La Ventosa, Juchitán de Zaragoza, Oaxaca. Las aspas de los aerogeneradores giran sin cesar, la energía que producen no se detiene ni un minuto al día. Los gigantes metálicos llegaron a esta región y con ellos, las promesas de desarrollo, progreso y trabajo; Sin embargo, la carretera transístmica divide a esta zona de producción trasnacional de la pobreza que prevalece.
Frente a los gigantes metálicos, hombres y mujeres descansan en sus patios, vestidos con ropas ligeras y huaraches de hule, en su mayoría. Dentro de sus casas no se puede soportar el clima cálido y no hay el dinero suficiente para pagar uno artificial, debido a las altas tarifas de luz que reciben de la Comisión Federal de Electricidad.
A esta zona, hace más de 1 década, llegaron a la región empresas como Alstom, General Electric, EcoWind, Energies Nouvelles, Eólica del Sur, Eolectric y se asentaron en 28 parques eólicos, algunos incluso impulsados con el financiamiento del Banco Interamericano de Desarrollo.
Tras su arribo, el tejido social se descompuso; para algunos de los que aquí viven, las promesas de cambio y bienestar fueron suficientes para darles entrada. Otros se opusieron, iniciaron manifestaciones de rechazo ante la destrucción del medio ambiente, procesos jurídicos, se vieron bajo amenaza y hasta llegaron a pisar la cárcel.
Los inversionistas no cesaron, se instalaron. Y es que una de las características que hacen atractiva la región es que el viento corre a una velocidad única, en todo el país. Esta también es una de las zonas que estaría contemplada en el nuevo proyecto de infraestructura que pretende construir el gobierno federal: Corredor Transístmico.
Aquí todo está muy triste, dice Germán Valdivieso, un joven campesino que ha vivido el proceso de transformación panorámica de su comunidad, sin el beneficio del progreso prometido.
A sus 27 años, recuerda que hace más de 1 década las familias de la zona firmaban contratos con las empresas para rentar sus tierras y que se colocaran los aerogeneradores, pero “aquí vivimos tristes porque no hay nada. No hay trabajo, ni un parque bueno, donde niños o jóvenes vayan a distraerse, tampoco un mercado, y menos un hospital o un centro de salud que estuviera abierto las 24 horas, porque las enfermedades no faltan, aquí son diario y a toda hora. Son los políticos y los caciques se quedan con todo”, dice.
En esta localidad, las obras más avanzadas son las que llegaron con las compañías y la carretera que atraviesa todo el Istmo de Tehuantepec, en rededor, las calles no tienen asfalto y la mayoría de las casas se encuentran en obra negra, algunas de ellas con techos de lámina.
Los aerogeneradores lucen espectaculares desde lejos, comenta Germán, “pero no lo son para la comunidad. Ellos [los empresarios] empezaron acá con engaños porque nunca nos consultaron como comunidad. Llegaron, buscaron a los propietarios de cada terreno y empezaron a instalarse, cada vez más.
“Hablaban de traer trabajo a los jóvenes, pero no, en esta región no hay escuelas que nos den entrada a ese tipo de empleos. No hay una escuela que diga: esto es para los aerogeneradores y nos preparen en la industria”, comenta.
Germán habla del empleo que han obtenido algunos de sus familiares en los parques eólicos, como peones, en la instalación de los generadores de energía: “pero ellos mismos dicen que hacen un mal porque lastiman la tierra, sacan tanta agua para meter cemento, varillas y todo para sostenerlos, que van secando el subsuelo… En tiempos se sequía se vio cómo bajó el nivel de los pozos”, comenta.
Datos de la Asociación Mexicana de Energía Eólica (AMEE) revelan el incremento de generación de energía que pretende darse durante este sexenio en el país y, en específico, en Oaxaca.
La AMEE indica que para 2018 había una capacidad total instalada de 4 mil 935 megavatios, en 13 estados: Baja California, Sonora, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Zacatecas, Jalisco, San Luis Potosí, Puebla, Chiapas, Quintana Roo, Yucatán y Oaxaca, este último, el de mayor capacidad, con 2 mil 756 megavatios, es decir, el 55.84 por ciento.
Para este 2019, la organización incluye a Guanajuato en la lista de estados donde se instalan los aerogeneradores, con un incremento del 22 por ciento de energía, al pasar de 4 mil 935 megavatios a 6 mil 294 megavatios.
Al final de este sexenio, la AMEE proyecta una capacidad instalada de 14 mil 558 megavatios, lo que significa casi el triple de lo que se estableció en 2018, último año de gobierno de Enrique Peña.
Para 2024, la organización encargada de promover la generación y desarrollo de energía eólica en el país, “representando a los desarrolladores de proyectos eólicos ante las autoridades, sectores económicos y la sociedad”, indica que se agregarán: Querétaro, Hidalgo, Veracruz y Campeche a la generación de energía.
Hugo Aguilar Ortiz, encargado de la Coordinación de Derechos Indígenas del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), dice en entrevista que a raiz de una de las asambleas que se han llevado a cabo en la comunidad de Santiago Laollaga, Juchitán, se ha detenido la instalación de un nuevo parque eólico.
“Hay que decir que todos estos parques se establecieron en el régimen de los gobiernos anteriores, sin ninguna consulta y vale la pena recalcarlo porque es curioso que cuando ya se comienza a hacer consulta, se cuestiona al procedimiento, pero ninguna voz de estas que han salido a criticar el proceso de consulta, critica si quiera los más de 28 parques eólicos que se establecieron sin consultar”, expone.
Ante la instalación de un nuevo parque en Juchitán, comenta que “el Instituto no tiene ninguna ambigüedad y les ha dicho que respalda plenamente este reclamo de la comunidad de Juchitán [de que no se lleve a cabo]; del mismo modo, se plantearon en estos foros la necesidad de revisar los procesos de establecimiento de los otros parques.
“Nosotros tenemos que ser cuidadosos, tenemos que consultar con las comunidades en donde están establecidos los parques, si es que desean hacer una revisión del proceso con el cual se establecieron y habremos de analizar las vías legales para el efectivo ejercicio de los derechos territoriales de los pueblos”, dice.
Aunque, Aguilar Ortiz reconoce que tampoco es “posible ahora que el Instituto planteé consultar parques ya establecidos. Ahí ya hay una violación consumada del derecho de consulta”.
¡Que se vayan los megaproyectos!
Ilda Cortés es otra de las habitantes de esta localidad istmeña que no ha visto reflejado el bienestar prometido. “Aquí llegaron con engaños de que nuestros hijos iban a tener trabajo, que nuestra vida iba a cambiar; al contrario, han traído gente de otro lado, vienen españoles, extranjeros a trabajar en el parque eólico y nuestros hijos careciendo de trabajo”.
Explica que la mayoría de los jóvenes de la región trabajan en los mototaxis para obtener un aproximado de 150 pesos diarios, con una jornada de las 8 de la mañana a las 9 de la noche, “pero una familia no vive con eso”.
Otro de los problemas que observa la mujer es que en el campo, no se llegan a dar las cosechas por el fuerte viento: “mi esposo trabaja el campo, está jodido, nosotros tenemos un terreno en donde tenemos pollos y cuando no tenemos dinero, mato un pollo y me lo como. También, sembramos maíz, pero no se dio, todo lo marchitó el aire”, relata.
Madre de tres varones, Ilda observa cómo cada integrante de su familia hace esfuerzos máximos por salir adelante, ante la falta de empleos. El menor de sus hijos se fue hace 1 año de mojado a Estados Unidos, para trabajar como albañil en California.
Además, habla de las carencias que enfrentan como sociedad ante la falta de un hospital, de medicamentos, médicos ni aparatos. “Si te da fiebre, diarrea o vómito y logras llegar a Juchitán, ya la libraste; eso si tienes un vehículo para moverte.
“Aquí la vida no es como la pintan los políticos: hay carencia, no hay trabajo, los jóvenes que tienen familias se fueron a Monterrey, Ciudad Acuña u otras ciudades a donde hay trabajo. La gente tiene que salir fuera porque aquí estamos jodidos”, relata la mujer que a sus 47 años padece de uno de sus riñones y le es urgente la atención médica más cercana.
Ante la puesta en marcha del proyecto del Corredor Transístmico espeta: “¡Ya no queremos más megaproyectos, que se vayan de aquí… mucho menos la minería! Nos están jodiendo, nos están enfermando. Necesitamos más campo, comida, trabajo”.
El pasado el 14 de junio pasado fue ratificado en el Diario Oficial de la Federación la creación del Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, a través del decreto por el que se crea el “organismo público descentralizado, con personalidad jurídica y patrimonio propio, no sectorizado, denominado Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec”.
En el primer artículo establece los lineamientos:
I. Procurar, mediante inversión pública y privada, la construcción de la infraestructura física, social y productiva necesaria para fortalecer la base económica de la región del Istmo de Tehuantepec;
II. Promover, a través de la realización de los actos jurídicos necesarios, la modernización de la infraestructura física y la capacidad productiva de la región del Istmo de Tehuantepec;
III. Mejorar, a través de la coordinación de entidades públicas y privadas, la infraestructura, la seguridad y la actividad productiva para superar el rezago de la región del Istmo de Tehuantepec;
IV. Colaborar con el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas para que el desarrollo que genere su actividad se realice en un ámbito que preserve la cultura, las costumbres de la región del Istmo de Tehuantepec, la identidad de los pueblos indígenas y la protección de los recursos naturales, y
V. Colaborar con las autoridades competentes en la ejecución de los mecanismos de planeación correspondientes que, en su caso, se aprueben en términos de la Ley de Planeación.
Sin embargo, para las personas que habitan esta parte de la región, este es un proyecto que no ha sido bien difundido entre quienes estarán en la zona de desarrollo, así lo comenta Uriel Valdivieso, integrante de la Asamblea de los Pueblos Indígenas del Istmo de Tehuantepec en Defensa de la Tierra y el Territorio.
—¿Qué sabe la comunidad del proyecto del Corredor Transístmico?
—Lo he visto en la televisión, hace como un mes se hizo una consulta, pero no avisaron a ninguna comunidad indígena, a algunos líderes políticos; en sí, no se informó cuál va a ser el impacto, qué beneficios.
“Yo estuve cuando se hizo la consulta y mucha gente no la aceptó porque no dieron una previa información de lo que se trataba; entonces, la gente no estuvo muy contenta.
“Además, se hizo en un lugar muy escondido… Nosotros tuvimos que viajar 50 minutos para llegar ahí y, es más, al pueblo de La Ventosa no se le invitó. Nos enteramos por la organización.
“Hay muchos proyectos de minería en la región, ellos no dan paso sin huarache; entonces, ese tren (comprendido en el proyecto del Corredor Transístmico) les va a ayudar a mover sus materiales. Tenemos proyectos de minería en La Ventosa por 10 mil hectáreas y quieren desaparecer cerros, flora y fauna en peligro de extinción, nosotros estamos en contra de esto.”
—¿Cuál ha sido el impacto en la región de los parques eólicos?
—Ha sido negativo, estas empresas llegaron y prometieron trabajo, una modernización del pueblo, un avance y no se ha visto nada. Aquí no tenemos un buen sistema de salud, a las 12 de la tarde ya no te puedes enfermar porque no te dan atención médica, sábados y domingos, no te enfermes porque te mueres, no hay ambulancia, no tenemos una biblioteca una unidad deportiva, el pueblo está igual o peor porque han causado riñas entre los pobladores, no hay nada de bueno en esto.
“Además, generan contaminación auditiva, estás en tu casa y se escucha el ruido de las hélices de los motores, vas al campo y encuentras animales muertos porque han chocado con estos aparatos, la flora fue destruida.”
Érika Ramírez
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