Washington, Estados Unidos. Humo en el horizonte como señal de la desgracia, noches iluminadas entre el calor abrasador, casas que deben abandonarse: éste es un escenario cada vez más habitual para los habitantes de la estadunidense California.
Si en 2017 el territorio del occidente del país vivió su temporada más destructiva de incendios forestales, con grandes siniestros como el Thomas, convertido en el mayor de la historia al quemar más de 1 mil 100 kilómetros cuadrados, en 2018 nada se ha aplacado.
Los fuegos que han afectado varios lugares del estado en las últimas semanas provocaron hasta el 10 de agosto una decena de muertos, destruyeron miles de estructuras, obligaron a la evacuación de numerosas localidades y comunidades y han requerido millonarios recursos.
El más grande de los 17 siniestros localizados en la geografía californiana es el Mendocino Complex, surgido de la combinación de dos fuegos (River y Ranch), el cual superó el área del Thomas de 2017 y se convirtió en el mayor incendio forestal en la historia del estado, al sobrepasar los 1 mil 200 kilómetros cuadrados.
Según cálculos del Departamento de Silvicultura y Protección contra Incendios del Territorio (Cal Fire), ese fuego que afecta a los condados de Colusa, Mendocino y Lake sólo llegará a contenerse totalmente a finales de agosto o principios de septiembre.
Al incendio Carr, que superó los 720 kilómetros cuadrados y en esa fecha estaba contenido casi en 50 por ciento, también corresponde la mayor cantidad de pérdidas materiales, pues destruyó unas 1 mil 600 estructuras, entre ellas más de 1 mil 70 viviendas.
Las otras dos víctimas mortales como consecuencia de las llamas fueron provocadas por el fuego Ferguson, de más de 390 kilómetros cuadrados, que obligó al cierre parcial del Parque Nacional Yosemite.
En medio de la peligrosa situación, el gobernador del estado, Jerry Brown, lanzó una señal de alarma aún mayor: los crecientes incendios forestales representan una “nueva normalidad” y deben estar preparados para gastar miles de millones de dólares en enfrentarlos.
Sólo en el pasado mes de julio el estado invirtió 114 millones, alrededor de un cuarto de su presupuesto relacionado con incendios para 2018, y los funcionarios locales consideran que los costos aumentarán.
La principal pregunta que surge ante este panorama es por qué ha ocurrido este incremento de los incendios. Entre las respuestas, hubo una que generó gran polémica: la del presidente del país, Donald Trump.
En medio de la batalla de California contra los devastadores incendios, el mandatario escribió en Twitter que las medidas adoptadas en el territorio occidental son responsables de incrementar los fuegos.
Trump, quien hasta el momento no expresó condolencias por las muertes ocurridas en esos eventos ni reconoció a miles de bomberos que luchan contra las llamas, señaló que Brown debería permitir el flujo libre de grandes cantidades de agua provenientes del Norte y que son desviadas “tontamente”.
Según el jefe de la Casa Blanca, los fuegos aumentan y empeoran debido a las malas leyes ambientales “que hacen que el agua se desvíe hacia el Océano Pacífico”, al tiempo que llamó a talar árboles para evitar la propagación.
Para algunas fuentes no estaba del todo claro a qué hacían alusión los tuits de Trump, pero otras consideraron que se refirió a una disputa entre la administración demócrata de Brown y los republicanos de California.
Específicamente, el estado tiene medidas diseñadas para proteger a los peces en el delta Sacramento-San Joaquín, al dejar que el líquido corra a través de esa zona y la bahía de San Francisco, y siga su curso hacia el océano, lo cual limita el agua que se puede desviar a granjas y ciudades del Sur.
Sin embargo, especialistas consideraron que tales programas juegan poco o ningún papel en la lucha contra los incendios forestales.
La forma en que el estado maneja ese líquido realmente no influye en el crecimiento explosivo de los fuegos, afirmó Glen MacDonald, profesor de geografía de la Universidad de California, en Los Ángeles.
Peter Gleick, presidente emérito del Instituto del Pacífico para Estudios en Desarrollo, Medio Ambiente y Seguridad en Oakland, considera que la idea de que no hay suficiente agua es la cosa más loca del mundo.
En ese sentido, Cal Fire manifestó que no ha tenido problemas para encontrar agua en sus labores de contención. “Tenemos mucha”, declaró al portal digital The Hill el subjefe de ese cuerpo, Scott McLean, quien dijo que pueden sacarla de arroyos, estanques, ríos y lagos.
La disponibilidad de agua no es necesariamente un factor determinante en la lucha contra los incendios forestales, pues éstos no se combaten como los que ocurren en estructuras de centros urbanos, explicó el diario Los Angeles Times en un trabajo sobre el tema.
El medio precisó que, en estos casos, la batalla está dictada por la topografía, la construcción de cortafuegos físicos y el uso de sustancias para retardar el fuego lanzadas desde aeronaves.
Al mismo tiempo, algunos científicos llamaron la atención sobre el hecho de que los pronunciamientos del gobernante no abordaron el papel que el cambio climático ha tenido en el registro de una temporada de incendios más calurosa y seca.
Para algunos expertos, el aumento de las temperaturas vinculado al cambio climático hace más grandes, peligrosos y difíciles de combatir los fuegos que afectan al estado.
Michael Mann, profesor de ciencias de la atmósfera en la Universidad Estatal de Pensilvania, estimó que el cambio climático está influyendo en las dimensiones.
“No estamos diciendo que el cambio climático está causando literalmente que ocurran los eventos. Lo que podemos concluir ahora con mucha confianza es que el cambio climático está haciendo que éstos sean más extremos”, manifestó a la red de televisión PBS.
Por su parte, Rob Marciano, meteorólogo de la cadena ABC News, señaló que una ola de calor excesivamente larga y altas temperaturas pueden generar más viento en la tarde y la noche, en parte la razón por la cual se propagó tan rápidamente el incendio de Carr.
Lo que se ha reforzado este año y el pasado es que hay más evidencia “de que un clima cálido promueve fuertemente el aumento de la actividad de incendios forestales en el Oeste de América del Norte”, declaró el profesor de biología y medio ambiente en la Universidad de Columbia Park Williams a la revista The Atlantic.
Según el experto, los bosques tenían una considerable humedad a principio de junio, y también la tuvieron en 2017, pero el factor que marca la diferencia en ambas temporadas es el calor, que el verano pasado alcanzó valores récords.
En tanto, el pasado julio se convirtió en el mes más caluroso en la historia del territorio, al registrar un promedio de 79.7 grados Fahrenheit (26.5 grados Celsius), una cifra que se ubica 5 grados Fahrenheit por encima del promedio habitual.
Martha Andrés Román/Prensa Latina
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