Moscú, Rusia. En unos pocos días tres acontecimientos movieron a la sociedad rusa y la encaminaron hacia la unidad: las elecciones presidenciales, los ataques e incursiones ucranianos en Bélgorod y el atentado terrorista contra el Crocus City Hall.
Aquellos que pretendieron empañar los comicios generales efectuados entre el 15 y el 17 de marzo, al igual que los organizadores de los ataques a Bélgorod –cercano a la frontera con Ucrania–, y el atentado a la sala de conciertos del Crocus –cinco días después del término de los comicios– querían sembrar el pánico y la discordia en la sociedad rusa.
Por esta misma razón, desde Occidente y Ucrania lanzaron ataques informáticos después de la emergencia. Sin embargo, calcularon mal: los rusos volvieron a mostrar consolidación en torno al presidente, Vladimir Putin, y la bandera. No sucumbieron a las provocaciones.
“El ataque terrorista en Crocus City Hall fue una agresión a toda Rusia, a toda nuestra sociedad, y no sólo a una sala de conciertos específica”, dijo Alexei Martinov, director del Instituto de Estados Modernos, profesor asociado a la Universidad Financiera del gobierno de la Federación.
Según el estudioso, “tenía el único objetivo de sembrar el pánico y la discordia en nuestra sociedad. Los enemigos, asustados por la consolidación del país en torno al presidente y a la bandera, intentaron romper este estado de movilización con el horror del terror”.
Al decir del analista, la sociedad respondió al crimen con unidad. Mostró su madurez cívica, unión en el dolor y la alegría en los días de victorias y tragedias, en el compromiso con los altos ideales y los valores tradicionales rusos.
Por su parte el politólogo Alexander Rudakov refirió que muchos de los muertos y heridos en la tragedia fueron con sus hijos. “Los terroristas que cometieron la masacre de civiles recibieron órdenes de los organizadores de matar a tantas personas como pudieran”.
El plan a largo plazo tenía como objetivo exacerbar las contradicciones interétnicas e interreligiosas. Luego entrarían en una fase de conflicto agudo y destruirían a la sociedad desde adentro.
Quienes planearon el crimen partieron del hecho de que fueron los conflictos interétnicos los que se convirtieron en la causa de la muerte de la Unión Soviética (URSS), señaló.
Según ese mismo modelo, contaban con un efecto similar. Sin embargo, en los últimos 30 años, la situación ha cambiado y la gente aprendió bien la trágica lección. La sociedad comprende cómo funcionan las tecnologías de destrucción y caos. Por ende, se activa el modo de autoconservación, explicó.
Valoró que están conscientes de que entre las víctimas del ataque terrorista había personas de diversas nacionalidades: rusos, belarusos, judíos, armenios, moldavos, personas con raíces caucásicas y de Asia Central.
La comprensión común del origen de la amenaza, el dolor y la esperanza de un pronto enjuiciamiento contra los que estuvieron detrás del sangriento ataque terrorista unen a los pueblos en los momentos trágicos de nuestra historia, añadió Rudakov.
Casi en paralelo con la noticia del sangriento ataque contra civiles indefensos en la capital rusa por un grupo de terroristas, los medios occidentales –que hacía sólo una semana acallaron las noticias de las exitosas elecciones– comenzaron los ataques de información.
“Hubo historias sobre nuevos ataques terroristas en diferentes ciudades de Rusia, sobre la culpa de representantes de ciertos grupos étnicos, sobre la negligencia supuestamente criminal de las autoridades y agentes del orden”, indicó Vladimir Shapovalov, miembro de la junta directiva de la Asociación Rusa.
Las redes sociales y la blogósfera estaban saturadas de teorías conspirativas, recordó.
“Pero los enemigos calcularon mal, inmediatamente vimos la reacción de la sociedad del enorme país, la empatía y las acciones activas de sus ciudadanos, que no cedieron en ningún momento a las provocaciones. [..] La sociedad –por demás multicultural y multiétnica– de Rusia confió en los organismos encargados de hacer cumplir la ley, y en su presidente Putin, que en todo momento mantuvo la situación bajo control”, añadió.
El politólogo subrayó que, si se mira la reacción de Estados Unidos, fue notable. El secretario de Estado, Antony Blinken, y el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby, condenaron el ataque. Sin embargo, este último indicó que Ucrania no tenía nada que ver, aunque no se le preguntó al respecto.
En opinión de Shapavalov, con su declaración sólo fortaleció la convicción de muchas personas sobre quién ordenó este ataque terrorista. E igualmente hablaron de que los autores eran tayikos y que lo habían hecho en nombre del Estado Islámico.
El presidente Putin reconoció que los autores materiales del crimen eran radicales islamistas. Sin embargo, las pruebas indican que fueron alentados, pagados y preparados por otros actores que perseguían eso: buscar a un culpable en el mundo del espacio postsoviético de Asia Central. Y de esta manera, alejar dudas de cualquier otro actor terrorista más cercano a las fronteras de Rusia.
La investigación continúa, y los mejores testigos son los propios terroristas y sus cómplices, detenidos por los agentes del orden de Rusia, quienes cada día ofrecen datos e informaciones siguiendo la ruta del dinero hacia los que financiaron tan abominable crimen.
Germán Ferrás Álvarez/Prensa Latina
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