La Habana, Cuba. Dentro del campo de la geología, un punto en el que casi toda la comunidad científica está de acuerdo es que nadie ha descubierto una forma de predecir cuándo ocurrirán los terremotos destructivos.
Aunque se han hecho grandes progresos en la identificación de los lugares en riesgo, se ha avanzado poco en la determinación de cuándo se producirán los movimientos telúricos. Pero eso, al parecer, está a punto de cambiar.
Recientemente, tres investigadores del estadounidense Instituto de Tecnología de California (Caltech) publicaron el hallazgo de evidencia que sugiere la posibilidad de calcular la fuerza de un temblor durante su inicio.
El trío compuesto por M Meier, J Ampuero y T Heaton describe en su estudio los terremotos de subducción y la aplicación del análisis de patrones para determinar el eventual poder destructivo del sismo al desencadenarse.
Algunos lugares como México, país recientemente afectado por ese fenómeno natural, han instalado sistemas de advertencia, pero estos sólo pueden detectar un terremoto en progreso a cierta distancia y, habitualmente, dan a la gente en áreas inminentemente impactadas solo algunos segundos para reaccionar.
En septiembre último la nación azteca sufrió las consecuencias de dos sismos de gran magnitud; uno en el centro-sur de la nación a principios de mes –que dejó más de un centenar de muertos– y el más reciente en la capital –con saldo preliminar superior a las 300 víctimas fatales–.
En ese último caso, ocurrido el pasado 19 de septiembre, cerca de 4 mil inmuebles de la Ciudad de México fueron dañados por el terremoto de magnitud 7.1 y hasta la fecha se han reportado más de 40 réplicas, tanto en el propio Distrito Federal como en los territorios vecinos.
Uno de los problemas de los sistemas advertencia es que no pueden decirle a los ciudadanos lo fuerte que será el movimiento telúrico, por lo que estos avisos corren el riesgo de ser ignorados si son provocados por cada pequeño temblor.
Cuando el temblor del centro-sur de México, los altavoces de la alerta sísmica de la capital se activaron casi dos minutos antes de que se sintiera el terremoto de 8.2 grados de magnitud. El aviso de alerta también se emitió en ciudades como Oaxaca, Acapulco, Chilpancingo y Puebla. Esto permitió a millones de personas salir de sus casas con anticipación o permanecer en un lugar seguro.
El Sistema de Alerta Sísmica cuenta con 96 sensores en la costa del Pacífico mexicano. Comienzan en Bahía de Banderas (Jalisco) y van hasta el Istmo de Tehuantepec (Oaxaca), una de las zonas más afectadas por el terremoto del día 19. No obstante, sólo ocho ciudades en el país están habilitadas para recibir la señal: Guadalajara, Colima, Morelia, Acapulco, Chilpancingo, Oaxaca, Puebla y la Ciudad de México.
En la capital del país, la alerta se difunde a través de los altavoces distribuidos por toda la ciudad. Estos también se activaron el día 18, o sea, un día antes del segundo gran movimiento telúrico de septiembre, sin que se registrara ningún sismo. Las autoridades capitalinas informaron que la falsa alarma fue causada por un error humano.
Todos esos factores: las falsas alarmas y la incapacidad del sistema de alertar a toda la nación, influyeron en las devastadoras consecuencias que enfrenta hoy el país norteamericano.
Otro de los Estados con un avanzado sistema de aviso (aunque no infalible) es Japón. Este permite alertar a la población con varios segundos e incluso minutos de anticipación antes de que un sismo llegue a su lugar de ubicación.
Después del terremoto y tsunami de Japón del 2011 el sistema de alerta temprana de sismos, así como el de tsunamis, fue considerado efectivo por el científico indio Shailesh Nayak, quien ayudó a desarrollar el sistema de advertencia en su propio país. Sin embargo, el maremoto mató a más de 10 mil personas.
En la nueva investigación, los autores de Caltech informan que ahora podría ser posible calcular una magnitud mínima de terremoto después de que el mismo haya comenzado.
Si el mínimo es pequeño, el sistema de alerta calcularía si es necesario o no activar una alarma. Por el contrario, un gran mínimo sugeriría un pico extremadamente destructivo.
Para conocer más sobre los factores que contribuyen al pico de un sismo, los investigadores analizaron 116 de los terremotos más grandes ocurridos en los últimos 30 años.
Al hacerlo, encontraron un patrón: el tamaño máximo de un temblor que sigue creciendo en fuerza será por lo menos el doble de ese tamaño en su apogeo. Este patrón demostró que debe ser posible calcular el tamaño mínimo de un sismo mientras está ganando fuerza.
Esto significa que si se detecta un terremoto, un dispositivo de monitoreo podría rastrear su fuerza y calcular el tamaño mínimo que estará en su pico, ofreciendo al menos algún grado de predicción temprana en cuanto a lo destructivo que podría ser.
Nicholas Valdes/Prensa Latina
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