Nueva York, estados Unidos. La adopción en septiembre de 2015 en las Naciones Unidas de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible generó esperanzas de un futuro mejor para los pueblos indígenas, pero 2 años después las señales no son tan alentadoras.
Los aborígenes, con una población estimada de 300 millones de personas, están entre los sectores más discriminados del planeta, particularmente impactados por fenómenos como la pobreza, la desigualdad y la exclusión.
Del 10 al 19 de julio, el Consejo Económico y Social de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) acogió un foro de alto nivel para el seguimiento a la implementación de la Agenda 2030, reunión en la cual líderes indígenas de los cinco continentes hicieron sentir su voz.
No vemos aún la voluntad política necesaria, aunque sí algunos progresos en materia de participación, comentó a Prensa Latina la representante filipina Joan Carling, perteneciente a la tribu Kankanaey, de la región de Cordillera.
De acuerdo con la activista, una prueba de que los aborígenes continúan en buena medida invisibles de cara a la materialización de sus derechos es la insuficiente mención que tienen en los reportes voluntarios de los países acerca de sus avances en el cumplimiento de la plataforma de lucha global contra la pobreza y las desigualdades.
Para Carling, uno de los pasos a dar es la desagregación de las estadísticas. De manera que pueda medirse el progreso de los originarios en los 17 objetivos que conforman la agenda aprobada por los 193 Estados miembros de las Naciones Unidas.
La defensora de los derechos humanos reconoció que dos años es muy poco tiempo para evaluar los resultados de esas metas, sin embargo, insistió en que debe hacerse mucho más a favor de un segmento poblacional marginado por muchos gobiernos, afectado como ningún otro por la industria extractiva y perseguido cuando reclama sus derechos.
A su juicio, la buena noticia es que los indígenas han logrado espacios de participación a nivel mundial, como en la ONU, donde pueden abogar por un compromiso real con su inclusión.
Respecto a la implementación de la Agenda 2030, consideró positivo el hecho de que parece existir claridad acerca de la importancia de separar las estadísticas, para seguir los avances de los aborígenes.
También la coordinadora de la Asociación de Mujeres y Pueblos Indígenas de Chad, Hindou Oumarou Ibrahim, señaló la necesidad de que prevalezca la voluntad política a la hora de enfocar de forma inclusiva la implementación de la plataforma establecida en 2015.
Ibrahim lamentó que algunos gobiernos prioricen los temas de seguridad antes que los de desarrollo social, una postura preocupante, si se tiene en cuenta que faltan 13 años para cambiar el escenario imperante.
Sin dudas, la humanidad se encuentra en una carrera contra el tiempo, si sus líderes asumen de verdad el compromiso de “No dejar a nadie atrás”, que acompañó la adopción de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible.
La realidad a superar es bien dura, bastaría recordar que 800 millones de personas viven en la extrema pobreza, 780 millones azotadas por el hambre e igual cantidad sin acceso al agua potable, mientras dos mil millones no cuentan con las condiciones básicas de sanidad, una gran parte de ellas indígenas.
En entrevista con Prensa Latina, la líder indígena peruana Tarcila Rivera preguntó a qué tipo de sociedades aspira la comunidad internacional cuando discute la cuestión del desarrollo sostenible y de los 17 objetivos para 2030.
Hacemos la pregunta porque vemos que en el planeta predomina una visión occidental del progreso económico, consistente en la explotación de los recursos naturales hasta el último rincón de la tierra y en un desarrollo en el que prime el dinero y no el bienestar humano, advirtió.
Según la representante del pueblo quechua, los originarios tienen una apreciación totalmente opuesta, avalada por siglos de convivencia con la naturaleza y de un manejo sostenible de sus riquezas.
Nuestra visión no ha sido la expoliación de los recursos, sino el uso de lo necesario para vivir, alimentarnos y tener salud, siempre pensando en las futuras generaciones, argumentó.
La experta integrante del Foro Permanente de Asuntos Indígenas de la ONU subrayó que sobre esa base, los pueblos aborígenes tienen mucho que aportar al desarrollo sostenible, y deben ser considerados en la implementación de la Agenda 2030.
“Nuestra filosofía es de respeto a la madre tierra, y el mundo tendría que soñar en una combinación de bienestar material, espiritual y físico, dirigida a conseguir paz y tranquilidad sin lujos ni llevar a la muerte de los recursos naturales”, insistió.
Carling coincidió en que por siglos, los pueblos indígenas han mantenido una relación con la naturaleza que encaja en los conceptos actuales del desarrollo sostenible.
Las áreas más conservadas en términos de biodiversidad son las que ocupan los originarios, porque nuestro estilo de vida es sano y en armonía con el medio ambiente, precisó la representante de la tribu filipina Kankanaey.
Desde la adopción de la Agenda 2030 en diciembre de 2015, ha sido recurrente el llamado a incluir de forma plena en su implementación a los pueblos aborígenes, porque solo así será una realidad la consigna “No dejar a nadie atrás”.
“Los derechos humanos de los indígenas están absolutamente ligados a los 17 objetivos de desarrollo”, comentó a Prensa Latina el secretario general del Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y el Caribe, el guatemalteco Álvaro Pop.
Al igual que Carling, Pop defendió la desagregación de las estadísticas, pero por sobre todas las cosas, apeló a la voluntad política de todos los actores de la sociedad, de cara a la implementación de una plataforma de progreso humano que calificó de bien ambiciosa.
El activista opinó que lograr los 17 objetivos será muy difícil para 2030.
Se trata de apostar a una nueva posibilidad de supervivencia humana y de mejores relaciones con la naturaleza, por tanto hay que realizar inversiones a largo plazo, que por supuesto, no serán exitosas sin la inclusión de los indígenas, sentenció.
Pop insistió en que los originarios representan un sector de la población mundial que vive en condiciones peores que las de cualquier otro segmento pobre.
Necesitamos voluntad política, presupuesto y acciones específicas a favor de los aborígenes, que en América Latina tenemos el planteamiento filosófico del buen vivir, una proyección de articulación humana y vinculación con la naturaleza que debería guiar las acciones de implementación de la Agenda 2030, afirmó.
Waldo Mendiluza/Prensa Latina
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