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El reto de la clase obrera: organizarse por sus derechos

Publicado por
Pablo Moctezuma Barragán

Cada ser humano tiene los mismos derechos, y el Estado debe garantizarlos. La Constitución Política de la República Mexicana fue aprobada en 1917. En aquel entonces, era la más avanzada del mundo.

Es importante para los trabajadores defender sus derechos laborales enunciados en el Artículo 123. Esta conquista fue producto de décadas de lucha (entre fines del siglo XIX y principios del XX) y de una revolución en nuestro país.

El mismo dice, entre otras cosas, que toda persona tiene derecho al trabajo digno y socialmente útil. Por ello, se promoverán la creación de empleos, y la duración de la jornada máxima será de ocho horas. Cada semana, se gozará de un día de descanso. A trabajo igual; salario igual.

Según este artículo constitucional, los empresarios son responsables de los accidentes de trabajo y enfermedades profesionales. Los empleados tienen el derecho de huelga, y pueden coaligarse y formar sindicatos.

Está prohibido despedir a trabajadores por participar en un sindicato o en una manifestación. La jornada nocturna es de siete horas. Asimismo, los jóvenes menores de 16 años de edad sólo laborarán seis. Las personas tienen derecho a las prestaciones de ley.

Además, en el mismo artículo dice que las mujeres embarazadas no podrán ser despedidas y deben ser apoyadas; el salario debe satisfacer necesidades básicas, y existe el derecho a la participación en las utilidades, a la asistencia médica, a la vivienda digna e higiénica.

Después de la Revolución, los propios trabajadores organizados en sindicatos dieron grandes luchas para que la letra escrita se convirtiera en una realidad. Lograron avances parciales, pero significativos.

A partir de la década de 1980, el neoliberalismo comenzó a minar esos derechos. Terminó destrozándolos como nunca. El salario de 1976 se derrumbó hasta convertirse, con el PRIAN, en sólo una cuarta parte de su poder adquisitivo.

Hoy por hoy, los trabajadores luchan por trabajo digno, permanente y bien remunerado; por garantizar efectivamente los derechos; la organización laboral, y que no se criminalice a los movimientos; de esta manera, lograr un nivel de vida satisfactorio para ellos y sus familias. Sin embargo, se han sufrido décadas de profundo retroceso.

FOTO: ILSE HUESCA /CUARTOSCURO.COM

De la riqueza producida en 1976, el 43 por ciento es del capital, y el 41 por ciento, el trabajo. Durante el neoliberalismo, se desató una brutal ofensiva contra la clase obrera y sus sindicatos. Esto ha llevado a extremar la desigualdad. Ya en 2023, el 66 por ciento es para el capital, y apenas el 27 por ciento para el trabajo (Héctor Torres González, marzo de 2024).

A nivel laboral, se vive una crisis, cuyo reflejo es que de los más de 80 millones de mexicanos que están en edad y condiciones de trabajar, sólo 60 millones tienen o buscan un empleo. Ésta es la Población Económica Activa (PEA), de la cual alrededor de 40 millones vive de su salario, propinas o comisiones.

Y la desigualdad que sufren las mujeres es patética. Del total de la población ocupada en el primer semestre del año actual, 35 millones fueron hombres, y 24 millones mujeres, señala Andrés Peñaloza Méndez (SIC.mx, septiembre de 2024).

La mayoría, alrededor de 33 millones, trabajan en la informalidad. Sólo alrededor de 24 millones tienen un empleo formal, y no todos con una base que les dé estabilidad y permanencia en su puesto, además de no contar con las prestaciones de ley.

Cientos de miles de trabajadores son clasificados como “emprendedores”. Éste es el caso de trabajadores por aplicaciones o a quienes clasifican como “prestadores de servicios” o “trabajadores de confianza”.

De acuerdo con información de la plataforma Indicadores y Estadísticas de la Reforma Laboral (Inderlab), el número de trabajadores asalariados pasó de 19 millones 764 mil 840 a 22 millones 839 mil 786; y más del 70 por ciento tienen contratos como personal de confianza en su empleo formal (El Economista, agosto de 2024).

Tenemos derecho de coaligarnos en sindicatos. Éstos son la unión de los trabajadores en defensa de sus derechos. Obligan a los patrones a respetar la ley, pero en México, apenas el 12.7 por ciento de las personas con un trabajo subordinado están sindicalizadas; poco más de una de cada 10.

Eso quiere decir que, aproximadamente, el 87 por ciento no cuenta con la estabilidad y seguridad laboral que le otorga un contrato colectivo de trabajo (CCT), ni la protección de un sindicato (El Economista, mayo de 2024).

La mayoría de los trabajadores no tienen sus derechos garantizados. Según Andrés Peñaloza, las personas sin prestaciones laborales suman 13 millones 774 mil (el 33.6 por ciento). Asimismo, 17 millones 496 mil (el 42.6 por ciento) laboran contrato escrito; es decir, en condiciones de extrema precariedad y a menudo de forma fluctuante (SIC.mx, septiembre de 2024).

Además, es urgente la recuperación del salario en México, porque falta mucho para subsanar lo perdido. Ya se han dado pasos: el salario mínimo se ha incrementado 110 por ciento entre 2018-2024. Hoy, suma 249 pesos diarios, casi 7 mil 500 pesos al mes.

El último aumento al salario mínimo aprobado por la Consami fue del 20 por ciento. A pesar de ello, 29 millones de personas ganan menos de 15 mil pesos. Esto significa que están debajo del nivel de la pobreza, pues se calcula que esa es la cantidad mínima para cubrir las necesidades básicas de un hogar promedio.

FOTO: MARIO JASSO/CUARTOSCURO.COM

Mientras que, por otra parte, los salarios contractuales no han ganado gran poder adquisitivo y han estado sujetos a topes. Los informes oficiales de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social (STPS) informaron que, luego de que el producto interno bruto (PIB) se derrumbó en -8.5 por ciento durante la pandemia de la Covid-19, los mismos cayeron en -0.94 por ciento en 2021.

Al finalizar el primer semestre de 2024, las revisiones salariales del personal sindicalizado acumularon 18 meses con saldos positivos en términos reales. De igual manera, alcanzaron una cifra histórica para un período de enero-junio. Aun así, en el sexenio, el aumento de los salarios contractuales ronda en el 3.66 por ciento (El Economista, julio de 2024). Esto significa un muy magro aumento, y aún es lo que se ganaba en promedio en el 2000, en términos reales.

La clase obrera ha de recuperar lo que le ha sido arrebatado en los últimos 45 años. Históricamente, todo avance se ha logrado con lucha y organización. Ha sido el movimiento obrero el que ha ido arrancado a la patronal cada uno de sus derechos.

A finales del siglo XIX, se pugnó por la asociación para enfrentar la explotadora época porfirista. También, se resistieron a las condiciones degradantes, las cuales impuso la dictadura aliada a la oligarquía y a inversionistas extranjeros.

Al iniciar el siglo XX, se comenzó a pugnar por la agrupación en sindicatos. La luchas de los obreros de Cananea y Río Blanco en 1906 y 1907 fueron la chispa que encendió la Revolución Mexicana.

De ésta, surgió la Constitución de 1917 y el artículo 123, donde se estableció el derecho a huelga, de coalición y se reconocieron garantías laborales, las cuales servirían de base a la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

En la segunda década, fue ejemplar la lucha de los electricistas que fundaron el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) en 1914. Los trabajadores petroleros eran hostigados al grado de atentar contra la vida de los mismos. Al año siguiente, se formó la Unión de Petroleros Mexicanos en Veracruz.

Así empezaron la huelga y lograron triunfos. Más manifestaciones estallaron en 1916, 1917, 1918 en Veracruz y Tamaulipas, las cuales fueron reprimidas. Sin embargo, hubo diversos movimientos de tranviarios y otros.

Los ferrocarrileros comenzaron a movilizarse de 1909 a 1914, en pos de la “mexicanización” de los Ferrocarriles Nacionales de México. En 1926, se forma el Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana. En 1936, se formó el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana, cuya huelga de 1937 llevó a la expropiación petrolera.

En la década de 1930, se lograron levantar grandes sindicatos nacionales de industria. También, se generó el corporativismo, con el cual el movimiento obrero perdió su autonomía y se instauró “el charrismo sindical”. La tasa de sindicalización pasó del 5.5 por ciento en 1930 a 11.3 por ciento en 1960 (Iglesias Severo).

La lucha ha sido constante. En la década de 1950, se movilizaron los ferrocarrileros, petroleros, maestros. Una década después, la lucha de los médicos, y en la siguiente se desarrolla un gran movimiento de insurgencia sindical. Igualmente, se reactiva el movimiento ferrocarrilero con el Movimiento Sindical Ferrocarrilero que dirigía Demetrio Vallejo.

De igual manera, se destaca la tendencia democrática de los electricistas, el Sindicato del Hierro y el Acero, Ayotla Textil. El movimiento obrero industrial desarrolló muchas acciones en el Distrito Federal, Estado de México, Monterrey, Veracruz, Chihuahua y otros estados de la República.

Estos movimientos llevaron a conquistar los derechos. En 1976, el poder adquisitivo del salario fue de cuatro a cinco veces mayor que en el período neoliberal del PRIAN.

Para superar esta etapa neoliberal, hace falta que el movimiento obrero se reactive y desarrolle una insurgencia adecuada a la etapa actual con sus cambios y adaptaciones.

Con el fin de lograr la unión y la organización de los trabajadores, es preciso entender que los movimientos sociales deben proteger su autonomía y romper con el viejo corporativismo. Asimismo, tienen que apoyarse en las propias fuerzas e iniciativas.

Nada se puede esperar de “dádivas” de arriba si no se genera la lucha desde cada uno de los centros de trabajo, en cada localidad, ciudad y región del país. La clase obrera tiene una gran tarea por delante.

En el neoliberalismo, fueron desmantelados y controlados los sindicatos. También, se dispersó a la clase obrera con un programa de vivienda de Infonavit.

Les fueron vendidos departamentos en lugares recónditos, lejos de sus zonas de trabajo. Esto les quitó la posibilidad de reunirse y organizarse, además se implementó la rotación de turnos para desquiciar los tiempos de los trabajadores y los momentos, en los cuales podían realizar actividades personales o colectivas en defensa de sus intereses.

El salario y el empleo se deterioraron. Cada persona debe dedicarse a tratar de sobrevivir, con dos o más “chambas”. Además, se ven obligados a realizar recorridos lejanos, los cuales sólo les dejan tiempo para dormir y, en algún momento libre, encender el televisor o la radio, o entretenerse con información banal en las redes sociales.

Hoy, la mayoría de los derechos laborales, de una u otra forma, están ausentes para la mayoría de los trabajadores. Aun así, la clase obrera, por necesidad y convicción, está en la ruta de encontrar las formas modernas de llevar adelante su lucha, con creatividad y adecuándose a la situación y a las condiciones actuales.

El inicio de la transformación debe ser el inicio de la lucha del movimiento obrero autónomo, democrático y moderno, el cual adopte las formas, métodos, tácticas y estrategias adecuadas a la segunda década del segundo milenio.

El futuro es de los pueblos. En particular, le pertenece a aquellos que crean la riqueza. Los obreros deben empoderarse y establecer una sociedad justa y equitativa.

Para ello, es indispensable que reflexionemos que no nos quiten la capacidad de pensar, de estudiar y tomar conciencia en la acción. Hoy como nunca el reto de la clase obrera es organizarse por sus derechos. Sólo así podrá ser posible garantizarlos para bien de sus familias, de la sociedad, de México.

Pablo Moctezuma Barragán*

*Doctor en estudios urbanos, politólogo, historiador y militante social

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