Formalmente, a partir del 1 de diciembre de 2018 el gobierno mexicano regirá de nuevo sus relaciones exteriores por los principios de no intervención, libre autodeterminación de los pueblos y solución pacífica de las controversias.
Este abandono de las prácticas intervencionistas bajo las órdenes de la Casa Blanca no tardará en producir un segundo efecto: México dejará de pertenecer al Grupo de Lima, organismo artificioso ideado por Washington con el confeso propósito de aislar diplomáticamente a Venezuela y Nicaragua con miras al posterior derrocamiento del chavismo y del sandinismo.
El retorno a los principios históricos, éticos, políticos y constitucionales de la nación mexicana representa, en consecuencia, un significativo cambio en la correlación de fuerzas entre el imperialismo y los sectores antiimperialistas, patrióticos y democráticos de Latinoamérica, pues con la arrolladora victoria electoral de Andrés Manuel López Obrador, Estados Unidos ha perdido un aliado-vasallo de enorme peso en la región.
Y no sólo eso: el triunfo del tabasqueño implica una verdadera vuelta a la tortilla: de aliado servil, México ha pasado a convertirse en sólido obstáculo a las tradicionales políticas intervencionistas y guerreristas de Washington en las naciones al sur del río Bravo.
Tanto para Venezuela como para Nicaragua el retorno de México a los mencionados principios constitucionales representa un alivio en la dura lucha de resistencia contra los aprestos golpistas internos organizados y financiados por Estados Unidos. Y también, obviamente, en los esfuerzos por evitar una intervención militar extranjera, paso previsto en el caso del fracaso del golpismo en marcha.
Ciertamente el gobierno de Venezuela ha logrado resistir y hasta fortalecerse. Los grupos golpistas están desunidos y desprestigiados. Y si bien hace pocos días Donald Trump volvió a plantear la posibilidad de actuar militarmente contra Venezuela, lo cierto es que no se ven en el horizonte, al menos por ahora, posibilidades reales de emprender esa aventura bélica.
En el caso nicaragüense las cosas son un tanto distintas. El tema de una invasión militar no está en la agenda de Washington. Pero sí se observa que, como en Venezuela, el golpe blando en curso va perdiendo fuerza. Y no hay duda de que el triunfo de López Obrador contribuirá a desinflar aún más el golpismo disfrazado de ansias democráticas.
Por lo pronto, Washington, el somocismo-chamorrismo, la jerarquía católica, la OEA, la burguesía nativa y los intelectuales de derecha han tomado nota del cambio en la correlación de fuerzas. Y aunque felicitan a López Obrador por su victoria electoral y cantan loas a la democracia mexicana saben bien que han perdido el apoyo de México.
Aunque, aun así, alguno de esos intelectuales de derecha, como el ex sandinista Sergio Ramírez, fingiendo no entender nada, le demande a López Obrador, como si éste fuera Peña Nieto, continúe brindándoles apoyo.
Miguel Ángel Ferrer/Telesur
*Economista y profesor de economía política; fundador y director del Centro de Estudios de Economía y Política
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