Buenos Aires, Argentina. Entre los múltiples efectos que el cambio climático ya está teniendo en América Latina, uno que se tiende a pasar por alto es el impacto en la salud de los trabajadores. La subida de la temperatura afecta de manera directa e indirecta a los seres humanos, lo que se traduce en una mano de obra poco saludable y pérdidas en la productividad.
La temperatura promedio de 2023 en la región fue la más alta registrada: 0.82 grados Celsius por encima del promedio de 1991-2020, y 1.39 grados Celsius por encima del promedio de 1961-1990, según la Organización Meteorológica Mundial. Esto ha venido acompañado de mayor frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos, como huracanes, inundaciones, sequías, incendios forestales y olas de calor.
Los trabajadores en condiciones de vulnerabilidad; aquellos que laboran al aire libre, y los contratados bajo condiciones informales son los más afectados; especialmente por el calor. Incluye agricultores, pescadores, constructores y la industria turística. La lista es larga, sin embargo, también se ven afectados quienes trabajan en edificios de oficinas.
“El aumento de las temperaturas hará que ciertos días sean hasta peligrosos para trabajar al aire libre o en lugares sin ventilación, y la mayor exposición a desastres hará que se interrumpan cadenas de suministro, afectando también la productividad”, sostuvo Guillermo Montt, especialista en protección social en la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Un estudio de 2019 estimó que, para 2030, se espera que la región pierda 2 millones 500 mil empleos por el estrés térmico, sobre todo en agricultura y construcción. Aunque, el número podría ser más alto al sumar otros factores asociados al cambio climático, como la radiación ultravioleta solar, los eventos climáticos extremos, la contaminación del aire y ciertas enfermedades.
El calor excesivo es uno de los principales riesgos climáticos para los trabajadores. La OIT estima que, cada año, el 70 por ciento de los trabajadores a nivel global están expuestos a un calor excesivo. Si se comparan las estimaciones de exposición de 2000 con 2020, se observa un aumento del 34.7 por ciento en el número de trabajadores afectados.
Mantener una temperatura central de unos 37 grados Celsiu es esencial para que el cuerpo siga funcionando con normalidad. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) ha destacado que las funciones físicas y cognitivas se deterioran si se superan los 38 grados Celsius. En ese punto, se llega al “agotamiento por calor”. Si se supera los 40.6 grados Celsius, el cuerpo entra en “insolación”. Como consecuencia, aumenta el riesgo de daños orgánicos, pérdida de consciencia e incluso de muerte.
Según estudios realizados en Estados Unidos, los trabajadores agrícolas tenían 35 veces más probabilidades de morir por calor excesivo que en otras ocupaciones, entre 2000 y 2010.
Más allá del trabajo al aire libre, las ocupaciones que requieren ropa pesada o equipos de protección, como los bomberos, también corren un mayor riesgo. Asimismo, en las oficinas, se puede sufrir riesgos si los lugares de trabajo no están adecuadamente equipados.
La radiación ultravioleta solar es un problema particular para los trabajadores al aire libre, como los agricultores. Se estima que están expuestos a dosis de radiación al menos dos o tres veces superiores a las de las personas que trabajan en el interior y, a menudo, a dosis diarias cinco veces superiores a los límites recomendados.
De igual manera, el aumento en la frecuencia y la gravedad de los fenómenos meteorológicos supone una amenaza para el bienestar de muchos trabajadores. Cuando ocurren, se produce un aumento en la demanda de trabajadores de servicios de emergencia, quienes deben trabajar más y en circunstancias difíciles. Esto pone en riesgo su salud.
En situaciones de emergencia, médicos, bomberos y trabajadores de la construcción pueden estar expuestos a sustancias peligrosas y riesgos biológicos, además de sufrir lesiones traumáticas. El estrés de dichas situaciones pueden dejar a estas personas física y emocionalmente exhaustas, con riesgos a trastornos de salud mental.
Igualmente, los trabajadores, especialmente quienes laboran al aire libre, están expuestos a la contaminación atmosférica, un problema que no sólo impulsa el cambio climático, sino también se ve agravado por él. Las condiciones más secas y calurosas pueden aumentar la contaminación atmosférica por ozono, por ejemplo. Además, las olas de calor más intensas y frecuentes generan más incendios forestales. Éstos liberan emisiones y materias nocivas en el aire.
También, quienes trabajan al aire libre están expuestos a enfermedades transmitidas por vectores, como el dengue, del que Sudamérica ha sufrido brotes récord este año. Se espera que el cambio climático altere la estacionalidad, la distribución y la prevalencia de las mismas. Estos padecimientos se registran en mayor medida en zonas tropicales y subtropicales.
El cambio climático puede aumentar la erosión del suelo y disminuir los nutrientes esenciales para el crecimiento de las plantas, como el nitrógeno. Ello puede llevar a los trabajadores agrícolas a que aumenten el uso de fertilizantes y pesticidas químicos, lo que repercute en la salud por los riesgos de exposición a los mismos.
Para The Lancet Countdown, un grupo independiente de expertos que estudia los vínculos entre la salud pública y el clima, las altas temperaturas limitan la productividad de los trabajadores en América Latina, y afectan su salud y medios de subsistencia. Asimismo, agravan los efectos de la crisis económica en muchos países de la región.
En su más reciente informe, el cual analiza 34 indicadores, encontraron que la mortalidad relacionada al calor aumentó 140 por ciento al comparar 2000-2009 con 2013-2022. Además, entre 2013 y 2022, los niños y personas mayores de 65 años estuvieron expuestos a 248 por ciento y 271 por ciento más de días de olas de calor, respectivamente, comparado con 1986-2005.
El informe encontró que el riesgo de contagio del dengue aumentó 54 por ciento desde el periodo 1951-1960 al periodo 2013-2022, en línea con el aumento de casos recientes. Además, 11 países tuvieron un aumento de días, en los cuales las personas estuvieron expuestas a un peligro de incendio alto en el periodo 2013-2022, en comparación a 2001-2010.
“Todos los datos de impacto de salud siguen empeorando; no ha habido una sola mejora. Hay un incremento de la exposición a olas de calor, a incendios forestales, a mayores temperaturas, todos los datos se van para el alza”, sostuvo Stella Hartinger, directora de The Lancet Countdown para América Latina.
En un estudio de 2022, los investigadores Jiang y Quintero analizaron los efectos de las altas temperaturas en la productividad laboral en ciudades de ocho países de la región. En promedio, un aumento anual de la temperatura de 1 grado Celsius se asocia a un descenso del 1 por ciento en los salarios. Los jóvenes y los trabajadores informales son los más afectados.
Para la OIT, Sudamérica, América Central y el Caribe tienen altos niveles de exposición a un calor excesivo. Mientras que en 1995 se perdieron en promedio 0.3 por ciento del total de horas de trabajo por el calor, se espera que la cifra llegue a 0.6 por ciento para 2030. Esto equivale a 2 millones 900 mil puestos de trabajo a tiempo completo.
Más de la mitad de las pérdidas en 1995 se produjeron en el sector agrícola, aunque se prevé que este porcentaje disminuirá hasta 39 por ciento en 2030, dada la menor prevalencia del empleo agrícola.
Guyana es el país más afectado. El análisis de la OIT estima que el calor excesivo llevaría a la pérdida de 3 por ciento de su producto interno bruto (PIB) para el 2030, comparado con 1.6 por ciento registrado en 1995. Otros países tropicales como Ecuador, Honduras, Surinam y El Salvador se verían muy perjudicados, en algunos casos triplicando el impacto en el PIB.
Deissy Martínez-Barón, líder regional de Acción Climática en América Latina y el Caribe en la Alianza de Bioversity International y el Centro Internacional de Agricultura Tropical (Ciat), sostiene que los trabajadores agrícolas ya se están viendo afectados por el calor excesivo y las enfermedades transmitidas por vectores. Sin embargo, admite que falta información.
“El énfasis ha estado hasta ahora en los efectos en los cultivos pero falta saber más sobre los trabajadores. Los efectos que ya están viviendo por el cambio climático debe ser un llamado de atención para darle más importancia a la investigación social, y no sólo a la parte productiva”, sostuvo Martínez-Barón. “Es algo que estamos empezando a estudiar”.
Halshka Graczyk, especialista en seguridad ocupacional y salud en la OIT, sostiene que los trabajadores de la región se enfrentan a un “cóctel de riesgos que se exacerban uno con el otro”. Destaca que los gobiernos y el sector privado están respondiendo a los riesgos, aunque todavía sin un enfoque unificado en las políticas a implementar.
En respuesta al calor excesivo, algunos países de la región están incluyendo los riesgos como una prioridad en las políticas y estrategias nacionales de seguridad y salud en el trabajo. Las legislaciones nacionales suelen establecer, por ejemplo, una serie de temperaturas aceptables en función de las circunstancias específicas del lugar de trabajo.
En Brasil, existen límites de tolerancia para la exposición al calor por encima de los cuales debe suspenderse el trabajo, basándose en los límites de la temperatura del bulbo húmedo (WBGT por su sigla en inglés), una medida de temperatura aparente que estima los efectos de la temperatura, la humedad, el viento y la radiación, y cómo afectan a los seres humanos.
Desde 2015 en Costa Rica, los empleadores están obligados a proteger a los trabajadores del estrés térmico con ropa adecuada e hidratación.
La OIT recomienda otorgar pausas a los trabajadores para frenar la acumulación de calor en el cuerpo, además de la hidratación. Beber 750 mililitros de agua cada hora reduce la tensión en la salud laboral sin afectar la productividad. De igual manera, la ropa holgada de colores claros y transpirables reduce el estrés térmico en trabajadores en 0.4 grados centígrados.
Al mismo tiempo, algunos países cuentan con legislaciones que hacen referencia a la protección de los trabajadores contra los riesgos de la radiación ultravioleta solar. Para tal propósito, definen medidas de protección.
En Chile, los empleadores de trabajadores expuestos deben publicar el índice diario de radiación y otorgar elementos de protección personal.
Algunas de las medidas que se pueden adoptar para reducir la exposición a la radiación incluyen la provisión de zonas de trabajo a la sombra y los controles administrativos para que no se trabaje bajo la luz solar directa durante las horas más calurosas del día. Además, se recomienda utilizar protector solar con regularidad y ropa de protección solar.
“Nuestro código del trabajo obliga a los empleadores a llevar acciones que aseguren un entorno sano y seguro. Deben incorporar en sus planes de emergencia acciones a ejecutar por exposición de alta temperatura extrema y trabajar en prevención, capacitación y difusión”, sostuvo Pamela Gana, superintendenta de Seguridad Social en Chile.
Ante los eventos climáticos extremos, existen instrumentos para proteger a las personas con condiciones más vulnerables. Por ejemplo, desde 2022 en Uruguay, los empleadores de trabajadores rurales deben suspender cualquier actividad cuando existan riesgos para la salud por lluvias, vientos o tormentas eléctricas.
La OIT recomienda realizar simulacros periódicos de seguridad que imitan las condiciones meteorológicas extremas. De esta manera, se prepara a los trabajadores para situaciones reales. Además, se sugiere dar formación en prácticas preventivas para mejorar la capacidad de respuesta e incorporar tecnología como drones de vigilancia.
En algunos casos, las legislaciones abordan los riesgos por el uso de pesticidas y las enfermedades transmitidas por vectores. Costa Rica sólo permite la aplicación de pesticidas en horas frescas del día, en un máximo de cuatro horas. En Barbados, los lugares de trabajo deben contar con un programa de control de vectores.
“Tenemos un consejo de salud ocupacional y desde ahí impulsamos varios temas para prepararnos mejor ante los efectos del cambio climático en el trabajo”, sostuvo Alexander Astorga, viceministro Laboral de Costa Rica. “Trabajamos sobre la prevención, dando la protección necesaria, y la educación de jefes y trabajadores, corrigiendo ciertas prácticas”.
En América, alrededor de 17 por ciento del empleo depende de los servicios ecosistémicos. Más de la mitad se encuentran en el sector de la agricultura. Se espera que el cambio climático aumente la degradación ambiental y pérdida de biodiversidad sobre los ecosistemas, lo que tendrá efectos negativos.
Al mismo tiempo, la transición a una economía baja en emisiones tendrá efectos en los mercados laborales. Un informe de 2020 de la OIT y el Banco Interamericano de Desarrollo proyecta que mientras que para 2030 se perderían en América Latina 7 millones 500 mil empleos, especialmente en el sector de combustibles fósiles, se crearían 22 millones 500 mil empleos nuevos, en sectores como silvicultura y energía renovable.
Las políticas de mejora y actualización profesional serán importantes para garantizar una transición justa en la región. Sin embargo, los planes climáticos de los gobiernos hacen poca referencia a las políticas del mercado laboral para apoyar a los trabajadores y las empresas en sus esfuerzos de adaptación al cambio climático.
“Un desafío importante está en anticipar adecuadamente estos cambios y acelerar la capacidad de respuesta y anticipación”, sostuvo Montt, especialista en protección social de la OIT. “Nuestros sistemas políticos están mejor capacitados para enfrentar emergencias con un desenlace rápido que procesos de cambio lento y progresivo”.
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