Sabemos que los primeros pobladores de nuestra tierra llegaron aquí hace más de 30 mil años. Las migraciones fueron varias, se sabe que hay en México 14 troncos lingüísticos y de estos surgieron casi 200 lenguas.
Los primeros habitantes fueron nómadas y vivían fundamentalmente de la caza y recolección. En esa época comenzó la especialización en las actividades productivas. Los hombres se dedicaron fundamentalmente a la caza (aunque hubo también mujeres cazadoras) y las mujeres a la recolección. Esto se debe a que las mujeres pasaban tiempo engendrando y cuidando a sus bebés, por lo que eran las encargadas del hogar.
Dentro del clan, el centro de la vida lo desempeñaba la mujer. Dado que dentro del clan se evitaron las relaciones endogámicas, los padres eran personas de otros clanes y al interior de estas familias ampliadas sólo se sabía quiénes eran las madres biológicas, no quienes eran los padres. Los hombres del clan todos eran tíos de los pequeños. En el náhuatl tío se dice tlahtli, y padre tahtli derivado de ese papel que jugaron los tíos. Todas las mujeres eran consideradas “madres”, aunque la niña o niño sabían quién era su madre biológica.
Para la subsistencia del clan, el papel de la mujer era primordial, pues durante miles de años la principal fuente de alimentos fue la recolección que dependía de las mujeres. Así como la preparación de la comida, la confección de vestimentas, la adecuación de espacios para vivir, etc así que se puede hablar que durante decenas de miles de años existió el matriarcado. Con una característica distintiva: la mujer no sometía ni reprimía al hombre sino que se ayudaba de su papel y rol en el clan.
Además la mujer era la médica, arquitecta, educadora, guía espiritual de la comunidad, por eso su papel preponderante. A fuerza de recoger semillas y frutas fue la mujer la que desarrolló la agricultura, lo que permitió abandonar el nomadismo y establecerse en aldeas.
El hecho de que la mujer participaba activamente en la vida productiva, social, política y cultural le daba un lugar importante y no fue marginada durante decenas de miles de años. La fuerza de la mujer dentro del clan era tal que castigaban a los hombres perezosos o nocivos expulsándolos del mismo, y haciendo justicia, por lo que la vida comunitaria era muy fuerte y sólida. El papel de la mujer en todos los avances sociales fue significativo. Esto es importante para tener claro que no es por “naturaleza” la mujer haya sido excluida y sometida en los últimos siglos. Lo natural es que la mujer tenga pleno espacio para su desarrollo y contribución hacia la sociedad.
Muy distintas eran las concepciones en el Anáhuac. A nivel religioso había representaciones (que no diosas) y en el Omeyecan (lugar de la dualidad) donde residía la energía suprema Ometéotl contaban con una dualidad mujer-hombre Omecihuatl (energía femenina) y Ometecutli (energía masculina). No existía un antagonismo entre los géneros. Todavía en tiempos de la invasión europea existían los clanes y es curioso como la energía suprema el Ometéotl (energía dual) era femenina-masculina.
De modo que la mujer ha sido fundamental durante miles de años en nuestras tierras, cientos de años de patriarcado, a partir de la invasión europea, no pueden ocultar los orígenes, ni el valor y grandes contribuciones que han dado a la sociedad las mujeres.
Antes de la invasión española en el Anáhuac la mujer desempeñaba un papel muy importante en la sociedad. Ellas podían ser sacerdotisas (cihua-tlama-casqui), en donde sus funciones eran: organizar los principales ritos, elaborar lienzos y atizar el fuego sagrado. También eran las parteras, curanderas, astrólogas, gobernantes y eran reconocidas dentro de la sociedad, participaban en la agricultura, el comercio, la manufactura y había una asamblea de mujeres. Las ancianas tenían funciones importantes, ya que eran sabias, maduras y serenas.
Las mujeres tenían una participación económica importante, pues intercambiaban en el tianguis productos elaborados o cosechados por ellas mismas, además de animales, producían textiles y trabajos de alfarería.
El género femenino tenía muchos espacios de respeto y la posición social de la mujer en la época prehispánica era de gran dignidad. Su participación política lejos de ser pasiva fue muy destacada. Había incluso asambleas de mujeres.
La situación de la mujer cambió drásticamente con la colonización que comenzó dramáticamente con el genocidio contra mujeres, niñas, niños, y población en general; además de la violación masiva de mujeres y su sometimiento total, por lo tanto se le explotó al máximo.
En la colonia únicamente se instruía a las mujeres de la élite en las labores de cocina, costura, repostería etcétera para que fuesen buenas “amas de casa”, y se dedicaran a asistir a la iglesia. Donde una actividad que sí podían realizar era participar en los coros de las cofradías religiosas; también en ocasiones les enseñaban danza para acompañar al hombre en reuniones sociales, festejos y mitotes. Pero no sólo en la vida familiar o en el trabajo se vivía el control masculino también los espacios públicos que eran controlados por el hombre.
El colonialismo extranjero siempre ha sido un poder que somete a la mujer. Nunca como en esta época de subordinación al Imperio Español, vivió sometido el sexo femenino. Toda propiedad le correspondía al marido. Ahí encontramos el origen principal del actual sometimiento de la mujer en México. Y el triunfo cabal del patriarcado.
Ni siquiera podían escoger libremente a su pareja, los padres le podían imponer el matrimonio con un rico anciano o con un ser detestable. Si la mujer se negaba era encerrada en un convento. Si un novio a quien amaba osaba irlas a rescatarlas de su encierro, eran buscados por la policía y castigados, ella volvía al encierro. Desde el inicio de la invasión española fue sometida y sujeta. Ultrajada, marginada. Y el patriarcado las separó de las principales funciones sociales. A pesar de todo la lucha de la mujer mexicana durante la colonia fue constante, tenaz, sutil y valiente. Y se efectuaba de 1 mil modos.
Fue de hecho una mujer la que se adelantó a Hidalgo, Morelos y Guerrero en la abolición de la esclavitud. Tecuixpo Ixkaxochitl, más conocida como Isabel Moctezuma desde 1550 escribió en su testamento:
“Dispongo, pues sé que he de morir, que todos mis esclavos y esclavas naturales del país devengan personas libres, pues yo siempre los he considerado así.”
Las mujeres de conocimientos y que eran activas, creativas, curiosas o rebeldes frecuentemente eran acusadas ante la Inquisición y sufrían largos años en tétricas cárceles y algunas eran quemadas vivas en la plaza pública. O les hacían vestir un sanbenito para escárnio público.
A pesar de que las mujeres de la Nueva España pocas veces podían acceder a la educación y a conocimientos que les estaban vedados, hubo en muchas el interés y buscaron oportunidad de educarse y conocer, ya cercana la Independencia, todo tipo de literatura incluyendo también las obras de la ilustración, que eran libros muy prohibidos por la siniestra inquisición española. Por dar un ejemplo. Allá en Patzcuaro, Gertrudis Bocanegra siempre inteligente y valiente fue lectora de los principales autores y comulgó con el pensamiento liberal de Voltaire y Rousseau.
El mejor ejemplo del afán femenino de conocimiento, lo tenemos en Sor Juana Inés de la Cruz. Que fue una niña sencilla que vivió en Amecameca, también estuvo en Yecapixtla, Nepantla y en Panoaya donde su abuelo tenía tierras, allí Juana aprendió náhuatl con los indios de la región que en las tierras del abuelo sembraban trigo y maíz.
A los 3 años aprendió a leer y escribir, tras que su hermana mayor le enseñó a escondidas de su mamá quien como todas las mujeres de su época no sabía leer y escribir. Se enamoró de la lectura y devoró toda la biblioteca de su abuelo Pedro Ramírez. Al mismo tiempo convivió con esclavos negros, peones indígenas, campesinos mestizos y de dio cuenta de la discriminación existente, que siempre repudió. De muy niña asistió a la modesta escuela rural “La Amiga” y pronto se distinguió por su aplicación.
En 1660 su afición al conocimiento, la traslada a la ciudad a vivir con unos parientes. Aprendió todo cuanto era conocido en su época, es decir, leyó a los clásicos griegos y romanos, así como, teología del momento. Su afán por saber era tal que intentó convencer a su madre de que la enviase a la Universidad disfrazada de hombre, puesto que las mujeres no podían acceder a esta. Ella contaba que, al estudiar una lección, cortaba un pedazo de su propio cabello si no la había aprendido correctamente, pues no le parecía bien que la cabeza estuviese cubierta de hermosuras si carecía de ideas.
Así se forjó a sí misma esta extraordinaria mujer y poeta, astrónoma, música, gastrónoma, filósofa. En el momento clave, la mujer mexicana jugó un papel relevante en la lucha por la independencia de México. Desempeñando en todo momento un papel clave; muchas fueron las grandes heroínas: Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, Gertrudis Bocanegra.
Hubo muchas otras mujeres impulsoras de la soberanía nacional: Carmen Camacho, María Josefa Huerta y Escalante, Rafaela López Aguado de López Rayón, María Josefa Martínez Navarrete, María Josefa Natera, María Ubalda Sánchez, Mariana Rodríguez del Toro, Ana Villegas y muchas, muchísimas otras patriotas que se entregaron a la lucha por la liberación.
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