Por la intensa actividad del crimen organizado, en México se ha extendido el uso de sicarios, asesinos a sueldo y mercenarios, a grado tal que muchas escenas se dan a plena luz de día y en la vía pública: los homicidas se acercan a las víctimas mientras éstas transitan a pie o en vehículos, y los ejecutan disparándoles a mansalva.
El sicario es una figura delictiva con distintas motivaciones que lo orillaron a elegir el asesinato como forma de trabajo, refiere la investigación doctoral en psicología de la académica Arcelia Ruiz Vázquez.
Según una nota de Pablo Miranda, de la Agencia Informativa Conacyt, el estudio arrojó que en el país existen cuatro perfiles predominantes de sicarios: marginal, antisocial, psicopático y sádico. Estos dos últimos son los más peligrosos por su frialdad emocional, ausencia total de remordimientos, crueldad, falta de empatía, inteligencia y liderazgo.
En México, sin duda, el negocio de matar va viento en popa, porque la mayoría se mantiene impune y quienes llegan a enfrentar la justicia no reciben penas ejemplares que desmotiven esta actividad.
Ejemplo de ello es el caso de Pedro Lira Puentes, sentenciado el 6 de julio pasado a 25 años de prisión, a pesar de que la Fiscalía General del Estado de Chihuahua acreditó que su actividad “profesional” es la de sicario.
Según la institución, éste fue detenido luego de asesinar a un hombre llamado Carlos Mariscal Piña, el 17 de mayo de 2017. El crimen ocurrió mientras la víctima circulaba por la avenida Teófilo Borunda e Independencia (Chihuahua), a bordo de una camioneta Voyager color guinda.
“Lira Puentes se acercó de manera pedestre al afectado, a quien le disparó con un arma de fuego calibre 9 milímetros y posteriormente huyó hacia calles aledañas. Después abordó un vehículo Nissan Sentra color gris, conducido por Gerardo Arzola Campos, alias el Jerry, quien estaba acompañado por Carlos Alberto Herrera Arzate, alias Tatín”, refiere la Fiscalía. Los dos cómplices fueron sentenciados a 20 años de cárcel.
¿Cuál es la pena adecuada para una persona cuyo trabajo es asesinar? Parece que 25 años de prisión –por homicidio calificado– son pocos, sobre todo si se tiene en cuenta que un sicario es responsable de varias muertes; y en algunos casos, decenas.
La investigación de Ruiz Vázquez refiere que en el perfil marginal se agrupan los sicarios salidos de ambientes rurales de extrema pobreza, que buscan en el crimen organizado una opción económica.
En un principio, éstos aceptan realizar labores simples: cultivo, recolección y transporte de drogas; y luego incursionan en actividades de mayor rango: cuidadores de casas de seguridad o acompañantes en extorsiones y asesinatos, hasta que son desensibilizados y entrenados para sus primeras ejecuciones.
Durante la infancia y adolescencia, este perfil no presenta actividades disruptivas ni rasgos antisociales –comportamientos desafiantes o comisión de delitos– y su motivación criminal es el crecimiento económico para saldar sus carencias. Posteriormente, indica la investigación, el sicario marginal manifiesta una necesidad de aceptación y reconocimiento social.
El perfil antisocial –indica la nota de Miranda– se caracteriza por tener un origen en ambientes delictivos de las zonas conurbanas de las ciudades, donde el pandillerismo y la comisión de delitos son una constante que incluso llega a ser aceptada y alentada por la sociedad.
“Este perfil se distingue por tener una familia disfuncional donde hay comisión de delitos, violencia, consumo de drogas o abusos en la niñez. Este tipo de sicario incursiona en la vida criminal a muy temprana edad, uniéndose a pandillas y cometiendo delitos de bajo rango, como robos o menudeo de drogas”, refiere la investigación.
Agrega que en estos casos la incursión en actividades delictivas es por el entorno familiar o social, e inicia con crímenes simples. “Si demuestra habilidad en la comisión de estas tareas y una personalidad acorde a la actividad sicarial con rasgos como agresividad o temeridad, poco a poco adquiere mayores responsabilidades en tareas que impliquen actos violentos, como asesinatos”.
Desde la infancia y adolescencia, el sicario presenta conductas antisociales que se manifiestan con expulsiones de la escuela, riñas, problemas con la autoridad o comisiones de delitos de menor gravedad, refiere la doctora Ruiz Vázquez.
Y en la adultez se consolida el llamado trastorno antisocial de la personalidad: se cometen delitos mayores e intensifican los rasgos de intolerancia a la frustración, impulsividad, hedonismo, temeridad y la búsqueda de satisfactores inmediatos.
“En estos sicarios hay ausencia de remordimiento cuando se mata al rival o al traidor; sin embargo, puede existir remordimiento cuando asesina a personas ajenas al contexto criminal, como niños o mujeres.”
Pero, con los años, estos sicarios se desensibilizan y buscan crecientes niveles de violencia para practicar sus ejecuciones. Según la doctora Ruiz Vázquez, éste es el perfil más común en los centros penitenciarios por sus características: impulsividad, ostentación y bravuconería. Estos elementos comprometen las actividades de los grupos criminales, por lo que pueden ser asesinados o delatados.
A diferencia de los dos primeros, donde la motivación económica, la falta de oportunidades de trabajo y la falta de crecimiento social son una constante, el origen del sicario psicopático no necesariamente es en zonas de marginación sociocultural. Se trata de un “sicario depredador” altamente peligroso.
Y es que, en este perfil, la doctora Ruiz Vázquez encontró como constantes los rasgos de frialdad emocional, ausencia total de remordimientos, crueldad, falta de empatía, desarrolladas habilidades cognitivas y capacidad de liderazgo. Se trata, pues, de un sicario líder de células criminales y de alto riesgo.
“El perfil psicopático asciende vertiginosamente entre los grupos criminales, porque tiene capacidad de liderazgo, manipulación y encanto superficial. Además, posee habilidades cognitivas que favorecen la planeación de sus ejecuciones de forma estratégica.”
Su motivación primaria es el poder, tanto adquisitivo como el que la propia profesión le confiere.
Éste es un perfil que “comparte las características del psicopático, pero con la distinción de que su motivación criminal se basa en la necesidad de ejecutar el asesinato con inminentes rasgos de sadismo, por lo que buscará producir el mayor sufrimiento posible a sus víctimas”.
Por ello, revela la investigación, “se caracteriza por disfrutar el proceso de ejecución y eventualmente buscará mejorar sus técnicas de tortura para ampliar el dolor de la víctima para obtener mayor satisfacción; incluso puede realizar videograbaciones durante esos episodios para posteriormente recrearse con ellas”.
La motivación primaria del sicario sádico es de índole psicológica, y las ganancias económicas refuerzan su actividad sicarial. La pregunta sigue siendo cómo castigar a estos criminales que tanto daño le hacen a nuestra sociedad.
Nancy Flores
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