Moscú, Rusia. El 10 de febrero de 2023 se hizo público el Concepto Conjunto para la Competencia de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos. El documento salió a la luz bajo los auspicios del Estado Mayor Conjunto y fue firmado por su jefe, el general Mark Milley. Pertenece al campo de la doctrina y no está clasificado, es decir, el nivel de mando del Pentágono ya lo ha leído, y ahora se hace público.
La idea básica de este concepto es que “Las fuerzas combinadas han ampliado su pensamiento competitivo y sus enfoques competitivos. Una Fuerza Conjunta con mentalidad competitiva considerará la competición estratégica como un complejo conjunto de interacciones en las que la Fuerza Conjunta contribuye al esfuerzo más amplio del gobierno de Estados Unidos para ganar influencia, ventaja y apalancamiento sobre otros actores y, en última instancia, conseguir resultados estratégicos favorables. Junto con sus socios interagencias, la Fuerza Conjunta puede crear oportunidades competitivas utilizando las capacidades militares para sondear de forma proactiva los sistemas adversarios con el fin de identificar vulnerabilidades; establecer comportamientos que la Fuerza Conjunta pueda utilizar en una crisis para ocultar las intenciones de Estados Unidos hasta que sea demasiado tarde para responder de forma eficaz; desplazar la competición hacia áreas en las que Estados Unidos pueda utilizar sus ventajas, su influencia y su iniciativa”.
Una decisión bastante razonable teniendo en cuenta que, en un conflicto abierto, es poco probable que Estados Unidos pueda mantener una guerra en dos frentes (con Rusia y China), como han advertido varios estrategas estadunidenses. Así que recurrirán a una estrategia de engaño e intentarán sondear los puntos débiles de sus adversarios, es decir, Rusia y China.
Para ello, es necesario llevar a cabo una serie de tareas:
“Desarrollar un pensamiento competitivo. El pensamiento competitivo comienza con el reconocimiento de que nuestros adversarios tienen un concepto muy diferente de la guerra; pretenden derrotar a Estados Unidos estratégicamente sin recurrir al conflicto armado para vencerlo militarmente.
“El pensamiento competitivo también significa percibir la competición estratégica como un reto de seguridad nacional continuo y duradero; aceptar la contribución importante pero de apoyo de las Fuerzas Unidas a la competición estratégica; y, cuando sea apropiado y necesario, desarrollar, diseñar y desplegar las fuerzas y capacidades necesarias para apoyar los esfuerzos competitivos de otros departamentos y agencias del gobierno estadunidense.
“Configurar el espacio competitivo. El espacio competitivo es vasto, amorfo e indefinible. Dividirlo en subáreas manejables y más comprensibles para el análisis y la planificación permitirá a la Fuerza Conjunta desarrollar estrategias competitivas globales que apunten a aquellas con más probabilidades de conducir al éxito estratégico. Bajo la dirección del Presidente o del Secretario de Defensa, la Fuerza Conjunta configurará el espacio competitivo para optimizar su influencia, ventajas y apalancamiento sobre los adversarios y, en última instancia, conseguir resultados estratégicos favorables.
“Donde y cuando los intereses de Estados Unidos y del adversario se superpongan, la Fuerza Conjunta se comprometerá selectivamente con los contrincantes y buscará oportunidades para cooperar con ellos en beneficio mutuo en la persecución de intereses estratégicos comunes o complementarios (por ejemplo, lucha antiterrorista, piratería).
“Promover una campaña integrada. Una campaña integrada se basa en la comprensión de que la Fuerza Conjunta no puede ni debe actuar sola en la competición estratégica. Incluso cuando se asegure una preponderancia de recursos, la Fuerza Conjunta generalmente hará campaña en apoyo de otros departamentos y agencias del gobierno de Estados Unidos. La Fuerza Conjunta identificará enfoques que le permitan aplicar sus capacidades militares de forma proactiva, y en algunos casos diferente, para conseguir influencia, ventaja y apalancamiento sobre los adversarios con el fin de crear las condiciones necesarias para lograr resultados estratégicos.”
El Concepto de Campaña Integrada Conjunta y la doctrina emergente de integración global (el primer concepto de este tipo se publicó en marzo de 2018) y las operaciones integradas globalmente requieren la integración de las acciones de las fuerzas conjuntas y su alineamiento con las de los socios interagencias y aliados a nivel operativo. Se señala que las fuerzas conjuntas deben buscar oportunidades para integrar sus operaciones en tiempo, espacio y propósito con las de los socios interagencias, apoderados y sustitutos.
Estas disposiciones apuntan a la aplicación de un doble rasero por parte de Estadios Unidos, ya que están dispuestos a colaborar con sus adversarios bajo cualquier pretexto cuando lo necesiten. Además, la mención de apoderados y sustitutos sugiere que el sistema estadounidense trabaja constantemente para acumular a sus agentes en el extranjero, que pueden ser aprovechados para sus propios fines si es necesario.
Dado que hace tiempo que se habla de la competencia estratégica y que varios grupos de reflexión estadunidenses, como RAND y CSIS, ya han publicado estudios e informes sobre el tema, cabe suponer que este fenómeno ha sido adoptado como un imperativo de la política exterior estadounidense, incluido el uso de la fuerza militar.
El documento define la competición estratégica como “una lucha persistente y a largo plazo que tiene lugar entre dos o más adversarios que tratan de perseguir intereses incompatibles sin entrar necesariamente en conflicto armado entre sí”. La competencia normal y pacífica entre aliados, socios estratégicos y otros actores internacionales que no son potencialmente hostiles va más allá de este concepto.
Y también confirma los intereses y la voluntad de Washington de jugar a largo plazo contra sus adversarios designados, y que oficialmente son China, Rusia, Irán y la República Popular Democrática de Corea (RPDC).
Siga leyendo. “En la competición estratégica, el éxito significa conservar la latitud para perseguir los intereses nacionales con un riesgo y un coste aceptables y evitar el conflicto armado con los adversarios.
“La ventaja competitiva puede lograrse desplazando la contienda hacia áreas en las que Estados Unidos tenga una ventaja relativa sostenible sobre nuestros adversarios, de forma que nuestras acciones mantengan a nuestros adversarios a la defensiva estratégica o les obliguen a responder de forma que les resulten relativamente costosas o contraproducentes a la luz de sus objetivos estratégicos. Por ejemplo, una de las fortalezas relativas a largo plazo de Estados Unidos es su capacidad para construir y liderar amplias coaliciones de aliados y socios. Estas áreas pueden considerarse posiciones o condiciones de asimetría competitiva, apalancamiento competitivo o iniciativa competitiva. La asimetría competitiva entre actores existe siempre que hay diferencias –incluidas los intereses, la voluntad política, las estrategias, las posiciones, las capacidades, las interacciones y las relaciones– y estas diferencias dan lugar a distintas ventajas y desventajas según el contexto.”
De hecho, históricamente, Estados Unidos ha creado alianzas político-militares que ha gestionado en su propio interés. Desde la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hasta ANZUS, pasando por las relativamente nuevas QUAD y AUKUS, en todas ellas Washington ha asumido el liderazgo.
Entre los ejemplos de competencia estratégica se incluyen la lucha entre Atenas y Esparta, la era de los reinos en lucha en China, el Gran Juego entre Gran Bretaña y el Imperio Ruso de 1830 a 1907, la lucha entre Alemania y Francia por el dominio en Europa que comenzó en 1870, y la Guerra Fría entre la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y Estados Unidos incluyendo guerras locales en varias regiones.
Dice que “por definición, la competición estratégica implica la persecución de intereses nacionales. Cuando dichos intereses se consideran críticos o fundamentales, las naciones pagarán un alto precio, en términos de sangre y bienes valiosos, para defender o promover estos intereses, hasta llegar incluso al conflicto armado. Sin embargo, el poder destructivo del conflicto armado contemporáneo es tal que, cuando se considera en el contexto de naturaleza duradera de la competición estratégica, su uso puede acabar siendo, en el mejor de los casos, demasiado costoso y, en el peor, totalmente contraproducente.
“Para evitarlo, los actores necesitan creer que pueden avanzar hacia sus resultados estratégicos sin poner en peligro de forma inaceptable sus intereses nacionales.
“Mantener ese equilibrio y evitar la escalada requiere un equilibrio de poder mutuamente aceptable en el que todas las partes evalúen que las ventajas competitivas de sus adversarios no suponen un riesgo inaceptable para sus propios intereses”.
Hay, sin embargo, una inserción que se refiere a la teoría del liberalismo en las relaciones internacionales. Se dice que “aunque no exista un organismo soberano o un ‘juez’ para la competencia estratégica, sigue habiendo leyes, acuerdos y normas internacionales generalmente aceptados (en adelante, ‘reglas’) que determinan cómo deben competir los actores internacionales. Estas reglas tienen un impacto significativo en cómo se producen las interacciones en la competencia estratégica. Los Estados tienden a interpretar las reglas en su propio beneficio, pero un sistema internacional estable y abierto mitiga y limita el comportamiento internacional en un esfuerzo generalmente exitoso para limitar los conflictos internacionales. Como resultado, los países compiten para aumentar su capacidad de influir en el sistema internacional y en las normas que rigen las interacciones internacionales. El Concepto asume que el mantenimiento del liderazgo estadounidense en un sistema internacional estable y abierto seguirá siendo un objetivo prioritario de seguridad nacional. Al participar en el entorno informativo y en otras actividades competitivas, la Fuerza Conjunta puede mantener un papel de apoyo en la configuración de las normas internacionales y en el establecimiento de principios de comportamiento responsable en la arena internacional.”
Aquí vemos de nuevo esas “normas” de las que se habla constantemente desde Washington, sin ocultar que son necesarias porque ayudan a mantener el liderazgo de Estados Unidos.
Continúa diciendo que “el espacio competitivo es diferente de las entidades o actividades en competencia. Es un ‘campo de juego’ en el que compiten actores internacionales”. La totalidad del espacio competitivo es demasiado amplia y compleja para ser tratada directamente dentro de un único enfoque estratégico. Es necesario dividir el espacio competitivo en subáreas manejables que sean más susceptibles de análisis y planificación y que permitan centrarse en las áreas de competencia estratégica que se ajusten a las prioridades estadunidenses.
“La selección de subáreas basada en una evaluación del impacto del entorno competitivo sobre los intereses nacionales de Estados Unidos eliminará conflictos y sincronizará e integrará las operaciones, actividades e inversiones conjuntas dentro de las subáreas y entre ellas.”
En la página 13 de la doctrina se ofrece un interesante diagrama que muestra estas subáreas y sus interrelaciones. Hay cuatro áreas principales que se solapan: cognitiva, geográfica, zonal y temática. El cognitivo incluye la ideología, la educación, la información y la innovación. El geográfico representa las regiones del planeta- los propios Estados Unidos, América Latina, Europa, África, Asia Meridional con el Océano Índico, el Ártico, Asia Central, Oriente Próximo y Asia Oriental con el Océano Pacífico. Zonales son los componentes relacionados con los tipos de fuerzas armadas, es decir, las zonas terrestre, marítima, ciberespacial, aérea y espacial. Temáticos incluyen el orden internacional, los mercados globales, el clima, la seguridad, la medicina, la tecnología y el extremismo violento. Todos ellos son temas de los que se ocupa el ejército estadounidense. Las religiones, los medios de comunicación, la sociología y la etnografía son, por tanto, el centro de los intereses del Pentágono, al igual que muchos otros.
El ejemplo de China muestra cómo funciona en la práctica la competencia estratégica. El interés general se centra en el interés de China por la región ártica y en los esfuerzos de Pekín por entrar en el Ártico y adquirir un estatus relevante (la definición china de sí misma como potencia cercana al Ártico).
Entre los instrumentos de poder nacional que pueden utilizarse se encuentran: diplomáticos; informativos; militar; económicos; financiero; inteligencia; legal; sociocultural; tecnológico; comercial-industrial; geofísico (medioambiental); ideológico-teológico; salud pública.
De nuevo, se trata de una categoría bastante amplia. Y el ejército estadunidense se está preparando para trabajar intensamente en este complejo sistema de relaciones.
Aunque el campo de los conflictos de fuerzas militares habla de la disuasión tradicional, a continuación se refiere de las limitaciones de estas herramientas de disuasión, para las que hay que desarrollar la competencia estratégica.
La conclusión es aparentemente banal. “Cuanto más competitivo sea Estados Unidos en términos de acceso, bases y vuelos; desarrollo de una base industrial de defensa; fortalecimiento de alianzas y asociaciones, y fomento del desarrollo tecnológico, mejor posicionado estará para luchar y ganar en un conflicto armado”.
Así que, al final, todo gira en torno a la guerra y a esforzarse por ganarla.
Curiosamente, en la página 34 se cita el Tao de Jing del filósofo chino Lao Tzu, y en la bibliografía se puede encontrar una referencia a Sun Tzu, así como a conceptos chinos más modernos sobre la guerra (la teoría de la guerra sin restricciones). Sin embargo, las citas de El eje geográfico de la historia, de Halford Mackinder, las obras de Henry Kissinger, Joseph Nye Jr y otros indican que los militares estadunidenses están igual de comprometidos firmemente con los preceptos de sus puntos de referencia ideológicos y geopolíticos.
El apéndice ofrece orientaciones sobre cómo identificar las amenazas y los riesgos, los actores que pueden ser competidores o amigos de Estados Unidos, para obtener una ventaja estratégica. También señala la importancia de identificar los instrumentos de poder y los subdominios que entran en el ámbito de la competencia, incluidas las estrategias alternativas. Y, en última instancia, desarrollar una teoría integrada del éxito.
Como mínimo, el documento debería dejar claro que Estados Unidos está decidido a aplicar toda una gama de capacidades para sofocar la competencia. Aunque se menciona principalmente a China, no hay que hacerse ilusiones de que Rusia, a la que Washington quiere aplastar sin entrar en conflicto directo, también esté implícita. No es casualidad que se mencionen apoderados y sustitutos, uno de los cuales son las Fuerzas Armadas en Ucrania y el otro los terroristas en Siria.
Esta doctrina merece una seria atención y la elaboración de medidas destinadas a contrarrestar su aplicación por parte de Estados Unidos. Está claro que algunas de las acciones esbozadas ya se están utilizando contra Rusia, mientras que otras se emplearán en la primera oportunidad.
También debe tenerse en cuenta la afirmación de “ocultar las intenciones de Estados Unidos hasta que sea demasiado tarde”, por lo que se deben intensificar las actividades de inteligencia y no confiar ni en una sola palabra del establishment estadunidense.
Leonid Savin/Prensa Latina
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