Odalys Buscarón Ochoa/Prensa Latina
Moscú, Rusia. Occidente, con Estados Unidos a la cabeza, refuerza los instrumentos de presión política y de contención a Rusia, que muestra de manera convincente ser un actor clave en los asuntos globales.
El frente común de sanciones llegó a los 2 años y la crisis ucraniana, que fue el aludido pretexto, no parece disiparse en un horizonte futuro.
Kiev (capital de Ucrania) y las regiones rebeldes del Donbass están separadas por un océano de desencuentros, mientras la línea de seguridad sigue endeble con amagos de una escalada de hostilidades en cualquier momento.
La ofensiva diplomática rusa en torno al proceso de solución política del conflicto sirio con iniciativas importantes y los éxitos en las operaciones militares contra el terrorista Estado Islámico si bien gozan de reconocimiento internacional, no son argumentos suficientes para Washington (Estados Unidos) y Bruselas (Unión Europea).
En plena negociación de un alto al fuego en Siria, el presidente estadunidense Barack Obama anunció la prórroga de las sanciones antirrusas y la Unión Europea extendió otros seis meses el paquete punitivo.
Las restricciones de viajes y congelación de activos afectan a 146 personas, entre políticos, diputados y empresarios, junto a 37 compañías y bancos, que tienen vedado el acceso a mercados de capitales y a la transferencia de tecnologías.
En el caso de Bruselas, las sanciones rigen desde marzo de 2014 a raíz de la reunificación a Rusia de Crimea y la ciudad de Sebastopol, base de la Flota rusa del Mar Negro. Con motivo de los 2 años de la histórica adhesión, Moscú reiteró que la península era territorio ruso y el tema innegociable.
A la sazón, la alta representante de la Unión Europea para temas de seguridad y política exterior, Federica Mogherini, instó a los Estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a adoptar represalias contra la nación euroasiática por la cuestión Crimea.
En términos de ultimátum, los ministros de Asuntos Exteriores de los 28 aprobaron por unanimidad cinco principios que guiarán la política europea hacia Rusia.
El primero de esos puntos es “la plena implementación de los acuerdos de Minsk” para la solución del conflicto ucraniano, de lo que Occidente responsabiliza a Rusia, mientras ignora el incumplimiento de los puntos políticos de ese documento por Kiev.
Como segunda exigencia, la Unión Europea demanda la pasividad del Kremlin ante el “fortalecimiento de relaciones con los países del Este y, en particular, con Asia Central”.
Mogherini indicó que la tercera imposición de esa política de contención prevé reforzar la resistencia de la Unión Europea ante Moscú en el campo de la seguridad energética, lo que denominó amenazas híbridas y la comunicación estratégica.
Otro de los condicionamientos para “un cambio en su trato selectivo” contra Moscú tiene que ver con la “tolerancia del Kremlin”, según la comisaria europea, ante una mayor influencia sobre la sociedad civil, con una atención especial a la juventud en Rusia.
Durante una reciente visita a Moscú, el exprimer ministro de Italia y otrora presidente de la Comisión Europea Romano Prodi consideró necesario un acuerdo entre Rusia y Estados Unidos, más la cooperación de la Unión Europea, si en verdad existía la voluntad y el deseo de derrotar el terrorismo.
Prodi ponderó la importancia del Estado eurasiático para las naciones europeas, más allá de la esfera económica.
En un comunicado de rechazo al llamamiento de Mogherini, la cancillería deploró los mecanismos de presión política y económica por los que “opta últimamente la Unión Europea” en un frente unido con Estados Unidos, los cuales no tienen futuro y son incapaces de cambiar los hechos. Crimea y Sebastopol son parte inseparable de Rusia, sostiene la diplomacia.
Sanciones como instrumentos de desestabilización
Pero la guerra de sanciones se remonta a finales de 2012, tras el retorno del presidente Vladimir Putin al Kremlin y el apoyo de Occidente a opositores violentos, proclives a sus intereses.
Las sanciones impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea persiguen el máximo de daños a la economía rusa y problemas socio-políticos internos que deriven en un escenario de descontento masivo, explica en entrevista con Prensa Latina el director del Instituto de análisis sistémico y estratégico, Andrei Fursov.
En la lógica de esas medidas, observa el experto, las dificultades económicas y los problemas sociopolíticos creados al gobierno del presidente Vladimir Putin deberían conducir “inexorablemente a un descontento social generalizado”.
Asimismo, Washington supone que una prolongación de las restricciones concitará contradicciones entre Putin y los círculos empresariales más cercanos al Kremlin, amplía Fursov.
El politólogo ruso cita a uno de los creadores de la empresa privada estadunidense de inteligencia y espionaje Stratfor G Friedman, quien abiertamente reconoció que la tarea principal de Estados Unidos en Eurasia es la debilitación al máximo de las potencias, capaces o interesadas en controlar la región o ser parte del continente.
Más aún, sintetizó el objetivo de Washington en desestabilizar Eurasia y en particular a Rusia. En cuanto el país euroasiático recupere sus posiciones geopolíticas recibirá de Occidente (Estados Unidos) “la crisis en Ucrania”, y de esa forma quedará desprotegida, supuso Friedman.
Coincide Fursov en que esa misma estrategia fue empleada por Estados Unidos y aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) contra la antigua Yugoslavia, y luego en Iraq, Túnez, Egipto, Libia; y más recientemente, en Ucrania y Siria.
Para la profesora emérita del Instituto de Relaciones Internacionales, adscrito al Ministerio de Asuntos Exteriores, Elena Ponomariova, resulta claro y comprensible que Estados Unidos prosiga con su política de presiones contra Rusia.
Es una política dictada por la estrategia de dominio global estadunidense y en aras de conseguir sus intereses no escatima en métodos e instrumentos incluso las intervenciones militares, sostiene Ponomariova en entrevista con Prensa Latina.
Observa la politóloga que aún después de destruida la Unión Soviética y el supuesto fin de la Guerra Fría, se mantiene el mismo enfoque en la política exterior estadunidense, lo cual obstaculiza un diálogo constructivo.
En su opinión, no puede ignorarse que sin Rusia es imposible solucionar un asunto de la política mundial como un actor de peso.
La serie de acontecimientos recientes y las suspicacias en torno a Siria, por ejemplo, hacen pensar que un descongelamiento en las relaciones ruso-estadunidenses es poco probable.
Odalys Buscarón Ochoa/Prensa Latina
[BLOQUE: INVESTIGACIÓN][SECCIÓN: LÍNEA GLOBAL]
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