En 2023, las enfermedades del corazón y la diabetes mellitus fueron la primera y segunda causas de muerte para los mexicanos, con 189 mil 289 y 110 mil 174 decesos, respectivamente, equivalentes al 37.6 por ciento de las 794 mil 739 defunciones registradas en todo ese año, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Este problema tiene diferentes factores o determinantes. Por un lado, los estructurales (como la educación, desigualdad o la pobreza); por otro, la industria de comida chatarra “que está buscando vender sus productos como los refrescos y bebidas endulzadas que afectan a la salud”, así como las que venden alcohol y tabaco, señala Simón Barquera Cervera, director del Centro de Investigación en Nutrición y Salud del Instituto Nacional de Salud Pública de México (CINyS-INSP) en entrevista para Contralínea.
La alimentación, precisamente, es uno de los más importantes determinantes que explican la alta incidencia de muertes por estas enfermedades. “Y esa alimentación se ha modificado de manera muy aguda en las últimas décadas debido a una gran participación de compañías trasnacionales que venden productos de muy mala calidad a muy bajos precios, que hacen que les gusten a las personas; ello, acompañado de estrategias de mercadotecnia muy agresivas hacia las infancias”, continuó el también doctor en Nutrición Aplicada y Epidemiología Nutricional por la Escuela Friedman de Ciencias y Políticas de la Nutrición, de la Universidad de Tuftsen Boston.
Estos productos ultra procesados tienen altos niveles de azúcar, sodio, grasas y calorías que conducen a la obesidad en las personas, un problema “tan grande como el calentamiento global y tiene esa complejidad del calentamiento global; es decir, no se arregla solo por una razón o por mover un botón. Es un problema de mucha complejidad donde tiene que ver cuestiones de justicia, acceso al agua, desigualdad [y] acceso a la educación. Entonces tenemos que trabajar mucho, muy coordinados todos los sectores de la sociedad, gobiernos, la academia, para poder avanzar en estas enfermedades”.
La prevalencia de sobrepeso y obesidad en México en 2022 fue de 37.1 por ciento en personas adultas (41 por ciento hombres y 33 por ciento mujeres) y 41.1 por ciento en adolescentes. “La condición de obesidad se asoció con un incremento en la posibilidad de tener” diabetes tipo dos e hipertensión, afirma la revista Salud Pública de México –del INSP– en un artículo de agosto de este año con base en la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2022.
De igual manera, la revista evidencia que “los malos hábitos alimentarios son factor de riesgo inmediato para el desarrollo de la obesidad”, y que “está determinado por diferentes factores estructurales […] que dificultan el acceso y consumo de alimentos saludables”, como los ambientes familiares y que “se visibilizó el problema” durante la pandemia de la Covid-19. “Quienes tenían peor alimentación, tenían mayores daños”, sumó el doctor Barquera.
No obstante, el documento también indica que, si bien de 2000 a 2023, la prevalencia de obesidad ha incrementado en 57.9 por ciento; “a partir del año 2016 y hasta 2023 no se observa un aumento significativo […] lo que sugiere una desaceleración de crecimiento”.
“La obesidad afecta a la función de diferentes sistemas y órganos, otorgando un mayor riesgo de afecciones graves como la diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, enfermedad del hígado graso no alcohólico y diferentes tipos de cánceres”. La relación estrecha entre obesidad y diabetes ha llevado a la implementación del término de ‘diabesidad’, destaca la revista Journal ofnegative & no positive results, en un artículo de 2021.
Ensanut 2022 también ha revelado que existe una prevalencia de diabetes del 18.3 por ciento en las y los mexicanos (12.6 y 5.8 por ciento diagnosticado y no diagnosticado, respectivamente), equivalente a 14.6 millones de personas. Del total, 31.7 por ciento “desconoce su diagnóstico”. Además, la prevalencia de prediabetes fue de 22.1 por ciento, es decir, afecta a 17.6 millones de personas.
La revista Salud Pública de México mencionaba en 2023 que el 25 por ciento de personas prediabéticas “progresan a diabetes en un plazo aproximado de tres a cinco años” y corren “mayor riesgo a desarrollar” enfermedades cardiovasculares.
A pesar de estos efectos negativos, los grandes capitales de la industria chatarra “no están preocupados por los daños a la salud que provocan estos productos”, critica el doctor Barquera Cervera; al contrario, “aprovechan su poder político, corporativo y económico para mantener control y ventajas sobre los productos con los que hacen estas estrategias”.
Ejemplo de lo anterior ha sido la ola de amparos de los privados hacia el etiquetado frontal de alimentos, instrumentado en México en marzo de 2020. Por ejemplo, Herdez, SA de CV; Alimentos del Fuerte, SA de CV; McCormik de México, SA de CV, y Nutrisa, SA de CV. interpusieron acciones legales que llegaron a la Suprema Corte de Justicia de la Nación a través del amparo en revisión 465/2022 y que el Pleno negó.
De tal manera, se determinó la constitucionalidad de la modificación a la Norma Oficial Mexicana NOM-051-SCFI/SSA1-2010, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 27 de marzo de 2020 y que tiene el objetivo de indicar “de manera clara, sencilla y visible […] cuando un producto contiene exceso de nutrimentos e ingredientes críticos como: calorías, grasas saturadas, grasas trans, azúcar y sodio”, así como cafeína y edulcorantes no recomendable en niños y niñas; y, a su vez, prohíbe el uso de publicidad que incite al consumo de éstos.
La publicidad agresiva es una actividad que la industria hace desde hace años “porque saben que es la forma de mantener al público infantil, y al resto, cautivos al consumo de productos malsanos”, por lo que es falso “decir que es una actividad que no influye”, explica Simón Barquera, presidente electo de la Federación Mundial de Obesidad.
Asimismo, la entrada del etiquetado frontal “ha generado una reformulación masiva de los productos […], han disminuido su cantidad de grasa, de azúcar, de sal y de otros elementos tratando de eliminar algún número de sellos en sus etiquetas”. Por otro lado, “padres de familia han informado que han cambiado de unos productos a otros en función del número de advertencias que tengan en sus etiquetas”, informa el doctor, quien agrega que esto “la OMS lo está tomando como un ejemplo de estrategias y lo ha sugerido a otros países gracias a los resultados que ha tenido México”.
Los modelos tradicionales de atención a la salud, detalla Simón Barquera, buscaban llevar a cabo instrucciones sin preguntar el por qué. Ahora, a través del Programa Nacional Estratégico (Pronace) de salud que realiza el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt), se pretende incluir “las experiencias que viven las personas con estas condiciones y cuáles son las soluciones que han encontrado”, por ejemplo, en la dieta que llevan o en la forma de preparar sus alimentos.
Es fundamental, continúa, “la participación de la comunidad, no solo como un objeto de estudio, sino en la discusión de las soluciones que se requieren para poder avanzar en la prevención y control”. Algunos de los aprendizajes que les ha dejado esa interacción es la evidencia de que comer sano no es más caro si se deja de comprar comida chatarra. También aprendieron la necesidad de explicar a las personas la importancia del monitoreo de las enfermedades, el lenguaje y forma de explicar las enfermedades en las escuelas.
Asimismo, “se tiene que trabajar en hacer leyes, normas y reglamentos que permitan que el ambiente donde esta comunidad trabaje sea más amigable”. En este sentido, se ha trabajado desde los Pronaces –puntualiza el doctor– para cambiar las leyes generales de Educación y de Alimentación Adecuada y Sostenible.
Respecto a la primera, “tiene una serie de planteamientos que preparamos […] que ya prohíbe en definitiva que haya comida chatarra en las escuelas, publicidad de comida chatarra y, además, que haya sanciones para las autoridades que permitan la presencia de estos productos malsanos en el ambiente escolar”, añade.
Para revertir este problema que aqueja tanto a la salud de las personas mexicanas, Barquera Cervera urge a, primero, “identificar los factores de riesgo que favorecen el desarrollo de esas enfermedades, limitarlos y trabajar muy intensivamente para que las poblaciones puedan tener cada vez mayor calidad de vida”.
Segundo, se tienen que hacer campañas de información hacia la población para que entiendan el daño de los productos chatarra, hacer una regulación mayor que incluya el aumento de impuestos y controles a la publicidad. “Es una estrategia doble: “se tiene que hacer acciones de incidencia a nivel regulatorio y a nivel de estructura y gobernanza; y, por otro lado, a nivel comunitario y de campañas y comunicación”, enumera.
Sin embargo, enfatiza la importancia de trabajar para desarrollar una cultura libre de conflictos de interés, donde el reto es volver a equilibrar la balanza e poderes que durante tantos años dominaron las empresas privadas; “para que no tengan ellos influencia sobre la toma de decisiones, procesos de gobernanza, incluso implementación de leyes […] No puede ser que las empresas que quieren vender estos productos malsanos estén en los comités donde se toman las decisiones o se hace la regulación”.
“Ellos son el objeto que tiene que ser regulado. Es decir, no podemos tener una persona que vende tabaco, sentada en la mesa donde estamos discutiendo qué vamos a hacer con la publicidad de tabaco, y eso está pasando ahorita”, ejemplificó el doctor Simón Barquera. “Entonces, tenemos que construir una cultura libre de conflictos de interés donde lo único que importe es el bien común, la salud; ningún otro interés debe estar en la mesa de discusión. En los próximos años “ese es uno de los grandes retos que tenemos no solo en México, sino en el mundo”, concluye.
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