Robert Stefanicki/IPS
Varsovia, Polonia. El único signo vital del “Aeropuerto Internacional” de Szymany son los mosquitos que se lanzan sobre el raro visitante. El portón está cerrado con un candado y una cadena oxidada.
La evidencia indica que los últimos viajeros que pasaron por aquí fueron oficiales de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA, por su sigla en inglés) y sus prisioneros. Eso fue en 2003. Poco después, este aeropuerto, ubicado 180 kilómetros al Norte de Varsovia y en el pintoresco bosque de Mazury, quedó fuera de servicio.
Obligadas por la Ley de Libertad de Información, las autoridades aeronáuticas de Polonia han revelado que al menos 11 aviones de la CIA aterrizaron en Szymany y que algunos de sus pasajeros permanecieron en este país. La Organización Europea para la Seguridad de la Navegación Aérea (Eurocontrol) no fue informada de esos vuelos.
Desde Szymany se llevaba a los detenidos a una academia de inteligencia cercana, en Stare Kiejkuty, donde la CIA contaba con instalaciones propias. En 2006, unos meses después de que se supiera que Polonia albergaba una prisión secreta de la CIA, el ombudsman (o defensor del pueblo) Janusz Kochanowski visitó el lugar y encontró que sus pabellones habían sido completamente reformados.
Según una fuente de inteligencia citada por el diario estadunidense The New York Times, la prisión polaca fue la más importante de esos sitios secretos de la CIA, donde presuntos sospechosos de terrorismo eran sometidos a interrogatorios mediante torturas prohibidas en Estados Unidos.
Rumania y Lituania son los otros dos países europeos con prisiones secretas conocidas, pero no confirmadas. El resto estaban en Asia y en el Norte de África.
Organizaciones de derechos humanos creen que unos ocho detenidos permanecieron en Polonia, entre ellos Jalid Sheij Mohammad, el pakistaní que confesó haber sido el cerebro de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos.
A otros dos hombres, actualmente presos en la base militar estadunidense de Guantánamo, Cuba, en el curso de la actual investigación se les reconoció el estatuto de “personas heridas”.
El primero es Abd al-Rahim al-Nashiri, un saudita que supuestamente organizó en 2000 la explosión del buque estadunidense USS Cole. Él denunció que en los 7 meses que pasó en Stare Kiejkuty, sus captores lo mantuvieron desnudo, encapuchado y encadenado, lo sometieron a simulacros de ejecución y amenazaron con violar a miembros de su familia.
El segundo, un palestino conocido como Abu Zubaydah, denunció haber sufrido castigos físicos muy dolorosos, torturas sicológicas y simulacros de ahogamiento.
Las autoridades polacas que aceptaron estas prácticas estadunidenses violaron la Constitución al ceder el control sobre una parte del territorio nacional a un poder extranjero y al permitir que allí se perpetraran crímenes.
Las críticas se dirigen principalmente al actual presidente de la opositora Alianza de la Izquierda Democrática, Leszek Miller, quien fue primer ministro entre 2001 y 2004. Hay quienes piden que se le someta a un tribunal especial para juzgar a altos funcionarios.
Las autoridades abrieron una investigación penal en marzo de 2008. “Esto indica que en Polonia rige el estado de derecho”, dice a Inter Press Service (IPS) el senador Jozef Pinior. “Pero –agrega– es preocupante la demora. El caso ya pasó por tres oficinas fiscales; parece que están tratando de ganar tiempo”.
Pinior, uno de los dirigentes del movimiento opositor Solidaridad, de la década de 1980, y más tarde miembro del Parlamento Europeo, lleva tiempo presionando para que se investigue a fondo lo que la CIA llevaba a cabo en este país, y se presentó como testigo en dos ocasiones. Él asegura haber visto un documento sobre una cárcel de la CIA con la firma del entonces primer ministro Miller.
“El gobierno polaco, y Miller en especial, debían saber que la existencia de esos sitios en el territorio nacional no tenían ningún sustento legal”, dice Pinior. “También debieron saber de las torturas. Polonia no es una república bananera, nuestros servicios de seguridad no hacen tales cosas a espaldas del gobierno”.
No está claro todavía cuánto sabían las autoridades sobre Stare Kiejkuty. Algunos exfuncionarios niegan con vehemencia la existencia misma de la prisión, mientras otros la admiten, pero rechazando toda responsabilidad.
“Por supuesto que todo lo que ocurrió fue con mi conocimiento”, dijo el expresidente Aleksander Kwasniewski en una entrevista publicada por el diario Gazeta Wyborcza.
“El presidente y el primer ministro aceptaron cooperar con los servicios secretos de Estados Unidos porque eso exigía el interés nacional […]. La decisión de cooperar con la CIA entrañaba el riesgo de que ellos usaran métodos inaceptables. Pero si un agente de la CIA trata de manera brutal a un prisionero en un hotel Marriott de Varsovia, ¿usted acusaría a los directores del hotel?”, planteó Kwasniewski.
Por ahora, Polonia es el único país que está investigando las cárceles secretas. Lituania cerró su investigación sin llegar a conclusión alguna. Los funcionarios aseguran que las demoras se deben a la falta de cooperación del gobierno estadunidense.
En una encuesta efectuada por la consultora SW Research en junio pasado, 82 por ciento de las personas entrevistadas dijeron que este asunto debe esclarecerse, y 78 por ciento opinaron que los responsables de abusos y de violar la Constitución deben ser sometidos a la justicia.
De lo contrario, Polonia se mostrará como “un gobierno títere, listo para hacer el trabajo sucio de Estados Unidos, tal como hacían por entonces Jordania, Egipto y otras dictaduras, deteniendo y torturando gente porque Washington se los pedía”, añade.
Si bien ninguno de los grandes partidos políticos de Polonia quiere que salga a la luz la cooperación con la CIA, el senador Pinior se manifiesta “cautamente optimista”.
“Cualquier intento de encubrimiento sería una enorme vergüenza. Creo que la democracia y las instituciones polacas son demasiado potentes como para ser manipuladas”, agrega.
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Fuente: Contralínea 349 / 25 de agosto de 2013
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