La búsqueda de la soberanía energética y de la alimentaria tiene por objetivo revertir la dependencia generada con el mercado estadunidense, principalmente, durante el periodo neoliberal. Ser cada vez más independientes en la producción de los insumos ha sido un desafío para la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, opinan expertos.
Y es que México sigue en un “anclaje estructural” derivado de la firma de 12 tratados comerciales con diferentes países del mundo; el más fuerte, el pactado con Estados Unidos y Canadá, dice Moritz Cruz Blanco, investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El maestro y doctor en economía indica que dicho “anclaje estructural” es muy difícil de remover de manera rápida y sin perturbaciones. “Esto ha llevado al gobierno a comprometerse y respetar ciertas regulaciones que implican renunciar a política comercial, todos los aranceles; en política industrial, por ejemplo, a proteger industrias locales”. Uno de los aciertos que tiene el Estado en la actualidad, añade, es que desde el inicio de esta administración se ha querido “retomar el control del Estado en la economía” y ha ido dando pasos en esa dirección.
Ejemplifica que entre las señales, está la intención de reformar la Constitución en materia energética, la creación de una empresa paraestatal, como Litio Mx, para regular todo lo relacionado con este energético. También, dice, la creación del Paquete Contra la Inflación y la Carestía (PACIC), que despliega ciertos instrumentos para que el sector agrario produzca más.
“Hay ciertas señales, acciones, que en la medida de lo posible puede romper con el anclaje estructural. Hacerlo de manera abrupta nos llevaría a un caos económico muy fuerte. No es tan fácil y se tiene que mover por el momento dentro de los espacios legales que se tienen, donde hay un poco de espacio, en términos de política económica”, expone.
Eventualmente, opina, una de las medidas para romper con estas limitantes a la política económica sería llevar a cabo “una reforma tributaria progresiva para que el Estado pueda tener recursos estables y suficientes para luchar contra la desigualdad, la pobreza y ofrecer mayor bienestar a la población. Es decir, gravar a los que tienen mucho y la riqueza de las empresas trasnacionales que son las que hacen el negocio comercial y las ganancias las llevan de vuelta a sus países de origen”.
Y es que de acuerdo con el investigador universitario, todas las importaciones que realiza un país son sinónimo de dependencia, “porque, uno; no te alcanza lo que produces para satisfacer la demanda interna, o dos: no los produces de plano y tienes que importarlos. En cierta medida, esto refleja ya dependencia económica”.
Datos de la Balanza Comercial de Mercancías de México, elaborada por el Banco de México, indican que México importa un total de 346 mil 179 millones 373 mil dólares en mercancías. Su principal proveedor, Estados Unidos con un 152 mil 925 millones 395 de dólares. El segundo país más fuerte, China, con 68 mil 75 millones 372 dólares y, en tercer lugar, la Unión Europea, con 35 mil 161 millones 359 dólares.
En tanto, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) indica, a julio de 2022, que las importaciones totales ascendieron a 52 mil 464 millones de dólares; de los cuáles, 8 mil 181 millones 500 mil dólares son petroleras; 44 mil 282 millones 500 mil dólares, no petroleras; 7 mil 543 millones 600 mil dólares, bienes de consumo; 41 mil 32 millones 200 mil dólares, bienes intermedios y 3 mil 888 millones 200 mil, en bienes de capital.
El académico Moritz Cruz Blanco expone que hay sectores e industrias fundamentales que son palanca de crecimiento, como el energético y el alimentario. “Hablar de soberanía en estos sectores resulta fundamental, pero además, no debemos olvidar lo que hacen otros países, más preocupados por su economía, toda Europa, o las grandes potencias europeas subsidian al sector primario. Estados Unidos lo hace claramente, hace 30 o 40 años tomó la decisión de guardar grandes reservas estratégicas de petróleo para prevenir choques energéticos”.
En México, arguye, el cambio fundamental, la vuelta de tuerca, el quiebre, fue con la adopción del modelo neoliberal o Consenso de Washington (en 1989), y el año clave fue, para este cambio en la estructura productiva, fue el ingreso de México a lo que hoy es la Organización Mundial de Comercio (1986). A partir de ahí, se desmantela paralelamente toda la política agraria e industrial, y México comienza transitar hacia una dependencia alimentaria marcada; es decir, abandona al sector primario”, critica.
Isaac de Paz González, profesor-investigador de la Universidad Autónoma de Baja California, dice que además de que aún existe una fuerte dependencia comercial, “tenemos una gravísima dependencia tecnológica sobre todo en el ámbito de las telecomunicaciones, en el automotriz, en los electrodomésticos y en el consumo de diversos productos de uso corriente; es decir, todo importamos, esa parte del neoliberalismo que inhibió el crecimiento, el desarrollo de empresas nacionales y de cómo se desmontaron grandes empresas del Estado que favorecieron a empresas corporativos, principalmente de Estados Unidos”.
Para el investigador, a México le ha costado mucho trabajo salir de esa dependencia “porque no tenemos las fortalezas de producción que ellos [Estados Unidos] tienen y muy poco se preocupa el Estado, o por lo menos, hasta antes del presidente López Obrador no se había preocupado el Estado mexicano de reorganizar la dependencia económica”
De separar al poder político del económico, comenta, en ese sentido, “los pasos que ha dado la Cuarta Transformación y este periodo presidencial, ha quebrantando la dependencia energética que todavía padecemos con Estados Unidos”.
Añade que otra de la dependencia alimentaria que prevalece es consecuencia del otrora Tratado de Libre Comercio con América del Norte que desmontó la “poquita infraestructura que había del campo mexicano y los pocos programas sociales que existían”.
Sin embargo, la nueva política de “precios de garantía” instaurada en esta administración, el apoyo con la entrega de fertilizantes a los productores “es un punto de avanzada del presidente porque en el mundo si algo está en boga es la autosuficiencia alimentaria, que incluso ayuda a reducir los problemas que suscita el cambio climático porque volvemos a lo local”.
“Esas tres cuestiones: tecnológica, comercial y alimentaria son las que nos debilitan mucho frente ante Estados Unidos, pero también es claro que este gobierno está tratando de reincidir, de regenerar nuevas cadenas de producción, 100 por ciento mexicanas y qué mejor que controladas por el Estado”, señala.
En el sector energético, destaca, el presidente López Obrador impulsó las reformas constitucionales que intentan reorganizar la producción, “rescatar lo mucho o bueno que había en los artículos 27 y 28 constitucionales, que siempre establecieron como áreas estratégicas la energía, los hidrocarburos y los minerales”.
Ejemplo de ellos, dice, “no darles contratos a grandes empresas, de fortalecer a la industria nacional, a Pemex [Petróleos Mexicanos], de tratar de recuperar la petroquímica básica, de reorganizar el transporte, la venta, la distribución de los hidrocarburos, de acabar con el saqueo legal e ilegal de la gasolina en todos los ductos, de esa política preventiva para evitar hechos criminales en los gasoductos, conocido como huachicoleo, han significado piedras angulares para reorganizar la distribución energética y evitar el crecimiento abrupto del precio de las gasolinas”.
Julio Manuel Valdés Alcántara, responsable comercial de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC), indica que en materia alimentaria México tiene un “sector de contrastes”, superavitario en miles de millones de dólares en productos de exportación, pero, desafortunadamente, deficitario en la producción de alimentos de consumo interno como granos y oleaginosas.
El informe Expectativas Agroalimentarias, a agosto de este año, indica que el país por octavo año consecutivo, con registro hasta junio pasado, la Balanza Comercial Agropecuaria y Agroindustrial tiene superávit de 4 mil 758 millones de dólares.
En términos monetarios en los primeros seis meses de 2022, señala, “es el quinto mayor saldo positivo en 28 años (desde 1995); ello derivado de 25 mil 956 millones de dólares de exportaciones y 21 mil 198 millones de importaciones.
Sin embargo, “en el primer semestre de 2022, el saldo positivo disminuyo 168 millones de dólares (3.4 por ciento), en comparación con el mismo periodo de 2021, debido al mayor aumento de las importaciones de 3 mil 470 millones de dólares”.
“Si vemos al sector en su conjunto, todo parecería indicar que estamos y, de hecho, en un sector muy exitoso, en toda la parte de la pandemia fue un sector que siguió creciendo y año con año lo ha venido haciendo.
No obstante, aprecia Valdés Alcántara, “es un sector de contrastes porque si bien tenemos todas esta parte buena de superávit y de mucha producción, por otro lado tenemos un alta dependencia de granos y oleaginosas, donde somos totalmente importadores”.
Toda esta política, añade, se instrumentó a partir del TLCAN en donde “se enfocó en tomar aquellos productos con mayor valor económico, con mayor potencial. En el caso de maíz, estamos consumiendo unas 47 millones de toneladas al año, de esas producimos sólo entre 26 y 27 millones, por lo que estamos importando alrededor de 17 y 18 millones, lo que nos lleva a una dependencia del 38 por ciento”.
Agrega que “ahí es donde ya esta ventaja de ser superavitario empieza a cobrar su precio, porque al final de cuentas, el maíz por el valor que tiene en México, tanto cultural como en la alimentación, termina afectando a los sectores de la población más necesitados”.
En materia de fertilizantes, señala, todavía hay una dependencia enorme, “todo lo que son los nitrogenados, los fosforados, desde hace años se dejaron de producir. En la producción de semillas pasa lo mismo”.
Otros productos que señala son: el trigo harinero, en este caso, México consume “alrededor de 6.7 millones de toneladas y producimos 1.4. Estamos importando 5.14 millones que representan el 76 por ciento.
En el caso del arroz, dice, “tenemos un consumo de 1.17 millones de toneladas, aproximadamente, y solamente producimos 250 mil toneladas, después de que se implementó el programa de precios de garantía, hay algunas cifras que dicen que llegamos hasta 295 mil y sí notamos que hubo un repunte, pero estamos hablando que llegamos a producir antes del tratado 800 mil toneladas, prácticamente, éramos autosuficientes de arroz y el día de hoy tenemos una dependencia del 78 por ciento”.
Otro producto, comenta el encargado de comercialización de ANEC, “es la soya, en México se consumen, más o menos 6 millones de toneladas de este producto y solamente producimos 400 mil. Antes, en el mejor de los casos, llegamos a producir 5 millones de toneladas. Ahora, estamos importando 5.5 millones de toneladas, lo que representa el 91 por ciento de dependencia”, expone.
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