Yudith Díaz Gazán/Prensa Latina
Restos de peces muertos, basura acumulada, alimentos descompuestos, residuos químicos y un olor nauseabundo es la herencia humana dejada al río indonesio Citarum, el más contaminado del mundo, sin vestigios de agua limpia.
La rápida destrucción del medio ambiente en la superpoblada isla indonesia de Java despunta por casi todas las áreas, pero su postal son las aguas ponzoñosas de Citarum.
El manto de basura que cubre ese caudal de la región occidental, en el cual antaño se pescaba, es de tal espesor que su único rol es el de vertedero, sobre el cual los barqueros buscan desperdicios para vender por un puñado de monedas.
Por el cauce del Citarum, próximo a la ciudad de Bandung, baja una riada de plásticos, desechos inorgánicos, mercurio y otros metales diluidos procedentes de las más de 6 mil fábricas levantadas cerca de sus orillas, donde residen unos 5 millones de personas.
En algunos tramos del afluente de 350 kilómetros de longitud –otrora vital para la agricultura de la región–, la superficie es de color violeta y en otros se tiñe de negro o marrón, en dependencia de los desperdicios químicos predominantes.
El gobierno indonesio y el Banco Asiático de Desarrollo se comprometieron en 2008 a invertir 3 mil 500 millones de dólares en la descontaminación del acuífero para evitar la muerte del río; sin embargo, hasta el año pasado nada se hizo al respecto.
La organización Greenpeace y las comunidades locales denunciaron que el plan de las autoridades sólo se limita a retirar la basura y adecentar las orillas, sin solucionar las causas de la contaminación.
Ahmad Ashov, representante de Greenpeace en Indonesia, explica que la administración no prevé acciones a mediano plazo que ataquen la base de los problemas: crear la infraestructura necesaria, y educar a las firmas y a los residentes para que no tiren sus desechos al Citarum.
Insiste en que las empresas sobornan a funcionarios con la finalidad de que se hagan de la vista gorda sobre la cantidad de basura arrojada y avisen de cualquier inspección del servicio nacional de protección medioambiental.
En la localidad de Baleendah, en el curso superior del río, Nandang –de 52 años de edad– recuerda que cuando era niño los vecinos pescaban en el río y recogían el agua para beberla.
“He vivido siempre aquí con mi familia. He visto cómo la basura de las empresas y de la ciudad ha ido ensuciando el río; ya su agua no se puede usar para lavar ropa o asearse”, señala Nandang.
El Citarum es un torrente de infecciones, pero para los vecinos de los barrios más míseros levantados en la orilla continúa siendo un río del cual sacan cubos de un líquido que filtran con pedazos de telas de algodón y que, una vez hervido, beben.
La contaminación del ecosistema data de hace alrededor de 40 años, cuando comenzó uno de los procesos de industrialización más nocivos a escala global.
Por esa época nacieron en Indonesia las fábricas textiles y la mayoría se crearon en laderas de ríos, sin control estatal y con poca visión ambientalista.
El Citarum sufrió entonces la contaminación de las fábricas textiles, las cuales de manera indiscriminada echaron en él sus residuos provenientes no sólo de la tela, sino de los elementos químicos resultantes de múltiples procesos.
Además existen tres hidroeléctricas instaladas a lo largo de ese río: Saguling, Ciratay y Jatiluhur, que suministran electricidad para la zona de Bandung y Gran Yakarta.
La presa Dam Jatiluhur, con una capacidad de almacenamiento de 3 mil millones de metros cúbicos de agua, es la mayor de Indonesia.
En la historia indonesia se dice que el río está vinculado con el reino Tarumanagara del siglo IV, dado que ambos compartían la misma etimología, derivada de la palabra Tarum (planta índigo en sundanés).
Según las inscripciones de piedra en los sitios arqueológicos como Batujaya y Cibuaya, la presencia humana y la civilización florecieron en y alrededor de los estuarios y el valle del río Citarum por el siglo IV antes de nuestra era.
Fuente: Contralínea 347 / agosto 2013
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