Son al menos siete fuentes sísmicas peligrosas las que amenazan a México: la Brecha de Guerrero, la zona trazada a lo largo de las costas del Pacífico –desde Jalisco hasta Chiapas–, y otras áreas como Morelos, Puebla, el Estado de México, el Sur de Guerrero y el Norte de Oaxaca, advierten científicos consultados por Contralínea.
Tanto la Brecha de Guerrero como las otras zonas de riesgo pueden provocar sismos con magnitudes mayores a 7, que podrían afectar nuevamente a la capital del país y el área metropolitana.
“Para la Ciudad de México, la Brecha de Guerrero no es el único escenario posible: existen varios, como Jalisco, Michoacán, el Sur de Guerrero, o el Norte de Oaxaca; las zonas de Morelos y Puebla, donde pueden ocurrir sismos intraplacas, como los que sucedieron en septiembre de 2017; de la Placa Volcánica Transmexicana, es decir, del centro del país, como el sismo de 1912 en Acambay, Estado de México. Y también estamos expuestos a sismos que ocurren dentro de la Ciudad de México”, explica Xyoli Pérez Campos, jefa del Servicio Sismológico Nacional.
La investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) agrega que donde se concentran principalmente los sismos es sobre todo al margen de las placas tectónicas. Para México, esos márgenes pasan por todo el Centro del Golfo de California y continúan por las costas del Pacífico hasta llegar a Chiapas.
“Estos sismos que ocurren en el Golfo de California pueden tener magnitudes de 7 o un poco mayor a 7, y pueden afectar a Baja California, Baja California Sur, Sonora, Sinaloa y Nayarit. Un ejemplo de ello es el ocurrido en 2010 en la zona de Mexicali”.
Advierte que los sismos de subducción, los cuales suceden en la costa del Pacífico, pueden alcanzar magnitudes mayores de 8: “como el ocurrido en 1787, que fue de 8.6; los de Michoacán en 1985 y el de Jalisco en 1932, que fueron mayores a 8 grados. Éstos son de gran importancia para el centro del país porque pueden llegar a afectar con daños importantes”.
La científica Xyoli Pérez puntualiza que “también se generan sismos dentro de la Placa de Cocos. Éstos tienen características diferentes y ocurren dentro del país, como el de 1999 que afectó fuertemente a Puebla. Además, hay sismos en el centro del país, los cuales están asociados con fallas geológicas que tienen un menor tamaño que las fallas que están en la costa o dentro de la placa, de tal manera que estos sismos ocurren con menor frecuencia y con magnitudes menores […]. Debemos reconocer que estamos expuestos a esas fuentes [de riesgo]”.
Hugo Delgado Granados, director del Instituto de Geofísica de la UNAM, considera que la Brecha de Guerrero –que se encuentra entre Acapulco y Papanoa– llama la atención porque es la que más tiempo lleva sin tener un evento sísmico. Por ello, indica, la probabilidad de que vuelva a ocurrir un sismo de elevada magnitud es alta, lo que implica un gran riesgo para la Ciudad de México.
El doctor en ciencias e ingeniero geólogo observa que “todo el sistema en general acumula energía de manera constante: esto no tiene freno, y en algunas ocasiones la energía se libera de manera también continua, poco a poco de diferentes maneras, algunas no son solamente con sismos sino a través del comportamiento elástico de la misma corteza con deformación del terreno. Eso es parte de la investigación que está realizando el Departamento de Sismología en la zona de la Brecha de Guerrero; sin embargo, la magnitud con la cual se libera esa cantidad de energía no corresponde a la cantidad de energía que se estima que se está acumulando”.
Por su parte, el doctor en sismología de la UNAM, Arturo Iglesias Mendoza, observa que la brecha sísmica de Guerrero ha disminuido en tamaño “un poco”, con algunos sismos como el de 2014 en Papanoa, Guerrero, “lo cual hace que el tamaño de la brecha sea un poco menor y, por lo tanto, la magnitud esperada podría ser menor. Sin embargo, sin duda es una zona que tiene un potencial importante como ya lo mencionó hace 2 años el doctor [Víctor Manuel] Cruz Atienza [https://bit.ly/2lUTIXg ], y como yo lo he dicho antes. Todo el tiempo esta energía elástica se está acumulando, de tal manera que la probabilidad de un sismo permanece constante”.
El investigador del Departamento de Sismología agrega que “en el pasado han ocurrido sismos en esa región. En particular, en esa zona, en 1911 fue el último sismo, eso implica que en más de 100 años ya no ha ocurrido uno importante justamente en esa región, entre Papanoa y Acapulco, lo que hace que el peligro sea latente”, exhorta.
Para Mario Gustavo Ordaz Schroeder, ingeniero sísmico de la UNAM, la probabilidad de que ocurra un gran sismo sí es alta. Aclara: “la verdad desde hace mucho lo hemos esperado, sin embargo, no ha ocurrido”. Además, enfatiza que es difícil saber exactamente cuál es el estado de los esfuerzos que hay en las placas tectónicas, ya que éstas se mueven a velocidades de 6 a 7 centímetros por año. “Sólo sabemos que esa cantidad de energía y movimientos es suficiente para dar temblores fuertes con mucha frecuencia”.
“Respecto al sismo del 19 de septiembre de 2017, que fue el que más afectó a la Ciudad de México, fue un sismo de tensión dentro de la Placa de Cocos. Son sismos que en particular tienen periodos de retorno muy largos, o sea que al menos en ese punto es poco probable que pueda volver a ocurrir en un futuro cercano; ahora que es poco probable no quiere decir que no ocurra: así funciona la probabilidad desafortunadamente, pero en efecto en esa zona específica es poco probable que ocurra”, asegura el sismólogo del Instituto de Geofísica, Arturo Iglesias.
“Es una realidad inevitable que puedan ocurrir temblores importantes como los que han ocurrido en el pasado; lamentablemente no podemos responder cuándo ocurrirán estos temblores. Que en el futuro ocurrirán no hay la menor duda, la respuesta como sociedad no está en tratar de evitarlos, porque no se puede, sino la respuesta es estar lo mejor preparados ante la ocurrencia de ellos”, asevera el científico universitario.
La jefa del Servicio Sismológico Nacional, Xyoli Pérez Campos, explica que la gran cantidad de energía que se acumula en el contacto entre las placas tectónicas no se descarga con sismos pequeños, ya que éstos no liberan suficiente energía como para evitar que ocurra un sismo grande.
Entrevistado por separado, el científico Mario Ordaz Schroeder coincide: “Necesitaríamos muchísimos temblores chicos para juntar la energía de un temblor grande”.
De acuerdo con Arturo Iglesias Mendoza, la energía que liberan los sismos pequeños con respecto a la que liberan los sismos grandes es muy corta. “La energía de los temblores escala no de manera lineal sino de manera exponencial, entonces, por ejemplo en un cálculo muy rápido si quisiéramos liberar la energía equivalente a un sismo de magnitud 7, tendríamos más o menos que tener alrededor de unos 30 sismos de magnitud 6, entonces son demasiados sismos para explicar el de magnitud 7. Y si quisiéramos con sismos de magnitud 6 explicar uno de magnitud 8, necesitaríamos 100; por lo tanto, con los sismos de magnitud 4, de 3, inclusive de 5, la energía liberada respecto a uno de magnitud 8 no tiene que ver, son muy pequeñitos con respecto a uno grande”.
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En 2017, los sismos del 7 y el 19 de septiembre cobraron la vida de 402 personas y dejaron un saldo de 12 millones de personas damnificadas en 30 municipios de Oaxaca, Chiapas, Tabasco, Ciudad de México, Morelos, Puebla, Estado de México, Tlaxcala, Hidalgo y Guerrero.
A 2 años de la tragedia, familiares de víctimas del edificio Bolívar 168, en la Ciudad de México, junto con el Centro de Derechos Humanos Fray Francisco Vitoria, OP, AC, exhortaron a las autoridades a esclarecer las muertes y hacer justicia en esa grave violación a derechos humanos.
De acuerdo con la Recomendación 12/2018, de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México, las autoridades han fallado en la vigilancia y la inspección de la reglamentación en la materia, al otorgar permisos que propiciaron el crecimiento inmobiliario desmedido, lo cual contribuyó “de manera activa u omisiva fueran responsables de violaciones a derechos humanos, dado el incumplimiento de sus obligaciones de mitigación y prevención de riesgos”.
Según los demandantes, el proceso del caso de Bolívar 168, cuya carpeta de investigación se abrió desde el 29 de septiembre de 2017, se ha caracterizado por “investigaciones deficientes, demora en los tiempos, gran dificultad para acceder a la información relacionada con el caso, e incluso intentos para cerrar toda investigación”.
Manifestaron que “en el último día de la administración pasada se determinó el no ejercicio de la acción penal en las investigaciones de los hechos denunciados en relación con el sismo, aun sin haber realizado todas las diligencias y peritajes necesarios para determinar semejante decisión”, por lo que mediante un amparo otorgado a las familias afectadas, el Poder Judicial ordenó a la Procuraduría reabrir estas investigaciones.
Viridiana García
[INVESTIGACIÓN] [SOCIEDAD]
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