Semana

Berrinches, miedos y traiciones de Ebrard

Publicado por
Miguel Badillo

Con elogios de que ha sido un buen dirigente, un buen secretario de Relaciones Exteriores, un amigo muy cercano y de que ayudó de manera importante a la cuarta transformación de este país, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha elevado aún más el costo de la traición de Marcelo Ebrard Casaubón, quien emberrinchado por haber perdido ante Claudia Sheinbaum la candidatura presidencial, ha declarado que no tiene más cabida en el partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), pero que de una u otra forma él también estará en la boleta electoral para la Presidencia de la República en 2024.

En su equipo cercano, desde meses antes de que se llevaran a cabo las cinco encuestas que de manera contundente (14 puntos porcentuales de ventaja) ganó la exjefa de gobierno capitalino, Ebrard habría comentado –según versión de uno de los integrantes cercanos a ese grupo marcelista– que no ocuparía cargo alguno en un gabinete donde la presidenta de la República fuera Claudia Sheinbaum; que tampoco le interesaba coordinar la bancada de Morena en el Senado de la República porque tendría que acatar las órdenes dictadas desde Palacio Nacional para reformar leyes o reglamentos, y que si no era elegido por la coalición Morena-PT-PV para gobernar el país, la única alternativa que le quedaba era contender por otro partido político, como podría ser Movimiento Ciudadano, cuyo líder es su amigo Dante Delgado.

La ambición del carnal Marcelo no tiene límites, pues siempre ha creído que por antigüedad él tiene el “derecho” a ser el sustituto de López Obrador, porque en 2018 aceptó su derrota para ser el candidato de Morena y también piensa que el presidente le debe eso, cuando fue una disputa interna del partido y simplemente Ebrard perdió, como ahora la historia se ha repetido ante una mejor aspirante mujer: Claudia Sheinbaum.

Sin mayores argumentos que sólo berrinches y arranques desenfrenados, el extitular de la SRE plantó en los medios de comunicación acusaciones graves contra Claudia y el propio presidente López Obrador, como aquella versión de que había apoyos económico y humano para Sheinbaum desde la Secretaría del Bienestar y que el piso no era parejo; otra fue que Claudia pagaba encuestas para aparecer en el primer lugar y que era escandaloso el despliegue promocional en espectaculares y bardas de todo el país, además como contar con el apoyo económico y publicitario de gobernadores de Morena.

Todas esas mentiras que Marcelo lanzaba una y otra vez en contra de Sheinbaum encontraban un eco fácil en la mayoría de medios de comunicación, los cuales ofrecían sus micrófonos y disponían sus editoriales al por mayor en favor del exsecretario de Estado, con la esperanza de que si llegaba a la Presidencia de la República cambiaría la política de austeridad republicana y les regresaría los miles de millones de pesos que por décadas gobiernos priistas y panistas les otorgaron como prebendas publicitarias, las cuales sirvieron para enriquecer ilimitadamente a dueños y concesionarios de periódicos, estaciones de radio y televisión.

Pero tampoco esa estrategia le alcanzó a Ebrard para subir en las encuestas que empresas privadas, en coordinación con medios de comunicación, publicitaban casi a diario en la prensa, en donde Claudia de manera sólida y constante se mantenía en el primer lugar, aunque no fuera por los puntos que en realidad ganó, pues la mayoría de dichos muestreos mediáticos le daban apenas una ventaja de un dígito, entre el 5 y el 9 por ciento, cuando al final prácticamente fue el doble, y aquí estábamos ante otra maniobra fallida de Marcelo en colusión con la prensa convencional.

Como eso no le resultó al exsecretario de Relaciones Exteriores, intentó reventar el resultado de las cinco encuestas y pedir una segunda vuelta, es decir que el proceso se repitiera porque, según él, había vicios de origen en la encuesta madre, que era la practicada por Morena.

Otra maniobra fallida de Marcelo. Su equipo encabezado por la senadora Malú Micher no pudo entrar a la sala donde se llevaba a cabo el conteo de las encuestas en un famoso hotel capitalino y antes de conocer el fallo final, Ebrard fue enterado por miembros del grupo que participaban en la revisión de las encuestas que el resultado no le favorecía; por ello, les ordenaron entonces que abandonaran el recinto, porque ya tenían planeado convocar a una conferencia de prensa para adelantar que había irregularidades en el proceso por la anulación de boletas en un 14 por ciento.

Eso detuvo por más de dos horas conocer el resultado final que darían el presidente del partido Mario Delgado y el presidente del Consejo Político Nacional de Morena, Alfonso Durazo, el cual estaba previsto para las 5 de la tarde. Los dirigentes se mantenían reunidos con cinco de los seis aspirantes, sólo faltaba Marcelo que rechazó presentarse.

Después de un acuerdo colectivo entre los candidatos con los representantes de las tres fuerzas políticas que integran esa coalición: Morena-PT-PV, se determinó dar el anuncio final e informar a la población el resultado de las cinco encuestas, en donde Claudia obtenía un triunfo inobjetable y aplastante ante los demás contendientes.

Inconforme por no ser el elegido de las y los mexicanos encuestados, Ebrard continuó con sus berrinches, hasta declarar que se iba del partido Morena; por lo que tuvieron que salirle a hacer frente el mismo presidente de la República y los otros aspirantes perdedores y hasta los líderes partidistas.

Las declaraciones de López Obrador en la conferencia matutina fueron contundentes: el proceso no se va a repetir porque fue limpio, claro, transparente y honesto, en donde la sociedad decidió con libertad que Claudia es la elegida para darle continuidad a la cuarta transformación.

Y advirtió: Marcelo es libre de tomar la decisión que quiera, puede irse como candidato independiente o hacer lo que más le convenga. Aunque el presidente también mantuvo su oferta de que continúe dentro de Morena para fortalecer la transformación del país.

Hasta el cierre de esta publicación, Ebrard seguía sin anunciar su decisión final: o volver al redil y sumarse al triunfo de Claudia con miras a que Morena continúe al frente de la Presidencia de la República en el próximo sexenio o identificarse como un traidor al movimiento y ser un ambicioso vulgar que sólo busca su beneficio personal para alcanzar el poder.

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