En México, un país con profundas desigualdades, “quedarse en casa” para no contagiarse de SARS-CoV-2 es un privilegio. Tan sólo en la capital, 4 mil 354 personas sobreviven en situación de calle y sin acceso al agua potable para hacer frente a la pandemia de Covid-19. Son, como siempre, los más vulnerables
“Es más probable que se enferme [de Covid-19] la gente de nivel más alto que la población de situación de calle, porque nosotros recibimos todo y olemos todo lo contaminado. Es más probable que los que tengan tanto poder se enfermen que los de situación de calle porque nosotros tenemos más defensas que ellos”, dice a Contralínea Leonel, un joven de 22 años de edad que habita en la esquina de la calle Artículo 123 y la avenida Balderas.
Ahí, a las afueras de una sucursal bancaria, seis personas sobreviven a la intemperie. Dos de ellas son niñas: una tiene cubierta la mitad del rostro con un cubrebocas y la otra, con su mano sosteniendo la mona (la droga de los más pobres: un trozo de estopa mojado con solvente que al inhalarlo daña severamente el cerebro).
Además de ellas hay un adolescente –que sostiene con su manos unos chicles de broma–, Leonel, y una mujer y un hombre adultos. En ocasiones, esta comunidad luce más numerosa –con otros cinco o más jóvenes– y se acompaña por un par de perros que, de lo aletargados, dan la impresión que también inhalan el tolueno, thinner o cemento.
Sobre la banqueta hay dos colchones, tres cubetas (una con agua), una andadera, una bicicleta y un altar a la Santa Muerte. Enfrente, justo afuera de una pizzería, hay también un sillón desvencijado donde estos indigentes suelen descansar.
En la Ciudad de México habitan al menos 4 mil 354 personas en situación de calle y sin acceso a ningún servicio de carácter sanitario (agua potable, drenaje, luz eléctrica) para hacer frente a la pandemia de Covid-19. Ellos, los vagabundos, no tienen manera de “quedarse en casa”.
En el contexto de la propagación del virus SARS-CoV-2 en México, “los más vulnerables son los que ya estaban de alguna manera destinados a serlo: que habían sido vulnerados y esos, muchos, son los que no consumen o los que no consumen ad hoc a las exigencias del mercado, de acumulación” capitalista, explica a Contralínea Mauricio González González, etnólogo por la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
El también maestro en teoría psicoanalítica por el Colegio de Psicoanálisis Lacaniano y psicoanalista en activo agrega que muchos vagabundos presentan algún déficit mental o cognitivo, en ocasiones causado por alcohol, drogas o trastornos previos a su situación de calle: “ya venían así”.
Por ello, observa, antes de esta pandemia “los locos ya estaban en la calle y no tienen dónde aislarse. […] En términos psíquicos, quien va a pasarla más mal son aquellos que de alguna manera también estaban fuera ya, destinados por las mismas condiciones sociales a mantener sus melancolías, sus depresiones, una soledad que estaba subjetivamente condicionada, también”.
Sandra Triay García, psicóloga por la Facultad de Psicología de la UNAM, dice en entrevista que el aislamiento, el acatar la recomendación de quedarse en casa, es en realidad un lujo que tiene que ver con la situación socioeconómica en la que te encuentres.
“Es algo muy cierto que si tienes privilegios, si tienes o vas a recibir un ingreso o pago quincenal aunque no vayas [a trabajar], o que puedas realizar tu trabajo desde casa sin la necesidad de trasladarte con esta situación del home office que varias empresas han empezado a implementar, pues está bien”. Sólo en esas condiciones, indica, te puedes quedar en casa de manera voluntaria. De lo contrario, tienes que seguir sobreviviendo afuera.
Leonel, de 22 años de edad y quien vive desde hace 4 años en la calle, cuenta que fue expulsado de su casa luego de que su madre falleció. Al verse de un día para otro sin nada, abandonó sus estudios en la licenciatura en derecho y se unió a las decenas de vagabundos que habitan de forma anónima en las arterias de la capital.
“No por vivir en la calle vas a ofender a las personas: todos tenemos derecho a ser escuchados. Aquí estoy con la banda apoyándolos. Yo soy quien los coordina: les consigo ropa, los formo y nos han hecho donaciones, nos ha ido muy bien. Se nos ha enfermado gente y yo soy el único que ha dado la cara en los hospitales. No tenemos recursos para nada pero tenemos el poder de hablar, poder saber las leyes como son y presentárselas, pero lamentablemente somos diferentes. Yo vivo aquí, a veces me quedo, a veces no. Lo que he logrado es que la gente se deje de drogar poco a poco.”
Entre este grupo es sabido que la presencia de Leonel y, sobre todo sus ideas, dividieron a la comunidad: aquí en la esquina del Banorte se encuentran sus aliados, y al cruzar la avenida Balderas, rumbo a la calle Humboldt, están los que tienen una adicción más severa a las drogas.
-¿Qué sabes sobre el coronavirus?
-¿Sobre el virus? Que los varios síntomas que pueden ser son temperatura, fiebre a 38 grados, tos seca y sobre todo congestión nasal o algo así. Y aparte que para cuidarse la gente debe de lavarse las manos cada rato. […] A veces la gente juzga la situación de calle porque dice: “mira, los mugrosos”, pero sabemos que no estarán mugrosos pero ellos son débiles en sus defensas porque son muy mamones. La gente se cuida: “ay, que me lavo las manos para comer”. Aquí nos lavamos las manos y a veces no, comemos así y no nos hemos enfermado. Hasta ahorita tenemos las suficientes fuerzas para combatir el coronavirus y todo eso. No pasa nada.
-¿Tienen agua dónde lavarse las manos?
-Sí. Mandamos a comprar una cubeta de 5 pesos, nos la dan y aquí se lavan diario, se recoge diario.
-¿Dónde la compran?
-En un estacionamiento.
-¿Las autoridades se han acercado a ustedes? ¿Quizá para darles algo, gel anti bacterial?
-Hasta ahorita no. Lo único que nos trajeron fue una bolsita pequeñita de casi un dedo de un gel. Nos lo trajo el albergue Coruña [Centro de Asistencia e Integración Social Coruña, dependiente del gobierno y localizado en la calle Sur 65-A, alcaldía de Iztacalco].
-¿Les ayudan con el refugio?
-Sí. Pero no sé por qué se llevan a la gente si al otro día los sacan temprano, a las 7 [de la mañana] en punto ya tienes que estar afuera. Nos dan espacio para dormir y mejor preferimos tener, estar aquí que irnos. Aquí es más seguro: nos levantamos a la hora que queramos, nos vamos a trabajar, hacemos nuestras labores. No nada más estamos echados como dice la gente: yo trabajo y mis compañeros trabajan. Yo trabajo en una fundación: “Cambiando Situación de Calle”.
Entre sus compañeros de vida se escucha un rumor de no querer hablar: “no”. “Para qué”. “Es lo mismo que él”. Pero Patricia –de 48 años de edad de los cuales 22 ha vivido en la calle– de pronto rompe esa tendencia: “Sí nos ayudan [los del albergue]. Nos sacan a las calles a las 6 de la mañana. No podemos estar una hora más adentro.
*Además del espacio donde dormir, ¿les ayudan a otra cosa?
-Sí. Te dan alimento pero un alimento bien feo: en Coruña es como si estuviéramos en el reclusorio. Preferimos estar en la calle que irnos para allá. Sí nos han venido a dar el apoyo y todo. Ya mejor como dice él: mejor en la calle.
-¿Y para las medidas de higiene?
-Nos vamos a los baños públicos a bañar o a Coruña, que nos ofrece los servicios de baño. Lo demás nosotros lo solucionamos desde la enfermedad.
-¿En caso de que se enfermaran a quién recurrirían?
-Bueno, yo cuando estuve mala pues me fui a la [Farmacia] Similares, a la Farmacia del Ahorro, al Hospital de Gregorio Salas. Entonces, pues mejor ahorita con lo del coronavirus no creemos nada, porque cuando fue de la influenza [abril de 2009, durante el gobierno de Felipe Calderón] también nos engañaron: que esto y el otro, y nunca fue cierto. Por eso nosotros tampoco podemos decir “el coronavirus nos va atacar”. Si va a atacar o no a muchas personas. Es todo lo que te puedo decir.
-¿Cómo se han enterado de la información de esta pandemia?
-Pues normal, en la calle.
En la Alameda Central se concentran otros indigentes, a veces en grupo pero muchas otras en soledad. Aquí, frente al Museo Franz Mayer, un señor en situación de calle come un hot cake doblado a la mitad. A su lado se observa una bolsa donde guarda una cobija.
Es Pascacio García. Nació el 22 de febrero de 1965 en Xalapa, Veracruz, y tiene una hija. Durante su juventud trabajó en cuatro agrupamientos de la policía auxiliar, estuvo en servicios especiales. Luego fue trabajador de la industria de la construcción hasta que tuvo un accidente. Al convertirse en población callejera estuvo 2 años en el albergue Coruña.
“Me caí, en la obra, de cabeza y ya no quedé bien. Luego duermo en el albergue Coruña, [ubicado por el] Metro Viaducto, pero ya no me quieren recibir”.
-¿Sabe sobre el coronavirus?
-Sí. Lo he oído.
-¿Qué es lo que ha oído?
-Pues no sé pero yo estoy siempre con dios de Jehová, el señor todo poderoso, estoy con él. Es el único que me puede ayudar. Me acaban de operar: esta herida en el pescuezo no me deja estar feliz. Yo me duermo nomás de lado así. Hoy me voy a quedar por allá, del otro lado de la Alameda, no me acuerdo cómo se llama. No he ido al albergue porque a veces tomo [alcohol] escondido; nadie me pega, nadie me molesta. Estoy persignado, hablo con dios y Jesús quiero estar contigo ya.
“Mi golpe en la cabeza, me paré, me revolqué y lloré… Sangre, sangre, mole, mole. No veo nada… Y queda mal uno con el tiempo, ya no reaccionas igual. Sufro de insomnio yo no sé por qué me muero. Cuando duermo solo pasan los policías: tong, tong, ya, señor, ya parece, a las 5 de la mañana.
-¿Con esto del coronavirus le han ofrecido ayuda?
-El albergue de Viaducto pero casi no me reciben; se niegan porque ando tomando escondido. Ahí me ofrecen todo pero no me puedo bañar porque mi herida se quiere abrir. Como dice el dicho: “cada quien su enfermedad”. Yo me lavo la cara y me sacudo la camisa.
-¿Sabía que por el coronavirus se tiene que lavar las manos?
-Ajá, ahorita me voy a lavar dos veces y también la cara. Hace poco me robaron mis tenis por Salto del Agua, estaba tomando y se me subió [la borrachera], alguien pasó y me dijo: “presta los tenis”. Todo se acaba, ya tengo mis años.
-¿Cómo le hace con la comida?
-Busco. Pido un taco. De tanto pedir ya me dan o limpio, hago limpieza. Me dan cuatro tacos por barrer. Como este hot cake, ya ni lo quiero. Nada más sueño como comía allá en el pueblo: frijoles negros hirviendo, cuatro huevos estrellados, allá en Papantla, en Papantla. Bueno, me voy a lavar dos veces las manos, me voy a sacudir y también mi cobija porque tiene piojos y pulgas. Es malo vivir en la calle. Antes pagaba mi renta en Naucalpan: no tenía piojos, me bañaba y andaba un poco limpio, pero después del accidente nada es igual. Ahora soy de calle, me dan asco las pulgas. Me quedo solo porque soy viejo y nadie me molesta. No pasa nada.
El pasado 26 de marzo, la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum Pardo presentó el Protocolo de Valoración y Atención a Población en Situación de Calle y Abandono Social para enfrentar la pandemia de Covid-19. Durante el acto, la secretaria de Inclusión y Bienestar Social, Almudena Ocejo Rojo, explicó que actualmente los Centros de Valoración y Canalización (CVC), Espacio Techo, y los Centros de Asistencia e Integración Social –como la Coruña–, atienden a aproximadamente 2 mil 150 personas, de las cuales 45 por ciento son mayores 60 años.
“Del 2 al 15 de marzo se capacitó a las brigadas en territorio y a todo el personal que atiende los CAIS, mismos que cuentan con carteles informativos en todas las áreas de uso común, y donde se realiza desinfección diaria del equipo y una limpieza profunda cada tercer día, además de contar con dispensadores de jabón y gel antibacterial. Refirió que por el momento en los CAIS no se permiten visitas externas de ningún tipo, por lo que únicamente puede entrar el personal, mismo que pasa por un riguroso control en la entrada como la toma de temperatura, colocación de gel antibacterial, y realización de una observación y cuestionario sobre síntomas”.
Además, “a todos los residentes de los CAIS se les toma la temperatura dos veces al día. En los comedores del CAIS se trata de acomodar con 2 metros de distancia a las personas para tomar los alimentos y se mantienen algunas actividades que se puedan realizar al aire libre con no más de 15 personas”.
El gobierno capitalino cuenta con la Unidad Médica Móvil TIKA, donada por el gobierno de Turquía, con la cual se realizan recorridos por las alcaldías que tienen mayor concentración de personas situación de calle. “Las brigadas en territorio continúan sus labores y desde el inicio de la Fase 2 salen equipadas con cubrebocas, guantes y gel antibacterial; se mantiene el contacto, pero respetando la sana distancia. Asimismo, se realiza un lavado y desinfección intensiva de vehículos donde se traslada el personal, antes y después de los recorridos”.
Según la funcionaria: “el primer paso es el acercamiento: se entrega gel y se le toma la temperatura, –sólo en caso en que la persona reporte que tiene algún síntoma– se observan los síntomas generales como tos, sudoración y dificultad para respirar. Se le pregunta a la persona en situación de calle cómo se encuentra, y en caso de que se sienta mal, se le traslada a la Unidad Médica Móvil o al Centro de Valorización y Canalización”.
La secretaria Ocejo Rojo detalló que, en caso de sintomatología, el vagabundo será aislado inmediatamente a los espacios habilitados. Además se dará “aviso a la Secretaría de Salud para realizar las pruebas necesarias en el lugar y, de confirmarse el caso, el personal médico atiende de inmediato con el equipo de la jurisdicción sanitaria correspondiente para determinar el traslado que corresponda”.
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