Hay unos 11 mil kilómetros de distancia entre Canadá y Bangladesh, pero la crisis de los rohinyás desplazados de Myanmar también toca a la nación norteamericana, conmovida con el drama de esa minoría islámica.
Los capítulos canadienses de Alivio Islámico (Islamic Relief) y del Círculo Islámico de América del Norte (ICNA) demandan más ayuda para los rohinyás, obligados a huir a causa de la violencia.
Muchas personas de esa comunidad musulmana cruzaron la frontera con Bangladesh y viven ahora en condiciones muy difíciles en los campos de refugiados, dijo el director general de Islamic Relief Canada, Zaid Al-Rawni.
Desde mayo de 2008, después del desastre ocasionado por el ciclón Nargis, comenzamos a trabajar en la zona, declaró a la versión digital del diario local The Toronto Star.
Entre las mayores preocupaciones ahora figuran la higiene y el peligro ante un brote de cólera con dimensiones mayores que en Yemen, advirtió Al-Rawni.
Según contó el miembro de ICNA, Shaukat Hussain, en ocasiones los campamentos tienen que ser evacuados debido a las fuertes lluvias: los deslizamientos de tierra hacen imposible vivir en las tiendas temporales y obligan a dormir en caminos abiertos.
Naciones Unidas no tiene capacidad para hacer todo el trabajo, pero sí para coordinarlo. Además, se necesitan cientos de millones de dólares a fin de edificar las instalaciones adecuadas en esos lugares, dijo.
Por el momento, los rohinyás “no tienen una vida en Bangladesh” –añadió Hussain-; si bien ya no sienten miedo a que los maten, persisten sus problemas sociales y para acceder a servicios de primera necesidad como los médicos.
Desde ya debemos pensar en las próximas generaciones, tratar de garantizar la educación, fuentes de empleo…, exhortó.
Islamic Relief e ICNA –las únicas agencias canadienses que pudieron acceder con ayudas a esta crisis de refugiados– construyen refugios y han distribuido juntas miles de paquetes de alimentos y decenas de miles de donaciones, reseña The Toronto Star.
Ambas entidades están preocupadas por la situación de quienes permanecen en Myanmar, donde las agencias humanitarias no pueden entrar mientras crecen los actos hostiles contra esa minoría musulmana.
En reiteradas ocasiones, el gobierno canadiense ha condenado los inaceptables niveles de violencia contra los rohinyás y otras minorías étnicas en Myammar, así como las amenazas hacia los trabajadores de las agencias humanitarias.
Por medio de una declaración oficial, la ministra de Desarrollo Internacional y la Francofonía, Marie-Claude Bibeau, destacó que funcionarios canadienses trabajan en el terreno con el fin de buscar todas las opciones posibles de asistencia.
A pesar de estos esfuerzos existen severas restricciones para que llegue a su destino la ayuda dirigida a los residentes en el estado de Rakhine, especialmente mujeres y niños, alertó la titular.
Bibeau instó a las autoridades de Myanmar a que adopten medidas para proteger a los civiles de la violencia en curso y pidió reanudar sin obstáculos las actividades de asistencia humanitaria, en correspondencia con las normas del derecho internacional.
A inicios de octubre, Canadá anunció un aumento de 3 millones de dólares en los fondos que destina a paliar la crisis humanitaria en Myanmar. Esta suma responde a los pedidos de ayuda adicional de las Naciones Unidas y el Comité Internacional de la Cruz Roja.
Ese dinero debe invertirse para cubrir necesidades claves tales como refugio (viviendas de emergencia), protección, salud, agua y saneamiento, así como garantizar otros medios de subsistencia.
También estará destinado a la salud sexual y reproductiva de las mujeres, apoyo psicosocial para las sobrevivientes y atención obstétrica.
Buena parte de las 500 mil personas desplazadas son mujeres que han sufrido una fuerte violencia sexual y de género, indica Global Affairs Canada.
De acuerdo con esa agencia gubernamental, hasta la fecha Canadá proporcionó más de 12 millones de dólares en ayuda humanitaria para los afectados por la crisis en la frontera de Myanmar y Bangladesh.
Según datos de Naciones Unidas, desde finales de agosto 500 mil rohinyás escaparon de Rakhine para refugiarse en Bangladesh como resultado de los ataques que enfrentan, calificados de limpieza étnica por el alto comisionado para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad Al Hussein.
Casi todos los rohinyás en Myanmar viven en el estado occidental de Rakhine, uno de los más pobres. Debido a la violencia y la persecución gubernamental, miles de ellos huyen a países vecinos por tierra o barco desde hace varias décadas.
Tras visitar un campamento de los desplazados en territorio bangladesí, el alto comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi, dijo sentirse impactado por el sufrimiento que vio.
Las necesidades de esas personas son enormes, algunos llegan sin absolutamente nada. Además de las carencias materiales, tienen serios traumas por la violencia experimentada, que incluye violaciones sexuales, recalcó en Ginebra.
El secretario general de la ONU, António Guterres, pidió ante el Consejo de Seguridad una solución urgente para la crisis en Rakhine, donde crece la población musulmana rohinyá obligada a huir de la violencia y la discriminación.
La realidad en el terreno demanda que actuemos y rápido. Todo esto es inaceptable y debe terminar, los testimonios de quienes huyen de Myanmar resultan escalofriantes, con denuncias de fuego indiscriminado contra civiles, uso de minas y atropellos sexuales, denunció Guterres.
El funcionario insistió en la importancia del diálogo para resolver las diferencias, lo cual se traduce a su juicio en lograr una solución política para el problema de la discriminación de los rohinyás.
A los musulmanes de Rakhine debe garantizársele la nacionalidad de Myanmar y el acceso a una vida normal, que incluya libertad de movimiento, empleo, educación y salud, señaló el secretario general de Naciones Unidas.
Myanmar (antigua Birmania y donde la religión mayoritaria es el budismo) no ofrece ciudadanía a los rohinyás musulmanes ni los reconoce como uno de los grupos étnicos del país.
Organismos internacionales calculan que medio millón de rohinyás huyó a Bangladesh tras los nuevos repuntes de violencia, persecución, asesinatos, saqueos y violaciones.
Ibis Frade/Prensa Latina
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