Alejandra Moreno Toscano, investigadora de El Colegio de México, declaró en conferencia virtual que el conocimiento que se tiene hoy en día sobre cómo han impactado las pandemias a través del tiempo, es una herencia histórica que tiene una base de experiencia importante en el desarrollo científico, lo que ha impulsado la investigación, ha permitido que las instituciones y las ciudades se reorganicen y presenta posibilidades para contrarrestar las epidemias.
En la conferencia “Memoria viva de las pandemias”, la profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) realizó un breve recorrido a través del tiempo para explicar la importancia del conocimiento científico heredado gracias a las pandemias ocurridas en la historia del mundo.
Relató que fue en el año 1519 cuando se tuvo la primera gran epidemia de la historia -la de la viruela- que contribuyó a la desorganización de México Tenochtitlán y su caída en 1521; posteriormente, en 1531, llegó el sarampión. Fue en esa época que -ante la enorme mortandad por la propagación de estos virus- surgió la necesidad de aislar a la población que está enferma para prevenir el contagio, lo que dio origen a los hospitales como instituciones de contención, indicó la doctora.
Ante ello, agregó: “nosotros en México hemos estado siempre en la vanguardia de la ubicación de estos medios de conocimiento de las epidemias, [por lo cual], en 1544 se estableció en el país el Hospital Real de Indios para precisamente contener las enormes mortandades de los naturales, […], durante los siglos siguientes, por causa de estas enfermedades, la población se redujo de 7 millones a 2 millones de habitantes”.
Más tarde, a finales del siglo XVIII e inicios del siglo XIX, se transformó el comercio mundial, movilizando a una gran cantidad de personas haciendo que surgieran nuevas enfermedades, también “se extendieron los beneficios del conocimiento científico, y surgió la obligación del soberano de cuidar la salud de sus súbditos, donde se tenía un solo propósito: vacunar a la mayor parte de la población posible contra la viruela, la enfermedad más destructiva que ha tenido la humanidad”, aseguró Toscano.
Al respecto, destacó que en 1803 el médico militar Francisco Javier Balmis y Berenguer se dio a la tarea de realizar una expedición sanitaria mundial para aplicar la vacuna contra la viruela y establecer casas de vacunación, “lugares donde se crearon pequeñas bibliotecas que posteriormente se transformaron en las grandes bibliotecas de los institutos técnicos del siglo XIX, con todos los conocimientos científicos de cómo funcionaba la enfermedad y su procedimiento”, apuntó.
A partir de ese siglo -manifestó la experta en recuperación de la memoria histórica- proviene la actual visión multilateral internacional de que el conocimiento puesto a prueba en todas las circunstancias y en distintas sociedades, al ser demostrado puede dar como resultado una cura universal, pública y gratuita.
En ese sentido, añadió que identificar los agentes que enferman -como Roberto Koch quien descubrió en 1882 la bacteria de la tuberculosis- permite la creación de las vacunas; y mencionó que fue Louis Pasteur quien contribuyó a la generalización de las técnicas para la producción de estos inmunizadores, lo cual fue beneficiado por Carl Zeiss responsable del perfeccionamiento del microscopio, instrumento que fomenta el desarrollo del conocimiento al posibilitar la observación de los patógenos.
De tal manera, Toscano señaló que todo este proceso histórico “nos hereda técnicas georeferenciadas para el estudio de las enfermedades, que a pesar de pertenecer a otros siglos, actualmente permiten hacer una revisión muy precisa del origen de las epidemias”. Y resaltó el Códice de la Cruz-Badiano, documento de la Nueva España que explica la atención médica que se daba en tiempos prehispánicos e incluye conocimientos de atención pública y soluciones sociales.
A su vez, “todo este conocimiento tiene una base de experiencia importante y una base de desarrollo científico que permite que las instituciones y las ciudades se reorganicen, presenta posibilidades para contrarrestar las epidemias, y ayuda a avanzar la investigación, los instrumentos y la relación entre los países”, expresó.
Finalmente, la historiadora sostuvo: “la investigación científica nunca proviene de una sola vía, toda la enorme experiencia que tiene la humanidad es tomada desde diferentes puntos, [en el caso de México], nos debemos atrever a compartir el conocimiento en todos sus componentes y con voluntad, nosotros siempre hemos participado en esta construcción del conocimiento, pero lo hemos hecho con tremenda timidez, entonces lo que hace falta es difundir y con ello hacerlo valer en otros ámbitos”.
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