Tel Aviv, Israel. El 19 de octubre pasado, la tesis doctoral del estudiante mexicano Alejandro Jiménez Sánchez fue premiada como la mejor del año en el Instituto de Investigación sobre el Cáncer de Cambridge, en Reino Unido. En su trabajo doctoral, el becario del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología estudió la forma en que el sistema inmunológico reconoce como amenaza las células de un tumor canceroso y las combate.
En entrevista con Contralínea, el joven explica estas aportaciones científicas a la inmunoterapia en tumores ováricos, una nueva forma de tratar el cáncer en general, que se basa en la capacidad del propio sistema inmune para detener la enfermedad.
“Las opciones en cáncer de ovario avanzado son: cirugía o quimioterapia. Así ha sido desde más de 10 años, y la cuestión es si podemos utilizar otro tipo de tratamiento. La inmunoterapia está teniendo muy buenos resultados en melanoma metastásico, en cáncer de pulmón y en otros tipos tumorales, pero en cáncer de ovario todavía no. Es decir, se han hecho pruebas, pero es muy poca la respuesta que hay a la inmunoterapia que funciona en otros tipos tumorales. Precisamente por eso estamos buscando qué mecanismos tumorales podrían ser blancos terapéuticos. Con los estudios que hicimos, estamos proponiendo dar quimioterapia e inmunoterapia. Esos estudios se están realizando en Nueva York en este momento.”
El joven científico reseña sus avances. “En mi doctorado estuve trabajando en el microambiente tumoral en cáncer de ovario, principalmente. Fueron tres grandes proyectos y el primero fue el estudio de una paciente que tenía metástasis de ovario, entre otras metástasis [que presentaba]. Lo interesante de esta paciente, a diferencia de muchas otras, es que en el momento que empezamos el estudio ya había sobrevivido 9 años. Ahora, afortunadamente, sigue con vida.”
El doctor Jiménez Sánchez narra cómo se involucró en este proyecto, en colaboración con Alex Snyder, en el Memorial Sloan Kettering Cancer Center en Nueva York. “Unos médicos observaron que algunas de sus metástasis [de la paciente] estaban disminuyendo y otras estaban creciendo en diferentes sitios al mismo tiempo. Por razones clínicas, le hicieron una cirugía y removieron estos tumores. Ahí fue donde empezó el estudio porque la pregunta básica fue: ¿qué es lo que estaba generando esta diferencia en el crecimiento de tumores en una [misma] paciente?”
Agrega que podrían haber muchas explicaciones a ese fenómeno clínico, por ejemplo que se tratara de un caso de mutaciones o que algunas células se vuelven resistentes a terapia.
Alexandra Snyder –oncóloga especializada en cánceres ginecológicos, incluidos el de ovario, de cuello uterino y el de endometrio– contactó al tutor del científico mexicano, Martin Miller, quien había trabajado previamente en Nueva York.
“Y ya fue que empecé a hacer el análisis de los datos de estos tumores. Lo que encontramos después de hacer un análisis exhaustivo de diferentes posibilidades es que los tumores que estaban disminuyendo eran reconocidos por el sistema inmune de la paciente. Mientras que los tumores que seguían creciendo no tenían infiltrado inmune.”
Otros hallazgos, indica, fueron ciertas asociaciones moleculares que otros grupos han observado como importantes para evitar el infiltrado inmune. Ese primer estudio y sus resultados fueron publicados, agrega.
“Posteriormente continuamos investigando en cáncer ovario. Tratamos de corroborar la coexistencia de microambientes tumorales: utilizamos datos de pacientes que no habían sido tratadas y llegaban a la clínica y se les hacía una cirugía. Lo que encontramos fue una heterogeneidad, es decir, tumores que tienen un microambiente tumoral donde hay sistema inmune infiltrando el tumor y otros que no. Corroboramos los mismos mecanismos moleculares que detectamos en la paciente anterior.”
Adicionalmente, explica el científico, estudiaron otro grupo de pacientes en el que pudieron observar el efecto de la quimioterapia en el microambiente tumoral. “Lo que encontramos fue que la quimioterapia induce un microambiente tumoral inmunogénico, lo cual es importante en este momento porque el cáncer de ovario no solamente tiene aprobado por la FDA [agencia de Administración de Alimentos y Medicamentos estadunidense] quimioterapia psicotóxica (que es básicamente un tipo de terapia que trata de aniquilar rápidamente a las células tumorales), pero el 90 por ciento de las veces las pacientes recaen y terminan falleciendo por metástasis”.
Alejandro Jiménez detalla que el tercer proyecto derivado de estos estudios que realizó fue el desarrollo de un método computacional que utiliza otros métodos computacionales que busca predecir qué cantidad de células del sistema inmune y otros tipos de células normales no cancerosas –como los fibroblastos– se encuentran presentes en el microambiente tumoral, y que son las células que tienen mayor interés científico.
Sencillo y cordial, Alejandro Jiménez habla de cómo se apasionó con la ciencia, del premio que recién recibió y del esfuerzo que ha implicado estudiar en el extranjero.
—¿Cómo te sientes con este reconocimiento internacional?
—Me da gusto porque la gente en México está muy contenta con este premio. En lo personal no siento algo diferente, porque el trabajo es el mismo: con o sin premio, lo que me apasiona es el trabajo que estoy haciendo y el tratar de encontrar estos resultados para ayudar a la ciencia a avanzar en los tratamientos contra el cáncer. Finalmente, es un gusto saber que la gente en México está contenta: es una manera en que podemos mostrar que realmente no hay ninguna diferencia entre nosotros y otras personas en el mundo. Podemos hacer trabajos de igual o mayor calidad que cualquiera.
—¿Cómo un joven mexicano logra entrar a Cambridge y ganar el primer premio en su tesis doctoral?
—Es una larga historia. Realmente nunca lo había pensado seriamente. Es una cadena de tener buena suerte y también de trabajar duro todo el tiempo. Entré a la UNAM [Universidad Nacional Autónoma de México] y para mí era algo grande. Fue como un primer éxito. Entré en la licenciatura en biología, después me cambié a la licenciatura en investigación biomédica básica, que igualmente fue un gran éxito personal porque yo quería estudiar biología molecular y biomedicina.
“En la carrera [pues] es trabajar en los proyectos, sacar buenas calificaciones y seguir estudiando. Empecé a ir a algunos congresos en el extranjero y ahí fue cuando me di cuenta de la idea que yo tenía de otras personas en el extranjero: pensaba que son mejores o tienen mejor nivel. Fue como me empecé a dar cuenta de que no.”
El doctor Alejandro Jiménez recuerda que fue entonces cuando decidió estudiar en el extranjero, específicamente una maestría en el Reino Unido, en biología computacional para complementar sus estudios experimentales de licenciatura.
“Apliqué al Conacyt [la beca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología], a Universidad de York. Estudié una maestría de 1 año en biología computacional. En ese año, empecé a ver programas de doctorado y fue que a mitad de la maestría fui a hacer una entrevista a Cambridge y a otros lugares. Afortunadamente, fue muy positivo en la mayoría de mis entrevistas. Fui aceptado en Cambridge, entré a hacer mi doctorado y nuevamente es la idea de que: estoy en Cambridge, seguramente, todos aquí son Premios Nobel y sí hay gente muy inteligente, pero todos somos humanos e iguales, Yy me di cuenta de que yo también podía echarle ganas.”
Para Jiménez, lo que se requiere es una mezcla de esfuerzo y sacrificio. Respecto del premio, narra que la idea de ingresar al concurso fue de su tutor: “No tenía ni idea de buscar el premio, simplemente fue consecuencia de mi trabajo. Seleccionaron la tesis; fui seleccionado como uno de los tres candidatos. Fui a dar una plática y me dijeron: ‘tú eres el ganador de premio’”.
—¿Dónde creciste? ¿Dónde estudiaste?
—Nací en Tlalnepantla de Baz, Estado de México. Estudié la primaria y secundaria en el Instituto Ellen Key. Son buenos recuerdos que tuve en esa escuela.
—¿Siempre fuiste estudiante destacado?
—Me cuesta trabajo decirlo, pero digamos que sí. Me gustaba sacar buenas calificaciones. Me gustaba la escuela, me gustaba estudiar y lo disfrutaba.
—¿Materia favorita?
—Cambiaba durante el tiempo. En cuarto grado no me gustaba la historia, pero después conocí a un profesor tan apasionado de la historia que hizo que me gustara. De hecho, fui a un concurso que me mandó el profesor José Manuel sobre historia de México. Me gustaba estudiar, hacer mis tareas, sacar buenas calificaciones.
—¿En qué momento nace tu interés por la ciencia?
—Eso nace desde cuando estaba pequeño, pues mi papá es aficionado de la astronomía y siempre me hablaba de las estrellas, de los planetas, de la Constelación de Orión. Y por mi admiración a mi papá dije que quería ser astronauta. Le pregunté qué se estudiaba para ser astronauta y me dijo: “tienes que ser científico”. Y me quedé con eso: tengo que ser científico. De hecho, el momento en el que empecé a decidirme más hacia la ciencia fue en la preparatoria. Hice un examen de perfil profesional y salió humanidades, filosofía y ciencia. La razón por la que decidí ciencia fue porque filosofía y humanidades me gustan pero también puedo leerlo. Sin embargo, meterme a un laboratorio, eso no puedo hacerlo de hobbie. Además me gustaba mucho la biología y la química.
—¿Cuál es tu opinión de la educación en México?
—Depende del nivel del que hablemos. De la universidad no siento que haya una gran diferencia con respecto al entendimiento y razonamiento: tenemos la misma capacidad que cualquier otra persona. Aunque hay una dificultad en la ciencia, pues hay que hablar inglés y comunicarse en inglés. Eso es muy importante. Es básico.
“En Inglaterra todo es más rápido: la licenciatura es de 3 años, la maestría es de 1 año y el doctorado es de 3 años. Entonces, las personas terminan muy rápido y no veo que estén menos preparados. En México es más tardado. Son diferentes sistemas, pero la capacidad es igual.”
—¿Qué opinas del nivel académico de la UNAM?
—Estuve 1 año en biología en la FES [Facultad de Estudios Superiores] Iztacala y 4 años en biomédicas, sí noto una diferencia entre esas dos por la falta de recursos en Iztacala para las prácticas, pero también conozco a gente de allí que se vienen aquí o van a Cambridge, o sea, es igual. Son diferentes recursos, uno los toma y sale adelante. En Biomédicas hay un gran apoyo porque tenemos proyectos cada año en laboratorios de investigación. No son prácticas de laboratorio, es un proyecto que tú tienes que realizar y eso siento que nos da una visión diferente de cómo hacer ciencia.
—¿Consideras que el gobierno mexicano apoya adecuadamente a los jóvenes investigadores como tú?
—En México la ciencia se debería apoyar más: las becas podrían ser mejores. El dinero que el gobierno invierte en la ciencia comparado con otros países no es ni cercano. Podría ser mejor. No sólo en ciencia, sino en educación en general. Pienso que la sociedad puede cambiar si la educación se mejora y si se invierte más en educación. Va desde mejorar estudios en primaria, secundaria, etcétera, hasta apoyar más la investigación.
—¿Cómo está la situación en México?
—No ha habido mucho cambio comparado de cuando estaba allá. Ha disminuido el apoyo a la ciencia. Yo creo que puede ser mucho mejor. La capacidad en México existe, pero yo creo que la situación es complicada por la inseguridad, porque no hay apoyo suficiente a muchos lugares fuera de la Ciudad de México. Por ejemplo, en el Limón, Michoacán, no hay un hospital cerca.
“La situación se puede mejorar, mejorando la educación, ayudando en cuestiones básicas como hospitales, alimento. Con eso se van a crear más oportunidades de trabajo.”
—¿Piensas quedarte en el extranjero o vas a regresar a México?
—Ahora voy a hacer un posdoctorado en Nueva York. Tengo ya esa oferta. Yo tengo abiertas todas las posibilidades: si hay la oportunidad de regresar a México y hay apoyo, una oferta de trabajo interesante, no lo descarto. El campo laboral en México está complicado y si hay otras oportunidades en el extranjero tampoco las descarto. En ese sentido, apoyar al país está en mis planes y regresar a México no es la única manera: tener un laboratorio en el extranjero es otra. Se debería fomentar que los investigadores que estamos en el extranjero que ya tienen un laboratorio tengan una comunicación con el Conacyt, en las que los estudiantes pudieran ir a hacer estancias de investigación, mejorar el idioma inglés, tener experiencia, darse cuenta de lo que es estar en un ambiente diferente en otro país, cómo hacer investigación allá. Eso abre tu mente. Creo que hay muchas opciones y estoy abierto a todas ellas, siempre teniendo en cuenta el objetivo común: mejorar [el conocimiento de] cómo funciona el cáncer y tratarlo.
—¿Qué estás haciendo en el instituto Weizmann?
—Vine aquí por una beca en la que hay un apoyo en el intercambio entre Reino Unido y Medio Oriente. Apliqué, tenía una colaboración con una doctora aquí y también tenía interés de venir con un investigador. Les escribí y me dijeron que podía venir. Propusimos un proyecto y me dieron la beca para hacer esa estancia de investigación. Finalmente se desarrollaron dos: uno de ellos es una continuación de este método computacional en el que estamos tratando de hacer el mismo análisis de predecir las células inmunes, pero en lugar de hacerlo en tumores de humano, es en tumores de ratón. Este método computacional podría ayudar a los investigadores a predecir qué células inmunes hay en los tumores que están analizando.
“El otro es un proyecto de cáncer de ovario en el que estamos analizando células únicas, en donde se toma el tejido, se separan las células individualmente y luego se hace una secuenciación de los genes que se están expresando. Esto es para ver cuáles son los diferentes programas de expresión en las células y en los diferentes tejidos en los que se encuentran esos tumores.”
—¿Qué mensaje le mandas a los mexicanos?
—Primero, agradecer que a la gente le dé gusto. No esperaba esta reacción. Yo no soy diferente a nadie: soy de Tlalnepantla, estudié en la UNAM y después me fui a hacer estudios en el extranjero. Soy exactamente igual que todos en México, de tal forma que todos en México podemos tener este tipo de logros. Espero que esto no sea sólo una cosa extraña, sino que estimule a que nuestros compatriotas se sigan preparando y estudien duro. Un estereotipo de los mexicanos en el extranjero es que trabajamos mucho y muy duro. Debemos tomar esa característica que tenemos y seguir trabajando todos y darnos cuenta que podemos salir adelante. Simplemente, mejorar nuestra educación y no solamente decir: “no tenemos esto o aquello”. Buscar con los recursos que tenemos y salir adelante cada uno de nosotros y apoyarnos unos a otros de la manera que podamos.
Héctor Badillo/corresponsal
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