Tras los roces que protagonizaron los gobiernos de México y Venezuela en el pasado reciente, se presenta una oportunidad para su reencuentro: los países comparten riquezas naturales y preocupaciones por la seguridad regional, temas que adquieren relevancia en la coyuntura global. El mayor desafío al que se enfrentan es no olvidar su vocación nacionalista y evitar caer en el juego estratégico internacional de los intereses trasnacionales, aprecia el representante de Hugo Chávez en México
El embajador de la República Bolivariana de Venezuela en México, Trino Alcides Díaz, llegó con una misión: reconstruir las relaciones con México, zanjar las diferencias que se suscitaron entre ambos países en el pasado reciente y volverlas al buen nivel de su pasado histórico. Desde octubre de 2009, este intelectual trabaja en ello y es optimista. Reconoce que, pese a que hubo “problemas verdaderamente muy desagradables”, es importante recordar que los vínculos formales entre ambos pueblos datan desde 1824, cuando se firmó el primer Convenio de Unión y Cooperación.
Su objetivo enfrenta un desafío: el proceder de ciertos sectores que, admite, “diría que son minoritarios y ven con malos ojos que existan buenas relaciones entre México y Venezuela”. Se refiere a las críticas e insultos contra su país, su presidente y ciudadanos venezolanos que reciben de algunos mexicanos producto de “una matriz de opinión negativa” que generan los medios de comunicación en éste y otros países. Opina que esas campañas calan en la población que no conoce ni oye otras opiniones, sino que generalmente las percibe por esos medios.
Tal situación ensombrece el hecho de que, para el pueblo venezolano, México fue su mayor referencia a nivel mundial, incluso superior que España, porque de este país se alimentó gran parte de la cultura popular de la nación suramericana, refiere el también exrector de la Universidad Central de Venezuela. Declara que su mayor aspiración es ver al presidente mexicano en su país, pues su presencia rompería con un ciclo de ausencia de más de 10 años y los venezolanos la interpretarían como una muestra de confianza. Anticipa que Hugo Rafael Chávez Frías visitará México este año en el marco de la Cumbre del Mecanismo de Concertación del Grupo de Río.
La Venezuela actual protagoniza una revolución social que proyecta sus logros hacia América Latina y otras latitudes. En su interior, señalan analistas, persisten diferencias al parecer irreconciliables entre los distintos actores políticos y sociales. Adalberto Santana, director del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe, de la Universidad Nacional Autónoma de México, describe que el pueblo venezolano siempre ha sido polémico, particularmente con las políticas del mandatario que “han favorecido a las clases populares y desfavorecido a los sectores tradicionalmente privilegiados”, lo que, a su juicio, genera polarizaciones.
El embajador Alcides Díaz confirma el pronóstico del académico y considera “natural” la existencia de esa división social que se conforma por el sector progresista –que apoya al gobierno– y el de la derecha –vinculado a los grandes intereses internacionales–, que lo “financian totalmente”. Desde su perspectiva, la economía en su país ha mejorado y la pobreza ha disminuido. Explica que hace cuatro años, el desempleo era del 20 por ciento y 2009 cerró con una tasa del 6.6 por ciento.
Asegura que la pobreza, que era casi el 50 por ciento, “estaba a los niveles de México”, y ahora está a menos del 30 por ciento; así como la pobreza crítica que llegó arriba del 20 por ciento, ahora está entre el 8 y 9 por ciento. Del ámbito político, apunta que Acción Democrática, partido que era mayoritario y conjuntaba el 40 por ciento de la votación, ahora suma apenas el 4 por ciento. El Comité de Organización Política Electoral Independiente, que tenía entre el 27 y el 28 por ciento de los votos, ahora reúne el 3 por ciento. “Y así, todos a la baja”, pues todo cambió desde 1998 cuando Hugo Chávez ganó la Presidencia con el 56.2 por ciento, señala.
En los nuevos comicios de 2000, cuyo objetivo fue “relegitimar todos los poderes”, Chávez obtuvo el 59.7 por ciento; en 2004, con el referéndum revocatorio –una figura que el embajador Díaz afirma que “ojalá existiera en todas partes del mundo” – ganó con el 59 por ciento de los votos. Y finalmente, en 2006, Chávez se reeligió con el 62.8 por ciento. “Hay que observar cómo van subiendo las cifras”, celebra el diplomático.
En su opinión, tal proceso refleja que “éste es un gobierno del pueblo que se preocupa por las necesidades del pueblo”. Esto se observa en la construcción de autopistas, de una red de hospitales, de escuelas y universidades que contribuye a generar empleos a los que se sumarán otros este año con la edificación de 120 viviendas y el tendido de una red de 10 mil kilómetros de vías ferroviarias.
Apunta que esos logros se alcanzan cuando desde casi todos los medios de comunicación masiva nacionales e internacionales se lanzan campañas contra el gobierno de Chávez Frías. Refiere que Venezuela es uno de los pocos países en donde se conoce cuáles son las principales organizaciones estadunidenses y quiénes están detrás de ellas para “financiar con millones de dólares a los sectores derechistas y empresariales en sus campañas mediáticas contra el gobierno”. Esto se sabe, añade, a través de las investigaciones de la abogada y activista Eva Golinger.
El 26 de septiembre se celebrarán las elecciones para renovar los 167 escaños de la Asamblea Nacional. Desde los comicios de 2005, la oposición no participa, pues retiró a sus candidatos. De ahí que a lo largo de un lustro dominan ese espacio las fuerzas progubernamentales. El especialista en temas latinoamericanos, Adalberto Santana, pronostica que en estos comicios la oposición tendrá mayor representación.
La oposición “tendrá que participar. Deberá ser más unitaria y más beligerante”, pero en el marco de la democracia que se ha dado en Venezuela, con lo que podría obtener más votos y mayor representatividad. Aun así, vaticina que el presidente Hugo Chávez refrendará el triunfo de su política a través del Partido Socialista Unificado de Venezuela, pues le resulta claro que su proyecto de gobierno es el que tiene la mayor aceptación popular.
Santana niega que el chavismo esté desorganizado. También desestima que los recientes cambios en la cúpula política de aquel país (Ramón Carrizalez, exvicepresidente y ministro de Defensa; Eugenio Vázquez Orellana, presidente del Banco de Venezuela, y Yuribí Ortega, ministra de Ambiente) respondan a una crisis interna. Estima que eso sucede también en los gobiernos de Calderón y del costarricense Arias.
El enviado venezolano concuerda con ese diagnóstico. Respecto de la intención del voto de la clase media, Alcides Díaz apunta que éste es un sector muy reducido, entre el 10 y el 15 por ciento de la población, en tanto que la clase alta “si acaso llega a un 5 por ciento”; mientras que el 80 por ciento de los venezolanos que constituyen la clase popular ha sido beneficiario de las políticas del actual gobierno y le refrendará su apoyo.
El lunes 11 de enero, el gobierno venezolano anunció el nuevo tipo de cambio del bolívar: de 2.15 por dólar a 4.30 por dólar. Como el diplomático se desempeñó como superintendente de bancos, domina el tema. Explica que la medida se aplicó para “tratar de corregir las fallas” en el funcionamiento de la economía de su país. Atribuye a “distorsiones” del control de cambios que rige hace años la existencia del llamado “dólar permuta” –producto de operaciones de mercado negro–, que llevó el bolívar a 7 por dólar.
En Venezuela se permite, a quienes viajan al exterior, comprar 3 mil dólares al año; sin embargo, señala el diplomático, operadores “inescrupulosos” realizaban viajes con 30 o 50 personas a Cúcuta (la frontera colombiana), a Panamá, incluso a Cancún, y les compraban esos dólares a 2.15 bolívares para revenderlos en el mercado negro a 7 bolívares, un negocio enorme que perjudicaba al país. Para garantizar el acceso a bienes de importación para la salud, educación o las remesas para estudios, se estableció un tipo de cambio de 2.60 bolívares por dólar; a las importaciones que no son fundamentales para el desarrollo de la producción nacional se fijó una tasa de 4.60 bolívares por dólar.
Destaca Trino Alcides que en su país, los alimentos tienen precio controlado y se venden en las cadenas estatales Mercal y Pedeval con descuento de entre 30 y 40 por ciento, con lo que la nueva tasa de cambio no impactó en su consumo. Lamenta que “esto no se difunda en las noticias que transmiten las agencias noticiosas internacionales” y muestren imágenes de grandes filas de quienes adquieren electrodomésticos.
Los proyectos nacionales y de política regional de México y Venezuela se tocan estrechamente en los ámbitos de seguridad y energéticos más allá del comercio binacional. Explica el diplomático que antes de la gestión de Hugo Chávez, la administración de Petróleos de Venezuela (Pedevesa) sostuvo fuertes vínculos con Petróleos Mexicanos (Pemex), y aunque en los últimos años éstos se redujeron, conviene a ambos países incrementarlos.
Información oficial del país suramericano indica que en su subsuelo yacen reservas probadas de petróleo equivalentes a 87 mil millones de barriles diarios y 151 billones de pies cúbicos de reservas probadas de gas natural; por su parte, México sigue siendo exportador de crudo de mediana importancia, por lo que ambos son los más importantes de América Latina de estos recursos.
Ahora que el tema energético constituye un asunto de seguridad global, sería deseable fortalecer la cooperación entre Pedevesa y Pemex (ambas empresas estatales), y más aún cuando el negocio del petróleo a nivel global está en manos de las empresas de los países productores, porque las empresas privadas perdieron su control.
Su expresión alude a las llamadas Siete hermanas (la antigua Standard Oil, ahora Exxon Mobil, la Royal Dutch Shell, la Anglo-Iranian Oil Company –conocida como British Petroleum–, la Standard Oil of California, luego Chevron Texaco y ahora Chevron Corporation), que por décadas se beneficiaron de las ganancias que ahora administran los gobiernos de los países productores. Es por eso, explica el también economista, que en Venezuela “ha disminuido tanto la pobreza y mejoran las condiciones de vida”.
El gobierno bolivariano decidió diversificar sus clientes y formar alianzas con otros países productores. Hoy, describe Díaz, “tenemos más relaciones con más empresas y más países que nunca. Firmamos acuerdos con más de 20 Estados, algunos de ellos poseen crudo, pero saben que no durará mucho y Venezuela les garantiza un abasto de 100 años”. Entre los nuevos clientes del país suramericano figuran: Noruega, Italia, España, Rusia, China, India y Japón.
Explica el embajador que los contratos garantizan ganancias justas a los inversionistas sin crear “ningún monopolio ni dominio sobre el país”, pues el gobierno controla la operación bajo el principio de la nacionalidad. A Estados Unidos, su principal cliente, Venezuela le vende petróleo refinado y también lo procesa en las refinerías que posee en aquel país; además le distribuye el combustible y sus derivados a través de 10 mil agencias de la empresa Citgo, también venezolana.
También ahí el gobierno bolivariano aplica un programa invernal que suministra combustible barato a comunidades estadunidenses, la mayoría del noroeste, como política de solidaridad. Esa dinámica la practica Venezuela en Petrocaribe para dotar de petróleo a bajo precio, con pagos a largo plazo y casi sin intereses, a los países pobres del Caribe y de América Central que no tienen crudo. Por su exitosa experiencia de diversificación, Venezuela podría colaborar más con México, y apoyarnos con sus logros tecnológicos, propone el diplomático.
La cooperación en materia de seguridad es otro rubro en el que ambos gobiernos ya colaboran a través de los mecanismos regionales. Sin embargo, el embajador afirma que no conoce hasta qué punto se trabaja en forma bilateral. Sostiene que en su país existe una enérgica política contra la delincuencia trasnacional y local que se enfoca en el narcotráfico. Reseña que Venezuela es una vía de tránsito de drogas desde Colombia hacia Estados Unidos y Europa.
Comenta: “El problema es que estamos en el centro de ese paso, somos la carne del sandwich, pues tenemos a un productor que está aquí (y su mano señala al sur) y al consumidor que está allá arriba”. A su ver, existe una paradoja, pues “lamentablemente las estadísticas indican que desde que comenzó el Plan Colombia –hace ya 10 años– para erradicar las drogas, la producción de éstas aumentó”.
Según la Cámara de Empresas Venezolanas y Mexicanas, el intercambio comercial entre ambos países representa unos 3 mil millones de dólares anuales, aunque en el pasado llegó a representar 5 mil millones de dólares. Venezuela importa autos, electrodomésticos y alimentos, además de que en su territorio operan unas 50 empresas mexicanas; en cambio, sólo opera en México un puñado de firmas venezolanas, algunas en el sector servicios y otras productoras de aluminio.
Brinda su visión del caso Cemex. Refiere que el déficit de vivienda en Venezuela empujó al gobierno a expropiar el sector cementero, incluidas firmas de España, Holanda y Francia, a quienes compensó. Las peticiones de Cemex “eran bastante grandes”, por lo que se recurrió a la mediación de los organismos internacionales. Ahora, Cemex negocia con el gobierno de Venezuela para permanecer en aquel país.
Considera que el desarrollo industrial de México puede suplir la carencia de ciertos productos en Venezuela y ello reactivaría la propia economía mexicana. Si las relaciones entre ambos países fuesen mejores, México hubiera sido el gran favorecido al caer las exportaciones de Colombia hacia su país tras el reciente desencuentro político de esos dos vecinos suramericanos.
[RECUADRO 1]
Venezuela, foco rojo
En noviembre de 2006, bajo los auspicios del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales, un grupo de especialistas elaboró el Memorándum para el presidente electo. La política exterior en los primeros 100 días de la administración. En la diplomacia hacia América Latina, los autores proponían mejorar las relaciones con quienes hoy se perfilan como actores principales de la región. Buscar, conforme a los intereses del país, la oportunidad de contribuir para que la región tenga la influencia que la sitúe como interlocutor significativo frente a otras regiones del mundo.
El documento situaba la relación con Venezuela bajo el rubro: “Focos rojos”, y citaba:
“Nuestro interés por refrendar el compromiso con América Latina pasa por Venezuela. La visión pragmática de la política exterior deberá prevalecer sobre la ideológica, por los beneficios que se obtendrían de una gestión política diplomática activa. Con el diálogo abierto, México podrá confiar en que su política hacia la región no se verá neutralizada por acciones del gobierno venezolano.
“Dicho diálogo ofrecerá, además, la oportunidad de proteger cuantiosas inversiones y los intereses económicos de las empresas mexicanas en ese país. En materia petrolera, se buscará acercar nuevamente a los dos países para el intercambio de experiencias y tecnologías de interés mutuo.” (NE)
Roces, crispación y diplomacia
Los diferendos que protagonizaron ambos gobiernos ocurrieron entre 2004 y 2008. En mayo de 2004, Lino Martínez, embajador de Venezuela en México, hizo declaraciones favorables al entonces jefe del gobierno del Distrito Federal que disgustaron al gobierno federal, por lo que la cancillería le pidió explicaciones. En noviembre de 2005, luego que el presidente de Venezuela criticara al presidente mexicano de “entreguista”, el gobierno de Vicente Fox le exigió disculpas e impuso un ultimátum que el país suramericano consideró “agresión sin sentido” y retiró a su embajador Vladimir Villegas Poljak.
En septiembre de 2006, cuando Hugo Chávez Frías manifestó que su gobierno evaluaba si otorgaba o no el reconocimiento al presidente electo de México, el escritor mexicano Carlos Fuentes calificó al mandatario venezolano de “payaso continental. Va a durar muy poco; va de salida. Se le acabará la munición muy pronto”. En su respuesta, Roy Chaderton, entonces embajador de Venezuela, estimó que el escritor había abandonado “la región más transparente” (título de una de sus obras) para convertirse en un “gringo viejo” (título de otra obra del escritor), debido a su senilidad.
En 2007, el embajador Chaderton tuvo que explicar sus críticas respecto del director de la empresa mexicana Bimbo. Más tarde, se dio un acuerdo entre Venezuela y el grupo de Lorenzo Servitje. Tras la expropiación venezolana de las cementeras extranjeras, México apoyó a la firma Cemex, por lo que Chaderton debió enfatizar que se trató de una visión estratégica de su gobierno y no, como se pretendió hacer ver en algunos medios mexicanos, de una política específica contra una empresa o país particular. (NE)
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