Thierry Meyssan
En 2001, Osama bin Laden estaba enfermo de gravedad de los riñones, al extremo de encontrarse sometido a diálisis. Tenía que recibir tratamiento en un hospital al menos cada dos días. En el verano de 2001, fue internado en el hospital estadunidense de Dubái, la capital de los Emiratos Árabes Unidos. A principios de septiembre de 2001, fue trasladado al hospital militar de Rawalpindi, en Pakistán. Unos pocos días después de los atentados del 11 de septiembre, concedió una entrevista a un periodista de Al Jazeera en un lugar que se mantuvo en secreto. En diciembre de 2001, su familia anunció que había fallecido y sus amigos asistieron a su funeral.
El Departamento de Defensa estadunidense consideró que aquella noticia era un engaño destinado a permitirle escapar de la justicia estadunidense. Sin embargo, entre 2001 y 2011, ningún testigo digno de crédito llegó a reunirse con Osama bin Laden.
Durante todo ese tiempo, casetes de video y de audio atribuidos a Osama bin Laden fueron divulgados ya sea por el Departamento de Defensa estadunidense o por diferentes medios de prensa, esencialmente Al Jazeera, o por las empresas privadas que se dedican a la labor de inteligencia, como Intel Center y SITE Intelligence Group. La mayoría de aquellas grabaciones fueron autentificadas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) a través de una metodología que nunca se ha precisado. En cambio, la totalidad de esas grabaciones ha sido invalidada por la comunidad de los expertos en inteligencia artificial, incluyendo el Dalle Molle Institute, que es la referencia mundial en materia de reconocimiento de voz con fines judiciales.
En otras palabras, Osama bin Laden habría muerto efectivamente en diciembre de 2001.
El anuncio que hizo Barack Obama no daba detalles sobre la operación. “Hoy, bajo mi dirección, Estados Unidos lanzó una operación selectiva contra este complejo de Abbottabad, en Pakistán. Un pequeño equipo de estadunidenses llevó a cabo esta operación con un coraje y una habilidad extraordinarios. Ningún estadunidense resultó herido. Se esmeraron en evitar que hubiera víctimas civiles. Después de un intercambio de disparos, mataron a Osama bin Laden y se llevaron su cuerpo”. El mensaje presidencial constaba de tres puntos:
Primero: “En noches como ésta, podemos decir a las familias que han perdido seres queridos por causa del terrorismo de Al Qaeda que se ha hecho justicia”. Es decir, caso cerrado. Nunca habrá un juicio que permita establecer la verdad sobre los atentados atribuidos a Osama bin Laden, incluidos los del 11 de septiembre de 2001.
Segundo: “Recordemos que podemos hacer estas cosas no sólo por razones de riqueza o poderío, sino por lo que somos: una sola nación que tiene la bendición de dios, indivisible y consagrada a la libertad y la justicia para todos”. Es decir, Estados Unidos ha podido realizar esta ejecución extrajudicial no por ser el país más poderoso, sino porque es la nación escogida por dios para aplicar su justicia.
Tercero: “Su fin [el de Osama bin Laden] deberá ser saludado por todos los que creen en la paz y en la dignidad humana”. Es decir, todos los gobiernos del planeta –y sobre todo los de los Estados musulmanes– están en la obligación de aplaudir esta ejecución extrajudicial que marca el triunfo del imperio del bien sobre la encarnación del mal.
En Fox News, Geraldo Riveira exclamó: “¡Ha muerto Bin Laden! ¡Confirmado! ¡Confirmado! Ha muerto Bin Laden. (…) ¡Qué bello día! ¡Qué gran día para todos! ¡Es la noche más bella de mi carrera! (…) ¡El cochino está muerto! El salvaje que tanto daño nos ha hecho a todos. Y es un verdadero honor, es para mí una bendición estar ante esta mesa en este momento”. El populacho se lanzó entonces a la calle para festejar la noticia al grito de “¡USA!, ¡USA!”.
Por su parte, casi todos los jefes de Estado y de gobierno rindieron pleitesía al amo, como se les había exigido. Nadie ha dicho nada de esta operación que ha sido presentada como una ejecución extrajudicial realizada por un país extranjero, violando la soberanía de otro país.
Al intervenir ante la televisión, David Cameron exclama: “Quisiera felicitar a las fuerzas estadunidenses que han realizado esta acción. Quisiera agradecer al presidente Obama por haberla ordenado”.
Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, declara, también en televisión: “Es un día histórico para Estados Unidos y para todos los países implicados en la batalla contra el terrorismo. Quiero felicitar al presidente Obama y al pueblo estadunidense. Quiero felicitar a los soldados de Estados Unidos y a su personal de inteligencia por un resultado verdaderamente notable. Se necesitaron 10 años de persecución de Bin Laden. Se necesitaron 10 años para hacer justicia a sus víctimas. Pero la batalla contra el terrorismo es larga, implacable y decidida. Se trata de un día de victoria, una victoria por la justicia, por la libertad y por nuestra civilización común”.
Para anunciar la muerte oficial de Osama bin Laden, Time Magazine recurre al formato de su portada sobre la muerte de Adolf Hitler: un rostro tachado en rojo, como en la edición del 7 de mayo de 1945. El mismo formato había sido utilizado en la edición del 21 de abril de 2003 para anunciar la muerte de Sadam Husein, y el 19 de junio de 2006, para la muerte de Abu Musa al Zarkaui. En su narración de esta fábula, Barack Obama incluso anunció la muerte del enemigo público el 1 de mayo, al igual que su predecesor cuando anunció la de Hitler, también un 1 de mayo.
Nicolas Sarkozy, presidente de Francia, publica un comunicado: “El anuncio por el presidente Obama de la muerte de Osama bin Laden como resultado de una extraordinaria operación de comando estadunidense en Pakistán es un hecho importante de la lucha mundial contra el terrorismo. Francia saluda la tenacidad de Estados Unidos que lo buscaba desde hace 10 años. Principal responsable de los atentados del 11 de septiembre de 2001, Osama bin Laden era el promotor de una ideología de odio y el jefe de una organización terrorista que ha dejado miles de víctimas en el mundo entero, sobre todo en los países musulmanes. Se ha hecho justicia a sus víctimas. En esta mañana, Francia las recuerda a ellas y a sus familias”.
Berlín publica un comunicado: “Con la acción comando contra Osama bin Laden y su ejecución, el ejército de Estados Unidos asesta a Al Qaeda un golpe decisivo que ha sido coronado por el éxito. La canciller alemana Angela Merkel ha expresado al presidente Obama su alivio ante el anuncio de la noticia. Durante la pasada noche, las fuerzas de la paz han obtenido una victoria”.
¿Por qué decidió Estados Unidos dejar de dar vida al personaje mítico que había creado, tratándose, en definitiva, de un hombre que estaba muerto desde hace una década?
Simplemente porque los hombres de Bin Laden están movilizados desde hace meses en una serie de operaciones en las que ya no deben aparecer como enemigos de Estados Unidos, sino, por el contrario, como aliados. Y ese aparente cambio de bando sólo podía justificarse con la eliminación del jefe virtual de dichos elementos.
En los próximos meses, las cadenas internacionales de televisión van a explicar que los yihadistas que, antes junto a la CIA contra los soviéticos y los rusos en Afganistán, en Bosnia y en Chechenia, se habían desviado hacia el terrorismo internacional, la muerte de Bin Laden les abrió los ojos y que ya pueden retomar serenamente la lucha junto a Estados Unidos en Libia, en Siria, en Yemen y en Baréin.
Y ya no habrá que explicarle tanto las cosas a gente tan simple como el general Carter Ham. Hay que recordar la consternación del pobre general Ham, comandante en jefe del AfriCom, quien en los primeros días de la operación Amanecer de la Odisea se negó a entregar armas a los sublevados libios porque muchos de ellos eran miembros de Al Qaeda que regresaban de Irak.
Hubo entonces que transferir inmediatamente el mando de la operación a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), ya acostumbrada a las operaciones secretas que incluyen a los hombres de Bin Laden.
En la contrarrevolución en marcha en el Oriente Medio, Estados Unidos e Israel están aplicando la misma estrategia a la que ya recurrieron anteriormente todos los imperios coloniales: utilizar el integrismo religioso para contrarrestar el nacionalismo. La única novedad del actual dispositivo es que quieren utilizar simultáneamente a los combatientes wahhabitas de Bin Laden como brazo armado y a los takfiris reclutados entre los miembros de la Hermanos Musulmanes como vitrina política. Esta fusión va a resultar complicada, sobre todo para incluir a la rama palestina de los Hermanos Musulmanes, el Hamas, que por el momento no parecen dispuestos a seguir ese rumbo. Estados Unidos e Israel han puesto a la cabeza del nuevo movimiento al “consultante religioso” de Al Jazeera, el jeque Yusef al Qardaui, quien diariamente exhorta a través de la radio y la televisión al derrocamiento de Muammar el Gadafi y de Bachar el Assad.
En esa perspectiva, organizaron el regreso de Al Qardáui a su país natal. Durante la manifestación de la victoria, el 18 de febrero de 2011, impidieron la presencia de los héroes de la plaza Tahrir en la tribuna y le permitieron a él hablar por ellos ante una multitud de cerca de 2 millones.
Tuvo así el predicador el más amplio margen para falsear la revolución egipcia como medio de alejarla del nacionalismo nasserista y del antisionismo khomeinista. Bajo su influencia, los egipcios renunciaron a elegir una asamblea constituyente y, por el contrario, aceptaron el texto fundamental para proclamar el Islam como religión del Estado.
Los compañeros de armas de Bin Laden fueron en el pasado “combatientes de la libertad”. Era la época en que la Heritage Foundation organizaba colectas para respaldar la yihad del millonario anticomunista, la época en que, en Hollywood, Rambo ayudaba a Al Qaeda a derrotar el Ejército Rojo.
Ahora se han convertido nuevamente en “combatientes de la libertad” que indican a la OTAN los objetivos que debe bombardear en territorio libio, o disparan indiscriminadamente sobre la multitud y las fuerzas del orden en Siria.
En aras de coordinar el trabajo de estos individuos con el de las fuerzas estadunidenses, importantes cambios ya han tenido lugar en Riad. El clan de los Saidairis impuso el regreso del príncipe Bandar y el envío de las Águilas de Nayef para masacrar a los manifestantes en Baréin y arrasar allí las mezquitas chiítas. Pero los cambios más importantes en el organigrama están teniendo lugar en Washington.
El general David Petraeus, que estaba al mando del CentCom y utilizaba las redes de Bin Laden para asesinar a los opositores iraquíes, pasa a ser director de la CIA. Ello indica que la administración de Obama quiere reducir su implicación militar y reforzar las acciones secretas.
Leon Panetta, el director saliente de la CIA, se convierte por su parte en secretario de Defensa, puesto reservado a los exmiembros de la Comisión Baker-Hamilton, de la que el propio Panetta formó parte junto a su amigo Robert Gates. Panetta se encargará de limitar al máximo las intervenciones militares en tierra, exceptuando las de fuerzas especiales.
El anuncio oficial de la muerte de Osama bin Laden, con casi 10 años de atraso, pone fin a un ciclo y da comienzo a uno nuevo. Este personaje había servido de punta de lanza a la acción secreta contra la influencia soviética, y posteriormente a la rusa, antes de convertirse en el propagandista del choque de civilizaciones, con el 11 de septiembre, y de ser utilizado para eliminar la resistencia en Irak. Ya desgastado, no era reciclable, pero sus hombres sí lo son. Se dedicarán en lo adelante a desvirtuar la “Primavera árabe” y la lucha contra el Eje de la Resistencia (Irán, Siria, Hezbolá, Hamas).
[TEXTO PARA TWITTER: Bin Laden ya no servía; sus hombres sí. Sus “combatientes”, en la lucha por la “libertad”]
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