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Los crímenes de Israel en Palestina o la necesidad de democratizar la ONU

Los crímenes de Israel en Palestina o la necesidad de democratizar la ONU

Durante 11 días de bombardeos contra Gaza, en los que hubo 260 muertos, el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), permaneció callado. El domingo 23 éste reconoció el papel de Egipto y otros países para lograr la tregua. En el comunicado del Consejo, Estados Unidos consiguió que se eliminara un párrafo del documento, el cual condenaba la violencia contra civiles.

La ONU dice basarse en el principio de igualdad soberana de todos sus miembros. Pero sólo cinco grandes potencias son desde el inicio los miembros permanentes del Consejo de Seguridad: Gran Bretaña, China, Francia, Rusia y Estados Unidos. Y no es representativo de los 193 países que componen la ONU hoy en día. Además, estas grandes potencias tienen derecho de veto sobre todos los asuntos que se presentan ante el Consejo de Seguridad. Cinco países miembros permantes, que no son electos, deciden por los 193 Estados que conforman la ONU. ¿Puede haber algo más antidemocrático?

A pesar de que sus documentos básicos dicen que: “Todos los Miembros resolverán sus controversias internacionales por medios pacíficos de manera que la paz y la seguridad internacionales, y la justicia, no se pongan en peligro” y que “Todos los Miembros se abstendrán en sus relaciones internacionales de la amenaza o el uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado.”

A pesar de este compromiso, tras de que el 26 de junio de 1945 se firmó la Carta de la ONU, pocas semanas después, en los días 6 y 9 de agosto, Estados Unidos lanzó las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, matando a 250 mil personas, la mayoría civiles.

En 1945 entró en vigor la Carta de las Naciones Unidas, firmada 6 semanas después de que la Alemania nazi se rindiera al final de la Segunda Guerra Mundial. Todos los miembros de las Naciones Unidas están obligados a respetar los 111 artículos de la Carta de las Naciones Unidas y desde luego la misma ONU debe hacerlo. Sin embargo, el 25 de junio de 1950 inició la Guerra de Corea. Estados Unidos intervino usando tropas de la ONU, que en la práctica eran del ejército estadunidense. El bombardeo aéreo fue devastador y la destrucción, masiva. Murió más de 1 millón de soldados de la República Popular Democrática de Corea y hubo alrededor de 2.5 millones de muertos. Desde entonces la ONU ha sido usada o sobrepasada, cuando los imperialistas estadunidenses y sus socios quieren lograr su objetivo de forzar a un pueblo soberano para someter al castigo y la destrucción de quienes se niegan a someterse.

Qué contradicción con el Preámbulo de la Carta que establece entre otras cosas como objetivos generales principales: Salvar a las generaciones futuras del flagelo de la guerra, reafirmar la fe en los derechos humanos fundamentado en la igualdad de derechos de las naciones grandes y pequeñas, promover el progreso social y mejores niveles de vida en mayor libertad.

El 28 de septiembre de 2015, cuando la ONU cumplía 70 años, el dirigente cubano Raúl Castro Ruz denunciaba: “El compromiso asumido en 1945 de ‘promover el progreso social y elevar el nivel de vida’ de los pueblos y su desarrollo económico y social, sigue siendo una quimera, cuando 795 millones de personas sufren hambre, 781 millones de adultos son analfabetos y 17 mil niños mueren cada día de enfermedades curables, mientras que los gastos militares anuales en todo el mundo ascienden a más de 1.7 millones de millones de dólares”, manifestó. Con sólo una fracción de ese monto, apuntó, podrían solucionarse los problemas más acuciantes que azotan a la humanidad.

Pero pasemos de las palabras a los hechos: veamos cómo actúan los miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Francia, tras la firma, emprendió guerras los siguientes años contra la población de Vietnam, Túnez, Argelia y el imperio Centro Africano en 1979. Por su parte, el Reino Unido se lanzó contra Yemen y propició la guerra civil y genocidio palestino y promovió que la ONU le arrebatara el 56 por ciento de su territorio.

El primer artículo de la Carta establece claramente como objetivos principales de las Naciones Unidas: mantener la paz y la seguridad internacionales y la eliminación de las amenazas a la paz, y lograr por medios pacíficos, solución de conflictos, desarrollar relaciones amistosas entre las naciones y de libre determinación de los pueblos.

Pero cuando un pueblo toma decisiones soberanas que afectan los intereses de Washington, lo que hizo Estados Unidos fue propiciar el golpe de Estado en Guatemala en 1954 y la invasión de Cuba en 1961. Posteriormente invadió Vietnam y Camboya, propició la guerra civil en Nicaragua e invadió Granada en 1983 y Panamá en 1989. Y otro miembro del Consejo de Seguridad, la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) invadió Checoslovaquia en 1967 y Afganistán en 1979. Desde 1972, Estados Unidos ha utilizado su poder de veto más que cualquier otro miembro permanente. El Consejo de Seguridad usurpa el proceso de toma de decisiones, haciendo ineficaces las decisiones de la Asamblea General.

Hablan en la ONU de lograr la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o humanitario, y para promover y fomentar el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales para todos, sin distinción de raza, sexo, idioma o religión; y de ser un centro para armonizar las acciones de las naciones en el logro de estos fines comunes. Pero abriendo paso a la invasión a Afganistán, en 2001 el Consejo de Seguridad instó a los Estados a colaborar para llevar a la justicia a los autores, organizadores y patrocinadores del crimen del 11 de septiembre y expresó su disposición para responder a esos ataques terroristas. La invasión de Afganistán fue ilegal y violatoria de la Carta de la ONU, a pesar de que el Consejo de Seguridad haya legalizado ex post facto la ocupación y los eventos que siguieron a esa invasión.

Posteriormente se produjo la invasión contra Irak, aduciendo con falsedad que estaban produciendo armas de destrucción masiva. El entonces secretario general de las Naciones Unidas Kofi Annan dijo en septiembre de 2004: “Desde nuestro punto de vista y el punto de vista de Carta de la ONU, la guerra fue ilegal”. Pero lo dijo hablando en términos personales, porque la ONU se cruzó de brazos.

Al tiempo que declara con palabras su lealtad a los artículos de la Carta de las Naciones Unidas, los imperialistas estadunidenses y sus aliados aprovechan todas las oportunidades para desafiar la Carta con hechos consumados y actuando en contra de las leyes internacionales.

Pero hay una realidad más contundente, que hay que sopesar. Porque desde su victoria de 1945, los cinco países detentadores del veto han sido todos derrotados, y no por potencias mundiales del calibre de las que ellos derrotaron, sino por países del Tercer Mundo, pequeños los más, pero poseídos todos del intenso patriotismo que les dio el triunfo: Estados Unidos por Vietnam; Francia por lo que era Indochina y por Argelia; Inglaterra por su imperio colonial que se rebeló y conquistó su independencia; Rusia por Afganistán, y China por su propio pueblo, que, alzado en armas, derrocó al régimen de Chiang Kai-chek, que había recibido el privilegio del veto que heredó la República Popular China.

Sobre el ilegal bloqueo contra Cuba, año tras año, más de 187 países lo condenan, pero basta el voto en contra de Estados Unidos y de Israel y dos o tres abstenciones para que los acuerdos de la Asamblea General se vengan abajo.

Lejos de organizarse en pos de la paz, en 1949 tres de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad –Estados Unidos, Reino Unido y Francia– formaron con otros países la alianza agresiva de la Organización del Tratado del Atlántic Norte (OTAN) que tanto ha atentado contra la seguridad y la paz mundial.

En Yugoslavia la OTAN por primera vez usó el pretexto del humanitarismo para justificar la guerra contra la población civil para lograr el “cambio de régimen”. Esto marcó el punto de partida de cómo las potencias imperialistas alegando pretextos humanitarios, intervienen en diversos países. El 24 de marzo de 1999 comenzó el bombardeo contra Belgrado. Más del 80 por ciento de los bombardeos de la OTAN fueron dirigidos a blancos civiles, áreas residenciales, lugares de trabajo, clínicas y escuelas. Más de 50 mil rondas con uranio empobrecido crearon problemas de salud a largo plazo y contaminación del medio ambiente. Con el bombardeo de plantas de producción química, tanto la población como el medio ambiente fueron contaminados mientras que el uso de bombas de racimo y minas continuó matando y mutilando personas muchos años después.

Otro caso de flagrante agresión de la OTAN fue la invasión a Libia que comenzó el 19 de marzo de 2011, con un ataque de los cazas Rafale de la Fuerza Aérea francesa a un número indeterminado de inocentes. Esta intervención militar encabezada por la OTAN, que incluso usó a mercenarios extranjeros, además de sus propias fuerzas en contra del gobierno legítimo de Muammar Al Gadafi.

La OTAN continúa con los planes por un “Gran Oriente Medio”. La interferencia en Sudán, Tíbet y el Cáucaso, campañas contra Zimbabwe, Cuba, Somalia y Líbano, la subsecuente destrucción de Libia, agresión contra Siria, crímenes contra el pueblo de Ucrania, rodeando a Rusia, así como las constantes amenazas de guerra dirigidas contra Irán y la República Democrática Popular de Corea, y los actuales actos de agresión contra Venezuela, amenazas contra Cuba y otros países de nuestra América muestran que el “Nuevo Orden” imperialista se basa en su lucha por la dominación por medio de la fuerza criminal. Las acciones que sigue la OTAN violan la Carta de la ONU y el imperio de la ley internacional que se basa en la renuncia a la violencia. Pero entre quienes dirigen la OTAN también están algunos de los que encabezan el Consejo de Seguridad de la ONU.

Es urgente a todas luces, para lograr la paz mundial y el respeto a la soberanía de los pueblos, lograr un cambio profundo en la ONU. Es por demás necesario democratizarla, lograr la equidad a través de la renovación de la composición del Consejo de Seguridad y de sus facultades que usurpan el poder de decisión de los demás, para que por primera vez detengan las amenazas y agresiones de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN. La humanidad exige la renovación democrática para detener los crímenes y lograr la paz. Sólo así nos podremos organizar mundialmente, como naciones e individuos en aras de esa gran aspiración de los pueblos: la paz.

Pablo Moctezuma Barragán*

* Doctor en estudios urbanos, politólogo, historiador y militante social