Buenos Aires, Argentina. Desde que un informe de la estadunidense Administración de Información Energética (EIA, en inglés) estableció en 2011 que Argentina es una potencia mundial en reservas de hidrocarburos de esquisto, la ilusión de un cambio en el destino económico sobrevuela en la mente de muchos habitantes de este país, donde casi un tercio de la población vive en pobreza.
La pregunta que flota en el aire es si es realmente posible que Argentina se convierta en la Arabia Saudita de América del Sur o si todo, en cambio, no es más que una fantasía.
A seis años de la publicación de aquel informe, y aunque Argentina sigue siendo, como entonces, un importador neto de petróleo y gas natural, la esperanza parece intacta para el presidente centroderechista Mauricio Macri.
El mandatario visitó Estados Unidos entre el 25 y 27 de abril e hizo una escala en Houston, considerada la capital petrolera global. Allí pidió a los ejecutivos de las principales compañías energéticas mundiales que realicen las multimillonarias inversiones que el país necesita para explotar sus reservas.
“Argentina está entre los países con mayor potencialidad del planeta. Queremos que las mejores empresas vengan a asociarse”, planteó Macri el 26 de abril a los ejecutivos petroleros durante un almuerzo allí, antes de volar a Washington, donde al día siguiente se entrevistó con su homólogo Donald Trump en la Casa Blanca.
“La demora para explotar los hidrocarburos no convencionales en la Argentina son las naturales del proceso desde el punto de vista técnico. La industria del petróleo y el gas se maneja en el largo plazo”, dijo Martín Kaindl, directivo del Instituto Argentino del Petróleo y el Gas, un centro de estudios vinculado a las empresas del sector.
“Tenemos que hacer las cosas bien para que esta oportunidad se convierta en riqueza para la Argentina”, planteó en diálogo con Inter Press Service (IPS).
Hasta ahora, sin embargo, lo que parece haber crecido más que las inversiones es el movimiento social que se opone al sistema de fractura hidráulica, utilizado para recuperar el petróleo y el gas de esquisto, por sus consecuencias ambientales.
Los hidrocarburos de esquisto se encuentran a gran profundidad entre rocas, que hay que romper mediante la técnica de la fractura hidráulica, con el bombeo a enorme presión de grandes cantidades de agua, químicos y arena.
Un procedimiento, conocido también por fracking, su nombre en inglés, que tiene efectos ambientales y socioeconómicos en su entorno, según expertos citados por el movimiento ambiental contrario a la técnica.
Los opositores al fracking tuvieron su mayor éxito hasta ahora el 25 de abril, cuando el parlamento de la provincia de Entre Ríos, en el centro-este del país, prohibió la extracción de hidrocarburos con el sistema de la fractura hidráulica y otros métodos no convencionales.
Se trata de la primera provincia del país en tomar una decisión así, que fue precedida por normas locales de decenas de municipalidades. Entre Ríos no tiene tradición petrolera pero figuraría en los planes de exploración a largo plazo de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), de mayoría estatal.
“Entre Ríos es una provincia que vive fundamentalmente de la actividad agropecuaria y del turismo, en la que existe una tradición de lucha y compromiso ambiental”, dijo a IPS el sociólogo Juan Pablo Olsson, quien forma parte del movimiento Argentina sin Fracking.
“No hay que olvidarse que hace pocos años, llegó a haber 100 mil personas en el puente internacional protestando contra las plantas de celulosa”, agregó, en referencia al conflicto que se vivió entre 2005 y 2010 con Uruguay, por la construcción de las dos fábricas, debido al impacto ambiental sobre las riberas del río que separa a Entre Ríos del país vecino.
De acuerdo a datos actualizados de la EIA, Argentina tiene reservas recuperables de esquisto de 802 billones (millones de millones) de pies cúbicos de gas y de 27.000 millones de barriles (de 159 litros) de petróleo. Solo lo superan China en el primer rubro y Estados Unidos, Rusia y otra vez China, en el segundo.
De las reservas de esos hidrocarburos, 38 por ciento del gas y 60 por ciento del petróleo están concentradas en la formación geológica de Vaca Muerta, donde la explotación comercial comenzó en 2013, en el yacimiento de Loma Campana, que desarrollan YPF y la estadounidense Chevron en la provincia de Neuquén.
Es un yacimiento de unos 30.000 kilómetros cuadrados ubicado en la llamada Cuenca Neuquina (tradicionalmente, la principal zona petrolera argentina) que se extiende por cuatro provincias (Neuquén, Río Negro, Mendoza y La Pampa) en el suroeste del país.
El extraordinario potencial de Vaca Muerta es uno de los pocos temas en los que han concordado el actual presidente y su antecesora, la centroizquierdista Cristina Fernández (2007-2015), quienes jamás se refirieron a los cuestionamientos ambientales al método extractivo.
La anterior mandataria no ocultaba su entusiasmo cada vez que hablaba del yacimiento, al que en 2013 propuso llamar “Vaca Viva”, ya que ahora “le extraemos petróleo”.
Macri, por su lado, dijo que Vaca Muerta “cambia el futuro de la energía en nuestro país” ya que tiene recursos “abundantes, baratos y exportables”.
Fue en enero, cuando anunció la firma de un acuerdo con sindicatos del sector que permitirá reducir hasta en 40 por ciento los costos laborales de la actividad, para alentar la llegada de inversiones.
Más tarde, el presidente fijó por decreto un precio mínimo, superior al del mercado, para el gas de esquisto, reforzando la estrategia iniciada por su predecesora de mantener los valores internos de los hidrocarburos en niveles que permitan el desarrollo de los yacimientos convencionales.
Además, durante su estancia en Washington anunció una reducción de 35 a siete por ciento de los aranceles de importación para la maquinaria usada de extracción, que favorecerá la llegada al país de equipos que cayeron en desuso en la cuenca Eagle Ford, que comparten Estados Unidos y México, ante la caída de los precios internacionales.
El ministro de Energía y Minería, Juan José Aranguren, quien acompañó a Macri a Houston, dijo que actualmente se invierten en Vaca Muerta entre 6.000 y 8.000 millones de dólares anuales, pero que el objetivo del gobierno es llegar a los 20.000 millones en 2019.
“Hoy en la Argentina hay más de 1 mil 500 pozos en explotación con el sistema de fractura hidráulica en explotación, no solo en Vaca Muerta sino en otros yacimientos de la zona. En los próximos años esto podría multiplicarse”, dijo a IPS el experto Diego de Rissio.
“Pero nosotros creemos que se deben debatir las consecuencias ambientales y también sociales, ya que se trata una región agrícola, de producción de frutas”, explicó el investigador del Observatorio Petrolero Sur, una organización que reúne a profesionales de distintas disciplinas interesados en la cuestión energética.
Una de las localidades dedicadas a la producción de frutas cercana a Vaca Muerta donde se está extrayendo petróleo de esquisto es Allen, en la provincia de Río Negro.
Juan Ponce, productor de dulces en Allen, dijo a IPS: “La producción petrolera avasalló a las chacras (fincas) productoras de frutas. Había 35 galpones de almacenamiento de frutas y ahora quedan sólo cinco”.
Además, relató por teléfono desde el lugar, “la mayor parte de la gente compra hoy agua embotellada, porque nuestra agua ya no se puede tomar, a pesar de que acá tenemos el río más largo de la Patagonia, que es el río Negro”.
“La mejor prueba de la contaminación que está generando la extracción de petróleo y gas es que los dueños de las chacras de los alrededores están recibiendo subsidios de las compañías, porque ya no pueden producir frutas de buena calidad”, agregó.
Daniel Gutman/Inter Press Service
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