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Oseas: 50 años de desaparición forzada

Publicado por
David Cilia Olmos

En abril de 2024, se cumplieron 50 años desde que la policía del Estado de México detuvo al principal dirigente teórico de la Liga Comunista 23 de Septiembre. Hasta la fecha, no se da cuenta de su situación legal y humana.

Tres años después de terminada la segunda guerra mundial, el 19 de julio de 1948, Ignacio Arturo Salas Obregón nació en la ciudad de Aguascalientes. Más tarde, sería el dirigente de la organización revolucionaria más temida por el gobierno mexicano.

Fue el tercer hijo del matrimonio formado por Enriqueta Obregón y Salvador Salas Carrillo. Este último era un rico comerciante conocido en Aguascalientes. Su tío, Carlos Salas Calvillo, era un multimillonario y caballero de Colón.

Cursó la primaria en el Instituto Aguascalientes. A los 15 años se trasladó a Monterrey, para cursar el Bachillerato en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, fundado por el industrial Eugenio Garza Sada.

A los 17 años, se inscribió en la carrera de Ingeniería Civil. Más tarde, se adhirió al Movimiento Estudiantil Profesional (MEP), el cual era dirigido por el sacerdote Jesuita Salvador Rábago. De ésta, ocupó el cargo de presidente regional en 1976.

En 1968, suspendió su carrera y se trasladó a la Ciudad de México para hacerse cargo de la presidencia nacional de la organización católica Movimiento Estudiantil Profesional (MEP). Ahí empezó a desarrollar trabajo entre los obreros de la construcción y de pequeñas industrias de Ciudad Nezahualcóyotl, Estado de México.

FOTO: ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN

Junto a otros miembros del clero progresista realizaban círculos de estudios y conferencias en la iglesia de la colonia Aurora –hoy colonia Benito Juárez– y en los domicilios de los obreros, a los cuales iban politizando.

En esa época, Ignacio Arturo inició su formación marxista mediante la lectura de los autores clásicos. Así conoció a Raúl Ramos Zavala, quien militaba en la Juventud Comunista y con quien encontró notables coincidencias en la interpretación de la realidad por la que atravesaba el país.

La primera actividad conjunta fue el reparto de propaganda. Ésta se imprimía en los mimeógrafos de los distintos Comités de Lucha de las diferentes escuelas y facultades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Al mismo tiempo, editaron un periódico al que denominaron El Tábano, del cual publicaron dos números.

Junto con Raúl Ramos Zavala, comenzaron a realizar prácticas de tiro en las cercanías de Río Frío, Amecameca y el Ajusco. El 14 de enero de 1972, a sus 23 años, Ignacio Arturo participó en el asalto al Banco Comercial Mexicano.

Se realizó simultáneamente al asalto al Banco de Comercio, ambos en Monterrey y de los cuales fueron expropiados por los comandos “Carlos Lamarca” –en referencia a un revolucionario brasileño– y “Pablo Alvarado Barrera”, en referencia al combatiente por aquel entonces asesinado en la cárcel de Lecumberri.

Después del asalto, Ignacio Arturo se trasladó a Matehuala. De ahí, se mudó a la Ciudad de México, donde vivió junto con Alberto Sánchez Hirales y su compañera de vida, Graciela Mijares, en la colonia Escandón. Continuó con sus actividades revolucionarias en Ciudad Juárez, Chihuahua. Tras un periodo de tiempo, el 6 de febrero de 1972, regresó a la ciudad de México al enterarse de la muerte de Raúl Ramos Zavala en un enfrentamiento.

A partir de ahí, se realizan discusiones con militantes de diversas organizaciones para formar una sola a nivel nacional. El 15 de marzo de 1973, se constituyó la Liga Comunista 23 de septiembre.

La reunión se realizó en el domicilio de Fernando Salinas Mora. Duró 15 días, durante la cual adoptaron las tesis de Ignacio Arturo y Raúl Ramos Zavala expuestas en los documentos Madera y Cuestiones Fundamentales del Movimiento Revolucionario en México.

Ignacio Arturo Salas Obregón, conocido al interior de la Liga Comunista como Oseas, realizó las más vastas tareas de organización, desde la implementación de al menos tres guerrillas rurales; la BREZ (Brigada Revolucionaria Emiliano Zapata) en Jamiltepec, Oaxaca; la brigada Oscar González Eguiarte en el Cuadrilátero de Oro de Chihuahua, Sonora, Sinaloa y Durango, y la Brigada Genaro Vázquez en la Sierra de Guerrero.

Coordinó la formación de brigadas de combate en el ámbito urbano; implementó la publicación del periódico nacional Madera, y coordinó la realización de numerosas acciones guerrilleras tendientes a recuperar armamento, recursos económicos, la liberación de prisioneros y la distracción de escenarios específicos de las fuerzas armadas del Estado mexicano.

Él, junto a su generación de jóvenes hombres y mujeres combatientes, inauguraron una nueva forma de ver el mundo. De Lenin y Marx, retomó la concepción de un Estado de clase. Demostró que no se trataba de reformar un gobierno, sino de acabar con la dominación de la clase ejercida por el Estado burgués mexicano.

Esta posición chocó con la actitud prevaleciente en el Partido Comunista Mexicano y sus similares. Éstos planteaban un frente de clases, una alianza con la burguesía progresista para, dentro de las leyes del Estado, hacer una revolución democrática.

También resultó una innovación que, en pleno auge de la Guerra Fría entre los países capitalistas y el mundo socialista: la Liga Comunista denunciaría la relación del gobierno Cubano con el Estado burgués mexicano.

Igualmente, se deslindaría de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), a quien entendió como un país dominado por la oligarquía del Partido Comunista (PCUS), como más tarde se demostró. Esta clasificación, para desilusión de los maoistas, también abarcó a la llamada en ese entonces China Comunista.

La postura de considerar a los estudiantes como un destacamento más de la clase trabajadora hizo que los dirigentes del Partido Comunista Mexicano y organizaciones paralelas pusieran el grito en el cielo.

Sin embargo, donde las diferencias teóricas tuvieron mayor impacto o efectos políticos, fue en el posicionamiento respecto al trabajo y objetivos del trabajo revolucionario en el campo. Dichas posturas llevarán al desencuentro con una organización determinante de la guerrilla en México, el Partido de los Pobres, representado por el profesor Lucio Cabañas Barrientos.

En el aspecto de la lucha obrera, el viejo Partido Comunista Mexicano había venido siendo un impulsor del sindicalismo mexicano. Más tarde, fue determinante en la formación de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) y otras centrales. Serían el vivo ejemplo del corporativismo en México.

Ante la pérdida de la dirección, estas centrales obreras quedaron en manos de los charros gubernamentales. La izquierda tradicional inauguró la lucha por el sindicalismo independiente. Frente a ésto, Oseas y la generación de jóvenes combatientes de la Liga Comunista 23 de Septiembre llegaron a una conclusión: en esta época histórica, el sindicalismo en México no era más que un instrumento de la dominación burguesa.

Por lo tanto, la lucha obrera no debería ser entre líderes charros y líderes neocharros, ni entre sindicatos charros contra sindicatos independientes, sino por la transformación revolucionaria de la sociedad.

Por si fuera poco, Oseas afirma que el proletariado debería pasar de la huelga económica a la movilización y huelga política para arribar a la lucha insurreccional.

Estas posiciones políticas nuevas llenaron de escándalo a los dirigentes de la izquierda tradicional y marcaron la diferenciación con otras organizaciones armadas.

Una vez autoorganizados, habían obtenido preparación militar en Corea del Norte. No podían aceptar que la Unión Soviética, cabeza del llamado mundo socialista, estuviera dominada por oligarcas que veían por sus propios intereses.

La Unión del Pueblo, otra organización armada de ese tiempo, tampoco podría aceptarlo. Más que las distintas personalidades o liderazgos, las posiciones políticas fueron las que determinaron las diferencias entre las organizaciones armadas en México.

El Estado mexicano enfiló su energía de manera brutal para acabar con la subversión revolucionaria. Finalmente, centró sus baterías en la Liga Comunista 23 de Septiembre. Ésta fue la organización con más muertos y desaparecidos que ha existido en México.

La captura de Ignacio Arturo Salas Obregón, en Tlalnepantla, Estado de México, marcó un hito histórico en el periodo de contrainsurgencia conocido como Guerra Sucia.

El 25 de abril de 1974, Oseas fue detenido por la policía, cuando se dirigía a una reunión en San Rafael, Tlalnepantla. Al intentar resistirse al arresto, fue herido de bala, por lo que fue trasladado al Hospital General de Tlalnepantla en calidad de detenido, donde fue atendido médicamente.

Oseas fue arrebatado por agentes de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) y trasladado al Hospital Central Militar en el Campo Militar Número 1 de la Ciudad de México. A partir de ahí, el Estado mexicano lo mantiene en condición de desaparición forzada hasta nuestros días.

Los archivos de la DFS retoman las declaraciones que Ignacio Arturo Salas Obregón hizo ante esa dependencia gubernamental varios meses después de haber sido detenido y desaparecido.

Como por ejemplo, están las declaraciones contenidas en el expediente “Exp. 11-235-74 H-238 L-11” del 6 de mayo de 1974; “Exp. 11-235-74 H-290 L-11” del 10 de junio de 1974, y “Exp. 11-235-74 H-303 L-11” del 12 de junio de 1974.

De esta manera, Oseas fue mantenido incomunicado y sometido a torturas por el gobierno priísta de Luis Echeverría Álvarez, quien ordenó el secuestro y desaparición de más de 600 personas, la mayoría de ellas comprometidas con una lucha contra su dictadura.

A finales de octubre de 1977, Ignacio Arturo Salas Obregón fue reconocido vivo por el también guerrillero revolucionario Rubén Ramírez, militante de las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo.

Ramirez formó parte de un grupo de 21 presos trasladados de la cárcel de Oblatos al Campo Militar Número Uno, de Lomas de Sotelo, Distrito Federal. Narra:

“…me condujeron atado de manos a la espalda y encapuchado, al pasar la puerta de la celda me quitaron el amarre de las manos y me jalaron la capucha al tiempo que me aventaban hacia adentro de una pequeña celda… aproximadamente transcurrieron unos 20 o 30 minutos y cuando ya todo estaba en silencio … escuché una suave voz, que con sigilo me decía:

“¿Quiénes son ustedes? ¿De dónde vienen?, me llamó la atención y a la vez quise indagar. Pues sabía que en el Campo Militar Número 1 las fuerzas armadas han mantenido a disidentes en calidad de desaparecidos. La voz que me susurraba me dijo “¿Quiénes son ustedes?” Yo le respondí:

“¿Quién eres tú y desde cuándo estás aquí?

“Me dijo: Soy Ignacio Salas Obregon. Me tienen aquí desde hace unos meses después de que fui herido y detenido. Me sacaron de una clínica y me llevaron a un hospital. Inicialmente no sabía a dónde me habían llevado, me tenían con los ojos vendados y cada muñeca de mis manos sujetas a la orilla de una cama de hospital. Me atendían, no sabia quienes; por el tacto de los dedos y el apoyo de sus manos distinguía cuando era una mujer y cuando era un hombre.

“Después me llevaron a este lugar. Aquí hay un pasillo, me sacan hacia la derecha y me han llevado encapuchado. He caminado como 20 metros y he sentido que ahí hay una especie de gimnasio, por el espacio que se siente está más ventilado que el pasillo. Ahí me han estado interrogando cada que alguien está siendo torturado y entonces me han sometido a interrogatorios bajo la tortura.

“Aquí, me tocó ver a una compañera de Monterrey que se llama Guadalupe Hernández. A ella la estuvieron torturando frente a mí, diciéndole que les dijera que contactos más yo tenía allá y que si sabía que estaban por acá. Como ella no les decía nada, la tomaban contra de mí.

“Aquí ha venido ese pinche güero de ojos azules. Me parece que es el Miguel Nazar. Él me ha torturado en la mayoría de los interrogatorios, desde que me sacaron del hospital y me trajeron aquí.

“Allí, en ese lugar, frecuentemente están interrogando he oído muchos gritos y suplicio de personas. Algunos han sido compas nuestros que los torturan frente a mí, estando yo encapuchado, para que digan cosas y en seguida la toman contra de mi. Yo no sé ya cuánto tiempo llevo aquí.

“¿Me puedes decir qué día es hoy y en qué fecha estamos? Yo le comenté que estábamos en el día 22 de octubre de 1977 y que sabía que la fecha en que a él lo detuvieron era en abril de 1974.

“Empero, para que yo corraborara que efectivamente estaba hablando con Ignacio Salas Obregon conmigo le hice varias preguntas… Así fue como ya supe de la identidad de ese militante. Fui testigo y doy testimonio de que en el Campo Militar Número 1, en una prisión clandestina que ahí existe, tuvieron detenido desaparecido hasta octubre de 1977 que yo hable con él, a Ignacio Salas Obregon y que él me dijo de que ahí había escuchado que torturaban a otros disidentes; así como que él vio a la compañera Guadalupe Vargas, que era originaria y activista militante en Monterrey” (Rubén Ramírez González; exmilitante del Frente Estudiantil Revolucionario (FER) y de las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo (FRAP)).

Esto es durante un periodo entre los sexenios de Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo. Ignacio Arturo Salas Obregón seguía detenido y sometido a torturas por el Estado méxicano.

La Secretaría de Gobernación y los presidentes de la república Luís Echeverría y José López Portillo tienen la declaración completa de Ignacio Arturo Salas Obregón. A partir de ésta, diseñaron un supuesto organigrama de la Liga Comunista 23 de Septiembre.

Al asumir la responsabilidad de las acciones revolucionarias en las que participó, y en apego al Código Penal vigente en ese momento, Ignacio Arturo Salas Obregón debió ser sometido a juicio. Sin embargo, el Estado mexicano lo mantiene en condición de desaparición forzada, sin fincarle aún a 50 años ningún delito concreto.

Por eso podemos decir sin faltar a la verdad que la guerra sucia gubernamental contra las fuerzas revolucionarias aún no termina.

Por eso podemos repetir con él:

“No importa si el precio que tenemos que pagar es alto, no es hora para lamentaciones. La experiencia que adquiriremos pagará con creces las dolorosas e indignantes pérdidas. Han caído muchos camaradas en el camino; seguramente caerán más. La lucha contra el capital, no puede ser fácil ni dulzona… Pero el proletariado no tiene que perder más que sus cadenas y tiene en cambio mucho que ganar”.

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