Semana

Lucio Cabañas Barrientos, el maestro rural

Publicado por
Eneida Martínez Ocampo

Antes que guerrillero, Lucio Cabañas fue maestro rural y organizador social. De hecho, la insurrección armada sólo fue resultado de defender sus convicciones educativas y políticas. Como estudiante y profesor, contó con el reconocimiento de compañeros y alumnos. La historiadora Martínez Ocampo recogió testimonios de contemporáneos del maestro rural y hurgó en archivos que dan cuenta de los pasos del profesor… pasos que dejaron huellas, que parecen frescas, en las comunidades que le dieron cobijo

Para la lucha social, en el próximo mes hay dos fechas importantes que dejaron impronta en la memoria colectiva: el 2 de diciembre de 1974 en la cual Lucio Cabañas Barrientos murió enfrentando al Ejército Mexicano en El Ototal, municipio de Tecpan de Galeana, Guerrero; y, por otro lado, pocos días faltaban para que cumpliera –15 de diciembre– 37 años de edad.

El artículo que a continuación desarrollaré forma parte de una investigación, más amplia, que actualmente estoy llevando a cabo. En los últimos años han salido a la luz varias obras –de diversos calibres– sobre la lucha armada que Lucio Cabañas encabezó junto con cientos de hombres y mujeres ya sea que fueran base de apoyo, como parte del Partido de los Pobres o como integrantes de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento (brazo armado del Partido de los Pobres, Pdlp). Sin embargo, mi intención es rescatar una etapa de su vida de la que se debería ahondar un poco más: la del profesor rural; la cual he estado construyendo a partir de testimonios de aquellos y aquellas que fueron alumnos, familiares y compañeros de escuela y de trabajo.

FOTO: CUARTOSCURO.COM

La escuela Normal y la formación política

Lucio Cabañas nació en el poblado El Porvenir de la región de Atoyac, estado de Guerrero. Esa comunidad está inmersa en una zona cafetalera; por lo tanto, su entorno fue el de un ambiente campesino, vivían de este producto agrícola y dependían de las variaciones del precio de su producto en el mercado. El origen de la familia Cabañas Barrientos fue similar al de un número significativo de familias en los pueblos de aquella época, y no por ello menos dramático. El rapto de mujeres –por parte de los hombres– para hacerlas sus esposas o concubinas, era relativamente común; por tal, tolerada costumbre la mayoría de ellas no tenían más remedio que aceptar uniones o matrimonios contra su voluntad.  Fue el caso de Rafaela Gervacio Barrientos, la cual fue secuestrada por Cesáreo Cabañas Iturio. De esta unión forzada nacieron Facunda, Lucio y Pablo. Lucio nació, según Pablo su hermano, el 15 de diciembre de 1937.  Lucio y sus hermanos –debido a una concatenación de hechos fortuitos e infortunios– no fueron criados por sus padres biológicos, sino por la tía Marciana y la abuela Aldegunda. Cuenta Pablo que “la familia paterna siempre nos trató con desprecio a los tres”. Este ambiente poco propicio para engrosar lazos familiares y los deseos se reiniciar sus estudios, llevaron a Lucio de abandonar la casa de la tía Marciana.  Un 15 de octubre de 1954 se marcha a Tixtla. Tenía 17 años.

Según el testimonio de Gabriel Vera Linares –compañero de estudios y trabajo magisterial– Lucio llegó a la Normal de Ayotzinapa para iniciar su sexto año de primaria, ya que en esos años la escuela “tenía un grado de sexto año […], le llamaban grupo complementario […]. Al terminar su sexto año de primaria allí automáticamente ingresaban en la secundaria”. Esto significaría que Lucio entró a la normal en 1956. Sin embargo, en una placa que se encuentra en dicha institución educativa se lee “Generación 1957-1963”, en donde se puede leer los nombres de estudiantes de ese ciclo escolar, incluyendo el de Lucio Cabañas Barrientos.

Es en 1957 –en el primer año de secundaria– que Gabriel y Lucio se conocieron, convirtiéndose en compañeros y luego amigos; allí mismo se encontraba, pero en diferente grado mucho más adelantado, Serafín Núñez Ramos (ya que éste había entrado a la Normal en 1953), el cual –ya concluidos los estudios de la Normal– iba a ser compañero de luchas y amigo por varios años.

Este último nos cuenta que para él la formación que llevó en la Normal de Ayotzinapa no era propiamente lo mejor que se tuviera en esos momentos. Dejaba mucho que desear, pues se concretaba a ser memorística. Los chicos se dedicaban a llenar sus cuadernos de notas copiadas del pizarrón que el profesor había tapizado. Por las noches los jóvenes se juntaban en el patio y jardín –donde ahora se encuentra el ayuntamiento de Tixtla– y daban vueltas en el corredor, para aprenderse de memoria lo que llevaban en sus libretas, pues al día siguiente los docentes preguntarían lo que se había visto en sus clases.

Serafín Núñez se refiere a ese tipo de educación como “memorista, fragmentaria y no sé qué tan pertinente era; me refiero en relación a lo que te enseñaban. Si era adecuado a los avances últimos de la ciencia que te estaban enseñando o si eran resúmenes ya viejos de hace 10 años y que se seguían conservando, y que tú los seguías repitiendo”. A pesar de este tipo de enseñanza, hubo algunos maestros con posturas abiertamente de izquierda o marxistas que transmitían este tipo de conocimientos a los alumnos; sin embargo, no intentaron adoctrinar de manera coercitiva a sus pupilos. Por ejemplo, profesores como Montalvo (de origen nicaragüense) que “era el agente de publicaciones de la embajada de la Unión Soviética en la Normal; a él le llegaban los paquetes de la revista de difusión del socialismo real […]. Él comenzaba a distribuirla y se encontró a un par de seguidores, estudiantes a los que les daba los bonches para que anduvieran repartiéndolas en los salones o en el comedor”. Así como él hubo maestros que se identificaban con las ideas socialistas y lo mostraban sin ninguna restricción por parte del resto de los colegas que no llegaban a profesar con estas ideas; el propio director de la normal Salvador Waller “muy inteligente matemático famoso  en el sistema de normales […]. Pero él tampoco no se valía de  su posición de director para adoctrinarnos…”.  A decir de nuestro entrevistado, hubo ciertas confrontaciones verbales entre profesores que defendían el sistema político imperante, con aquellos que se manifestaban adeptos al pensamiento de Carlos Marx y el socialismo en general. Muy probablemente los docentes que intentaban enseñar marxismo a sus estudiantes lo transmitían de manera dogmática y tal vez rudimentaria. Recordemos que en esos años a Marx y a los clásicos del socialismo-comunismo se le leía indirectamente: se estudiaban manuales, se consumía las traducciones venidas de la Unión de Repúblicas Sociaistas Soviéticas (URSS), y para acceder a este material era vía el Partido Comunista Mexicano (PCM). Núñez Ramos nos cuenta así su experiencia cuando entró –junto con Lucio Cabañas– al PCM “y me comencé a meter con la filosofía marxista, a los manuales, a Georges Politzer […] y a la economía política con Nikitin, que eran manuales […] de cabecera, pero que eran la simplificación extrema del marxismo en la versión que aceptaban los soviéticos […]”.

De manera paralela a sus estudios, Cabañas participó en la lucha contra Raúl Caballero Aburto, quien fue un gobernador que unió a todas las fuerzas en su contra. Los gobernantes del estado de Guerrero se caracterizaban por su despotismo e intolerancia. Los problemas sociales los resolvían y resuelven con el uso de la violencia. Esa fue la característica del general Caballero Aburto, el cual inició su mandato el 1 de abril de 1957. Su gestión administrativa y ejecución del poder político fue un desastre con sello autoritario, que practicaba el nepotismo y dañó de manera dramática la situación económica de los guerrerenses más pobres. Varios fueron los motivos por los cuales el gobierno de Caballero entró en crisis y cayó, y narrar tales hechos merece otro espacio de análisis. Lo que sí es pertinente mencionar es que tanto Genaro Vázquez Rojas como Lucio Cabañas participaron contra este gobierno; años después, ya en la sierra, Cabañas recordaría: “Nosotros, desde cuando Caballero Aburto, hicimos pueblo. Los de Ayotzinapa, los de la Escuela Normal Rural nos metimos por todos los pueblitos y dondequiera anduvimos haciendo mítines y todo, acarreando el campesinado”. Con ello se contribuyó a que antes de concluir su periodo reglamentario, el gobierno del general Caballero Aburto finalizara de manera definitiva el 4 de enero de 1961, el cual fue sustituido por Arturo Martínez Adame.

Toda esa experiencia y la vida cotidiana en la Normal de Ayotzinapa forjaron de manera acelerada parte de las características ideológicas de nuestro personaje. Ahí en la escuela, como en todas las normales rurales, existían organismos internos donde los alumnos iniciaban su formación ideológica, de tal suerte que muchos de ellos aprendieron a realizar activismo político y se formaron una idea de cómo tenían que actuar en beneficio de la sociedad de alumnos. Uno de estos organismos a nivel nacional era y sigue siendo la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), la cual tenía núcleos en las 32 normales rurales que existían hasta ese momento en el país. Luis León Mendiola –quien fuera estudiante de la Normal de El Mexe, Hidalgo y, posteriormente, en La Huerta, Michoacán– me explicó en una entrevista que la Federación tiene la tarea de hacer evidentes los problemas de las normales en tópicos como: infraestructura, los servicios, mejoramientos en la alimentación y servicios médicos, fomentar la autogestión en los jóvenes normalistas, etcétera.

Fue en este ambiente que Lucio Cabañas destacó como dirigente estudiantil, y se empezaba a dar a conocer como una persona políticamente muy activa. Entre el 9 y el 13 mayo de 1961, se convocó –en la Escuela Normal Rural de La Huerta, Michoacán– al XVII Congreso Nacional Ordinario para elegir al nuevo secretario general de la FECSM. Luis León Mendiola –el cual pertenecía a la Juventud Comunista del PCM– participó en las votaciones, no sin antes confrontarse, junto con otros jóvenes, al PCM ya que este último quería imponer a un candidato de orientación priísta y hacer a un lado la candidatura de Lucio Cabañas Barrientos. “Nosotros no aceptamos eso, seguimos impulsando la candidatura de Lucio. Ganamos el Congreso, ganamos las elecciones, y nos habían amenazado [el PCM] de expulsarnos. Ya no regresamos, no nos expulsaron: ya no regresamos nosotros y abandonamos la Juventud Comunista”. Fue así que Cabañas llegó a ser el secretario general de la FECSM  entre 1961 y 1963. Una de las funciones que tenía Lucio Cabañas como secretario de la Federación era estar en contacto con las otras normales de la República. Gracias a estos viajes realizados a las escuelas, se dio a conocer como un hombre combativo y comprometido con las necesidades más apremiantes de los normalistas. Las presiones y luchas que llevó a cabo la Federación, por medio de su Comité Ejecutivo Nacional, pudo lograr una ampliación de 300 espacios, aparte de los que ya existían, para la matrícula estudiantil y becas para los estudiantes.

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El inicio de una vocación

Concluida la Normal en 1963, Lucio Cabañas Barrientos es mandando por la Secretaría de Educación Pública (SEP) al poblado de Mexcaltepec, ubicado en el municipio de Atoyac, Guerrero. Inició impartiendo clases como profesor de educación primaria en la escuela Plan de Ayala, una escuela rural multigrado hecha de adobe y techo de teja en la que se impartían varios grados escolares. Pronto se dio a conocer y a diferenciar de aquellos maestros que todavía aplicaban –a pie juntillas– el lema: La letra con sangre entra y la labor con dolor, o de aquellos profesores que, si bien no emplearon castigos físicos, sí usaban una autoridad rozando en el autoritarismo que ceñían a los niños y niñas a una disciplina muy férrea. Tanto Bernardina Díaz Fierro, Eva Mesino Martínez, Rosa Ocampo Martínez, Federico Lorenzana Arzeta (en diferentes años en que estuvieron en la escuela) sufrieron castigos corporales por parte de sus maestros. Por otro lado, Erasmo Cabañas Tavares si bien no sufrió golpes por parte de su profesor Efrén Girón Vázquez, sí le amarraba la mano izquierda para evitar que la empleara en el momento de escribir, ya que Erasmo es zurdo.

Cuando llegó Lucio a la primaria Plan de Ayala, todos los arriba mencionados, notaron una gran la diferencia. Dejaron de haber golpes, maltratos, castigos humillantes. Bernardina me relató: “Yo lo recuerdo mucho que era muy bueno, era muy bueno muy cariñoso sí, con todos los alumnos, no nada más con nosotras; era muy cariñoso”. Eva, a su vez, platicó de Lucio: “Nos daba consejos él, que le echáramos ganas para que mañana fuéramos una persona que valiéramos”. Rosa recuerda que lo apreciaban tanto que sus alumnos lo iban a visitar a la Casa del Maestro, llamado así a un cuarto que fungía como casa provisional para el profesor que estuviera dando clases en la primaria Plan de Ayala y no fuera nativo de Mexcaltepec. Federico Lorenzana Arzeta recordó “su forma humana de tratar a la gente […]. Y, no sé, yo le caí bien porque en todos los eventos me daba participación […]”. Finalmente, Erasmo –el otrora niño zurdo– ya no fue sometido para seguir escribiendo con la mano derecha: “Mi papá le dijo a Lucio: ‘Oye, amárrale la mano’; dice [Lucio]: ‘No, yo no tengo por qué amarrarle la mano; él va a escribir con la mano que él puede y quiere’ […]. Me dio oportunidad de escribir con la mano zurda”. Cabañas no sólo dejó una buena impronta en la memoria colectiva de las alumnas y alumnos de la primaria Plan de Ayala, sino que también marcó su distancia con aquella enseñanza tradicionalista que empleaba el castigo físico y psicológico para disciplinar y controlar a los estudiantes.

Cabe mencionar, que mientras Lucio Cabañas estuvo en Mexcaltepec dándoles clases a sus pupilos, también participó en las movilizaciones realizadas por los ejidatarios que se enfrentaban a las compañías madereras que habían incumplido con los contratos firmados con los campesinos, en los cuales se comprometían a continuar los trabajos de aperturas de brechas a cambio de la explotación de los bosques. Los ejidatarios y Cabañas bloquearon con troncos de árboles el paso hacia Mexcaltepec. De esta manera lograron expulsar a los madereros de esa zona; esto dice en su investigación Andrea Radilla Martínez, Poderes, saberes y sabores. Una historia de resistencia de los cafeticultores Atoyac, 1940-1974.

Simón Hipólito, en su texto Guerrero, amnistía y represión, explica que debido a este involucramiento en la lucha, la SEP removió a Lucio a otra escuela ubicada en el corazón de Atoyac. Sin embargo, Serafín Núñez –en una larga entrevista– nos explicó que un grupo de maestros de la primaria Modesto Alarcón lo llamaron para que se desempeñara como profesor. A dicha escuela acudían los hijos de los campesinos, obreros, artesanos, gente muy pobre. Al frente de la dirección se encontraba la profesora fundadora de la escuela, Genara Reséndiz de Serafín, una mujer de edad avanzada, quien representó lo atrasado con respecto de los métodos de enseñanza. Por otro lado, había implementado cuotas obligatorias a los padres de familia. A la par de esta situación, se fue conformando un grupo de maestros militantes de izquierda, algunos formaban parte del PCM, de la Central Campesina Independiente, y provenían de las normales rurales que tenían una larga tradición de lucha, entre ellas la de Ayotzinapa. Se emprendió una confrontación con estos últimos y, por otro lado, aquéllos que apoyaban a Genara Reséndiz. Después de algunos enfrentamientos removieron a dicha directora. Sin embargo, posteriormente también removerían –quizá como una venganza de las autoridades de la SEP– a Lucio Cabañas y Serafín Núñez a otra escuela fuera de Guerrero.

Fue en diciembre de 1965 cuando llegaron a Durango, en el poblado de Tuitán perteneciente al municipio Nombre de Dios. Allí inició –otra vez– actividades escolares con sus nuevos alumnos. Una de las características que definió la personalidad de Lucio Cabañas fue precisamente su total entrega a las causas sociales y eso lo demuestra su corta estancia en el estado de Durango. Al llegar a Tuitán –municipio Nombre de Dios– ambos profesores se relacionaron con los pobladores más necesitados de justicia social y los organizó, de tal suerte que se empezaba a gestar un importante movimiento contra los abusos de los más poderosos. Relativamente se involucraron en la lucha del Cerro del Mercado, una lucha en contra de que el hierro saliera a otros estados, ya que las concesiones no les pertenecían a los duranguenses. “Nosotros lo que hicimos Lucio y yo [Serafín] fue simplemente ir a las manifestaciones, a los mítines, a escuchar allá a los oradores…”.

Por otro lado, en Atoyac los padres familia y los profesores –entre ellos Gabriel Vera Linares– de la escuela Modesto Alarcón hacían presión a las autoridades educativas y del gobierno de Guerrero para que les devolvieran a los maestros. Asimismo el gobernador de Durango, entonces Enrique Dupré Ceniceros, también hizo lo suyo, ya que no quería en su estado a un par de maestros advenedizos que estuvieran inmiscuyéndose en problemas políticos. Y pasó que los devolvieron a su querido estado de Guerrero en 1966.

Todo este contexto en Atoyac no se podría entender sin el trabajo político que ya se había estado gestando previamente. Lucio fue uno de los principales responsables de dicha labor. Un ejemplo de esto fue la organización, por parte de él, del Club de Jóvenes Democráticos de Atoyac, que no era otra cosa más que la Juventud Comunista del PCM.

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La conclusión abrupta de su etapa de profesor

La siguiente e importante movilización se dio en la escuela primaria Juan Álvarez, llamada también Escuela Real, ubicada en el corazón de Atoyac. El conflicto (1967) que se desató en esta escuela fue, en esencia, la confrontación de dos clases sociales: por un lado, se encontraban los campesinos sobreviviendo de sus cosechas, los indígenas trabajando como peones, los sin tierra, etcétera; por otro lado, estaban los caciques, acaparadores de cosechas y rapamontes. La directora Julia Paco Pizá y la mesa directiva exigía por cada padre de familia una cuota de 3 pesos mensuales y 10 pesos anuales por la inscripción. Tuvieran o no dinero, tenían que pagar. Ya no sólo era el grupito de maestros y padres inconformes, sino también se sumaban organizaciones y personas que habían tenido una participación activa en luchas populares, personas que aprendieron de sus experiencias pasadas a convocar al pueblo, a organizarlo.

El 5 de abril de 1967 el Comité de Lucha de la Juan Álvarez fue a pedir apoyo a los profesores de la escuela Modesto Alarcón, quienes ya tenían experiencia en esta clase de movimientos. Es así como Lucio Cabañas y Serafín Núñez (en esos momentos estos dos profesores dirigían el Movimiento Revolucionario del Magisterio, MRM) volvieron a ser dirigentes de un nuevo movimiento parecido al que habían hecho poco más de 1 año atrás. También se invitó a los padres de familia de la escuela Herminia L Gómez; se sumó a la lucha la colonia Mártires de Chilpancingo, la Central Campesina Independiente (CCI) en Atoyac, el Club de Jóvenes Democráticos de Atoyac (CJDA), estudiantes de la Universidad Autónoma de Guerrero, comerciantes del mercado de Atoyac, cafeticultores de la sierra y  campesinos de los pueblos aledaños; otra presencia importante fue la de la profesora Hilda Flores, quien representaba a la Unión de Mujeres Mexicanas.  El conflicto iba escalando a un nivel impensable para varios de los involucrados en el movimiento. El 17 de mayo arriban a la zona de conflicto el procurador General de Justicia en el Estado, Horacio Hernández Alcaraz, y el director de Educación, Prisciliano Alonso Organista, quienes venían acompañados por la Policía Judicial encabezada por el capitán Enrique Arellano.

Ante esta situación, Lucio Cabañas, Serafín Núñez y los padres de familia que apoyaban el movimiento se reunieron ese mismo día para emprender las siguientes acciones.

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Una de las medidas a las que llegaron en la asamblea fue protestar, al día siguiente, la mañana del 18 de mayo de 1967, de manera pacífica por la presencia de la policía judicial. La cita fue en la Plaza Cívica. Los asistentes eran padres de familia, maestros, simpatizantes al movimiento. Se instaló el equipo de sonido cerca de un árbol de tamarindo, para hacer un llamado a la población a que se reuniera en torno a la protesta. Lucio Cabañas fue el orador, y criticaba a la policía, al gobernador y a las autoridades educativas, por la intimidación y provocación que estaban haciendo contra el movimiento democrático de la escuela Juan Álvarez.

Ese 18 de mayo no sólo se encontraba la presencia de la policía, también estaba el grupo que apoyaba a la directora Julia Paco Pizá. En el momento en que Lucio Cabañas se encontraba hablando por el micrófono, el comandante de la Policía del Estado, capitán Enrique Arellano Castro, se acercó al profesor y de manera violenta quiso quitarle el micrófono. Allí empezó la refriega y el tiroteo de la judicial. Murieron María Isabel Gómez Romero –que estaba embarazada– Arcadio Martínez Javier, Regio Rosales de la Rosa, Feliciano Castro Gudiño y Prisciliano Téllez Castro. Por otro lado, los heridos fueron Gabino Hernández Girón, Juan Reynada Victoria y Juvencio Rojas Mesino.

Lucio Cabañas logró salir ileso de esta balacera pero sería el inicio de su vida como guerrillero. Jamás volvería a dar clases en un aula. Al día siguiente, 19 de mayo de 1967, sería el inicio de la creación paulatina del Partido de los Pobres y de su Brigada Campesina de Ajusticiamiento, la cual llegó a su fin con la muerte de su líder el 2 de diciembre de 1974.

Eneida Martínez Ocampo*

*Historiadora por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México; profesora en la Universidad Pedagógica Nacional

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