En medio de la pandemia, la salud se ha convertido en un componente clave de la agenda de seguridad nacional, por lo que es necesario fortalecer la inteligencia epidemiológica y los programas de contingencia ante alertas sanitarias para mitigar riesgos al país, señalan expertos consultados por Contralínea.
El aumento en la incidencia de fenómenos hidrometeorológicos extremos vinculados con el cambio climático tienen un impacto importante sobre la gestión de riesgos para la salud pública y la seguridad de la población, afirma en entrevista el experto en seguridad nacional Emilio Vizarretea Rosales.
“Bajo condiciones de desastre, el número de riesgos sanitarios suele elevarse, permitiendo la configuración de brotes epidemiológicos que pueden extenderse con rapidez en aquellas zonas donde los servicios públicos y la infraestructura de salud han sido destruidos”, subraya.
Se trata de un desafío para la inteligencia epidemiológica, por la naturaleza global de amenazas y riesgos a la salud pública. Ante ello se impone una colaboración estrecha entre naciones que, sin embargo, se ve obstaculizada por el predominio de la bioseguridad sobre la salud pública, destaca por su parte María Cristina Rosas, doctora en relaciones internacionales por la UNAM.
Por eso considera que las lecciones de la crisis sanitaria deben ser aprendidas con celeridad, pues urge la preparación para próximas pandemias. “En ello, tanto la vigilancia epidemiológica como la inteligencia en salud serán cruciales”, apunta la experta, miembro del Sistema Nacional de Investigadores.
Para muchos, dice la doctora Rosas, la crisis del coronavirus parece estar superada con las vacunas y que la Covid-19 se convierta en una enfermedad más sobre la que el mundo haya logrado imponerse.
Sin embargo, alerta que si se mantienen los sistemas de salud precarios, el amplio analfabetismo en salud, la desigualdad y pobreza, los conflictos armados, así como el divorcio entre seguridad y desarrollo, tanto México como el mundo se mantendrán vulnerables y muy desprotegidos ante las pandemias que vienen.
La experiencia de la Covid-19 dejó importantes aprendizajes. México está en la tercera fase, aunque se espera la cuarta y quinta etapas de evolución en la pandemia. “Es un escenario poco optimista ante la situación crítica del sistema de salud y la escasez de recursos para atenderla desde el lado del gobierno”, considera Vizarretea Rosales, doctor en ciencia política por la UNAM.
Desataca que, si bien el coronavirus es la primera pandemia global, sobrevivirla en un mundo sin conciencia nacional o en un mercado sin ética social significa que “no es vencer la pandemia, es convertirse en la pandemia”. Ello porque a pesar de ser un tema de seguridad de salud global, no se ha logrado el acuerdo internacional necesario.
Agrega que las políticas de seguridad nacional están en un proceso de intervención, de acuerdos, apoyos limitados, para enfrentar consecuencias trágicas del coronavirus: caída del empleo, ingresos fiscales, recesión económica y conflictos sociales y políticos.
Por lo anterior, el doctor Vizarretea Rosales plantea que el Estado mexicano debe fortalecer la capacidad institucional para hacer frente a contingencias sanitarias y epidemiológicas bajo condiciones de desastre, acompañado por un sólido programa de inversión para la investigación y la prevención de enfermedades.
“A los esfuerzos nacionales en la materia deberá sumarse la colaboración internacional como parte de una política permanente de intercambio de información, para identificar y prevenir amenazas específicas, reducir la morbilidad y mortalidad generadas por enfermedades transmisibles emergentes y reemergentes de importancia epidemiológica”, advierte el catedrático de la UNAM.
“El desafío para la inteligencia epidemiológica es que, por la naturaleza global de amenazas y riesgos a la salud pública, se impone la colaboración entre las naciones, obstaculizada por el predominio de la bioseguridad sobre la salud pública”, destaca la doctora María Cristina Rosas.
De ahí que el tránsito de la inteligencia epidemiológica a la inteligencia en salud se torna crucial, debido a flagelos que enfrentan los sistemas de salud, y a que compartir información de inteligencia con otras naciones expone y revela fragilidades de los Estados que podrían ser aprovechados por actores no estatales (terroristas, delincuencia organizada).
Otro problema para contar con inteligencia epidemiológica de calidad es la limitada infraestructura existente para la detección, análisis y valoración de patógenos potencialmente mortales, agrega la doctora Rosas. Al respecto, expone que existen pocos laboratorios de bioseguridad nivel 4 en el mundo –54 en total– según la Organización Mundial de la Salud, la mayoría concentrados en países desarrollados. Y en el caso de México, sólo se cuenta con laboratorios nivel 3 en la capital del país, y existe un proyecto para desarrollar uno de nivel 4 en Monterrey, Nuevo León.
En ese sentido, considera que se requiere de un nuevo modelo de inteligencia en salud que vaya más allá de la información epidemiológica: que involucre a una amplia gama de ramas del conocimiento, igual que burocracias, expertos y especialistas. “Con todo, la bioseguridad en México es precaria y, dada la escasez de laboratorios, no se puede trabajar de manera segura con patógenos como los de influenza, gripe aviar, incluso otros que causan tuberculosis y brucelosis”.
México arribará a 2025 con deterioros estructurales en el Sistema Nacional de Salud, es casi incapaz de atender enfermedades como el dengue, diabetes y glaucoma. Resultado de malos hábitos, el pueblo mexicano sigue siendo el segundo mayor consumidor de bebidas azucaradas. Aunado a ello, en el país hay una pobre gestión e ineficacia administrativa en el sector salud, consideró el doctor en derecho por la UNAM, Mario Vignettes del Olmo.
En su participación “México 2025: escenarios y tendencias”, presentada en el webinar “Estrategia y seguridad”, anticipó que, para entonces, la eficacia de campañas de vacunación se habrá reducido notoriamente.
Agregó que en 2025, el 68 por ciento de adultos presentará obesidad, lo que implica una contracción del 4.5 por ciento respecto de 2018. Ello, producto del deterioro de la economía popular que habrá reorientado el consumo a alimentos poco procesados derivados de la agricultura de auto-consumo.
También estimó que se consolidará administrativamente el Instituto de Salud para el Bienestar, pero el abasto de medicinas e insumos médicos será precario, y centralizará los servicios de salud, pero con muy baja calidad.
Los intercambios de México con el mundo han venido acompañados de una mayor exposición a riesgos sanitarios vinculados con el consumo de productos y servicios de importación, la exposición transfronteriza a factores ambientales y el tránsito internacional de personas, considera el doctor Emilio Vizarretea Rosales.
“El mundo postpandemia y México en él, vivirán tiempos difíciles para recuperar sus anteriores actividades cotidianas. Una normalización anormal. La incertidumbre de la pandemia, con datos duros limitados, hace que acciones globales, internacionales, nacionales y locales sean limitadas y de escaso impacto”.
En la seguridad nacional la palabra fuerte es resiliencia, que incluye redistribución de la riqueza, fiscalidad más justa, reforzar el Estado de bienestar y fijar una renta básica que dé protección a la gente en tiempos de emergencia y dé calma. “Actuar más coordinadamente en lo global y lo local, con ambición de resolver, so pena de afectar el ahorro de la gente, las pensiones y el bienestar”.
El alcance global de los retos requiere de soluciones innovadoras. Se trata de fenómenos que demandan soluciones estructurales en una perspectiva de mediano y largo plazos. De ahí que exista un vínculo claro entre la innovación científica, la generación de nuevos conocimientos y el desarrollo de una agenda de seguridad nacional de alcance multidimensional, concluye Vizarretea Rosales.
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