El asesinato de un joven sindicalista y antifascista a manos de skinheads fue el corolario de un fenómeno que el gobierno de François Hollande se negaba a ver: el ascenso de los movimientos neofascistas en Francia. La ultraderecha reaparece más violenta y con soportes económicos de origen poco claro pero evidentes a la hora de actuar
Amílcar Morales/Prensa Latina
París, Francia. Francia. El reciente asesinato de un joven francés a manos de integrantes de organizaciones neofascistas encendió las alarmas y puso en duda la capacidad del gobierno para contener la creciente presencia de ideologías basadas en el odio y la intolerancia.
La muerte en pleno centro de París de Clément Méric, atacado a golpes en la cabeza y el rostro con manoplas de acero, aquí llamadas puño americano, levantó una oleada de indignación, pero también apuntó hacia un maligno fenómeno que lleva años de gestación en esta sociedad.
Diversos grupúsculos neonazis comenzaron a tener presencia más o menos solapada desde principios de la década de 1980, hasta que en el otoño de 1987 uno de sus líderes, Serge Ayoub, consiguió el registro legal de la autodenominada Juventud Nacionalista Revolucionaria (JNR).
Ayoub se aficionó al neofascismo durante un viaje a Reino Unido. A su retorno a París fundó una pandilla denominada El Klan y adoptó para sí mismo el seudónimo de Batskin, por su preferencia del bate de béisbol como arma durante sus agresiones.
Este individuo, como otros de su especie, es, sin embargo, más peligroso que un simple golpeador callejero; se autodefine como un patriota y explica sin ningún rubor su concepción del pensamiento ultraderechista.
“Me adherí a los skinhead (cabezas rapadas) porque comprendí rápido su potencial sobre la juventud. Es un movimiento popular y nacionalista; engloba ideas políticas, modo de vestir, estilo musical nuevo y toda una subcultura urbana. Ataca la política desde un ángulo nuevo, me parece moderno, inteligente y eficaz”, declaró en una entrevista.
Según Ayoub, la extrema derecha francesa tiene como objetivo permanente la defensa de la historia, del patrimonio y la cultura, y desde su punto de vista, el Frente Nacional, de la ultraconservadora Marine le Pen, es el primer partido obrero de Francia.
Para financiar sus proyectos, la JNR abrió bares en París, Lille y Lyon. Tiene una propia casa editorial donde publica sus manifiestos y está preparando un diccionario ideológico, así como una productora de video y un sello disquero.
Los sujetos que atacaron a Méric son miembros o simpatizantes de este grupúsculo y de una de sus derivaciones, la Asociación Tercera Vía, lo cual llevó al Ministerio del Interior a ordenar su clausura, basado en la única herramienta que tiene el Estado para combatir este fenómeno, una ley promulgada en 1936.
La JNR es sólo una entre varias agrupaciones dedicadas a predicar la intolerancia, el racismo y la xenofobia, como la llamada Generación Identitaria que recientemente emitió una declaración de guerra contra las migraciones, de manera particular las originadas desde África y el Oriente Medio.
Uno de los factores para explicar el auge de estas ideologías es la crisis económica y financiera que afecta a la mayor parte de los países de la Unión Europea, y la falta de respuestas adecuadas de los gobiernos, explica a Prensa Latina el académico francés Salim Lamrani.
La extrema derecha aprovecha la situación para culpar a los migrantes por la falta de trabajo y el deterioro de la economía; y muchas personas, no pocas de ellas entre los sectores menos favorecidos, son proclives a caer en los cantos de sirena de que, una vez resuelto el problema migratorio, se arreglará todo lo demás.
Un acontecimiento que vino a
dar más oxígeno a la ultraderecha y sirvió como catalizador para acercarla a otros sectores intolerantes fue el proceso de promulgación de la ley del matrimonio entre personas del mismo sexo.
En realidad las discusiones en torno a este proyecto vienen de hace años y las primeras escaramuzas datan de 2011, cuando Francia estaba gobernada por Nicolas Sarkozy, de la Unión por un Movimiento Popular.
Al pasar el proyecto a manos del presidente Hollande, del Partido Socialista, la Iglesia Católica se lanzó a fondo en su contra por medio de la organización Civitas, la extrema derecha de la conservadora curia gala.
Como pantalla utilizaron un movimiento denominado Manif pour Tous (Manifestación para Todos) y pusieron a la cabeza a la experiodista y cómica Virginie Tellenne, más conocida por su estrambótico sobrenombre de Frigide Barjot.
El grupo contó con cuantiosos recursos económicos y una cuidadosa asesoría mediática, en la cual participó la estadunidense National Organization for Marriage (NOM), muy ligada al Opus Dei, y la agencia de comunicación Opus Fidelis, especialista en manejo de redes sociales, denunció el portal de internet Mediapart.
Brian Brown, líder en California de la NOM, pronunció un discurso y participó en la primera marcha de la Manif pour Tous en París.
Como columna vertebral de la seguridad interna de este movimiento seleccionaron, ni más ni menos, que a miembros de la JNR y los Identitarios, y existen numerosos testimonios sobre su presencia en las marchas armados con manoplas, tubos de metal e, incluso, bombas de gas lacrimógeno.
Pronto las manifestaciones degeneraron en batallas campales entre estos grupos y la policía, mientras dirigentes políticos de derecha lanzaban irresponsables llamados a la violencia contra el gobierno de Hollande.
Frigide Barjot llegó a decir en una declaración pública que “si sangre quieren (los favorables al matrimonio para todos), sangre tendrán”.
Lamentablemente el gobierno reaccionó cuando, en efecto, corrió la sangre de Clément Méric, y se decidió entonces la disolución de las JNR y Tercera Vía, medida considerada correcta, pero insuficiente para resolver el problema de fondo.
Al amparo de las leyes, estos grupúsculos podrán inscribirse de nuevo en poco tiempo bajo otro nombre y todo seguirá igual.
Lo que se necesita, señalan los expertos, es iniciar una campaña política e ideológica para explicar que la solución de los problemas no está en las propuestas de la ultraderecha, sino en acciones concretas de justicia social y económica.
Fuente: Contralínea 341 / junio 2013