Hace un siglo, el 21 de enero de 1924, dejó de existir físicamente Vladimir Ilich Lenin, a la temprana edad de 53 años. Dedicó su vida a una lucha intensa y ligó la teoría con la práctica revolucionaria. Con ello, fue capaz de abrir paso a una profunda transformación de las relaciones sociales y nacionales de su país. Además, presentó a la humanidad la posibilidad de construir un mundo nuevo sin explotación entre los seres humanos.
Se atrevió a enfrentar el reto de crear la organización que derrotó al cruel zarismo. Asimismo, levantó la bandera de la paz en medio de la Primera Guerra Mundial.
El triunfo de la clase obrera, de los campesinos, intelectuales y soldados –en lo que después fue la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)– tuvo un impacto tal que marcó al Siglo XX. Incluso se hizo presente en centenares de luchas de liberación nacional y social.
A su funeral, asistieron millones de personas a pesar del terrible frío –la gélida temperatura de 30 grados bajo cero–. En el mundo, su despedida fue seguida por decenas de millones de personas.
Su salud se había visto afectada a causa del atentado que sufrió por parte de Fanni Kaplán, quien le disparó tres tiros a poca distancia, el 30 de agosto de 1918.
Nunca se recuperaría del ataque y se cree que influyó en los posteriores infartos que le incapacitaron y terminaron con su vida. Estaba en riesgo desde la victoria de la revolución. Varios diplomáticos y espías británicos se confabularon para descabezar al gobierno bolchevique.
Владимир Ильич Ленин –que significa Vladimir Ilich Lenin– nació el 22 de abril de 1870, en Rusia. Construyó y dirigió el partido de la clase obrera que logró conquistar el poder, en alianza con los campesinos y el pueblo. Además, unió a las distintas nacionalidades contra el zarismo. Fue una hazaña colectiva que dio tremendo golpe al imperialismo mundial. Con su lucha, llevó la teoría del marxismo a la práctica, adaptándose siempre a su época y a las condiciones particulares que vivía su pueblo.
Tuvo la audacia de desarrollar su propio punto de vista. Desde la perspectiva de los trabajadores, enfrentó y derrotó teórica y organizativamente a los “grandes sabios” de la socialdemocracia de su época. Éstos eran venerados por sus seguidores que cerraban sus ojos con fanatismo, de espaldas a la realidad.
Lenin nació en la ciudad rusa de Simbirsk, a orillas del Volga. Desde joven, unió su destino a la lucha del naciente proletariado ruso y en contra del imperio zarista. Su hermano mayor, Alejandro, de 21 años, intentó realizar un atentado contra el zar por lo que fue condenado a la horca. Este hecho marcó el futuro de Vladimir, quien buscó la forma efectiva de derrotar al zarismo.
Se unió a los círculos marxistas y combinó el estudio y la acción práctica de manera intensa. Tenía claro que la situación de Rusia sólo cambiaría con una revolución.
Así, comenzó en un pequeño grupo la Unión de Lucha para la Emancipación de la Clase Obrera. Y continuó evolucionando hasta participar en el Partido Social Demócrata Ruso, en su ala revolucionaria. Se había convertido en una organización reformista que buscaba un cambio gradual conciliándose con los oportunistas.
Luchó para hacer prevalecer su fracción revolucionaria conocida como bolchevique –que significa “mayoría”– sobre la minoría, los mencheviques. Durante largos años, dio una dura lucha teórica, práctica y organizativa. Dando gran importancia a la prensa revolucionaria, imprimió el periódico La Chispa –Iskra en ruso– que editó desde 1890. De manera ingeniosa, la hizo llegar a la población, aún bajo las condiciones de severa censura del zarismo.
En 1903, en su Segundo Congreso, el Partido Socialdemócrata se divide entre bolcheviques y mencheviques. Lenin buscaba un partido de militantes comprometidos y activos, que ayudaran a sostener al Partido, en el que éstos no se confundieran con sus simpatizantes y diluyeran la organización. Impulsó que la dirección del proceso fuera llevado por el proletariado y no la burguesía liberal, la cual está presta a traicionar.
Durante la revolución de 1905, surgieron los soviets. En forma de asambleas de obreros, campesinos y soldados, fueron el germen de un nuevo poder, donde el pueblo decidiría democráticamente. Lenin tuvo claro que la clase obrera necesitaba dirigir una revolución exitosa empleando medios de lucha legales y clandestinos.
Los bolcheviques participaron en el parlamento zarista, a la vez que mantenían una organización secreta para protegerse de la represión de la policía. A pesar de que el partido no era numeroso, sus ideas y acciones daban solución a los problemas sociales. Además de que en todo momento se ligaba al movimiento obrero, campesino y popular.
Al estallar la Primera Guerra Mundial en 1914, Lenin mantuvo su lucha por la paz. Llamó a los soldados a unirse a obreros y campesinos en contra de sus gobiernos burgueses, con el objetivo de terminar con el conflicto imperialista. La Socialdemocracia en general apoyó a sus propios gobiernos y la guerra entre los pueblos.
La Revolución de Octubre, el establecimiento de la Rusia soviética y de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (la URSS) en 1922, proporcionaron un gobierno que logró la paz gracias a su carácter popular. Ese tipo de gobiernos tiene que conquistar el pueblo en la actualidad.
Al estallar la revolución que derrocó al zar en febrero de 1917, el poder quedó en manos de la burguesía representada por Kerensky, quien prosiguió la guerra. Los bolcheviques ganaron la mayoría de los soviets. Entonces, Lenin lanzó las Tesis de abril, el 3 de dicho mes, y propuso que todo el poder fuera para los soviets, y la tierra, para los campesinos, además del fin del conflicto armado.
La consigna de Lenin fue “Pan, paz y tierra”. La unión de obreros, campesinos y soldados llevó a la victoria de la Revolución de Octubre, la primera victoria del proletariado en la Historia.
Ese fue el primer paso para construir la sociedad socialista y la unión de las nacionalidades oprimidas en un sólo país: la URSS. Además, Lenin coadyuvó a la lucha mundial al fundar la Tercera Internacional Comunista.
Los éxitos en la URSS dieron impulso a la lucha de los partidos comunistas, la clase obrera, los campesinos y las naciones colonizadas en el mundo. Asimismo, puso en jaque al imperialismo. A pesar de que la URSS fue invadida por 22 países que ayudaron al movimiento contrarrevolucionario de los blancos, el ejército rojo logró derrotarlos gracias al apoyo del pueblo.
La creación del plan de organización de la primera economía socialista abrió el horizonte a la lucha por nuevas relaciones sociales, lo que causó un gran entusiasmo y confianza en el futuro.
En lo personal –narra Clara Zetkin–, Lenin “se comportaba como se comporta el igual entre los iguales, a los que está vinculado con todas las fibras de su corazón. En él, no había ni la menor huella de ‘hombre de poder’. Su vivienda particular se distinguía por una extrema sencillez y modestia. Yo he frecuentado viviendas de obreros más ricamente amuebladas que el apartamento del ‘omnipotente dictador moscovita’”.
Asimismo, platica que cuando la invitaron a cenar con su esposa y su hermana, era la modesta cena de cualquier empleado medio soviético de aquellos tiempos: té, pan negro, mantequilla y queso. Como es sabido, los campesinos abastecían en abundancia a su “Ilich” de harina blanca, tocino, huevos, fruta, etcétera. Sin embargo, también se sabe que de esto no quedaba nada en la casa de Lenin.
Todo era enviado a los hospitales y refugios infantiles, ya que la familia de Lenin mantenía el principio de vivir en las mismas condiciones que las masas trabajadoras. Es sabido que Clara Zetkin fue una feminista que propuso la conmemoración del 8 de marzo como día de la mujer.
Al respecto, dice que “el camarada Lenin habló conmigo repetidas veces de la cuestión femenina. Evidentemente, atribuía al movimiento femenino una gran importancia como parte esencial del movimiento de masas, del que, en determinadas condiciones, puede ser parte decisiva. De suyo, se desprende que concebía la plena igualdad social de la mujer como un principio completamente indiscutible para un comunista” (Clara Zetkin, Recuerdos de Lenin, 1977).
Lenin definió nuestra época como la del capitalismo en decadencia y descomposición. Y, al ser la última fase del capitalismo, es la antesala de la revolución social del proletariado. Durante el siglo XX, logró la construcción del socialismo en la URSS. Posteriormente, y hasta mediados del siglo, se avanzó en la creación del campo socialista y la independencia de decenas de países coloniales sujetos a las potencias europeas.
La revolución avanzó en zig-zag, con flujos y reflujos. La última parte del siglo XX vivió una etapa de grandes regresiones y derrotas del socialismo y la clase obrera, además de triunfos del capitalismo neoliberal y neocolonial, salvo en pocos lugares.
Hoy, en el siglo XXI, estamos viviendo la gran crisis mundial capitalista. Debemos organizarnos y prepararnos para que la clase obrera y el pueblo transformen la situación. Necesitamos derrotar al imperialismo y a sus corporaciones, además de darle el poder a los ciudadanos.
Hoy, vivimos en un mundo, en el cual el imperialismo yanki y las grandes potencias han redoblado la explotación y la dominación sobre las naciones oprimidas. Las ideas de Lenin siguen vivas, actuantes, y han de aplicarse a esta situación.
A 100 años de su muerte, su ejemplo y experiencia seguirán viviendo en la lucha de los pueblos. Esta experiencia nos dice que debemos ver hacia adelante y adecuarnos a las condiciones nuevas en un mundo donde todo cambia.
No podemos seguir aplicando los viejos métodos del siglo pasado. Lo primero que Lenin nos enseñó es que hay que estar atentos a la vida y ligarnos al movimiento actual; adecuarnos a sus características. Esto, sin dogmas, sin anclarnos a lo viejo y caduco; siempre con la creatividad de adecuarnos a lo nuevo.
El capitalismo comenzó a desarrollarse entre el siglo XIII y XV, en toda Europa en el siglo XVI. Logró imponerse en el siglo XIX, luego de varias revoluciones. Francia necesitó tres para derrotar el feudalismo e instaurar el capitalismo en 1789, 1836 y 1848.
El socialismo –como todo lo nuevo– se abre paso tras varios éxitos y reveses. Nada es lineal. Los pueblos van adquiriendo experiencia y las aportaciones de la Revolución de Octubre son de un valor histórico vigente.
A 100 años de la muerte de Lenin, sus ideas y obra tienen más vigencia que nunca. El imperialismo en decadencia promueve el neocolonialismo. Causa guerras, genocidios, destrucción de la naturaleza, hambrunas, despojos y sobreexplotación de los trabajadores.
De igual manera, difunde ideas paralizantes de que “la humanidad llega a su fin” y que sólo nos esperan desastres y muerte, cuando lo que está llegando a su fin es este sistema decadente.
Es importante reconocer que estamos viviendo una rara coyuntura histórica donde lo viejo muere y lo nuevo no termina de nacer. Estamos conscientes de que los poderes productivos de este mundo se han desarrollado más allá de lo ideado antes. Tienen capacidad para cubrir las necesidades de la humanidad, siempre y cuando se coloquen al servicio de la sociedad; no de unos cuantos que sólo buscan ganancias, control, poder y destrucción.
Las derrotas en países socialistas muestran que no basta con tener grandes liderazgos. Es indispensable la participación consciente y activa de cada una de las personas. Asimismo, el “seguidismo” es el peor veneno.
Es el pueblo quien debe decidir y defender lo suyo. De esta manera, nadie podrá echar abajo los procesos revolucionarios. Conmemoremos a Lenin organizándonos y preparando el futuro que ya se asoma. Retomemos el papel de la clase obrera; impulsemos la amplia participación de la juventud y el ímpetu de la lucha de las mujeres para lograr la unidad y organización, en torno a la liberación nacional y social. Sólo así lograremos una humanidad con paz, justicia y bienestar.
Pablo Moctezuma Barragán*
*Doctor en estudios urbanos, politólogo, historiador y militante social
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