Charly Morales/Prensa Latina
Mar del Este, Meridional Chino, del Occidente Filipino: el epicentro geográfico y político del Sudeste Asiático tiene casi un nombre por punto cardinal y otros tantos aspirantes a su posesión.
Manzana de la discordia entre varias naciones vecinas, este mar abarca 3 millones y medio de kilómetros cuadrados, casi la suma del Mediterráneo y el Golfo de México juntos. Ubicado entre Singapur, el estrecho de Taiwán, las islas de Borneo y el archipiélago de Filipinas, se calcula que bajo su lecho existen considerables reservas energéticas.
Además de ser una de las principales rutas comerciales de la zona, hace del Mar Oriental un preciado patrimonio cuya administración tentaría al más honrado, sobre todo en estos tiempos de crisis global.
Una reciente escalada de acusaciones tensaron las relaciones entre la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean, por su sigla en inglés) y China, países de los cuales se opina que lo último que necesitan ahora son problemas.
Inmersos en la celebración por el vigésimo aniversario de relaciones, y con un comercio que alcanzó los 229 mil 700 millones de dólares en 2010, ambas partes decidieron dialogar para convenir un acuerdo.
Por un lado, el bloque integrado por Vietnam, Myanmar (otrora Birmania), Tailandia, Laos, Cambodia, Indonesia, Malasia, Brunei, Filipinas y Singapur aspira a ser una comunidad económica, cultural y defensiva en 2015. Por otro lado, China prosigue su proceso de expansión económica y, tanto como los recursos naturales, necesita estabilidad en la zona para ejecutar sus planes hacia los mercados globales.
Sin embargo, nadie quiere ceder respecto a Spratly y Paracel, dos archipiélagos que reclaman como propios los gobiernos de China, Vietnam, Filipinas, Brunei, Malasia y Taiwán.
En los últimos meses aumentó la tensión cuando Hanoi denunció el acoso de la Armada China a pescadores vietnamitas, y luego Manila acusó a Beijing de obstaculizar trabajos de exploración petrolífera. Ante el incremento del conflicto, Asean invocó la Declaración sobre la Conducta de las Partes concernientes en el Mar Oriental, firmada con China en 2002, pero nunca desarrollada por completo.
Por último, Asean y China acordaron redactar un nuevo código de conducta que regule la actividad en el Mar Oriental, durante el reciente Foro de Seguridad Regional celebrado en Bali. En esa reunión, China le advirtió a la secretaria de Estado, Hillary Clinton, mantenerse al margen del diferendo, que Beijing insiste en solucionar de manera bilateral, sin terceros.
Según algunos diplomáticos, el acuerdo constituye un primer paso en el diálogo multilateral, tras casi una década de negociaciones estancadas y varios meses de crecientes aires bélicos en la región.
Poco después se reunieron en Hanoi los comandantes navales de los países de Asean, que acordaron la habilitación de una línea roja telefónica para prevenir incidentes por las disputas territoriales. Dicha conexión pretende ayudar a los mandos militares a resolver casos de detención de pescadores o de violación de aguas territoriales, así como coordinar el rescate en desastres.
Las reclamaciones respecto a las islas descubiertas en 1791 por el marino alemán Henry Spratly se remontan a las dinastías Han y Ming y sus afanes imperiales, pero se recrudecieron durante la Guerra Fría. Ya en 250 antes de Cristo, pescadores vietnamitas y chinos reclamaban la soberanía de sus países sobre dichas tierras, visitadas de vez en cuando por marinos europeos que mostraban poco interés en ellas.
En 1933, Francia anexó las islas a su colonia de Cochinchina, Vietnam; y en la Segunda Guerra Mundial, Japón las ocupó brevemente, usándolas como base para submarinos.
La controversia como tal estalló al comenzar la segunda mitad del siglo XX, cuando el gobierno pro estadunidense en Taiwán reclamó las islas, y China hizo otro tanto, sin saberse entonces el tesoro energético que yacía bajo el lecho marino. Entonces Vietnam era una colonia francesa, Filipinas un apéndice de Estados Unidos y Malasia vivía bajo el tutelaje colonial británico, pero pronto se sumarían a la pugna. China compartía las Paracel con el hoy inexistente gobierno de Vietnam del Sur, pero las ocupó en 1974, un año antes del fin de la guerra.
En 1976 comenzaron los reclamos de Filipinas, estimulados por sus aliados de Washington, aún fresca su derrota en Vietnam y renuentes a perder influencia y presencia en la estratégica región. Las reivindicaciones de Malasia empezaron en 1979, año en que Vietnam ocupó Cambodia para derrocar a Pol Pot.
Alianzas estratégicas, convenciones internacionales y el fin de la Guerra Fría disiparon el conflicto, o al menos lo adormecieron hasta los últimos años, cuando comenzó a emerger con nueva fuerza.
Pero si antes los móviles eran geopolíticos, el agotamiento de los recursos energéticos empuja a los implicados a reivindicar la que se calcula es la cuarta mayor reserva energética del mundo. El estimado es de 17 mil 700 millones de toneladas de petróleo y gas natural, cifra que superaría las actuales reservas de Kuwait, que hace dos décadas desataron la primera Guerra del Golfo.
Sin embargo, las perspectivas del intercambio comercial entre el Gigante Asiático y el bloque regional debilitan las probabilidades de un eventual conflicto armado o una ruptura de relaciones.
El comercio subió 25 por ciento en el primer semestre de 2011 con respecto del mismo periodo en 2010, y pasó de 7 mil 700 millones de dólares en 1991 a 229 mil 700 millones en 2010.
El viceministro chino de Comercio, Gao Hucheng, señala que los vínculos de asociación estratégica y el inicio del Área de Libre Comercio opacan cualquier otra divergencia bilateral. Confía en que el valor del comercio bilateral llegará a los 500 mil millones de dólares para fines de 2015, tomando en cuenta el ritmo actual de crecimiento.
Asean superó a Japón como el tercer mayor socio comercial de China en la primera mitad del año, y Beijing asegura que seguirá facilitando el comercio y la inversión entre las dos partes. China por su parte alienta a las compañías de su país para que inviertan en los naciones que integran la Asean, principalmente en las áreas de textiles, hierro y acero, fabricación de barcos y en las industrias química y automotriz, indica Gao.
Ante tan prometedor escenario, arruinar el potencial existente se estima que sería más que contraproducente.
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