Sólo en un año se generaron 62 millones de toneladas de desechos electrónicos, los cuales representan riesgos para la salud humana por sus componentes tóxicos. Se necesitan aplicar estrategias de recolección y reciclaje para evitar que esta problemática avance
Ginebra, Suiza. La humanidad generó 62 millones de toneladas de desechos electrónicos en 2022, el equivalente a un millón y medio de camiones que, puestos en fila, darían la vuelta al mundo por el ecuador, indicó un informe divulgado por la Unión Internacional para las Telecomunicaciones (IUT).
“Desde televisores hasta teléfonos desechados, se genera una ingente cantidad de residuos electrónicos y el reto que plantean a escala mundial no va a hacer más que crecer”, apuntó el experto zimbabuense, Cosmas Luckyson Zavazava, director de la Oficina de Desarrollo de las Telecomunicaciones de la IUT.
Los residuos –o sea cualquier producto desechado que posea un enchufe o una batería– entraña un riesgo para la salud y el medio ambiente. Contiene aditivos tóxicos o sustancias peligrosas como el mercurio, capaces de afectar al cerebro y la capacidad de coordinación del ser humano.
El Informe Mundial de Residuos Electrónicos –presentado por la UIT en su sede en esta ciudad suiza– alerta de que la generación de residuos crece a un ritmo cinco veces superior a su reciclaje.
En el mundo, está aumentando en 2 millones 600 mil toneladas anuales, camino de alcanzar 82 millones de toneladas en 2030. Esta cifra supone una subida de 33 por ciento respecto a 2022.
En ese año, menos de una cuarta parte –22.3 por ciento– de los residuos electrónicos fueron reciclados adecuadamente. Esto dejó millones de toneladas de recursos naturales recuperables sin contabilizar y aumentó los riesgos de contaminación.
Sin embargo, ese 22.3 por ciento se prevé que se reduzca a 20 por ciento para 2030, debido a la creciente diferencia en los esfuerzos de reciclaje en relación con el asombroso crecimiento de la generación de residuos electrónicos.
Entre los retos que contribuyen al aumento de la brecha, se encuentran el progreso tecnológico, el mayor consumo, las limitadas opciones de reparación, los ciclos de vida más cortos de los productos y la creciente electronificación de la sociedad. También, las deficiencias de diseño y la inadecuada infraestructura de gestión de los residuos electrónicos.
Ruediger Kuehr, experto de la irlandesa Universidad de Limerick, destacó que “en la sociedad actual, muchas personas utilizan múltiples ordenadores y teléfonos, y cada vez más electrodomésticos, monitores y sensores, bicicletas y patinetas eléctricas, ropa, juguetes y muebles con circuitos electrónicos incorporados”.
Asimismo, “herramientas eléctricas y equipos para ahorrar energía nuevos, incluidos LED, equipos fotovoltaicos y bombas de calor. Las zonas urbanas y remotas están cada vez más conectadas a Internet y un creciente número de centros de datos se encarga de atender las necesidades de la transformación digital. […] Habida cuenta de lo anterior, urge adoptar medidas concretas para abordar y reducir el volumen de residuos electrónicos”.
El informe señala que si los países elevasen las tasas de recogida y reciclado de residuos electrónicos a 60 por ciento de aquí a 2030, los beneficios, incluida la minimización de los riesgos para la salud humana, superarían los costos en más de 38 millones de dólares.
Pone como ejemplo que los metales integrados a los residuos desechados pesaban 31 millones de toneladas en 2022, a los cuales se sumaban 17 millones de toneladas de plásticos y 14 millones de toneladas de otros materiales.
El valor de los metales integrados en los residuos en 2022 alcanzaría a 91 millones de dólares; entre ellos, 19 millones en cobre; 15 millones en oro, y 16 millones en hierro. Esa recuperación evitaría por ejemplo la extracción de 900 millones de toneladas de hierro primario.
Las emisiones equivalentes de dióxido de carbono –CO2, principal gas de efecto invernadero– evitadas por la gestión formal de los residuos electrónicos alcanzaría a 93 millones de toneladas, con base en las mismas cifras de 2022.
Para Zavazava, “el hecho de que menos de la mitad de los países del mundo apliquen y hagan cumplir medidas para gestionar el problema hace sonar la alarma en favor de una normativa sólida que impulse la recogida y el reciclaje”.
Inter Press Service (IPS)*
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