Los trabajadores manuales que cuentan con empleo permanente y estable son cada vez menos en México, ya que la gran mayoría de los trabajadores circulan en el mundo de la precariedad laboral. La falta de ingresos estables mantiene a muchos de ellos en situaciones de vulnerabilidad, enfrentando riesgos asociados a carencias que pueden llevar a catástrofes de las que difícilmente se recuperan, advierten especialistas.
Empresarios por su parte, plantean que es necesario modificar el modelo económico luego de los embates que sufrirá el país con la llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos, lo cual traerá mayor desempleo, desestabilización social e incertidumbre, además de una mayor precariedad entre los trabajadores que ganan entre 1 y 2 salarios mínimos.
“La precariedad laboral está asociada a bajos ingresos y, por tanto, es generadora de pobreza. A ello se suma la inexistencia de seguridad social, lo cual conduce a situaciones de vulnerabilidad”, aseguran catedráticos de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
Al analizar la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares del 2008 al 2014, Mercedes González de la Rocha, doctora en sociología por la Universidad de Manchester; Martha Moreno Pérez, licenciada en Actuaría por la UNAM, e Inés Escobar, maestra en Antropología por la University College London, subrayan que carecer de prestaciones laborales es común en nuestro país desde la crisis de los 80.
En su estudio Empleo e intercambio social en México, publicado en la revista Perfiles Latinoamericanos de la Flacso, los especialistas señalan que “una enfermedad puede significar una catástrofe económica dados los gastos en servicios privados de salud. Las personas tienen que deshacerse de sus pertenencias, vender sus activos productivos, empeñar objetos y/o contraer deudas de difícil cancelación”.
Destacan que los salarios de los mercados de trabajo en México hacen que el concepto de trabajador pobre siga siendo útil para describir a estas mayorías que no pueden darse el lujo del desempleo, pero que no encuentran cabida en los sectores más protegidos de la estructura ocupacional.
Los catedráticos de Flacso destacan que a partir del 2006 el desempleo ha aumentado particularmente entre los jóvenes de 12 y 19 años; los ingresos se han deteriorado; el porcentaje de trabajadores sin contrato escrito se ha mantenido en niveles altos (casi el 50 por ciento de los trabajadores subordinados y remunerados carece de contrato).
El doctor en Estudios Organizacionales de la UAM- Xochimilco, Alejandro Espinoza Yáñez advierte que los indicadores de ocupación y empleo del Inegi al tercer trimestre de 2016, en el rubro de trabajadores subordinados y remunerados, había 2 millones 1 mil 622 trabajadores, de los cuales 1 millón 463 mil 775 son hombres y 537 mil 847 mujeres. Además, subsisten en la precariedad laboral los trabajadores por cuenta propia, trabajadores no remunerados, a los que se suman los trabajadores desocupados por antecedente laboral. (Cuadro 1)
Precisa que la información del Inegi sobre las condiciones de trabajo como la Tasa de Condiciones Críticas de Ocupación (TCCO); la Tasa de Ocupación en el Sector Informal (TOSI); la Tasa de Ocupación (TDO) y la Tasa de Subocupación (TSUB), “pone los semáforos en rojo, por la gravedad que expresan los datos”.
El especialista explica que si se promedia la información del 2006 al 2013 respecto de las tasas indicadas (ver cuadro 2), la TCCO alcanza el 11.66%; la TOSI es del 27.99%; la TDO del 4.60%, la TSUB, del 8.03%, en tanto el porcentaje de trabajadores remunerados sin acceso a prestaciones presenta una tasa promedio del 40.99 por ciento. (Cuadro 2)
“Son datos elocuentes, sobre todo si recordamos que una buena parte de los trabajadores, casi el 50 por ciento, no firma un contrato de trabajo, no está adscrito a una parte de la formalidad de la racionalidad legal burocrática”, advierte.
Para el presidente del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico A.C. (INDICE), José Luis de la Cruz Gallegos, en México la pobreza es resultado de la precarización de la ocupación y el empleo.
En entrevista, el empresario sostiene que el país enfrenta problemas estructurales graves que ponen en riesgo la estabilidad social interna y la gobernabilidad, situación que podría acentuarse con la crisis que vive México con Estados Unidos.
De la Cruz advierte que es necesario modificar el modelo económico: “Se requiere fortalecer la producción interna, ya que el conflicto con el vecino del norte, el tipo de cambio, el aumento a los combustibles y la amenaza de cancelar el Tratado de Libre Comercio han creado una mayor incertidumbre en el país.
“La precariedad laboral, la informalidad, la escaza productividad y la pobreza en la que se encuentran más de 55 millones de personas en el país, son algunos de los problemas estructurales más importantes a superar”. La complejidad socioeconómica queda expuesta cuando se contempla el número de mexicanos que no tienen un ingreso económico suficiente para superar las líneas de bienestar, casi 64 millones. Solo la precarización de la ocupación y el empleo permiten explicarlo.
Considera que sin un ingreso económico no es posible erradicar el flagelo de la pobreza, ya que la existencia de programas sociales del gobierno constituye una evidencia fehaciente de que el modelo económico no garantiza la inclusión social de los trabajadores.
De la Cruz señala que el 72.2 por ciento de las unidades económicas (básicamente empresas) tienen menos de 2 personas ocupadas Si bien generan casi el 20 por ciento de la ocupación, solamente pagan el 1.6 por ciento de las remuneraciones. “La razón es que únicamente producen el 3.7 por ciento del total nacional; las unidades que ocupan entre 3 y 5 personas se tiene al 90.5 por ciento del total, ocupan el 32.7 por ciento del personal ocupado, pero únicamente el 56 por ciento de las remuneraciones”.
La precarización de la ocupación y el empleo es la causa principal de la pobreza, la magnitud de esta última rebasa con mucho lo que se puede explicar a través de la tasa de desocupación: los bajos salarios y la carencia de acceso a prestaciones de seguridad social representan el mayor perjuicio al bienestar social, enfatiza.
La creación de ocupación y empleo de bajos salarios, dice, vinculado con la informalidad, ha permitido que se acumule un creciente saldo de pobreza que el modelo económico y el gasto de gobierno no pueden solventar.
En resumen, dice, la mayor parte de las empresas como micro negocios paga mal. Ahí se encuentra la causa de la pobreza. Por lo tanto, su corrección no es con gasto social, es mejorando las condiciones económicas para las empresas y el empleo.
Las bajas remuneraciones y poca rentabilidad de los negocios forman parte esencial de la precarización. No solamente involucra a los trabajadores, también las empresas enfrentan una restricción similar. La información disponible a nivel nacional y estatal es contundente, las entidades que enfrentan la mayor marginación, contabilizan una informalidad laboral superior al promedio del país.
El desafío no es menor, dice el presidente del IDICE, requiere de una nueva visión de desarrollo económico con inclusión social, donde el impulso de la actividad productiva es fundamental para su consecución, ya que el crecimiento promedio del 2.5 por ciento generado durante las últimas décadas, desde el nuevo modelo de apertura económica, es insuficiente para mejorar los niveles de bienestar.
Desde los años ochenta, México entró en un proceso de cambio sin resultados, el nuevo modelo de apertura económica dejó ausente a la política industrial y de fomento que incidiera favorablemente sobre la productividad. El gasto social de gobierno destinado a atenuar el problema de la pobreza es insuficiente si no se cuenta con una política económica con acciones concretas que propicie el crecimiento económico con fundamento en el incremento de la productividad y la competitividad de las empresas nacionales.
Por tanto, la solución se debe abordar desde el punto de vista de la productividad, es la única manera de atender los rezagos económicos y sociales, desde la generación sustentable de riqueza y distribución equitativa de la misma, a través de la inversión productiva de las empresas y del empleo formal que éstas deben generar.
La estrategia del capital, destaca por su parte Alejandro Espinosa, de alentar la informalidad (de cada 100 pesos, 25 son producidos en la economía informal), la depreciación general de los ingresos, el peso de la desocupación, del subempleo y el trabajo eventual, han contribuido a la degradación de las condiciones de trabajo, generando rutas dominantes en las trayectorias laborales en las que prevalece el tránsito de la estabilidad a la inestabilidad.
En el caso del capital, implica altas tasas de ganancia y capacidad de construcción de docilidad en los trabajadores. Sin determinismos, las condiciones materiales parecen empujar en esos múltiples sentidos, concluye.
José Réyez
Contralínea 526 / del 12 al 18 de Febrero 2017
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