Detrás del cambio de régimen en Túnez y Egipto, están el autoritarismo y el neoliberalismo que dejan sin oportunidades a los jóvenes, auspician oligopolios, nepotismo y desempleo o elevan el precio de los alimentos. Mientras miles de mexicanos padecen estos males, el gobierno federal insiste en mantener el mismo sistema económico y político. “La lección está en Medio Oriente”, previenen analistas
Es posible que en México se reproduzca lo que ocurrió en Túnez y Egipto, pues existen condiciones similares: un gran número de jóvenes desatendidos por el Estado y una población desempleada, cada vez más hambrienta. Ahora, el alza en los alimentos y el autoritarismo pueden detonar una crisis política en México, coinciden en señalar el geopolitólogo Alfredo Jalife-Rahme y el internacionalista Edmundo Hernández Vela.
Si cayó Túnez –que siguió la receta neoliberal con el apoyo de Estados Unidos y Francia–, considerado el país más pacífico de Medio Oriente, cualquier país en esas circunstancias puede caer. Hay que observar, señala Jalife, que “México es una tiranía simulada, pues el sufragio no es efectivo y no hay libertad de expresión, pues se persigue a los comunicadores”.
El analista plantea que no hay diferencia entre un dictador con 20 años en el poder –como Ben Zine El Abidine Ben Alí, en Túnez, o Hosni Mubarak, que dirigió Egipto por casi 36 años– y lo que pasa en México. En estos países, el modelo neoliberal se perpetúa, y en México, la situación puede desbordar porque “hay muchos agravios acumulados”.
Para Edmundo Hernández Vela, investigador del Centro de Relaciones Internacionales, el gobierno mexicano debe reconocer que las revueltas ocurren en regímenes de Medio Oriente, cuya política economía radical agudizó los problemas sociales en las poblaciones más pobres.
Para evitar la “ruta de colisión a que conduce el neoliberalismo” y que se genere una revuelta como la que ahora protagonizan los tunecinos y egipcios, debe transformarse el sistema económico imperante. El internacionalista estima que, al parecer, no se quieren ver con claridad los avisos que desde hace tiempo se manifiestan sobre la gravedad de los problemas de México.
“Mientras el gobierno siga la tónica de Carlos Salinas de Gortari, que sintetizó en la frase ‘ni los veo ni los oigo’, no atenderá lo que pasa en el país ni en el mundo”, advierte el autor del Diccionario de relaciones internacionales.
A pesar de la distancia, aprecia que México y Medio Oriente comparten experiencias: se abandonaron las políticas sociales “o se falsea información para dar resultados de que aquí no pasa nada”. De continuar con esta tendencia, señala el internacionalista, se corre el riesgo de ampliar la marginación y condenar a los ciudadanos a una situación de indigencia.
Esto se agrava con la actual política de restricción a las pensiones y a la seguridad social, por lo que grandes sectores de la población ya no tienen derecho a pensar en un futuro estable. Advierte Hernández Vela, que al no ver resultados satisfactorios, las protestas y las manifestaciones aumentarán “contra un régimen verdaderamente pésimo (el mexicano)”.
Por su parte, Jalife-Rahme indica que, cuando se quiere colocar en primer término la seguridad y se pisotean los derechos universales, viene la protesta social, como ocurrió en enero en varios países de Medio Oriente. “En México, no están leyendo bien los tiempos históricos, y si no se colocan del lado de las corrientes de la historia, serán arrasados por ellas”, concluye.
Mientras en el mundo árabe se gestan cambios políticos promovidos por ciudadanos descontentos, esa región ha sido la gran desplazada en la agenda diplomática mexicana. Así lo confirmó, en noviembre de 2006, el Memorándum para el presidente electo. La política exterior de México en los primeros 100 días, que se preparó bajo los auspicios del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi).
Ese estudio afirma que en Medio Oriente y África, la presencia de México ha estado marcada por el abandono y la apertura y cierre de embajadas sin razones coherentes. En 2006, sólo permanecían abiertas en esa región cinco representaciones: Argelia, Egipto, Marruecos, Kenia y Sudáfrica. En cambio, Cuba tiene 30 embajadas y un contingente de médicos y trabajadores cooperantes, que la convierten en la mayor presencia hispanoparlante en la zona. Le sigue Brasil, con 20 embajadas; Argentina y Venezuela, con embajadas en Angola y Etiopía.
El estudio proponía privilegiar el ámbito político de cooperación con África y Medio Oriente. Sugería, para promover el conocimiento de México en aquellas latitudes, establecer redes con todos los actores de esas sociedades: con los gobiernos, los parlamentarios, los empresarios, los medios, las organizaciones no gubernamentales, los académicos y centros de pensamiento.
Para llevar a cabo esas actividades, el Memorándum propuso reabrir las embajadas en Etiopía y en Nigeria –décimo productor mundial de petróleo y sexto exportador–; en el mediano plazo, inaugurar una representación en Angola. El estudio de la Comexi también propuso la restitución de la figura del gabinete de política exterior como instrumento indispensable en el esfuerzo de coordinación.
Lejos de atender las recomendaciones de Comexi, en noviembre de 2010 la cancillería mexicana anunció el cierre de algunas representaciones por criterios presupuestales, entre ellas la de Angola. Esta medida, opina el geopolitólogo Alfredo Jalife, exhibe la ausencia de México en Medio Oriente y África, que decidió Jorge Castañeda Gutman, en su gestión como secretario de Relaciones Exteriores, porque decidió colocar “a la política exterior de México en el eje israelí-estadunidense.
Tal medida, afirma, fue un error, pues México, que aún vive del petróleo y posee grandes reservas de este recurso, debe monitorear cómo se comportan los otros países productores: los de Medio Oriente. Mientras México cierra embajadas, Brasil las abre en África y teje alianzas extraordinarias con Irán y Turquía.
La gran sublevación popular en Túnez y Egipto alertó a los gobiernos de la región. Yemen, Siria, Jordania y Argelia reajustaron sus gabinetes y anunciaron reformas democráticas, pues anticipan un escenario de “no retorno”. En Occidente, el movimiento popular contra el régimen de Hosni Mubarak provocó inquietud en los centros de pensamiento, como Stratfor.
George Friedman admitió que “la pesadilla para Estados Unidos es que en Egipto ocurra una revolución semejante a la de Irán de 1979”. Describió que la seguridad nacional de Israel descansa en los Acuerdos de Camp David que firmó con Egipto.
Por ello se desmilitarizó el Sinaí –que protegía el frente Sur de Israel con el país árabe–, ya que todas las guerras que Israel libró fueron contra Egipto (1948, 1967 y 1973). Después del tratado de paz, las otras guerras que Israel libró (contra Líbano en 1982 y 2006) fueron para defender sus intereses, no su sobrevivencia.
El analista de Stratfor advierte que si en Egipto surge un nuevo régimen que abrogue los Acuerdos de Camp David y con el tiempo reconstruye su ejército, resurgirá la amenaza contra la existencia de Israel. Esta inquietud llevó a Washington a emprender el control de daños y a optar por el escenario menos nocivo a su interés geopolítico.
En términos geopolíticos, Egipto es el puente entre Asia y África por el estratégico Canal de Suez. Por ese paso interoceánico, el Mar Mediterráneo se conecta con el Mar Rojo y el Océano Índico, lugar de mayor tránsito de buques petroleros en el mundo.
Además, Egipto tiene la mayor población juvenil en Medio Oriente. Casi el 60 por ciento de los egipcios es menor de 30 años de edad y nació cuando Hosni Mubarak ya era presidente. En el último estrato social, están los kafaya (¡ya basta!), un sector de la población más miserable.
El otro actor es el ejército, que es el más poderoso del mundo árabe y décimo a nivel mundial. Además, pese a los cambios en el gabinete del presidente egipcio, aún permanecen intactos los servicios secretos (Mukhabarat) y su desmantelamiento es tarea del sucesor del dictador.
Por último, Stratfor advierte que aunque la agenda islámica no está en primer lugar en los reclamos de los estudiantes egipcios, son omnipresentes los Hermanos Musulmanes, una organización ilegal que declinó presentar un candidato propio para relevar a Mubarak.
Presencia débil, costosa
Corresponde al personal diplomático enterar a su gobierno de la situación que impera en los Estados donde están acreditados y evaluar los posibles escenarios de conflicto que coinciden con la problemática de México. No obstante, la Secretaría de Relaciones Exteriores reserva los informes de sus embajadores y se desconoce si despliegan o no un trabajo eficiente y acorde con el interés del país. La presencia diplomática de México en Medio Oriente se plasma en sus embajadas de Arabia Saudita, Argelia, la República Árabe de Egipto, Irán, Líbano e Israel. Éstos son los representantes de México en esa región:
La embajadora de México en la República Árabe de Egipto es María Carmen Oñate Muñoz, también concurrente para el reino hachemita de Jordania, la República Árabe de Siria y Sudán. Ingresó al Servicio Exterior Mexicano en 1979 y en 2002 ascendió al rango de embajadora. Fue jefa de Departamento en la Dirección General para América del Norte y en la Dirección General para América Latina y el Caribe.
Dirigió el Acervo Histórico Diplomático y fue encargada de Prensa en la embajada de México en Cuba; jefa de cancillería en la embajada de Guatemala y embajadora en Costa Rica.
En el debate del Senado para su ratificación, propuso “evaluar las condiciones para impulsar la realización de visitas de funcionarios mexicanos de alto nivel a Egipto, Jordania y Siria”. Además del beneficio político de tales visitas, vislumbró resultados concretos en materia jurídica, económica, cultural y de cooperación.
La embajadora Oñate –con un salario mensual de 9 mil 538 dólares con 74 centavos– despacha desde el número 25 de la calle Hadayek, en la zona Maadi Sarayat de El Cairo.
En Riad, la capital de Arabia Saudita, la embajada de México está a cargo de José Arturo Trejo Nava, quien percibe un salario mensual de 9 mil 654 dólares con 84 centavos. El diplomático, que también tiene la concurrencia ante el reino de Bahrein, Kuwait, el sultanato de Omán y la República de Yemen, fue embajador en Belice.
El embajador de Argelia es Eduardo Eugenio Roldán Acosta. Desde 1989, es miembro del Servicio Exterior Mexicano; fue director para Asuntos Bilaterales con Estados Unidos y Canadá; director para Europa y director de Relaciones Económicas para Asia-Pacífico. Además, fungió como encargado de Negocios y jefe de cancillería en la embajada de México en Corea y como cónsul alterno en Hong Kong.
También es embajador concurrente para Libia, Mauritania y Túnez; percibe un salario mensual de 10 mil 71 dólares con 8 centavos y despacha en la embajada ante Argelia, ubicada en el número 25 de la calle Chemin El Bakri, en la zona Ben Aknoun.
Ante la República Islámica de Irán, el embajador de México es Carlos Tirado Zavala, también concurrente para Afganistán e Irak. Por su gestión, el diplomático percibe un salario mensual de 9 mil 655 dólares con 22 centavos y despacha en la sede de la embajada, ubicada en el número 12 de la Calle Golfam, en la Avenida África de Teherán.
La relación de México con Israel se mantiene a través del embajador Federico Salas Lofte. Es licenciado en ciencias políticas por la Universidad de Harvard y fue director General de Organismos Internacionales Especializados, así como coordinador general de Asesores en la cancillería. En el extranjero, se desempeñó como consejero político ante Naciones Unidas; fungió como ministro para Asuntos Políticos en la representación mexicana ante Estados Unidos y fue embajador ante la República Checa.
Ante el Senado de la República, Sala Lofte destacó que el Tratado de Libre Comercio México-Israel ha sido “la iniciativa más importante en materia de cooperación”. Señaló que el mayor reto entre ambos países radica en el abordaje de temas de seguridad internacional y derechos humanos.
El embajador mexicano ante Líbano es Jorge Álvarez Fuentes, también concurrente ante los Emiratos Árabes Unidos y Qatar. En el debate ante el Senado por su designación, Álvarez recordó que su país anfitrión “cuenta con una fuerte inversión de la empresa mexicana Cemex”. En la Universidad de las Américas, ante estudiantes de relaciones internacionales, el diplomático ofreció intentar establecer la primera ruta aérea entre ambos países.
Su salario mensual es de 10 mil 85 dólares con 13 centavos y despacha desde la sede diplomática que se ubica en el número 53, primer piso, del Sector 2 del Boulevard Mansour, en Nuevo Naccache, Beirut.
En Marruecos, el embajador mexicano es Porfirio Thierry Muñoz-Ledo Chevannier, también concurrente para las repúblicas de Malí, Senegal y Gabón (aunque información del Senado indica que su gestión se extiende a Costa de Marfil, Nigeria y Ghana).
Miembro del Servicio Exterior Mexicano desde 1986, Muñoz-Ledo Chevannier se desempeñó en las embajadas del Reino Unido, en Austria y Francia, así como en las misiones permanentes de México ante la Oficina de Naciones Unidas en Viena, entre otros. Fue asesor en la Oficina de la Representación de Petróleos Mexicanos en París, Francia.
Despacha en la embajada situada en el número 6 de la Rue Kadi Mohamed Berebri, Souissi en Rabat, la capital marroquí. Su salario mensual es de 9 mil 164 dólares con 47 centavos.
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