Semana

Litio: el “oro blanco” del pueblo de México

Publicado por
Pablo Moctezuma Barragán

El primero de octubre el presidente López Obrador declaró que el litio que se encuentra en el subsuelo del país es de la nación y será explotado solamente por las empresas del Estado. “El litio –dijo–, todo el mineral del litio que hay en el subsuelo de la patria, es de los mexicanos”.

El titular de la Secretaría de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, matizó explicando que en la reforma constitucional del sector energético del presidente se respetarán las ocho concesiones otorgadas para la explotación del litio, aunque aclara que sólo se está explotando una. Añadió que se respetarán las concesiones, siempre y cuando los concesionarios acrediten ante la Comisión Federal de Electricidad y la Secretaría de Energía que han iniciado el proceso de exploración y están por empezar la explotación. “Si logran –dijo– acreditar estas ocho, estará vigente la concesión”.

Así, la estrategia para recuperar la soberanía energética del país incluye el litio entre los recursos bajo domino exclusivo de la nación. México es rico en litio y se ha colocado en el noveno lugar mundial entre los países con las mayores reservas de este elemento. Algunos de los yacimientos descubiertos equivalen a 4.5 veces el valor de la deuda externa mexicana. De acuerdo con el Servicio Geológico de Estados Unidos, el suelo mexicano cuenta con 1.7 millones de toneladas de reservas mineras de litio. Ya desde 2009 se anunció que en Zacatecas y San Luis Potosí se había descubierto uno de los más grandes yacimientos de litio y potasio del mundo, Además, hay litio en Puebla, Baja California y también en  Jalisco. De hecho, hasta ahora se ha detectado en 82 lugares del país.

En 2017 se localizó –en el municipio de Bacadehuachi, ubicado en la Sierra Madre Occidental, Sonora, cerca de Chihuahua– un gran yacimiento del codiciado y rentable litio. Ahí la extracción se ha llevado de forma indiscriminada y no se tiene un registro comprobable de las cantidades exactas que han salido de este yacimiento. Y tampoco ha ayudado al desarrollo de las comunidades de la región.

En los yacimientos de Sonora están invirtiendo la británica-canadiense Bacanora Lithium junto con la china Ganfeng Lithium, experto tecnológico en metalurgia para separar el litio de otros metales. Ambas ya están en el proyecto. Se prevé que la mina comience a funcionar en 2022. Quieren extraer 17 mil 500 toneladas por año en la primera etapa; y en la segunda, 35 mil toneladas. Se calcula, es el yacimiento en arcilla más grande del mundo. La explotación durará 19 años para beneficio de esas corporaciones extranjeras. Se calcula que en Bacanora cuentan con 243.8 toneladas de reservas probadas y probables. Esta jugosa concesión para la corporación se otorgó de espaldas al interés nacional. Por cierto, hay que auditar los contratos privados firmados con empresas foráneas que han sido cuestionados desde hace años, como en el caso precisamente de Bacanora Lithium, que según testimonio de personas que conocen el asunto, de esa empresa sólo existe el nombre.

Las compañías extranjeras ya están instaladas en otros estados. En la Salada, Zacatecas, trabajan Alien Metals, la canadiense Organimax y Zenit Minerals. Apenas generan cientos de empleos, pagan mínimos impuestos y se llevan la riqueza. Además, las empresas extranjeras recurren a proveedores extranjeros, sólo muy marginalmente a proveedores locales. Llegó la hora de revertir esta situación y nacionalizar el litio. Una empresa estatal mexicana es perfectamente capaz de explotar esta riqueza en favor de los mexicanos y del desarrollo económico del país.

IMAGEN: 123RF

El litio, los hidrocarburos y la electricidad son estratégicos. Hay un boom del litio, llamado el “oro blanco” o “petróleo del futuro” porque cuenta con capacidades únicas para almacenar energía. Se usa en los automóviles eléctricos de nueva generación y también en los aparatos digitales, en computadoras, dispositivos móviles y en las baterías. El litio tiene un gran futuro como alternativa en la crucial la tarea de limpiar el ambiente contaminado por la combustión de energéticos fósiles y en la generación de energía renovable solar y eólica.

Con el litio, la ciencia y tecnología podrá avanzar en ese mejoramiento del uso de la energía que es cada día más urgente dado el cambio climático. Lo ideal es que el litio sea explotado exclusivamente por empresas estatales. Salir del extractivismo, preservar recursos naturales, lograr el desarrollo, construir infraestructura, fortalecer la industria nacional, regional y local, beneficiar prioritariamente a las comunidades de la zona que es hoy una obligación del Estado mexicano.

Las corporaciones mineras extranjeras han hecho todo lo contrario al interés nacional y regional. Tomemos en cuenta que desgraciadamente la participación de las firmas foráneas en la exploración minera en México es superior a dos terceras partes del total; y de éstas, Canadá participa con 74 por ciento de los proyectos mineros, seguida por Estados Unidos y otras naciones que apenas pagan impuestos, contaminan las localidades en que se asientan y se llevan la mayor parte de la riqueza natural del país. Es importante revertir esto y abandonar ya la ruta del neocolonialismo, en el que el saqueo es aún mayor que en el colonialismo.

Debemos recordar que la riqueza minera pertenece a México. El principio de propiedad originaria, consagrado en el primer párrafo del Artículo 27 Constitucional determina que ésta le corresponde a la nación, y que debe dar a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público.

Desde 1992, Salinas de Gortari cambió la Ley Minera para que la inversión extranjera pudiese poseer el ciento por ciento de las acciones. Y hoy, como bien sabemos, la minería en México está concesionada a las grandes corporaciones extranjeras y nacionales. Esta privatización y extranjerización de nuestra minería ha provocado daños a las comunidades, acaparamiento de agua, contaminación de suelos, aire y agua y un saqueo de nuestros minerales debe revertirse; y qué mejor para comenzar con un paso fundamental de cara al futuro, la nacionalización del litio.

Tomemos en cuenta, además, que es preciso invertir en el desarrollo de la investigación científica en minería para minimizar sus efectos contaminantes. Para la separación de las arenas en las que se encuentra, se necesita una tecnología complicada y la maquinaria correspondiente. Es necesario producir en México el equipo de trituradoras que se utilicen para procesar cientos de toneladas por hora con equipo sofisticado y rápido. México tiene un reto por delante porque sus yacimientos son de arcilla, con una baja concentración de litio y difícil extracción, mientras que Estados Unidos y Australia cuentan con yacimientos tradicionales de roca con alta concentración de litio, de fácil extracción y alta concentración, o comparado con los salares con concentración media de litio, pero con extracción sencilla basada en la evaporación que se encuentran en Bolivia, Argentina y Chile. Además, México puede apoyarse en estos países latinoamericanos para compartir tecnología y experiencias y desarrollar la cooperación entre países hermanos de nuestra región y fortalecer el intercambio tecnológico.

Es la oportunidad de que México desarrolle su tecnología apoyando una industrialización que respete el medio ambiente, como lo ha planteado el experto Antonio Gershenson, quien sostiene que hay posibilidades para la obtención del litio con menor contaminación a través de nanotecnología, una técnica para reducir la cantidad de agua limpia necesraria y sin generar residuos tóxicos. De esta manera, al surgir iniciativas para resguardar el litio nacional deben acompañarse de la optimización de su extracción y su utilización y el cuidado ambiental.

Desde que inició el desarrollo del neoliberalismo, se han satanizado las nacionalizaciones y estatizaciones, emprendiendo grandes campañas diciendo que “el gobierno no sabe administrar y es corrupto”, mientras la iniciativa privada “es eficiente y transparente”. Esta última idea es falsa y ya se ha comprobado. Desde luego que en el mundo globalizado, donde imperan las corporaciones, se ha privatizado todo para favorecer la acumulación de ganancias. Para ellos todo es negocio: hasta la salud y educación; y qué no decir de la minería. Pero si el litio no se debe entregar a la iniciativa privada, es de los mexicanos y esa riqueza debe ser explotada en beneficio del  país y de  su población. Además, se debe limitar sus exportaciones para que genere valor agregado en el país.

Es el Estado quien debe tener el monopolio y no sólo la rectoría de los recursos estratégicos. Lo anterior, por razones políticas, económicas, de desarrollo social y de seguridad nacional. El hecho que en el período priísta las empresas estatales hayan beneficiado a los altos funcionarios y socios privados hace necesario que las empresas estatales tengan un control social y que estén al servicio del desarrollo local, regional y nacional, del empleo y que sus ganancias sirvan para lograr la plena soberanía económica. Es una riqueza inestimable que puede potenciar nuestra economía. Tomemos en cuenta que los minerales estratégicos litio, grafito y cobalto, así como las tierras raras, subirán 500 por ciento en su uso en 3 décadas. No desperdiciemos la oportunidad histórica.

Hacen falta grandes recursos para que el litio sea explotado por una empresa estatal. Ese recurso existe si se suspende el servicio de la deuda de 2022 de 791 mil millones de pesos. Además, si se impone un impuesto a las grandes fortuna. Acompañada de una reforma fiscal progresiva, se contarían con más de 500 mil millones de pesos. Ese recurso es necesario para invertir en salud, empleos, en el campo, la defensa del medio ambiente y prevención de desastres y, desde luego, en la industria del litio. Sería una gran inversión. México tiene la gran oportunidad de dar un viraje, darle la espalda al viejo régimen e inaugurar en definitiva un nuevo modelo económico popular y soberano. Sigamos el ejemplo del gran presidente Lázaro Cárdenas que suspendió el pago de la deuda y nacionalizó el petróleo. Seguir sus pasos sería de gran beneficio para las actuales y futuras generaciones.

Pablo Moctezuma Barragán*

*Doctor en estudios urbanos, politólogo, historiador y militante social

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