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Cuando Paraguay despertó en mayo, “el dinosaurio todavía estaba allí”

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Prensa Latina

La Habana, Cuba. En tiempos del microrrelato de Augusto Monterroso, “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”, resulta oportuno aludir a esa especie. Ésto con el fin de calificar al añejo partido que asumirá el poder el 15 de agosto. “Es un dinosaurio de la política latinoamericana. Imponerse en las urnas es su especialidad”, escribió Gerardo Lissardy, periodista uruguayo y comentarista para BBC News Mundo sobre la Asociación Nacional Republicana-Partido Colorado (ANR-PC). Fracción que ganó las elecciones del 30 de abril aún en medio de una atmósfera de protestas en contra.

Para el también corresponsal de ese medio en Nueva York, “se trata del único partido político de América Latina que sólo perdió una elección presidencial en 76 años”. Fue fundado en 1947 y tiene una historia mayor desde 1887, cuando surgió como Partido Nacional Republicano.

La prosopopeya de Lissardy –aunque sin mencionar al autor hondureño-guatemalteco (1921-2003) con el llamado “el cuento más corto del mundo”– aludía a la derrota de la ANR-PC. Cuando el opositor Frente Guasú ganó en 2013 con el candidato Fernando Lugo, expulsado del poder más tarde… por “el dinosaurio”.

Mayo: un mes postelectoral represivo

Pero lo que le fue imposible de pronosticar al comunicador uruguayo sobre el triunfo del partido oficialista y su candidato, Santiago Peña, fue que –inmediatamente después de su elección– comenzarían en el país las peores protestas en mucho tiempo; ahora contra un supuesto fraude judicial.

La fuerza de las manifestaciones y la violenta respuesta castrense sorprenderían al propio Lissardy. El primero de mayo, a sólo unas horas después de concluidos los escrutinios del 30 de abril, el pueblo de Paraguay encontró que –por decimoséptima vez en la historia– “el dinosaurio todavía estaba allí”.

Desde ese día y durante casi todo el mes, la nación suramericana vivió lo que –según medios locales– fueron las mayores manifestaciones y peores respuestas represivas en al menos 5 años. Ni siquiera comparables con las causadas por el mal manejo de fondos para la pandemia de Covid-19 –declarada en 2020–. Unos 1 mil 300 inconformes se mantuvieron en las inmediaciones del Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE).

La policía elevó a 2 mil efectivos, empleó balas de goma, gases lacrimógenos y otras formas extremas de violencia contra los movilizados –muchos de ellos pertenecientes a pueblos originarios–. Sin embargo, no fue la Concertación Nacional Para Un Nuevo Paraguay –principal partido contrario a la ANR-PC de cara a los comicios–, quien inició las protestas contra los resultados de los sufragios. Aunque sus partidarios se sumaron de inmediato a las acciones.

Pese a la rivalidad o a la reñida contienda –la cual se esperaba a partir de sondeos–, ninguna se expresó entre las dos formaciones principales en pugna. Como tampoco sobrevino “la alternancia en el poder”, añorada por algunos para desplazar al vetusto “continuismo” político y gubernamental.

Tampoco el candidato por la también llamada Concertación Nacional, Efraín Alegre –28 por ciento de sufragios–, fue el líder de las movilizaciones contra la holgada victoria de Peña –42.7 por ciento de votos– y su maquinaria de primera magnitud con 2 millones de afiliados entre 7 millones 5 mil paraguayos.

Los choques entre agentes antimotines y manifestantes destruyeron vehículos policiales y ambulancias. Causaron decenas de heridos y unos 100 detenidos, muchos de los cuales enfrentan penas de hasta 5 años de cárcel.

Un candidato y una fuerza “emergentes”

El primero de mayo aparecieron cientos de personas descontentas en plazas y avenidas. Fueron convocadas por lo que algunos consideran una fuerza y un político “emergentes”: el Movimiento Cruzada Nacional y su candidato a la consulta, José Luis Cubas –conocido como “Paraguayo Cubas”–.

Las nuevas figuras –que sorprendieron con un tercer puesto en las elecciones generales (23 por ciento de votos)– quitaron el sueño a las autoridades con movilizaciones, las cuales perduraron hasta el cierre de mayo. Y así lograron el protagónico de ese último capítulo electoral en las calles.

Una plataforma de análisis político con sede en Sudáfrica –CIVICUS Lens– describió de “preocupante novedad el desempeño de un nuevo partido populista de derecha que reflejó el descontento de mucha gente con las maquinaciones de una clase política autocentrada que no daba respuesta a sus problemas”.

Además, los medios coincidieron en minimizar la integridad de Cubas –ciudadano paraguayo-estadunidense, nacido en Washington (1962)– a causa de su naturaleza violenta. Ésta lo condujo a la expulsión del Senado y a excesos en las protestas. Por ello, es procesado tras su detención el 5 de mayo. “Lo hizo desde una plataforma antipolítica y con un discurso ultraconservador antiderechos. Interpeló a los descontentos con la política tradicional. Denunció a los políticos como parte de una casta corrupta. Y reclamó la ampliación de poderes del Ejecutivo”, insiste CIVICUS.

Por su parte, la directora de la organización civil local Semillas para la Democracia, Marta Ferrara, caracteriza a la Cruzada Nacional de Cubas como “un tercer espacio político de oposición de carácter populista-autoritario y estilo mesiánico”.

Otros círculos creen ver una amañada estrategia electoral –más allá de ese protagonismo espontáneo– al vincularlos con el expresidente y acaudalado empresario, Horacio Cartes –estratega electoral de la ANR-PC y controvertido político, acusado de corrupción–. Quienes piensan así, especulan con que el influyente exgobernante apuntaló a Cubas para dividir el voto opositor, lo cual ocurrió en la práctica. Pues Alegre sufrió su tercera y peor derrota electoral. Mientras que el partido gobernante ganó por el margen más amplio de los últimos treinta años.

Cartes, por cierto, es un obstáculo adicional para el nuevo Gobierno por sus relaciones amistosas y apoyo a Peña –como también a Alegre y a Cubas–. Ello, pese a sus actos de corrupción sancionados por Estados Unidos –en flagrante injerencia y violación de la soberanía– y su fama de carta imprescindible sobre la mesa.

Otras fuentes coinciden con la plataforma cívica sudafricana en considerar a las masivas protestas postelectorales –movilizadas por el denominado “líder emergente”– “un mal presagio para la democracia paraguaya”. Aunque valoran su buen desempeño como “la principal novedad de estas elecciones”.

El éxito movilizador inicial de las manifestaciones despertó el apoyo de la Concertación Nacional de Efraín Alegre del Partido Liberal Radical Auténtico –segunda fuerza después de la ANR-PC– y de sectores opositores más radicales como la coalición de izquierda, Frente Guasú.

Otras razones para el descontento

La amplia e histórica carpeta de hechos corruptos del partido que seguirá en el poder incidió en la intensidad de las protestas postelectorales. También, en la incorporación de otros sectores de la población, vinculados –o no– a las formaciones tradicionales. A ello, se sumaron las insuficiencias económicas que rigen la vida de los paraguayos, latinoamericanos, caribeños y pobladores del mundo “en desarrollo”.

Entonces, el país enfrentó una racha económica de altibajos, lastrada por la recesión de la pandemia, un rebote insuficiente y sequías que penalizaron las exportaciones agroganaderas, afirma Romero Ballivián, director del programa paraguayo de IDEA Internacional Salvador.

“La consecuencia –según el estudioso– fue una insatisfacción con el gobierno del colorado, Mario Abdo, y, de manera más amplia, el malestar acentuado con el funcionamiento de la democracia. Tanto más cuando se extendió el sentimiento de que prevalece una extendida corrupción e impunidad”.

Un ejemplo elocuente de hasta dónde llega esa depravación ética y legal es el caso del legislador Erico Galeano, a quien un juez imputó por supuesto lavado de dinero y asociación criminal el 25 de mayo. En ese mismo día, la Justicia Electoral lo proclamó como senador electo tras un desafuero que impactó a la opinión pública.

 

Antonio Paneque Brizuela/Prensa Latina

 

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