Los cárteles mexicanos se encuentran en profunda transformación. De entrada, sus estructuras se han hecho más flexibles para adaptarse a las actuales políticas de combate del Estado mexicano. Al mismo tiempo, han intensificado su proceso de internacionalización que les ha colocado a la cabeza entre las más poderosas organizaciones delictivas del mundo, como la ‘Ndrangheta (Italia), las mafias de los Balcanes (Serbia y Kosovo), los Yakuza (Japón) o las Triadas (China).
De acuerdo con el Global report on cocaine 2023. Local dynamics, global challenges, elaborado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), estructuras de los cárteles mexicanos Sinaloa y Jalisco Nueva Generación (CJNG) se encuentran hoy en latitudes tan diversas como las de Colombia, Brasil, Estados Unidos, Canadá, Australia, Kosovo, los Países Bajos o Afganistán.
El informe señala que el Cártel de Sinaloa tiene presencia en 50 países del mundo, mientras que el CJNG llegó a todos las naciones del Continente Americano.
La expansión internacional de estas dos organizaciones delincuenciales ocurre mientras al interior del territorio mexicano viven procesos de adaptación. Si en los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón operaron a sus anchas, hoy enfrentan una realidad distinta. Les resulta más complicado lavar dinero en México y comprar autoridades federales.
De acuerdo con el documento, el panorama criminal mexicano se está volviendo cada vez más complejo y fragmentado. Actualmente, en territorio nacional actúan nueve cárteles principales, que incluyen 53 grupos con 65 células en todo el país. Las cúpulas mantienen una sólida integración, pero los eslabones bajos ya no cuentan con una sólida integración orgánica. Incluso, ahora estos eslabones últimos pueden realizar actividades para más de una organización.
En las rutas de contrabando, cada célula logística de los cárteles está, generalmente, integrada por un coordinador de alto rango con dos lugartenientes. La célula sólo facilita el transporte de drogas por sí misma o con la contratación de traficantes independientes. Así, numerosos grupos criminales locales prestan servicios específicos a nivel municipal a los grandes cárteles.
Se explica en el documento que los cárteles tienden a formar una red descentralizada de jefes que realizan actividades ilícitas controlando ciertos territorios. Y hacen alianzas entre sí y con grupos criminales locales. El ejemplo más claro es precisamente el Cártel de Sinaloa, al que describirse como una “alianza en red” de múltiples células especializadas, cada una con una función específica en la cadena de suministro.
Las funciones de las células pueden incluir adquirir embarcaciones y formalizar su nueva propiedad; recoger un cargamento de droga en Sudamérica, o en Centroamérica, para transportarlo a México; o recoger la droga en el sur de México y transportarla hacia la frontera de Estados Unidos por vía terrestre o aérea.
En efecto, como se recordará, en la cúpula de esa red que constituye el Cártel de Sinaloa se encuentran tres liderazgos con estructuras propias que se coordinan entre sí: el de Ismael Zambada García, el Mayo; el de los hijos de Joaquín Guzmán Loera, el Chapo, conocido como Los Chapitos, y el de Aureliano Guzmán Loera, el Guano.
Como lo ha reportado Contralínea, los eslabones más bajos de estas estructuras constantemente entran en disputas pero las cúpulas mantienen una alianza sólida.
El documento de la UNDOC advierte que el tráfico de cocaína es sólo una parte de la economía criminal en la que se insertan los cárteles mexicanos. Agrega que un solo cártel puede controlar hasta siete negocios criminales, además del de la cocaína: marihuana, heroína, metanfetaminas, armas, trata de personas y otros, entre ellos, fentanilo, tráfico de maderas preciosas, explotación ilegal de minerales. Además pueden apoderarse de algunas economías lícitas, como la cadena de producción de mariscos.
El documento señala que el panorama criminal al interior del país está en constante cambio con alianzas endebles entre estas organizaciones y su permanente lucha por el control territorial.
De los nueve cárteles que operan en México sólo dos han incursionado de manera significativa en los mercados extranjeros: el Cártel de Sinaloa y el CJNG, señala el Global report on cocaine 2023. Local dynamics, global challenges. El Cártel de Sinaloa opera en, al menos, 50 países de los cinco Continentes. Y el CJNG opera prácticamente en todo el Continente Americano, pero también en Australia y el sudeste asiático.
Agrega que estos dos cárteles rivales difieren en la forma en que por mucho tiempo lograron control territorial en regiones de México. El CJNG basó su poder en la fuerza y técnicas de intimidación, lo que alimenta la violencia. El Cártel de Sinaloa impuso una violencia relativamente moderada, privilegiando la amenaza, la extorsión y la corrupción.
El documento señala que estas organizaciones mexicanas prácticamente están presentes en los propios lugares de cosecha de la hoja de coca y donde se realizan los procedimientos para obtener la cocaína pura. Esa decir, se encuentran en toda la cadena global de valor de esta economía criminal.
Por ello están asentadas en Perú, Bolivia, Colombia y Brasil. Desde ahí coordinan envíos y diseñan rutas terrestres, marítimas y aéreas de trasiego, tanto a Estados Unidos como a Europa, el Pacífico Asiático y Australia. Una parte de la introducción de cocaína al Viejo Continentes se realiza por medio de África. Es decir, los cárteles mexicanos tienen operadores o socios en los cinco Continentes.
El documento advierte que incluso la guerra, que en México libran el Cártel de Sinaloa y el CJNG, ha sido trasladada a algunos de los países en que se asientan estas organizaciones. El aumento de la violencia relacionada con las drogas en América del Sur y Central ha sido impulsado principalmente por la competencia entre representantes locales de estos dos cárteles.
Como ejemplo, cita un caso de colaboración colombo-mexicana. Integrantes del Cártel de Sinaloa se están estableciendo en Costa Rica y, advierte el documento, utilizan sus habilidades administrativas para ayudar a los grupos colombianos a establecer sus operaciones en el país. Además, los sicarios mexicanos podrían estar detrás de una reciente ola de violencia en Costa Rica, en la que varios traficantes locales han sido asesinados, posiblemente para ser reemplazados por miembros de la alianza colombo-mexicana.
Los cárteles mexicanos también están enviando elementos operativos a países de tránsito para supervisar la logística de los envíos de cocaína. Por ejemplo, cita el documento, en una operación de tráfico en Paraguay en 2021, un representante de Cártel de Sinaloa supervisó un envío de cocaína que un pequeño grupo independiente de logística enviaba desde Perú a lugares de almacenamiento en Paraguay. La cocaína debía enviarse oculta en maquinaria pesada, a través de una empresa de exportación recién establecida, con destino a los Países Bajos.
Detalla el informe que el grupo estaba compuesto por ciudadanos paraguayos y mexicanos. Los paraguayos brindaban servicios logísticos, como garantizar el procesamiento aduanero y los trámites legales de la carga, así como brindar transporte a los mexicanos. Éstos, a su vez, supervisaban los detalles operativos, como el proceso de ocultamiento.
Asimismo, el aumento drástico en las tasas de homicidios en Ecuador está relacionado con la violencia generada por el trasiego de drogas. Ahí también de manera directa intervienen integrantes de los cárteles mexicanos, pues los grupos locales se afilian al Cártel de Sinaloa o al CJNG y reproducen la guerra que viven en México.
En ese país, los cárteles mexicanos controlan algunos corredores del tráfico de drogas, pero los grupos locales comienzan a ocupar más actividades.
El documento consigna que después de 2019, el Cártel de Sinaloa cambió su modus operandi en Ecuador. En lugar de establecer operaciones fijas con una estructura permanente en ese país, envía pequeñas células de logística que “contrata” temporalmente a bandas locales y luego abandona el país.
Según el Global report on cocaine 2023. Local dynamics, global challenges, el mercado de la cocaína en América del Norte cárteles mexicanos controlan los corredores de contrabando en el frontera entre México y Estados Unidos. Asegura que también dominan las rutas de transporte de cocaína al interior de ese país, mediante la alianza con grupos criminales y pandillas callejeras, de quienes también dependen para la distribución a nivel minorista.
Con respecto de Canadá, el documento señala que durante mucho tiempo el tráfico de cocaína estuvo dominado por la mafia italiana (‘Ndrangheta y Cosa Nostra), pandillas de motociclistas como los Ángeles del Infierno y pandillas urbanas. Sin embargo, desde 2013 el grupo Wolfpack tomó el control de esta actividad delictiva.
El Wolfpack, joven generación de delincuentes canadienses, facilitó la entrada de los grupos mexicanos en el mercado de ese país. Hoy, algunas estructuras de los Cárteles de Sinaloa y CJNG se han establecido en Canadá y desempeñan un papel más directo en la importación de cocaína.
Otro caso es el de Australia. Ahí el Cártel de Sinaloa, principalmente, cumplió una década de presencia en el país para introducir metanfetamina cristalina y cocaína. Incluso, colabora con grupos criminales asiáticos (particularmente chinos) que operan rutas de tráfico de drogas en países del Pacífico. También, a veces, entra en disputa con ellos mismos.
El documento señala que el tráfico de drogas a gran escala es realizado por grupos delictivos de tamaño pequeño o mediano a nombre de los grandes cárteles o mafias. Se trata de redes que no necesariamente son parte de la estructura orgánica de los grandes grupos.
Por ejemplo, en Costa Rica sólo los miembros más altos de la jerarquía criminal en ese país pueden pertenecer a una estructura delincuencial estable. Mientras, los niveles bajos son más huidizos, al tiempo que establecen relaciones clientelistas de conveniencia con varios actores.
La mayoría de los grupos de la delincuencia organizada no controlan toda la cadena de suministro de cocaína desde América del Sur hasta los mercados de destino. Por ello, explica el estudio de la Organización de las Naciones Unidas, los grupos de traficantes forman asociaciones de beneficio mutuo para las diferentes etapas del proceso. Estas colaboraciones suelen ser muy dinámicas e inestables.
Por ello, los aliados criminales de ayer pueden convertirse en los enemigos de hoy y viceversa. Como resultado, la competencia por corredores de tráfico o puntos de distribución a menudo genera violencia. En otros casos, sin embargo, los grupos pueden colaborar entre sí en cualquier nivel de la cadena de suministro.
En Guatemala, por ejemplo, se advierte una mayor coordinación entre los traficantes de cocaína en los últimos años. No es raro ver a un potencial comprador mexicano que contacta a un grupo guatemalteco para solicitar una cantidad específica de cocaína. Si el grupo guatemalteco no tiene la cantidad necesaria o la capacidad en el momento, se comunica con otros grupos nacionales para cumplir con el pedido. Esto sugiere un cierto grado de coordinación y respeto por el territorio del otro. Este desarrollo podría ser parte de una estrategia de adaptación por parte de los grupos de la delincuencia organizada que prefieren atraer menos atención de la policía.
Explica que para lograr niveles de confianza, los actores forman alianzas basadas en características compartidas, como etnicidad, parentesco, religión, entorno compartido, proximidad geográfica o social. La confianza se vuelve especialmente relevante en el contexto de un panorama criminal cada vez más fragmentado y la diversidad de nacionalidades involucradas en el tráfico de cocaína.
En ese sentido, señala que los cárteles mexicanos son conocidos por resolver el problema de la confianza colocando a miembros de la familia al frente de las operaciones importantes en el país y en el extranjero. El análisis de las incautaciones de cocaína en Italia muestra que los traficantes tienden a asociarse con personas de un origen étnico similar o del mismo grupo lingüístico.
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