Este 2 de junio, con más de 30 puntos de ventaja, la doctora Claudia Sheinbaum Pardo se convirtió en la primera mujer presidenta de México, con un triunfo inobjetable que ronda los 35 millones de votos. Esta cifra es más que suficiente para noquear a la derecha partidista y, en algunos casos, dejar al borde de la desaparición a algunos de sus aliados, como es el caso del PRD que apunta a perder su registro.
Las expectativas de los grupos fácticos –los cuales alentaron esta alianza con el claro propósito de retornar al poder, con el objetivo de manejar sus intereses por encima de la sociedad, tal y como lo hicieron durante 36 años de neoliberalismo– se derrumbaron conforme apareciendo las cifras de las primeras encuestas de salida, confirmadas al filo de la medianoche por el INE.
Desde temprana hora, las filas para votar se vieron abarrotadas de ciudadanos; lo mismo pasó en diversas ciudades del extranjero. Los partidos de la derecha pensaron erróneamente que tal afluencia era síntoma de que el voto les favorecería.
Apenas cerraron las casillas, los dirigentes de la alianza de la derecha, Marko Cortés del PAN; Alejandro Moreno, Alito, del PRI, y Jesús Zambrano del PRD –otrora partido de izquierda– salieron a vender el sofisma de un triunfo arrollador para la presidencia, la jefatura de gobierno de la Ciudad de México y varias gubernaturas, como Morelos, Puebla, Veracruz, Yucatán y Guanajuato.
Al final, fue sólo en esta última entidad, donde la candidata de Acción Nacional pudo garantizar un pírrico triunfo a la derecha. Conforme se consolidaron las cifras, también se extendieron las fangosas arenas movedizas por las que empezaron a hundirse sus candidatos.
En efecto, fueron millones y millones de mexicanos los que salieron a votar, pero no por la aspirante presidencial de la derecha y el resto de sus candidatos a los más de 20 mil cargos de elección, los cuales estuvieron en disputa, sino por el proyecto de continuidad a la 4T, representada por Claudia Sheinbaum.
La respetada científica que en los debates mostró no sólo sus capacidades académicas, sino también su madurez política para exponer sus propuestas, muy al margen de la actitud pendenciera y beligerante de Xóchitl Gálvez.
Las abrumadoras cifras reflejan que no sólo las clases populares, sino también buena parte de las clases medias y –muy importante decirlo– de los jóvenes se decantaron a favor de la exjefa de gobierno. Incluso, se habla de que el voto fue a favor de Sheinbaum Pardo, en algunos estados donde gobiernan los partidos coaligados por la derecha.
No hubo un solo rincón del país donde los ciudadanos no le cerraran las puertas a la derecha. Esto demostró una conciencia política para optar por un modelo de gobierno, el cual busca privilegiar a la gente antes que a los negocios de las cúpulas. Hay que decirlo: ni los personajes ni los proyectos de sus candidatos reflejan una base social tras de sí. De las siete gubernaturas en disputa, la derecha sólo ganó una.
Si bien Acción Nacional conservó Guanajuato, perdió en Yucatán. En estados, donde se daba como seguro ganador con sus aliados, como Veracruz, la derrota fue inevitable. Tampoco pudo tener una participación de peso en otras entidades como Morelos y Puebla. Y ni qué decir en los sureños estados de Tabasco y Chiapas, donde sencillamente ni siquiera pintó.
Una de sus principales apuestas, la Ciudad de México, con el impresentable Santiago Taboada, exalcalde de Benito Juárez e integrante del llamado Cártel Inmobiliario, como su candidato, se volvió otro de sus sonoros descalabros: Clara Brugada superó por más de 12 puntos al panista. Como en 2018, la ciudad se pintó de guinda. La coalición Morena-Verde-PT recuperó varias de las alcaldías perdidas en 2021.
De las 16 demarcaciones, Acción Nacional y sus aliados sólo pudieron ganar en cinco, algunas bien delimitadas como sus históricos bastiones: Benito Juárez y Miguel Hidalgo, y otras como Cuajimalpa, Coyoacán y Cuauhtémoc. Morena y sus partidos coaligados recuperaron Tlalpan, Azcapotzalco, Álvaro Obregón y La Magdalena Contreras.
Importante destacar que fueron vanos los intentos tanto de Gálvez Ruiz como de Taboada por tratar de minar la fuerza electoral de Clara Brugada en Iztapalapa. Ésta fue ganada a pulso por programas sociales de alta aceptación en los barrios y colonias, como las Utopías.
En repetidas ocasiones, los panistas trataron de hacer ruido en una alcaldía netamente popular, pero la gente no se tragó el anzuelo. Aleida Alavez, candidata de Morena, rebasó los 600 mil sufragios y borró la presencia de la alianza derechista de la elección.
Asimismo, el tsunami electoral que arrasó a la derecha con la doctora Sheinbaum a la cabeza tendrá un efecto devastador para los grupos de poder, tanto del país como extranjeros. Los porcentajes de votación han determinado que, por ejemplo, en la Cámara de Diputados de San Lázaro, Morena y sus aliados logren la mayoría calificada; es decir, las dos terceras partes necesarias para aprobar reformas constitucionales.
Junto con el Partido del Trabajo y el Verde Ecologista, sumarán 365 curules. Rebasaron con creces los 334 asientos necesarios para la mayoría calificada. Y por lo que respecta al Senado, Morena llega con sus aliados a 82 escaños, sólo a dos de obtener la mayoría calificada en la Cámara Alta.
Esta composición numérica reviste una especial importancia. No hay que olvidar que fue la derecha, a través de partidos como el PAN y el PRI, la que echó abajo la Reforma Eléctrica presentada por el Ejecutivo. Ésta buscaba devolver la rectoría de este sector al Estado –básico para el desarrollo nacional– en contra de los negocios de trasnacionales, como Iberdrola.
En los foros organizados en San Lázaro, se expuso los retrocesos a los intereses de la nación en su sector estratégico, con amplia información y claridad. Los cambios constitucionales perpetrados por la Reforma Energética de Peña Nieto vinieron a dar la puntilla al sector eléctrico nacional, ya mermado desde los gobiernos de Fox y Calderón, por la indiscriminada autorización a particulares para generar energía.
Uno de los atropellos más evidentes fue la desaparición de la empresa pública Luz y Fuerza del Centro, que daba el servicio a seis estados del centro del país; entre ellos, la Ciudad de México.
Ahora con una mayoría calificada, se ve difícil que la derecha y sus partidos obstruyan las iniciativas de ley que enviará la presidenta al Congreso, una vez que asuma el cargo el próximo primero de octubre, para devolver el sentido nacionalista a esta industria.
Cabe señalar que el triunfo de la doctora Sheinbaum es un golpe no sólo a la derecha en México, sino también a sus grupos recalcitrantes de América Latina y el Caribe, envalentonada por sus triunfos en Ecuador y Argentina, en esta última nación, el enloquecido Javier Milei alienta una regresión a las conquistas sociales, sobre todo de la clase trabajadora.
En nuestro país, más de 30 millones de mexicanos decidimos cerrarle el paso a los neoliberales. Con nuestra primera presidenta, estamos seguros, recobraremos el rumbo y sentido nacionalista a favor de los que menos tienen.
Martín Esparza*
*Secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas
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