 semana– cómo empieza a instalarse un nuevo paisaje que, al menos por el momento, se ajusta a mis pronósticos.
En Líbano, el exministro de Información Michel Samaha, encarcelado desde 2012 por haber preparado acciones terroristas en su país –supuestamente por orden del presidente sirio Bashar al-Assad y del general Ali Mamelouk, jefe de los servicios secretos sirios–, contradijo inesperadamente sus confesiones iniciales. Samaha negó también la autenticidad de las grabaciones de video que la Fuerza de Seguridad Interna libanesa había presentado como prueba de su culpabilidad y exigió que se publique el contenido íntegro de esos videos, lo cual podría modificar la interpretación de dichas “pruebas”.
La nueva actitud de Samaha y el proceso de ese exministro ante el Tribunal de Casación militar, previsto para el 17 de septiembre, podrían privar a los adversarios de Siria del único argumento que les queda contra ese país. En efecto, después del derrumbe de la acusación antisiria que trataba de vincular al gobierno de Damasco con el asesinato del exprimer ministro libanés Rafiq Hariri, el caso Samaha es lo único que todavía permitiría acusar a la Siria de Bashar al-Assad de terrorismo.
Por otra parte, el secretario estadunidense de Defensa, Ashton Carter, llegó a la región el 21 de julio para ejecutar las decisiones que el Consejo de Cooperación del Golfo adoptó el 14 de mayo en su encuentro de Camp David con el presidente Barack Obama, es decir, para dotar a la Fuerza Común Árabe de los medios necesarios para luchar contra el Emirato Islámico.
Varios actores potenciales todavía no han comenzado a moverse, principalmente los europeos. Pero es poco probable que se opongan a la aplicación del acuerdo y lo más probable es que traten de desempeñar algún papel.
En ese sentido, el ministro alemán de Relaciones Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, ya mencionó la posibilidad de favorecer la paz en Siria organizando una conferencia del tipo 5+1. Y si bien resulta difícil imaginar en qué forma de legitimidad podría basarse esa idea, también es cierto que este tipo de iniciativa pudiera resultar del agrado de Washington, ya que le permitiría cambiar más fácilmente de política con respecto a Siria. Y, por otro lado, el espacio que logren ocupar los europeos se traducirá automáticamente en menos espacio para Irán. De todas maneras, para Barack Obama, ha llegado el momento, en Siria, de “tratar con el vencedor”.
Thierry Meyssan/Red Voltaire
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