El trabajo infantil se asocia comúnmente al ambulantaje y otras labores extenuantes y prohibidas, y casi nunca se visibiliza lo que padecen los infantes en el mercado de los espectáculos, en puestas en escena, grupos musicales, series de televisión o streaming [plataformas digitales], telenovelas, programas infantiles. Ello, a pesar de que en algunas de estas producciones participan incluso recién nacidos o menores que aún no hablan; de que su contenido sea clasificado como no apto para que los infantes vean –por temas sensibles de violencia, terror psicológico, sexualidad, consumo de sustancias dañinas a la salud, etcétera–; o que en ese ambiente sean orillados a tener contacto permanente con adultos, consumir drogas, lidiar con la fama o, en los peores casos, sean violentados física, psicológica o sexualmente.
La contradicción es que son los mismos bebés, niños y niñas que la sociedad observa actuar o cantar, pero en los que no observa el sufrimiento que viven al hacerlo. En México, los casos de explotación y violencia se cuentan por decenas, aunque los más visibles siguen siendo los escándalos como el del “Clan Andrade” o el caso de la cantante Sasha Sokol y su agresor, el productor Luis de Llano Macedo.
La realidad que enfrentan niños y niñas que se desarrollan dentro de la industria del espectáculo es, en la mayoría de los casos, de carencias, cuando no cuentan con espacios para desarrollar amigos y socializar, explica la doctora María Becerril Pérez, experta en el área del desarrollo infantil de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Añade que “es común que ellos puedan generar sobre todo temas de adicciones y posteriormente otras patologías que tienen que ver con no haberse vinculado de manera asertiva en los momentos de su edad temprana, cuando les correspondía”. De acuerdo con la especialista en salud, los medios los alejan de aquellas actividades y vínculos que podrían darle las herramientas necesarias para sobrevivir las siguientes etapas de su vida.
“Estamos frente a un problema de explotación, porque se está coartando su desarrollo y al mismo tiempo se están transgrediendo sus derechos frente a una expectativa o un deseo adulto”, señala la doctora Gabriela Ruiz Serrano, académica de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS).
Asimismo, algunos de los menores que crecieron dentro de la industria del espectáculo “desarrollan trastornos en la vida adulta que están asociados a la ansiedad o depresión; incorporan una autoexigencia; tienen dificultad para el establecimiento de límites en las actividades laborales futuras y la inhibición que hay para un desarrollo adecuado de las relaciones interpersonales”, afirma la doctora Ruiz Serrano.
A estos trastornos mentales y emocionales se les suma el riesgo de adquirir trastornos alimenticios, ya que al convivir en ambientes donde los cánones de belleza están establecidos desde una hegemonía, los menores no pueden poner un límite, lo que provoca una afectación física, pero también una manera de funcionar en la vida adulta, explica la doctora en trabajo social.
Por su parte, la psicóloga clínica María Becerril Pérez señala que para entender cómo estos trabajos dañan la salud mental de las personas, basta ver a los actores o actrices que iniciaron desde que eran menores de edad. “Tú ves a estos niños talentosos, los niños Disney que ahora están en Hollywood y hoy los ves en una adultez no sana, en una adultez donde tempranamente iniciaron en drogas, con algunos trastornos de ansiedad y de depresión porque pasaron mucho tiempo solos. Los alejan del mundo, no los hacen seres sociales, no pueden establecer relaciones interpersonales saludables”.
La doctora Becerril comenta que todos estos daños hacia los menores podrían prevenirse y corregirse a partir del establecimiento de un horario digno que no comprometa su descanso; el contacto con personas de su edad y el acompañamiento psicológico que brinde apoyo para que quienes están en esta industria “puedan recuperar su estabilidad y su bienestar y evidentemente que sea hasta de alguna manera un trabajo disfrutable que no ha explotado”.
Agrega que el terapeuta será un aliado y el portavoz del menor. “Es un acompañamiento, sobre todo porque el niño o la niña o adolescente va a incursionar en un ambiente nuevo, en un ambiente con características muy particulares. El estar con alguien que tenga una posición neutra, activa y profesional en términos de su salud mental va a garantizar o puede garantizar que el niño haga estas actividades, pero siempre y cuando no estén mermando su salud”.
Hay testimonios de adultos –que trabajaron en el medio cuando eran menores de edad– que hablan de una transgresión a sus derechos fundamentales, como la falta de oportunidad de ir a la escuela. En el espacio educativo, los infantes no sólo incorporan conocimientos, sino un aprendizaje social que tiene que ver con su desarrollo psicosocial y biológico, por lo que el ejercicio de las actividades que hacen las niñas y los niños en el medio del espectáculo necesita visibilizarse para comprender cuáles son las exigencias que implica su labor en éste, señala la doctora Ruiz Serrano.
Bajo estas condiciones podría haber casos en los que los tutores o cuidadores de los menores –que se incorporan al medio del espectáculo– se enriquecen a costa de su trabajo, lo que vulnera los derechos y la salud, comenta la académica en trabajo social por la UNAM. Agrega que estas circunstancias se insertan en el modelo capitalista en su fase neoliberal, donde el uso del cuerpo de las niñas y los niños se vuelve una mercancía que es altamente rentable para las empresas productoras que se benefician de su trabajo.
Los menores que trabajan en esta industria suelen convertirse en los proveedores de sus familias. Ello los coloca en una posición de riesgo, puesto que sus deseos, límites y necesidades no siempre son escuchados, y en los momentos en que ellos expresan que quieren irse o dejar de ser parte de estos ambientes, los cuidadores los ignoran y obligan a continuar. Esto, porque sacarlos del medio implicaría cambiar de estatus socioeconómico, comenta la doctora en salud mental Becerril Pérez.
Al respecto, la doctora Ruiz Serrano explica que existe una “violencia estructural colocada desde prácticas adultas y el adultocentrismo, donde cuidadoras, cuidadores –que pueden ser los tutores, padre, madre o alguna otra persona– satisfacen más sus necesidades personales que realmente cuidar y privilegiar el interés superior del niño”. Este último es un principio de rango constitucional, previsto en el artículo 4 constitucional, que demanda que en toda situación donde se vean involucrados niños, niñas y adolescentes se trate de proteger y privilegiar sus derechos.
Al encontrarse en una etapa de desarrollo, las y los menores de edad confían que los adultos que los cuidan no los pondrán en riesgo. Esta confianza hacia los mayores no siempre deriva en un adecuado desarrollo para ellas y ellos, ya que pueden ser presionados a realizar actividades en el medio del espectáculo que no favorecen su crecimiento emocional, psicológico, social y biológico, explica la doctora Ruiz Serrano.
Por su parte, la psicóloga Becerril Pérez señala que los managers o representantes son otra de las figuras que llegan a violentar los derechos de los menores, ya que sólo piensan en sus intereses y en los de la producción. Ante esta situación, advierte que es necesario establecer lineamientos claros en dónde se proteja a los menores: “los contratos tendrían que hacerse en favor a los derechos de los niños y no a los intereses de los productores”.
De acuerdo con el abogado Leandro Bermúdez Pineda, especialista en materia laboral, la Ley Federal del Trabajo establece que los menores de 15 años no tienen permitido trabajar. Sin embargo, señala que el artículo 175 bis de la misma hace una excepción para quienes quieran desarrollarse en el medio del espectáculo.
Conforme al artículo 175 bis se establece que “no se consideran trabajo las actividades que los menores de 15 años realicen bajo la supervisión de sus padres, tutores o quienes ejerzan la patria potestad”. Estas actividades deben estar relacionadas con: creación artística, desarrollo científico, desarrollo deportivo, desarrollo de talento, ejecución musical o interpretación artística.
El abogado Bermúdez explica que para que esta situación se permita y no se considere como trabajo sino como un desarrollo, “tiene que cumplirse con ciertas reglas: que debe constar por escrito el consentimiento expreso de los papás, que quien utilice a este menor que se comprometa a respetar los derechos que la Constitución, los convenios internacionales y las leyes a favor de la niñez y que el salario que reciban no puede ser menor de ninguna manera a la cantidad que reciba un menor ya trabajador dentro de 15 y 17 años”.
En este sentido, “las actividades que realice el menor –dentro de la industria del espectáculo– no pueden perjudicar en su educación, en su esparcimiento ni en su recreación y deberán atender al desarrollo de sus habilidades y talentos”, señala Bermúdez.
Sin embargo, como señalan las especialistas, las productoras no velan por los derechos, salud e integridad de los menores. Ante esto, el especialista en derecho laboral explica que hay que fortalecer y reestructurar la legislación para que las actividades que realiza sean vistas como un trabajo. “Claro que es trabajo, hay subordinación, hay un horario, el pago de un salario o contraprestación o bono o como le quieran llamar. Este desarrollo realmente es un trabajo”.
De igual forma, Bermúdez explica que la problemática continúa porque las autoridades encargadas de proteger los derechos de los niños y niñas no son proactivas y esperan a que se hagan las denuncias para intervenir. En ese sentido, propone que debería implementarse un registro de todas las producciones –comerciales, series, novelas o películas– en las que participen menores, con el objetivo de llevar un seguimiento continuo del tiempo sobre el tiempo que pasan en el set, los contratos que los respaldan y el sueldo que reciben. “Eso podría darse y debería darse, pero el problema que tenemos en la realidad es que la autoridad es reactiva”.
Aunado a lo anterior, el apartado 15, del artículo 176 de la Ley Federal del Trabajo señala que se considera como una labor peligrosa para los menores de edad la que implica un “alto grado de dificultad; en apremio de tiempo; que demandan alta responsabilidad, o que requieren de concentración y atención sostenidas”. Lo que bien podría encuadrar en algunos, si no es que en la mayoría, de casos de infantes dedicados a la actuación o al canto profesional.
Acerca de la explotación laboral infantil en el ámbito del espectáculo, Marisol García Segura –exdiputada federal, primera actriz, guionista y activista, conocida como Marisol Gasé– indica que no se puede normalizar ningún comportamiento de estos. “Tenemos que seguir insistiendo en que las niñas y los niños también sepan que tienen estos derechos”.
Para la doctora Ruiz Serrano, los menores de edad cuentan con el derecho a la participación y que esto implica manifestar y expresar sus necesidades en todo lo que los involucra y, por lo tanto, deben ser escuchados y considerados respecto a las actividades laborales que desarrollan.
Los escenarios en los que se desenvuelven los menores de edad en la industria del espectáculo no están propiamente hechos para ellos. Son un reflejo de la cultura adultocéntrica que no se ha encargado de generar las condiciones para que se desarrollen artísticamente sin ser vulnerados, explica la trabajadora social.
“No estoy negando que haya niñas, niños que les guste la danza, el teatro, la pintura y que como una parte de su desarrollo, lo aprendan, lo ejecuten, lo experimenten; por supuesto son actores sociales, políticos y productores de cultura […] el punto nodal al que tenemos que llegar es que esto –desarrollo de sus capacidades e intereses artísticos– se configure en las mejores condiciones y que ellas y ellos puedan potenciar sus características, sus habilidades sin que esto comprometa otro tipo de condiciones”, enfatiza Ruiz Serrano.
Para brindar un cuidado efectivo a los menores de edad y cuidar sus intereses artísticos serán necesarios marcos jurídicos que puedan sancionar las acciones que violentan a los menores, así como estrategias de política pública que rompan con la perspectiva adultocéntrica y reconozcan el carácter agencial y protagónico de niñas y niños, menciona la especialista Ruiz Serrano.
El abogado Bermúdez añade que las autoridades y la ley están para hacerse cumplir, para evitar la explotación de las y los menores de edad, para cuidarlos de explotadores que se sienten privilegiados o intocables.
En la industria del espectáculo hay una dinámica de explotación laboral por parte de madres y padres. Hay falta de cuidado, a niñas y niños, no solamente por parte de los padres, sino también de la sociedad, comenta la exdiputada García Segura.
Ante esto, la especialista Ruiz Serrano enfatiza que privatizar el cuidado de los menores “es muy peligroso porque el cuidado de niñas y niños es una responsabilidad social, todos tendríamos que estar involucrados y sobre todo las personas que están cercanas a ellas y ellos para promover formas de cuidado colectivo”.
Asimismo, comenta que se deben crear escenarios de seguridad como un “espacio en donde se den todas las condiciones para un desarrollo pleno y por el otro lado una figura adulta que pueda ser esta figura predecible, protectora, sensible y atenta a las necesidades de las niñas y los niños”. Añade: “tendríamos que estar trabajando muy fuerte en desmontar estas ideas de pensar a las niñas y los niños como una propiedad adulta”
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