¡Por favor, que ya llueva! Una de las frases más dichas en el país que, entre memes y noticias, expuso las temperaturas atípicas a las que nos enfrentamos en los últimos días. Desde hace varios años se ha hablado del calentamiento global y sus repercusiones en el mundo, sin embargo, este mes ha sobre evidenciado las consecuencias del cambio climático en México. Según el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), el mes de junio registró anomalías en el ambiente a nivel nacional; teniendo así, temperaturas de hasta 45 a 50 grados en el norte del país, y para el centro/ sur de 30 a 40 grados. Lo anterior derivado de la tercera ola de calor en lo que va del año.
En el clima encontramos condiciones y fenómenos meteorológicos sumamente complejos que al interactuar generan el entorno en el que nos desarrollamos. Por ejemplo, las sequías son provocadas por la falta de lluvias en periodos prolongados, cuyas consecuencias pueden ser desde la escasez de agua, las modificaciones en los ecosistemas como flora y fauna en peligro de extinción, hasta los incendios forestales debido a las altas temperaturas en el medio ambiente. Según la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y el SMN, el Monitor de Sequía en México reportó para el 15 de junio que más del 50 por ciento del país se encuentra dentro de algún nivel de sequía: desde territorios anormalmente secos, hasta sequías excepcionales, siendo el norte, bajío y centro las geografías más afectadas. Pero, ¿qué factores sociales intervienen en esta crisis climática?
La reciente ola de calor dejó rezagos importantes en el campo mexicano. Las comunidades rurales y campesinas del país son uno de los sectores más afectados por la crisis climática debido a que sufren las consecuencias por la falta de lluvias; tierras secas, siembras que no lograron mantener, pérdidas en semillas, tiempo y energía invertida para las actividades no sólo agrícolas, sino también ganaderas. Este desfase en el ciclo agrícola implicó que muchas familias campesinas, pequeños e inclusos grandes productores, perdieran una tanda de sembradíos.
Eso le sucedió a Joaquina, campesina del Valle del Mezquital, quien refiere que “para esta fecha ya no se da el maíz, solo los que sembraron en abril si lograron amacizar su siembra; desde la última lluvia el 14 de mayo, yo perdí una tanda de frijol. Éste que acabo de sembrar sólo se va a dar si llueve de aquí a ocho días”.
Por tanto, si el calentamiento global es inminente, hay que hablar de cómo hemos degradado las condiciones socioambientales del mundo en que vivimos. Para nadie es un secreto que estamos inmersos en un sistema capitalista acostumbrado a la explotación de los bienes comunes; así pues, comencemos con las concesiones sobre el agua en México. Al respecto, Wilfrido A Gómez Arias y Andrea Moctezuma comparten un análisis profundo sobre el Registro Público de Derecho al Agua (REPDA), donde nos encontramos con concesiones de diversos rubros. De esta manera, tenemos empresas como Grupo Modelo, Grupo FEMSA (Coca Cola) que se dedican a la industria refresquera y cervecera; Herdez, Berrymex (estadunidense), Nature Sweet Invernadero (famosa por los tomates cherrys), especializadas en actividades agroindustriales; hasta las concesiones dadas al sector banquero como BBVA o Banco Azteca, acciones que son de preocuparse y que revelan el mercado internacional en materia del derecho al agua.
El caso de Berrymex, empresa de frutos rojos ubicada en San Quintín, Baja California, acabó con los mantos acuíferos de la región, cuyo resultado fue la sobreexplotación de la tierra y el agua. Dicho tema abre paso a otro de los factores implicados en el cambio climático: los monocultivos. El aguacate es quizá el rey de los monocultivos en el país, su producción creció hasta un 300 por ciento en los últimos años y junto con el agave son unas de las actividades primarias en la agroindustria. México es el principal exportador del llamado oro verde y Michoacán el estado productor por excelencia. Las condiciones necesarias para su cultivo exigen un clima y un suelo específico, lo que ha provocado que el territorio purépecha se vea deforestado por más de 500 hectáreas al año. Algunas consecuencias de este tipo de cultivos son que requiere el doble de consumo de agua y que la regulación del clima y gases como el carbono resultan ineficientes .
El peligro de los monocultivos yace principalmente en la deforestación, el cambio en el uso de suelo, la pérdida de los ecosistemas y, con ello, la biodiversidad en los territorios. Es importante mencionar que los agroquímicos, pesticidas, fertilizantes, etcétera, usados en la agroindustria, repercuten directamente en el medio ambiente y en las tierras ocupadas, dejándolas infértiles o reduciendo su tiempo prolífico; aunado a los métodos que las grandes empresas usan para optimizar sus producciones y sumando, con esto, la sobre explotación de tierras y bienes comunes.
Aunque esos son algunos factores socioambientales que han abonado al cambio climático, también podríamos ahondar en la tala ilegal de madera en la Sierra Tarahumara y los agravios a espacios rituales e importantes para las culturas y cosmovisiones de los pueblos; el despojo y desplazamiento forzado de comunidades originarias y con ello la defensa del territorio y el derecho de los pueblos sobre sus ríos, sus bosques y sus espacios naturales. Ni que decir de los estragos generados por los megaproyectos y las zonas industriales como lo son el Tren Maya o el Corredor Interoceánico del istmo de Tehuantepec. O el efecto de isla urbana, el cual según la doctora Elda Luyando tiene repercusiones en el entorno por la sustitución o desaparición de árboles y vegetación, por construcciones en vías de modernidad.
Lo único claro es que las estaciones del año como las teníamos identificadas ya no son ni serán las mismas, un claro ejemplo es el verano actual donde tradicionalmente las lluvias se esperan desde finales de mayo e inicios de junio; en cambio, según el pronóstico del SMN llegarán hacia el fin de semana y no en todo el país. Hacer conciencia de nuestras acciones individuales y colectivas es tarea de todos y todas. En ese sentido, valdría la pena pensar en aspirar a generar una mayor y mejor conciencia social enfocada a la conservación de los bienes comunes. Es necesario que estas acciones sean integrales y desde todas las trincheras, esto es, ¿qué papel juegan las empresas en el deterioro ambiental?
Alitzel Díaz, colaboradora del CDH Fray Francisco de Vitoria
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