El Cairo, Egipto. Yemen cierra 2021 sumergido en una profunda crisis humanitaria y económica como consecuencia de 7 años de una guerra que parece no tener fin.
Pese a los intentos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) por rebajar la tensión y sentar a todas las partes enfrentadas en la mesa de diálogo, lo cierto es que la violencia se disparó en los últimos 12 meses.
La ofensiva iniciada en febrero por el movimiento Ansalorá contra la estratégica ciudad de Marib, en el centro del país, desató una batalla de grandes proporciones que continúa hasta hoy.
Conocidos como los hutíes, por el nombre de su fundador Hussein Badreddin al Huti, los rebeldes avanzan de forma lenta pero implacable contra Marib, capital de la provincia homónima, rica en petróleo y gas.
Además de sus recursos minerales, el territorio es clave pues representa el último gran reducto controlado en el centro del país por las fuerzas del presidente Abd Rabbu Mansour Hadi y además conecta varias provincias circundantes.
En los últimos meses esa milicia logró avanzar en algunas áreas, con fuertes pérdidas en ambas partes, pero el Ejecutivo se muestra confiado en mantener el control de la urbe.
En reiteradas ocasiones tanto Hadi como el primer ministro Maeen Abdulmalek Saeed insistieron en la necesidad de dialogar para alcanzar una solución política al conflicto que desangra la nación, pero sus llamados cayeron en saco roto.
Los hutíes parecen decididos a conquistar Marib, lo que podría ser el golpe final de la guerra o en su defecto reforzar su posición en el terreno de cara a un eventual proceso de paz.
Mientras, la situación empeora para las decenas de miles de civiles que viven o se refugiaron en la ciudad, una situación que se extiende al resto del país.
“Durante mi viaje por carretera hasta (la suroccidental urbe de) Taiz constaté el sufrimiento de las personas, la falta de transporte, de servicios básicos y las dificultades en la obtención de bienes”, afirmó recientemente el enviado de la ONU para Yemen, Hans Grundberg, quien llamó a poner fin al derramamiento de sangre.
Sin mencionar a ningún grupo, pero en clara referencia a la milicia hutí, el funcionario señaló que las operaciones militares causan bajas significativas y agravan la situación humanitaria.
El panorama se complica por la presencia en varias áreas de Al Qaeda en la Península Arábiga, una rama del grupo fundado por el saudita Osama bin Laden, y del Consejo de Transición del Sur, alianza que reclama la secesión de la parte meridional del territorio nacional.
Según la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, dos tercios de la población de Yemen, unos 20 millones de personas, dependen de la asistencia humanitaria y el 80 por ciento vive por debajo del umbral de pobreza.
Después de años de conflagración, esta nación árabe tiene la cuarta población de desplazados internos más grande del mundo con unos 4 millones de personas, subrayó recientemente el organismo.
Por su parte, el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia denunció que unos 10 mil niños fueron asesinados o mutilados desde el inicio de la guerra en marzo de 2014, cuando los rebeldes lanzaron una ofensiva que ocupó la capital Saná y amplias zonas del norte y del oeste. Un año después Arabia Saudita y varios aliados árabes intervinieron en auxilio de Hadi, lo que permitió a sus tropas recuperar algunas áreas.
En octubre último, el ministro yemenita de Planificación y Cooperación Internacional, Waid Batheeb, afirmó que el país perdió 90 mil millones de dólares desde el alzamiento hutí. La moneda nacional se depreció 180 por ciento como resultado del conflicto, lamentó entonces.
Mientras, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo consideró que Yemen atraviesa “la peor y más grande catástrofe humanitaria del mundo” y en ese sentido proyectó que para finales de 2021 la guerra habrá matado a 337 mil personas de forma directa o indirecta.
La mayoría de las víctimas indirectas son “niños especialmente vulnerables a la malnutrición e inclusive a la desnutrición”, advirtió.
Por su parte, el coordinador humanitario de Naciones Unidas para Yemen, David Gressly, alertó que el país está al borde de la hambruna y cifró en 400 mil la cantidad de menores en peligro de morir por falta de alimentos.
La guerra cumplió 7 años sin una aparente solución a corto plazo en un país mutilado, con una población que lucha por sobrevivir a los efectos del conflicto, el hambre y las enfermedades.
Roberto Castellanos / Prensa Latina
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