Kuala Lumpur, Malasia. El Banco Mundial prevé que la desaceleración económica internacional será la peor en más de cuatro décadas. Esto obedece a las políticas macroeconómicas y geopolíticas contractivas de las poderosas naciones occidentales.
Según el último informe, el crecimiento económico mundial será más débil a finales de 2024. Sólo la fortaleza de la economía estadunidense evitará estadísticamente una recesión mundial.
Se proyectaba que el crecimiento económico mundial se ralentizará hasta 2.4 por ciento en este año. Sin embargo, incluso el Banco Mundial, controlado por Estados Unidos, reconoce que las crecientes tensiones geopolíticas son la principal amenaza para su comportamiento.
Las perspectivas a mediano plazo para la mayoría de las economías del Sur en desarrollo han empeorado debido a la ralentización del crecimiento en la mayoría de las principales y grandes economías.
Esta situación se ha visto agravada por el endurecimiento de la política monetaria y crediticia, así como por la atonía del comercio y el crecimiento de la inversión.
Este año sería el tercero consecutivo de ralentización económica, debido al endurecimiento de las políticas monetarias, las cuales deberían frenar la inflación. Los bancos centrales están obsesionados con situar la inflación por debajo de su objetivo del 2 por ciento endureciendo el crédito.
Se esperaba que el crecimiento mundial se ralentizará de 2.6 por ciento en 2023 a 2.4 por ciento en 2024, muy por debajo de la media de la década de 2010. Las economías en desarrollo sólo crecerían 3.9 por ciento en 2024, más de un punto porcentual por debajo de la media de la década anterior.
El economista jefe del Banco Mundial, Indermit Gill, ya mostró su temor de que el crecimiento a corto plazo seguirá siendo débil, lo que dejará a muchos países en desarrollo –especialmente a los más pobres– atrapados con niveles de deuda paralizantes y un acceso tenue a los alimentos para casi una de cada tres personas”.
La institución financiera multilateral prevé que las economías industrializadas se ralenticen, mientras la mayoría de las economías en desarrollo fuera de Asia se recuperen.
Asimismo, reconoce unas perspectivas precarias para las economías en desarrollo vulnerables, a causa de que los costes de financiación de la deuda se proyectan mucho más elevados.
A finales de 2023, el Banco preveía que la situación empeoraría debido a la invasión de Gaza; las presiones relacionadas con el mercado de materias primas; las tensiones financieras; el mayor endeudamiento; el aumento de los costes de los préstamos; la persistente inflación; la débil recuperación de China; las perturbaciones comerciales, y los desastres climáticos.
La falta de voluntad de Estados Unidos para mediar en un alto el fuego en Ucrania, detener la masacre de Gaza o la militarización del Mar de China Meridional ha empeorado los riesgos geopolíticos y las perspectivas de recuperación. Al mismo tiempo, ha desviado más recursos para la guerra.
Las tensiones financieras y la subida de los tipos de interés han exacerbado la inflación y el estancamiento. Mientras tanto, la nueva Guerra Fría ha frenado el crecimiento en China, y en gran parte de Asia, al empeorar la llamada “fragmentación comercial” y el recalentamiento global.
El Banco insta a la cooperación multilateral para aliviar la deuda –en especial de los países más pobres–, hacer frente al calentamiento global, permitir la transición energética, reactivar la integración comercial, hacer frente al cambio climático y reducir la inseguridad alimentaria.
La economía mundial ha perdido 3 billones 300 millones de dólares desde 2020. Sin embargo, en lugar de fortalecer la recuperación de los países en desarrollo, sigue instando a la austeridad fiscal y la llamada financiarización.
Una cuarta parte del Sur global y dos quintas partes de los países de renta baja estarían peor en 2024 que en 2019, antes del estallido de la pandemia de la Covid-19. Con un espacio fiscal restringido, las naciones en desarrollo con mala calificación crediticia están condenadas.
Dado que se prevé que las economías ricas se desaceleren de 1.5 por ciento del año pasado a 1.2 por ciento en 2024, la demanda de productos primarios se reducirá aún más.
A diferencia de otras proyecciones sombrías, el Banco preveía que los países de renta baja crecerían 5.5 por ciento en 2024.
Sin embargo, en lugar de dar prioridad a la recuperación económica, los ministros de finanzas y los gobernadores de los bancos centrales acordaron continuar con políticas, las cuales empeoran la situación al suprimir la demanda. Además, ignoran las “perturbaciones de la oferta” responsables de la inflación.
Durante décadas, las instituciones de Bretton Woods –instaladas en Washington– instaron a las economías en desarrollo a ser mucho más abiertas y orientadas al mercado. Como era de esperar, el Sur global se enfrenta ahora a problemas debidos a las anteriores políticas procíclicas.
El informe aconseja a los exportadores de materias primas –dos tercios de las naciones en desarrollo– cómo hacer frente a las fluctuaciones de precios.
Al romper con los consejos anteriores, el Banco pide un marco de política fiscal más anticíclico.
En las últimas décadas, las políticas fiscales han sido a menudo procíclicas; agravan las crisis. El Banco constató que la política fiscal en los países exportadores de materias primas es 30 por ciento más procíclica, y 40 por ciento más volátil que en otras economías en desarrollo.
Sostiene que las políticas fiscales de los exportadores de materias primas han empeorado las vicisitudes de los precios. Estima que cuando el aumento de los precios de las materias primas favorece el crecimiento, el incremento del gasto público puede impulsar el crecimiento en una quinta parte adicional.
La mayor prociclicidad y volatilidad de la política fiscal amplifica los ciclos económicos. Esto perjudica el crecimiento económico de las economías en desarrollo exportadoras de materias primas.
El Banco afirma que debería abordarse con “un marco fiscal que ayude a disciplinar el gasto público, adoptando regímenes de tipo de cambio flexibles y evitando restricciones a la circulación de capitales internacionales”.
El informe afirma que estas medidas ayudarán a las economías en desarrollo exportadoras de productos básicos a impulsar el crecimiento por persona en torno a 0.2 por ciento anual.
Tergiversando las correlaciones estadísticas, el Banco insta a suavizar las restricciones a los flujos financieros internacionales. Alega que “ayudaría a reducir tanto la prociclicidad fiscal como la volatilidad fiscal”.
Haciendo caso omiso de las experiencias de los países en desarrollo, insta a la adopción de “regímenes de tipo de cambio –ausencia de– restricciones a los flujos financieros transfronterizos y… normas fiscales” de las economías desarrolladas como parte de un”firme compromiso con la disciplina fiscal”.
El informe ignora la abrumadora evidencia de que la austeridad fiscal y la apertura de la cuenta de capital exacerban la prociclicidad y la volatilidad.
Evidentemente, los consejos del Banco no han cambiado mucho desde la década de 1980, cuando tales recomendaciones políticas empeoraron las llamadas décadas perdidas de América Latina y África.
Jomo Kwame Sundaram/Inter Press Service (IPS)*
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