Antonio Paneque Brizuela/Prensa Latina
Las prácticas de la circuncisión y la ablación, nacidas de milenarias culturas y aplicadas aún en comunidades africanas, asiáticas, árabes y en particular islámicas, ponen en peligro mortal a vastos sectores de la infancia en el planeta.
Basadas ambas en la mutilación de órganos genitales, el número de fallecidos y las graves secuelas de su aplicación causan la muerte a miles de adolescentes en los países subdesarrollados, en muchos casos bajo explicaciones higiénicas o científicas.
Para amplios sectores africanos, por ejemplo, esa tradición implica un cambio de etapa imprescindible para “entrar” a la condición de hombre o adulto y probarse ante los nuevos retos que impone esa condición dentro de una aldea, etnia o clan.
Pero, aunque esta última práctica registra una alta tasa de mortalidad, la aparición de nuevas “teorías”, en particular su presunta utilidad para prevenir el Sida, es lo que despierta los más urgentes llamados de la humanidad.
La aplicación de esa suerte de macabro acto quirúrgico, en la mayoría de los casos con los medios más rudimentarios, carece de sustento científico o racional y somete a las niñas a un virtual acto de crueldad que las privará de una normal sexualidad.
La alerta más reciente fue emitida a fines de julio pasado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que clasificó esa mutilación genital femenina como una violación de los derechos de las niñas a la salud, el bienestar y la autodeterminación.
La organización mundial, representada por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por su acrónimo en inglés), pidió, quizá por primera vez de modo radical, la eliminación de esa práctica que afecta a 125 millones de niñas y mujeres en 29 países de África y Oriente Medio.
Según un informe circulado en Washington, Estados Unidos, por la Unicef el 22 de julio, en esas dos regiones hay 30 millones de niñas en riesgo de ser sometidas a ese procedimiento.
El documento de la ONU consigna el creciente rechazo en general de las mujeres a esa forma de mutilación en los países en que el procedimiento tiene carácter universal.
Una investigación que sustenta ese informe reveló que nueve de cada 10 de ellas sufrieron la ablación en Somalia, Guinea, Yibuti y Egipto, asimismo en Chad, Gambia, Mali, Senegal, Sudán y Yemen.
La Unicef recomendó acciones concretas para modificar actitudes y conformidades ante esa costumbre, así como promover su exclusión de forma paralela al mejoramiento de las condiciones y oportunidades de niñas y mujeres.
El organismo mundial considera dentro del concepto de ablación a todos los procedimientos que de forma intencional y por motivos no médicos alteran o lesionan los órganos genitales femeninos y no aportan beneficio alguno a la salud de las adolescentes.
La muerte en años recientes de cientos de jóvenes sudafricanos por heridas originadas por la circuncisión, muchos de ellos en los últimos meses, disparó una nueva alarma ante esa práctica secular en Estados de ésa y de otras regiones.
Aunque la situación persiste en países de diversas latitudes, el clímax de rechazo parece haberlo precipitado en especial la muerte de 30 jóvenes desde el pasado 17 de junio, al mismo tiempo que se registraron graves secuelas para otros 300. En mayo pasado habían perecido otros 34.
El número de fallecidos por la circuncisión en Sudáfrica aumentó últimamente pese al papel del gobierno por evitarlo; pero ahora, la exagerada cantidad de víctimas en tan poco tiempo y sólo en la provincia de Cabo Oriental, precipita esa unánime reacción.
“Algunos de los jóvenes hospitalizados tienen heridas muy graves y varios han sido víctimas de intentos de castración, algo que no tiene nada que ver con la circuncisión”, declaró el portavoz del Departamento de Sanidad de El Cabo, Sizwe Kupelo.
Otros casos develan una intención aún más criminal. Los niños quedan muy lacerados y, sólo cuando es posible, los médicos pueden reconstruir sus órganos genitales con piel de otras partes de su propio cuerpo, añade Kupelo.
La circuncisión, operación mediante la que se corta una porción del prepucio del pene que cubre al glande para dejarlo al descubierto, causa también secuelas como deshidratación, gangrena y otras infecciones que pueden conducir a la muerte.
Esos rituales de iniciación, habituales en las tribus xhosa, sotho y ndebele sudafricanas, registran graves daños en la juventud local pese a los esfuerzos oficiales por enseñar reglas de higiene a los curanderos tradicionales.
Entre las organizaciones locales opuestas a esas costumbres figura el gobernante Congreso Nacional Africano, que las calificó de “desastre” y pidió acreditar a los curanderos para controlarlos mejor.
Esa práctica, que afecta por lo general a jóvenes entre 15 y 21 años y es también perseguida por la policía, tiene el apoyo y estímulo de las llamadas “escuelas de iniciación”.
“La proliferación de esos centros puede verse cada día en Cabo Oriental. Los mafiosos se aprovechan y destruyen a los jóvenes”. Es algo criminal, que nada tiene que ver ya con la cultura, asegura el ministro de Sanidad, Aaron Motsoaledi.
Tras ser circuncidados, los muchachos deben permanecer a la intemperie y sin ningún tipo de atención médica durante varias semanas en zonas aisladas, muchas veces selváticas o desérticas.
“La pérdida de varias vidas jóvenes en Mpumalanga y en otras partes del país es lamentable. Algunos padres no denuncian su desaparición por temor a obrar contra la tradición”, declara el ministro de la Presidencia, Collins Chabane.
Según estimados de ese organismo, en 2006 el 30 por ciento de los hombres de todo el planeta estaba circuncidado. El 68 por ciento de ellos son musulmanes.
Aunque esa costumbre no se menciona en El Corán, la circuncisión se practica en todo el mundo islámico.
Respecto a África, los países de mayor cantidad de nacidos a los que se aplica esa práctica son Kenia, con el 84 por ciento; Tanzania, con el 70 por ciento; Mozambique, con 60; Lesoto, con 48; Sudáfrica, con 35; Uganda, con 25; Malawi y Namibia, con el 21 por ciento.
Les siguen en frecuencia Ruanda, con el 15 por ciento; Zambia, con 13.1; Botsuana, con 11.2; Zimbabue, con el 10 por ciento, y Suazilandia, con el 8 por ciento.
Existe una tesis de gobiernos e instituciones –entre ellas Onusida y la propia OMS– respecto a que la circuncisión, junto a otros elementos profilácticos como el condón, significa una prevención más contra el Sida.
La circuncisión por razones médicas se justifica para tratar la fimosis y la parafimosis y en ese caso implica a 10 individuos por cada 1 mil, pero persiste la controversia sobre el empleo de ese método en niños sin razones médicas que lo justifiquen.
Diversas organizaciones de salud polemizan sobre los beneficios y riesgos asociados con la operación, pero ninguna de ellas la recomienda como práctica rutinaria.
La circuncisión es mencionada por Heródoto desde el siglo V antes de Cristo en el segundo libro de sus Historias y le atribuye origen egipcio, lo cual parece confirmado mediante numerosas pruebas arqueológicas.
El más antiguo de esos antecedentes materiales es un grabado en la tumba de Ankhamahor (entre 2 mil 300 y 2 mil 200 años antes de Cristo) con una imagen de una circuncisión realizada con una piedra de sílex a un hombre de pie.
La muestra más antigua de una circuncisión se localiza en el judaísmo, religión en la que es una práctica obligatoria desde hace 4 mil 500 años cuando, según los textos bíblicos, el patriarca Abraham fue circuncidado por una orden divina.
Fuente: Contralínea 351 / 9 al 15 septiembre de 2013
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