Las grandes corporaciones transnacionales y agroalimentarias buscan que México no sea un ejemplo para el resto del mundo en materia transgénica. Para ellos, es necesario que el país renuncie a decidir libremente el no consumir maíces con transgénicos y otros agrotóxicos similares, indicó Timothy Wise, asesor en el Instituto de Política Agrícola y Comercial de Estados Unidos.
Y es que luego de la publicación del decreto presidencial del pasado 13 de febrero, se confirmó el interés del país por transitar hacia una dieta saludable y libre de sustancias peligrosas. Con dicha iniciativa, se prohibió la adquisición del maíz genéticamente modificado para hacer masa y tortilla. Asimismo, la reducción gradual de la importación de glifosato.
En la conferencia de prensa, “Un México sin maíces transgénicos: hacia una propuesta trinacional”, Mercedes López –directora de la Asociación de Consumidores Orgánicos (ACO)– indicó que estas empresas forman alianzas con los gobiernos para presionar a las naciones a sembrar e importar maíces plagados de agrotóxicos. “Ellos conciben al maíz como mercancía y a través de sus intereses mercantiles pretenden despojar a la población de sus maíces ancestrales y contaminarlos”.
Por su parte y a través de un mensaje escrito, Dale Wiehoff –experto en políticas agrarias– comentó que en sólo unas décadas, el maíz genéticamente modificado cultivado en Estados Unidos ha sido controlado por un grupo de empresas agroindustriales y químicas. Mismas que sólo han acelerado la destrucción de la agricultura familiar, expulsando a millones de campesinos a nivel mundial y contribuyendo a la crisis migratoria.
De acuerdo con Timothy Wise, el lobby de los agronegocios en Estados Unidos es muy poderoso. Se gasta más ahí que en el sector militar en Washington, puntualizó. “A nivel estatal gastan mucho también y tienen tanto control de la política”. Por lo que “es muy difícil ganar ofertas en las políticas actuales”.
En ese sentido, Rick Arnold –integrante del Consejo de los Canadienses– señaló que actualmente en Ottawa, Canadá, opera un lobby, el cual día tras día acude al Ministerio de Agricultura. Y tras la publicación del decreto presidencial, estos “representantes de los agronegocios” han comenzado a enfocarse en el Ministerio de Comercio Internacional.
Recordó que en 1994, en tiempos de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte –ahora Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá–, las empresas estadunidenses, que llegaron a controlar la venta de semillas y plaguicidas en Canadá, ya estaban en formación. Por ello, no fue sorpresa que, en 1995, se aprobaran los primeros cultivos genéticamente modificados en la demarcación sin antes abrir un debate público.
En una opinión similar, Ben Dobson –presidente de Hudson Carbon, instituto encargado de la investigación de suelos en granjas estadunidenses– aseveró que en la actualidad, los tratados comerciales de índole internacional están matando al sistema de agricultura tradicional en México y Estados Unidos, cuando en un principio fueron firmados con el objetivo de ayudar a la gente. Actualmente, en Estados Unidos, el 90 por ciento del maíz es transgénico, más del 95 por ciento de la soya es transgénica y existe una contaminación de químicos en casi todas las zonas agrícolas.
En razón de ello, Dobson consideró que la decisión de México es una gran oportunidad para América. Y remarcó que el gobierno mexicano debe decidir lo que quiera comprar, pues es un mercado libre. Asimismo, Estados Unidos tiene la responsabilidad de responder a esa demanda. “México nos ha dado un ejemplo de cambiar qué es lo que comemos, cuidar nuestra salud y el futuro para nuestros niños”.
De acuerdo con Timothy Wise, después del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, las exportaciones de maíz desde Estados Unidos a México aumentaron alrededor de 400 por ciento. Mientras que los precios de los productores mexicanos cayeron hasta en un 66 por ciento. Ello significó una desincentivación en la producción doméstica y ocasionó “la dependencia a las importaciones para México que ahora llegan a un 38 por ciento, quitando con ello la soberanía y seguridad alimentaria del país”.
Sin embargo, ahora “México ha tomado el primer paso importante con ese decreto y la lucha”. Razón por la cual se busca replicar que en Canadá y Estados Unidos se sustituya gradualmente la adquisición, uso y distribución de los transgénicos.
Desde el Gran Hotel de la Ciudad de México, Lynn Clarkson –ejecutivo en jefe de la empresa Clarkson Grain– precisó que en México, se podrían producir las suficientes semillas para responder a la demanda de maíz no transgénico en un periodo de entre 12 y 18 meses. Posteriormente, se podrían organizar a los campesinos para producirlo y determinar la infraestructura para su distribución. “El decreto es una oportunidad para que México construya un modelo de agricultura moderna con sensibilidad, minimizando el uso de pesticidas”.
En conferencia, los especialistas recordaron que el consumo indirecto de los transgénicos genera diversas enfermedades en el ser humano. Es un potencial cancerígeno, posible precursor de anencefalia y el autismo, afecta el hígado, los riñones y el sistema endócrino. De igual forma, el uso en las plantas contamina la tierra, afecta su fertilidad y mata a los insectos polinizadores. Además, se sabe que alrededor del 45 por ciento de los gases de efecto invernadero que calientan el planeta vienen de esta agroindustria “y de las reses que de manera industrial se están creando”, enfatizó la directora de la Alianza por Nuestra Tortilla, Mercedes López Martínez.
“Se ha demostrado que si regresamos a sembrar sin químicos y de manera natural y orgánica, se captura el carbono del medio ambiente, se regresa a la tierra, se humedece, se enriquece y podemos enfriar al planeta. Hay alternativas”.
Asimismo, para lograr una alimentación sana y una agricultura sustentable, se debe seguir la lucha por implementar políticas integrales que eliminen el uso de transgénicos. Igualmente, es necesario proteger las semillas en las manos campesinas, tener fondos de semillas in situ y ferias de semillas. También, es importante incrementar el precio pagado por el maíz nativo a las y los agricultores, acentuó la doctora Malin Jönsson, coordinadora de la Fundación Semillas de Vida, AC.
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