Categorías: Opinión

Ante procesos electorales estériles, el pueblo debe rebelarse en favor de la paz

Publicado por
Adrián Ramírez López*

El supremo recurso de la rebelión contra la opresión y la tiranía no es apología de la violencia, sino la plena vigencia de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y del Artículo 39 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. La rebelión es razón necesaria para la realización plena de los derechos humanos

México enfrenta la crisis humanitaria y de derechos humanos más grave de toda su historia. El gobierno de Enrique Peña Nieto, los gobiernos de los estados y municipios, además de los poderes Legislativo y Judicial federales y estatales respectivamente, permiten, toleran y promueven este estado de cosas.

Los procesos electorales van generando un dispendioso gasto del erario en campañas. Los medios venden a los candidatos como productos milagro, capaces de resolver los problemas de México. Ambos debieran ser sancionados por hacer propaganda engañosa, que no garantiza ni la democracia ni mucho menos los derechos humanos y las libertades fundamentales.

El próximo 7 de junio, día de las elecciones, se cumplen 17 años de la masacre de El Charco, una fecha significativa que se suma al martirologio de las masacres que no han cesado. Aguas Blancas a 20 años, o Acteal el 22 de diciembre de 1997; Guadalajara, 28 de mayo de 2004; la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca en 2006; hasta Tlatlaya, Ayotzinapa, Apatzingan o la reciente de Tanhuato, en Michoacán. Son la suma de graves violaciones a los derechos humanos cometidas en gobiernos del Partido Revolucionario Institucional, Partido Acción Nacional o Partido de la Revolución Democrática, quienes ante la represión se comportan igual, más allá de decirse de derecha o izquierda.

La violencia permea a toda la sociedad. Hasta los niños la reproducen, como el horror que se vivió en Delicias, Chihuahua, con el asesinato bajo tortura del niño Christopher Raymundo Márquez, de 6 años, a manos de cinco adolescentes, el 15 de mayo 2015. Este hecho debe marcar un alto. Queremos la paz, esa paz tan anhelada desde la Revolución de Independencia de 1810 hasta la Revolución Mexicana.

La Revolución Mexicana continúa desde el 20 de noviembre de 1910 hasta conseguir nuestros derechos. Por los 43 desaparecidos, aparecemos todos para seguir buscándolos, a ellos y la justicia. Todos por ellos y por nosotros. La Revolución Mexicana es una revolución que no concluye, revolución que sigue buscando derechos y paz, guerra impuesta para la ganancia, hoy lo comprendemos claramente: la paz es gratis, la guerra no: nos cuesta, nos duele, nos mata.

Héroes y héroes niños, mujeres de 1 mil colores y tamaños, soldaderas, guerrilleros, pelones y federales, los queremos vivos a todos y en paz, no queremos hijos del pueblo enfrentados: unos por el pueblo y sus derechos y otros contra el pueblo y por los ricos.

La revolución continúa hasta conquistar nuestros derechos, hasta lograr vivir en paz; los actos revolucionarios hoy están en la insurrección de los cuarteles. Los revolucionarios deben deponer las armas, negarse a combatir pueblo contra pueblo. El militar se debe sublevar y sumarse al pueblo y los policías renunciar en masa y marchar por la paz, junto a los manifestantes. Eso es lo que deseamos, ése es nuestro ideal.

El recuerdo del normalista de Ayotzinapa Julio César Mondragón tiene rostro y memoria, él desenmascara a los poderosos, los descarados de las sociedades anónimas, a esos que por ningún lado aparecen, los de los negocios que deciden la guerra y la promueven para su lucro. El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, que hoy vienen a darnos condolencias y con hipocresía claman que presenten a los 43 desaparecidos, son los mismos que les niegan sus derechos e imponen sus políticas de explotación y muerte.

Puertas cerradas-puertas allanadas y la encrucijada electoral

El pueblo digno, humilde, solidario, paciente, llega a cualquier palacio, municipal, estatal o a Palacio Nacional; el pueblo pide audiencia, llega al palacio de justicia o a la sede del Poder Legislativo a pedir ser escuchado, consultado, tomando en cuenta, y las puertas están cerradas.

Por otro lado, militares, marinos, policías llegan abriendo puertas, derribando puertas, allanando casas, miles, en todo el país; miles y miles de casas allanadas y violadas, miles de cerraduras forzadas, ellos sacan a las personas de sus casas, las torturan, las encarcelan, tienen el “derecho de Estado”, son el estado de derecho que se impone a la justicia y los derechos humanos.

El pueblo digno busca a sus hijos, se alumbra con antorchas, la llama está encendida por los derechos de los pueblos, clama justicia y recibe mentiras, puertas cerradas, justicia denegada, en la oscuridad los derechos humanos y la Declaración Universal de los Derechos Humanos se hace vigencia, respuesta a la premonición. La Declaración se erige para que el pueblo no tenga que ejercer el supremo recurso contra la opresión y la tiranía. Los tiranos huyen, salen del país, se esconden en el “yo no fui”, en el “ya me cansé”, en su mentiroso Estado fallido y en su falso dolor por el pueblo.

Pero el fuego llega a la puerta del Palacio Nacional y no se abre, una escaramuza, apenas un símbolo le dice al mundo: “Todos los días allanan nuestras puertas, se llevan a nuestros hijos”. Hoy venimos a que se abran las puertas para la justicia para que aparezcan nuestros 43 y los miles y miles.

¿Dónde están? Los poderes desaparecen, callan, se hacen cómplices, no están para la justicia, no están para los 43 ni para los miles y miles de desaparecidos; los poderes están presentes para reprimir al pueblo, para proteger los negocios, las inversiones, ¿el presidente?, ¿quién es el presidente? “No está”, dicen las puertas de Palacio. “Está ausente, no está para la justicia, salió, se fue a la China, allá lo mandó el pueblo”. No, allá no, el pueblo lo mandó a la chingada. “No, no está, salió a hacer negocios, salió a hacer inversiones; hoy no está para la justicia, vuelvan mañana; tal vez mañana tampoco esté para la justicia, pero vuelvan; y si este presidente no resuelve, vuelvan a votar”.

Las elecciones las garantiza el consejero presidente del Instituto Nacional Electoral, Lorenzo Córdova, quien se mofa de los indígenas y se niega a renunciar al cargo para el que fue elegido. Y nos preguntamos: ¿a ése quién lo eligió? El pueblo, no.

Tenemos más candidatos para que voten por ellos, tenemos un Congreso de la Unión, tenemos ministros en la Suprema Corte de Justicia de la Nación… Tampoco ésta salió a recibir su premio –el de derechos humanos de la Organización de las Naciones Unidas– por militarizar al país para negarle al pueblo su derecho a ser consultado. ¿El Poder Legislativo? Menos, ése tampoco está. Está gastando sus bonos por las grandes reformas estructurales. Y ni pregunten de los gobiernos de los estados y municipios: hace mucho que tampoco están.

Vuelvan, voten, presenten sus oficios, sus papeles, voten, voten y vuelvan a votar, así es la democracia, el próximo sexenio tendrán más suerte, éste no.

Las puertas siempre están abiertas, y si no, pregunten a los empresarios, a los poderosos, para ellos siempre estarán abiertas; ustedes pidan audiencia para que vengan a reclamar, para que presenten su denuncia por allanamiento de morada, porque les derribaron las puertas de su casa y se llevaron a sus hijos, a los 43, pidan sus derechos.

Pero no tienen derecho a entrar en los palacios y mucho menos llamar nuestra atención con su llama encendida, porque el estado de derecho sólo permite los derechos de Estado. Ustedes vuelvan mañana, hoy no está el presidente. Mañana… mañana tampoco, pero vuelvan, vuelvan a votar.

El pueblo vota y vota por botar a todos los que no cumplan con el pueblo, el pueblo soberano ha votado. Ha votado por abrir todas las puertas de las prisiones para que se liberen a todos los presos políticos y a todos los injustamente presos, aquellos que fueron detenidos allanando las puertas de sus casas; para que regresen al pueblo a luchar. Y ha decidido abrir las puertas de todos los palacios para botar a todos los que hoy “no están”, a los que se niegan a presentar a todos los desaparecidos.

Nos declaramos defensores, combatientes por la paz, nos declaramos en guerra contra las armas y clamamos por su destrucción, clamamos por la insurrección en los cuarteles, llamamos a los insurgentes a sumarse, a luchar por la paz. La paz es gratis, la guerra no. Nos vamos a la revolución a luchar, a desarmar a militares, policías, paramilitares, que los insurgentes llamen a destruir las armas, a hacer el boicot para que no se compren y que no se vendan, deseamos que la industria de la guerra quede en quiebra y nos deje en paz.

 

 Adrián Ramírez López*

*Presidente de la Liga Mexicana por la Defensa de los Derechos Humanos

[Sección: Opinión]

 

 

Contralínea 438 / del 01 al 07 de Junio 2015

 

 

 

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