El mundo se hunde en el caos y la violencia; todo parece estar fuera de control. Ésta es la consecuencia del orden mundial neoliberal que Estados Unidos y sus aliados occidentales impusieron tras el colapso de la Unión Soviética (URSS), en 1991. Parece que las personas, los colectivos y las naciones ya no tienen control sobre sus vidas.
A nivel internacional suceden eventos nunca antes vistos. El pasado viernes 5 de abril, las autoridades de Ecuador rompieron las puertas de la Embajada de México en Quito e ingresaron a la fuerza. Incluso, agredieron y apuntaron con un arma al jefe de la Cancillería de Relaciones Exteriores, Roberto Canseco, quien se encontraba al frente del lugar en ese momento.
Jorge Glas, exvicepresidente ecuatoriano y asilado político de México, fue capturado y llevado a una cárcel de alta seguridad. En respuesta, el gobierno mexicano rompió relaciones con Ecuador. La irrupción de la embajada es de suma gravedad. Además, divide a los países latinoamericanos, tal como conviene al imperio estadunidense.
Asimismo, y en una clara violación a la inmunidad diplomática, el régimen de Israel lanzó un ataque en Damasco, la capital de Siria, el 1 de abril. Destruyó con misiles el edificio del consulado iraní, cerca de la embajada del país persa.
Por otro lado, el pasado 3 de noviembre de 2023, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, 187 países votaron a favor de que se elimine el bloqueo económico a Cuba. Sólo dos países votaron en contra: Estados Unidos e Israel, y una abstención, Ucrania. Sin embargo, el bloqueo sigue y se endurece.
De igual manera, continúa el genocidio en la Franja de Gaza, ante los ojos del mundo entero. Es perpetrado impunemente por Israel, en complicidad con Estados Unidos y Occidente.
Al 14 de abril, luego de 191 días de ataques, 34 mil 194 palestinos han sido asesinados; más de 76 mil resultaron heridos, y 1 millón 93 mil fueron desplazados por la fuerza. Esta cifra representa al 80 por ciento de la población, mientras que un 15 por ciento padece capacidades diferentes.
La Unrwa tiene registrados a 1 millón 400 mil palestinos en 155 instalaciones. En Rafah, el número aumenta a 1 millón 500 mil desplazados; 6 veces más que sus habitantes originales. Y en Cisjordania, hay 460 asesinados, y más de 4 mil 750 heridos.
En total, han sido asesinados 14 mil 500 niños; 458 miembros del personal de salud; 200 trabajadores humanitarios –175 de ellos de la Organización de la Naciones Unidas (ONU) de la Agencia de Obras Públicas y Socorro para los Refugiados de Palestina (Unrwa por su sigla en inglés)–; 46 miembros del personal de Defensa Civil y Rescate, y 140 periodistas.
De la Unrwa, 50 instalaciones han sido destruidas. Además, 10 de los 36 hospitales de la Franja están parcialmente operando. De igual manera, el 60 por ciento de las unidades de vivienda fueron destruidas. Son los datos que se tienen 140 días después de la “tregua humanitaria”.
Desde 1948 por Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio está tipificado este delito, pero sigue. El 25 de marzo, el Consejo de Seguridad de la ONU votó el alto al fuego en Gaza, con 14 votos a favor y la abstención de Estados Unidos.
Estas resoluciones son consideradas derecho internacional. Se consideran vinculantes para los Estados miembros, por lo que Israel ha entrado en desacato. Desobedece la orden sin consecuencia alguna, mientras Gaza sigue siendo objeto de agresiones y muerte.
A la gente, no se le permite regresar a sus hogares, ni recibir ayuda humanitaria. Luego del decretado Alto al Fuego del CSONU, siguen muriendo cientos de civiles inocentes y continúa la hambruna y falta de agua. El genocidio sigue.
La ONU tardó cinco meses en acordar un cese al fuego en Gaza, Sin embargo, no acordó cómo se debía aplicar un alto al fuego permanente. Igualmente, Sudáfrica acudió a la Corte Internacional de Justicia en La Haya, pero ésta rechazó la solicitud de tomar medidas urgentes para proteger el Rafah de la ofensiva israelí.
Además, las resoluciones de la Corte no son vinculantes y sólo el Consejo de Seguridad puede hacer obligatorias las medidas.
Ante la flagrante agresión a Irán, las organizaciones internacionales no hicieron nada para condenar la agresión israelí o castigar al régimen, de acuerdo con el artículo 7 de la Carta de la ONU.
Después de 10 días de silencio cómplice, se produjo la represalia de Irán. No causó víctimas civiles y fue anunciada con 72 horas de anticipación, a diferencia de Israel que atacó por sorpresa el consulado de Irán en Damasco, Siria.
Como consecuencia, fueron asesinados el general de brigada, Mohammad Reza Zahedi; su adjunto, el general Mohammad Hadi Hayi Rahimi, y otros cinco oficiales miembros de la Guardia Revolucionaria. El primero era un alto comandante de la Fuerza Quds del CGRI –Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica–.
El Consejo de Seguridad no actuó, a pesar de la franca violación al Derecho Internacional y a la Convención de Viena de 1961. El ataque de Israel ha propiciado la posible regionalización del conflicto, con consecuencias impredecibles para la paz mundial.
Tampoco actuó contra el gobierno de Ecuador. El asalto a la Embajada de México y el bombardeo al consulado de Irán equivalen a la invasión de territorio del país atacado.
Y cuando Irán responde a Israel, entonces el Consejo de Seguridad se reúne de emergencia para condenar el hecho, aunque fuera en legítima defensa. La misma situación se puede ver con la invasión del ejército ecuatoriano.
El país sudaméricano viola el Derecho Internacional y no hay respuesta del Consejo de Seguridad. Patéticamente, el secretario general de ONU, António Guterres, se limitó a mostrarse “alarmado” por el asalto de las fuerzas de seguridad de Ecuador y de ahí no pasó.
El presidente López Obrador denunció que “hubo pronunciamientos muy ambiguos ante este agravio. En el caso de Estados Unidos y de Canadá, somos socios económicos y comerciales y fue muy indefinida su postura”.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, no se ha pronunciado para condenar la irrupción violenta de la Embajada de México. Tan sólo se emitió un boletín del Departamento de Estado, en donde no se condenó la intromisión. El discurso se centró en “que se busque la reconciliación, resolver sus diferencias”.
Ante la crítica del primer mandatario mexicano, y tras recibir videos de la intromisión en la Embajada, la Casa Blanca subió y tachó de “equivocadas las posturas de Ecuador” en una rueda de prensa del asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan.
El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, tampoco se pronunció sobre la ocupación violenta de la Embajada de México. Llegó a decir que fue una “presunta violación al derecho internacional” o una “aparente” violación. De esa manera, minimizó este golpe a la soberanía en México.
Luego de que el jefe del Ejecutivo federal mexicano insistió en que Canadá rectificara su postura, el Ministerio de Asuntos Globales canadiense emitió una tímida declaración, seis días después de la agresión.
En ésta, se afirma que “condena todas las violaciones de la Convención de Viena y del derecho internacional y reafirma su profunda decepción por el hecho de que Ecuador lo haya hecho en este caso”. Y añadió: “instamos a México y a Ecuador a entablar un diálogo para resolver sus diferencias”.
Estas posturas se deben a la cercanía que ambos gobiernos tienen con el gobierno del presidente de Ecuador, Daniel Noboa, quien nació en Miami, Florida.
Igualmente, mantiene una estrecha relación con funcionarios estadunidenses como Laura Richardson, la generala que encabeza el Comando Sur, y con diversas agencias. Del 29 de febrero al 6 de marzo, Noboa visitó Estados Unidos y Canadá, con el objetivo de sostener “reuniones y agenda de carácter oficial”.
En Toronto, Canadá, convocó a las corporaciones para promover inversiones en Ecuador. Mientras abre las puertas y ventanas al saqueo, reprime y criminaliza a los campesinos que se oponen a la minería canadiense en Palo Quemado y Las Pampas.
Dada la agenda de Washington para América Latina y el Caribe, no se descarta que la acción de Noboa haya sido consultada con funcionarios estadunidenses, pues abona al clima de división en la región latinoamericana. La intensa actividad de Richardson llama la atención. En Argentina, ha logrado acordar la instalación de una base militar en la Patagonia con Javier Milei .
Desde hace años, Estados Unidos y sus socios han sustituido las Leyes del Derecho Internacional. Washington llama “un orden basado en reglas” … en sus reglas, mientras solapan las acciones violatorias.
Desde hace años, ha desaparecido la aplicación de los derechos humanos. Se imponen por medio de la fuerza: ya no hay negociaciones o salidas políticas, sino la devastación de pueblos enteros y de la naturaleza. Propician situaciones de “ni guerra, ni paz”. Todo aquello que no pueden controlar, lo destruyen.
Hoy más que nunca es claro que las instituciones “democráticas” liberales no funcionan. No median en conflictos ni a nivel internacional, ni a nivel interno de los países, donde las facciones rivales se enfrentan cada vez más.
En Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña, el poder se concentra en la Oficina del presidente y en la cúpula de organizaciones, como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la Unión Europea (UE) y otras.
Deciden a costa de los intereses de sus pueblos. Se apoyan en los medios masivos de desinformación y plataformas digitales, con el objetivo de meter miedo y manejar las emociones. De esa forma, la población aceptará cualquier hecho arbitrario que cometan.
El sistema político actual permite que sectores de las poblaciones con miedo y furia opten por candidatos de ultraderecha, por ejemplo, Javier Milei.
Las campañas de desinformación no sólo radican en decir mentiras, sino también en manejar los temas fuera de contexto. Buscan llenarnos de alarma, miedo e impresiones subjetivas de que no hay nada que hacer: “va a estallar la tercera guerra mundial”, “el planeta está a punto de su extinción”, “nos vamos a quedar sin agua”, “estamos ante lo impensable”.
Quieren que de modo subjetivo nos veamos en un callejón sin salida para paralizarnos. Cuando en realidad, ante el fracaso de las instituciones y de la clase política, lo que se necesita es reflexionar, organizarse y actuar.
Cualquier problema tiene solución. Es necesario forjar una conciencia colectiva que busque enfrentar y solucionar las dificultades que enfrentan los pueblos. Y, al mismo tiempo, detener los planes de las élites gobernantes que nos llevan al desastre.
Estamos en un momento de transición: lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer.
El pueblo tiene su propia agenda. Además, tiene la fuerza si se organiza para tomar sus propias decisiones. Si se une por encima de contradicciones secundarias, triunfarán los intereses generales de la sociedad y los derechos colectivos, individuales y de la madre naturaleza. Se enterrará lo viejo y se dará paso a una renovación democrática que rompa con el control de las cúpulas imperialistas.
La humanidad enfrenta serios peligros. Sólo con la participación de los pueblos del mundo pueden transformar las situaciones a su favor. Debemos establecer gobiernos antiguerra.
La lucha de los pueblos por la paz, la justicia y la democracia escala en los países, incluidos Estados Unidos y Canadá. Se tiene la creciente capacidad de dar un giro a la política belicista.
Recordemos que la lucha por la paz de Lenin y el Partido Bolchevique fue un factor fundamental para terminar la Primera Guerra Mundial. La unidad de los pueblos contra el fascismo logró el triunfo de la paz, luego de la Segunda Guerra Mundial. En esta coyuntura, la tarea de los pueblos es evitar la guerra.
Los pueblos tienen la capacidad de sortear las contradicciones; emprender acciones para cambiar la situación, e impulsar y hacer triunfar su agenda de paz. La unión y organización llevan a ello. Hay que activar el factor humano y la conciencia social a través de la reflexión. Es más necesario que nunca.
No es momento de parálisis y desesperanza, sino de acción. Hoy, es momento de que los pueblos luchen porque lo nuevo prevalezca y dejar atrás al viejo mundo. Es momento de construir un nuevo orden internacional basado en la soberanía de los pueblos, la paz y la solidaridad humana.
Pablo Moctezuma Barragán*
*Doctor en estudios urbanos, politólogo, historiador y militante social
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