El futuro de Petróleos Mexicanos (Pemex) será más negro que el petróleo crudo. Y es que el gobierno federal pretende aumentar su producción de 1.7 millones de barriles diarios a 2.4 millones al cierre del sexenio, proyecto muy difícil de cumplir, pues la empresa no tiene cómo sustituir sus niveles de producción.
Antes de renunciar, el exsecretario de Hacienda, Carlos Urzúa, dijo el pasado 12 de abril que apoyaría a la empresa petrolera más endeudada del mundo (con 100 mil millones de dólares) con recursos del llamado Fondo de Estabilizaciones de los Ingresos Presupuestarios (FEIP), para pagar a sus acreedores (pero la realidad es que ese dinero no alcanza).
La situación no es halagüeña: el presupuesto para inversión petrolera aumentó a 288 mil millones de pesos, pero se pretende rescatar a Pemex buscando revertir la tendencia negativa en su producción, que desde hace muchos años va a la baja y cada día se agotan sus reservas probadas.
Desde hace más de 40 años, Pemex no ha descubierto un yacimiento de gran magnitud como Cantarell, que empezó a operar a mediados de la década de 1970; ojalá encontraran un yacimiento de gran volumen aunque fuese el 50 por ciento de Cantarell, pues con ello nuestro país podría tener su economía saneada (con el costo del barril a precios estables) durante 25 años (hasta 2050). Pero esto es sólo un sueño y no la realidad.
Una propuesta real y convincente sería que expropiaransus riquezas a todos los políticos, líderes petroleros, expresidentes, etcétera, que en los últimos 50 años saquearon a Pemex más de 400 mil millones de dólares. Con ello se pagaría su deuda y sobraría. Ellos robaron más a nuestro país que las compañías estadunidenses, inglesas, holandesas, etcétera, que también se llevaron miles de millones de barriles desde 1900 hasta la expropiación petrolera en 1938.
Ahora, la petrolera mexicana planea producir 2 millones 697 barriles diarios de sus reservas probadas de 6 mil 65 millones. Con este nivel de extracción sólo nos alcanzaría el petróleo para 6.16 años.
Otra realidad es que las seis refinerías que existen en México operan al 40 por ciento de su capacidad, con una producción de refinación en 2018 de 648 mil barriles diarios promedio. A ello hay que sumarle que el 50 por ciento del crudo es del tipo Maya 22 pesado, que es más difícil de refinar.
Además, Pemex importa el 75 por ciento de combustibles que consume, la mayor parte de Estados Unidos. Ese año, el total de importaciones de combustibles superó los 900 mil barriles diarios, siendo el 65 por ciento de gasolinas.
Para paliar lo anterior, la petrolera pretende construir la refinería de Dos Bocas, Tabasco, que refinará más de 300 mil barriles diarios para que, sumados a los más 648 mil barriles, se tenga autosuficiencia y por lo tanto se cancelen las importaciones de combustibles.
Estamos seguros que Pemex observó y analizó el caso de países como Corea del Sur, la India y Japón (este último no tiene campos petrolíferos), que apoyaron especialmente la refinación y actualmente producen más que México. Otro caso de estudio es Brasil, que desde 1980 impulsó la producción de etanol para complementar la demanda nacional de sus vehículos y maquinaria industrial. Con esos estudios comparativos seguramente se confeccionó el llamado “plan de negocios” del gobierno federal en la materia, presentado el pasado 16 julio, y que consiste precisamente en producir 2.697 millones de barriles diarios.
No obstante, cabe resaltar que ese objetivo podría quedar muy lejano porque, de 2004 a 2018, las reservas petroleras descendieron de 14 mil 199 millones de barriles a 6 mil 464 millones de barriles; es decir, en 15 años han bajado 7 mil 655 millones de barriles. El promedio anual de esta baja es de 510 millones de barriles, lo que significa una disminución del 54 por ciento de reservas probadas.
Ahora, en el tema de la refinación, el Instituto Mexicano de la Competitividad (Imco) creó un modelo financiero de refinería y lo sometió a un simulador para estudiar miles de escenarios financieros para evaluar la viabilidad de Dos Bocas. Así, se analizaron los miles de conceptos con que cuenta el proyecto ejecutivo: refinación, inversión total, construcción (tiempo de ejecución), gastos operativos, etcétera. El resultado fue que el proyecto ejecutivo tendrá múltiples problemas y no incluye obra externa, como reconstrucción del Puerto Dos Bocas para recibir buquetanques de gran calado, es decir el dragado.
Finalmente la refinería generará más costos que beneficios y podrá generar crisis en las finanzas públicas federales. Por ello el Imco recomienda buscar otras opciones, como inversiones en almacenamiento de combustibles (no agotar al máximo las reservas y almacenarlas), así como invertir en exploración y producción.
De lo anterior se deriva que si la refinería de Dos Bocas se construye con fondos públicos (vía impuestos) como se planea se cometería un gran error; lo obvio sería que el dinero proviniera de la venta de las exportaciones al mundo, es decir, dinero propio. Además, el proyecto será viable para 20 años de operación (las reservas nos alcanzan máximo 9 años) y posiblemente en 20 años tendremos energías limpias que sustituyan a los hidrocarburos.
Aunado a lo anterior, tendríamos problemas por los riesgos de los cambios económicos en el mercado energético; por lo tanto, es muy difícil que los más de 8 mil millones de dólares se recuperen. También es muy importante considerar todos los aspectos sociales y tecnológicos que integran este megaproyecto petrolero. Se debe respetar la planeación adecuada exhaustiva y democracia auténtica en beneficio de la sociedad.
Y aunque la secretaria de Energía, Rocío Nahle, contempla una recuperación de la inversión de la refinería en 5 años, la pregunta es si ésta incluye los costos financieros del dinero público. De acuerdo con las declaraciones de la funcionaria, no sólo vamos a construir otra refinería, sino que con esto volveremos a hacer ingeniería, volveremos a hacer protagonistas en el entorno mundial de este sector. Veremos.
Pemex es la empresa petrolera más endeudada y peor administrada del mundo; y sus activos no cubren los pasivos, que son un 40 por ciento mayores. No es una empresa ejemplar como la noruega Statoil (con más de 800 mil millones de dólares en los bancos como patrimonio del pueblo noruego), sino todo lo contrario.
Para nosotros, nadie puede negar que el panorama es adverso: hace más de 90 años México fue un gran protagonista en la producción petrolera mundial, por sus grandes yacimientos en la huasteca veracruzana, potosina y tamaulipeca. Tampico fue el centro de operación de todas las compañías que saquearon el petróleo del país y su puerto fue una de las ciudades más conocidas en el mundo por su entorno petrolero, después de la Ciudad de México. Pero eso se acabó.
A largo plazo, los países productores presentan un gran reto: las demandas de petróleo descenderán como consecuencia del cambio a fuentes de energía limpias, de tal forma que este combustible fósil tiene los años contados. La inversión en energías renovables crece a un ritmo acelerado y es competitiva: en menos de 30 años, el bioetanol, la energía solar y eólica tendrán más demanda que el petróleo.
Y aunque los hidrocarburos van en declive, México continúa apostándole al petróleo, y al ritmo planeado agotará sus reservas posiblemente en menos de 10 años, aun contando con las tasas de restitución del 3.3 por ciento anual. Por ello resulta sumamente arriesgado tratar de incrementar la producción. Lo más acertado es invertir en exploración, en la búsqueda de grandes yacimientos con rentabilidad; de otra manera, el futuro de Pemex y del país será más negro que el petróleo crudo.
Adalberto Ruiz Mojica*
*Arquitecto
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